jueves, 22 de marzo de 2012

Sin título. Capítulo II

La cena.

Me encuentro al borde de un ataque de nervios preparándome para ir a cenar con un desconocido que posiblemente sea un secuestrador. Alex está a mi lado, como si ya fuese de la familia, ha intentado convencerme de que llame al número de teléfono que nos dejaron y que ponga alguna excusa para anular la cita, pero sería un poco sospechoso y además ya sabe donde vivo así que no tengo nada que perder y tal vez pueda obtener un poco de información que nos ayude a saber donde está el chico que me llamó.
- Eres muy valiente. No tienes porque hacer nada de esto, podemos ir a la policía y que ellos se encarguen. Si no nos creen peor para ellos y si tienes miedo de quedarte en casa puedes venir a la mía, mientras se soluciona todo.
Se veía claramente que se sentía culpable, pero también notaba que estaba deseando oír la respuesta que le di, era como un niño al que le han dado un caramelo y cuando está a punto de probarlo se lo quitan
- No, no sabemos en que problema está metido Carlos- habíamos decidido llamar así al misterioso interlocutor.
Al examinar el móvil que habíamos recogido, antes de ir a mi casa, no encontramos nada que nos llamase la atención
- no quiero ser la responsable de que le puedan matar. Además, estaré todo el tiempo en sitios públicos donde haya mucha gente para que no se le ocurra hacer nada raro al tipo este
- A lo mejor te lo pasas bien y te echas novio. Un poco seco para mi gusto, pero tiene el aire atractivo de los chicos malos que tanto os gusta a las mujeres
No me digne ni siquiera a contestarle. De una forma algo torpe intentaba darme ánimos y quitarle hierro al asunto.
Para no parecer aún más sospechosos de los que ya debíamos parecer, acordamos que Alex se quedaría esperando en mi piso, mientras yo tendría una cena agradable con un hombre que había sido amable conmigo y si veía la ocasión haría alguna pregunta sobre Carlos.
Al principio, Alex quería seguirnos por si me metía en problemas, pero le convencí de que si lo veía merodeando cerca de nosotros, si aún no pensaba que escondíamos algo, su presencia se lo iba a confirmar.
- Bueno ya casi es la hora, ¿que tal estoy?
Había escogido un sencillo vestido blanco de corte griego y me había recogido el abundante pelo castaño en un moño, dejando mechones sueltos al azar.
- Lo único que puedo decir, es que me gustaría ser yo, quien acompañase a cenar a esta diosa griega hecha mortal.
Saqué la lengua, intentando que no notase cuanto me había gustado su comentario. Era un buen chico, un poco loco, pero cuando te miraba con esos maravillosos ojos verdes y aquella sonrisa te desarmaba por completo.
Se levantó para subirme el tirante que se había desplazado un milímetro de su sitio, estaba tan cerca que casi podía oír los latidos de su corazón, se inclino un poco acercando sus labios a mi boca. Sonó el telefonillo.
El momento mágico había pasado, me temblaron un poco las manos, Alex las cogió y me las besó cuidadosamente, me dio un beso rápido en los labios y me empujo ligeramente para que contestase a la llamada. Menos mal que le había hecho caso y me había tomado un calmante para permanecer tranquila.
- ¿Sí?
- ¿Laura? Soy Tim,
- Ya bajo, dame cinco minutos
Cuando colgué, noté un gran peso que me aplastaba, no podía mover ni un solo músculo, Alex sintió mi vacilación, me abrazó para transmitirme sus fuerzas. Las iba a necesitar.
Nos miramos a los ojos sin decir nada, los dos sabíamos lo que nos jugábamos pero como dos kamikazes, nada en ese momento nos podía detener.
Abrí la puerta, sin volver a mirar atrás, no quería ver la preocupación en los ojos de Alex, no quería cambiar de opinión, espere el ascensor, de pronto me sentía tranquila, sabía lo que tenía que hacer, todo saldría bien y en unas pocas horas volvería a estar a salvo en casa.
