jueves, 6 de octubre de 2011

DESTINO II (segunda entrega)



Sara subió al avión y no volvió la vista atrás.
Durante el viaje, miles de dudas le acechaban, no podía dejar de pensar en su novio y se preguntaba si acaso su decisión, en cierto modo precipitada, no tenía que ver con su idea de huir de la realidad, lo más lejos posible.
Se sumió en un sueño agitado, lleno de incertidumbres.
Un azafato moreno, de mirada profunda, la despertó para comer, le ofreció una bandejita compartimentada, con arroz integral, coliflor cocida y pollo con verduras. Probó la comida con el panecillo y descubrió que estaba deliciosa, aunque un poco picante quizás. Cuando terminó, le ofrecieron un pastelito muy dulce de chocolate y un te rojo con cardamomo. No le pasó desapercibida la suave caricia de Arafat, que así se llamaba el azafato, al servirle la bebida, ni su avidez reflejada en unos ojos negros como la noche. Sintió un cosquilleo en el estómago y sonrió, degustando el pastelillo con ojos soñadores. Tras el ágape sintió deseos de ir al baño, se levantó de su asiento, pasando por delante de sus compañeros anónimos de viaje, atusándose los pantalones de lino negro, salió al pasillo y se dirigió hacia un extremo del avión donde estaban ubicados los baños.
Llegó y tuvo que esperar ya que estaban ocupados. Mientras permanecía tras la puerta, percibió una presencia, se volvió y allí estaba Arafat, parado contemplando sin ningún pudor su retaguardia, al ver que ella se daba la vuelta, sonrió mostrando una dentadura perfecta, Sara no pudo evitar sonreír también y él lo tomó como una invitación.
Cogió su mano, la piel era suave y muy caliente, la llevó a un reservado donde estaba la tripulación aérea y le tendió una bandeja de fruta, mientras le decía:
-Hola me llamo Arafat.
-Ya lo se, lo he leído en tu plaquita de identificación, yo me llamo Sara.
-Nunca he visto una mujer tan bella como tú-dijo Arafat muy serio.
-Gracias-repuso Sara sonrojándose, a fin de cuentas tenía poca experiencia amorosa.
Los demás azafatos rieron divertidos con la situación, mientras obsequiaban a Sara con bombones envueltos en brillantes colores.
Le hicieron todo tipo de preguntas indiscretas, a las que ella respondió negativamente, no podían creer que ni estuviese casada ni tuviese novio, ni hijos, una señorita tan guapa podía elegir entre un gran número de candidatos. Arafat muy serio le propuso matrimonio, todos rieron y Sara volvió a ruborizarse, sin evitar fijarse en sus labios tan gruesos y carnosos.
Finalmente entró al baño y se miró al espejo, sus ojos color miel le devolvieron la mirada, se retocó el maquillaje, colocó su espesa melena rizada de color trigo y sonrió a su imagen, mientras pensaba que cuando una puerta se cierra, cien se abren y que Arafat la estaba conquistando.
Su sensualidad le intrigaba y el halo de misterio que desprendía.
Salió del baño y todos dejaron escapar un silbido de admiración, mientras ella pisaba fuerte, tras dos meses de negación de si misma, ahora volvía a conquistar y decidió que iba a aprovechar cada segundo y que además lo desconocido la atraía poderosamente.
Volvió a su asiento y de nuevo se quedó dormida, hasta que la megafonía del avión le anunció en árabe y en inglés, que estaban a punto de aterrizar en el aeropuerto internacional de Luxor , la temperatura era de treinta y cinco grados centígrados y eran las diez y veinticinco minutos de la noche.
Cuando el avión se detuvo, Arafat le entregó un sobre y se marchó.
Sara decidió que luego lo abriría y cogió su equipaje de mano y bajó la escalerilla del avión. Una brisa cálida, pero a la vez vivificante la envolvió, el aire olía diferente, era renovador. Feliz, se acercó a recoger su equipaje y su pasaporte visado.
Salió del aeropuerto, una hermana de mediana edad la esperaba con una sonrisa cálida, de bienvenida. Se saludaron con un abrazo y tomaron un taxi. Al meter la mano en el bolso para pagar, tocó un envoltorio rugoso, ¡era el sobre que Arafat le dio en el avión! Lo había olvidado, se sonrojó ligeramente al recordarlo y decidió, que más tarde, cuando ya estuviera instalada en su cama, aprovechando la intimidad de la noche, lo abriría.
Una chispa de ilusión iluminó su corazón.

domingo, 2 de octubre de 2011

CERTEZA


Algún día estaremos juntos,
para siempre, sin restricciones,
ni obligaciones mundanas,
que nos distancien y distraigan,
del verdadero sentido de la vida.

Algún día pasearemos juntos,
de la mano, sin prisas,
sabiendo que el tiempo,
aunque limitado por su mismo ciclo natural,
ya no importa, porque estará lleno de amor.

Algún día aunque ya no seamos jóvenes,
dejará de importarnos lo físico,
que quizás nos esclavizó un día,
con sus falsas pasiones,
y podremos amarnos dulcemente,
aunque ya la carne no sea tan firme.

Algún día solo viviremos para nosotros,
y despertaremos juntos,
compartiendo un buen café y tertulia,
programando un día a día en común,
para luego por la noche volver a dormir juntos,
soñando con la certeza de la presencia del otro al lado,
que nos acompañará,ahora sí,en cuerpo y alma.