Había prometido que me esperaría despierto con una taza de chocolate recién hecho y que me arroparía y leería un cuento hasta que me durmiese, sólo lo conocía desde hacía unas cinco horas pero confiaba en él plenamente. No me decepcionaría. Necesitaba creerlo porque si me pasaba algo, él era el único que podría ayudarme.
Esperaba apoyado en la puerta de un coche. Pantalones y camiseta negros. La camiseta se ajustaba a un torso cincelado a base de abdominales. Alex tenía razón cuando dijo que era atractivo, era una pena que perteneciese al bando de los malos o al menos eso creíamos.
Se inclinó ligeramente al verme salir del portal y sonrió, mientras abría la puerta del coche para que me subiese, me llego el aroma de su perfume, suave pero masculino. Cerré los ojos y aspiré profundo, me recordaba el olor de la madera; una cabaña en los Alpes suizos, con la chimenea encendida…
Me di cuenta del error que habíamos cometido, estaríamos todo el tiempo en lugares públicos pero antes teníamos que llegar y él conducía, así que si decidía cambiar de destino yo no podría hacer nada, a no ser que me tirase del coche en marcha.
Me metí en el coche sonriendo, no quería demostrar que estaba excesivamente nerviosa, mientras él daba la vuelta para sentarse en el asiento del conductor saqué el móvil del bolso y lo apreté contra mi pierna preparada para dar a la tecla de llamada.
Se sentó mirándome y sonriendo, cuando el motor se puso en marcha tuve que hacer un esfuerzo para no abrir la puerta y salir corriendo, no sabía que decir, él parecía tranquilo, no le molestaba el silencio.
- ¿Puedo poner música?
Me tenía que haber tomado el doble de calmantes, poco me había durado la tranquilidad y la confianza de que todo saldría bien.
- Claro
Alex también había acertado en eso, más seco no se podía ser. A lo mejor también estaba nervioso o no era muy charlatán. Le eche un vistazo rápido, él giró la cabeza brevemente y me sonrió.
- Puedes poner la música que quieras
- Eh, ah, sí, sí.
Me había olvidado ya de que se lo acababa de preguntar.
Le di al play para ver que tipo de música había estado oyendo.
¿Música de salsa? La sorpresa se debió reflejar en mi cara porque oí como se reía.
Su risa me relajó un poco, si estaba a punto de matarme no creía que tuviese ganas de reírse por una tontería, aunque claro mi experiencia con criminales era bastante reducida. Marta me había contado que a un compañero que había ido a la universidad con nosotras le habían detenido en una manifestación por haber tirado un tomate a un policía. Eso era todo lo cerca que había estado de alguien que hubiera pasado un tiempo en comisaría y por lo que sabía de Tim había hecho algo más grave que liarse a tomatazos con los antidisturbios.
- ¿No te lo esperabas? ¿Qué tipo de música pensabas que escucho?
- No sé, pero desde luego no pareces de los que les gusta “arriming” de cebolleta.
- ¿Qué? Lo siento pero creo que no entiendo lo que quieres decir, hablo bien el español pero algunas expresiones se me escapan.
- Perdona, sólo es una tontería, es una broma que solemos hacer mis amigas y yo-
Poco a poco me fui relajando, no parecía muy hablador pero era agradable, me costaba verlo como Mr Hyde.
Metió el coche en el parking, antes de que me diese cuenta había aparcado y ya estaba abriendo mi puerta, incluso me cogió suavemente por el codo para ayudarme a bajar, a lo mejor temía que me desmayase después del numerito en el bar del hotel.
Entramos en el restaurante, que yo no podría permitirme ni con el sueldo de dos meses, de hecho no creo ni que me dejasen pasar de la puerta si se me ocurría ir sola.
El maître nos acompaño hasta la mesa y separó la silla para que me sentase, mientras intentaba no mirar a todas partes con aire de paleta, Tim eligió el vino que yo no tenía intención de probar, sólo me faltaba emborracharme. Con unas copillas de más soy demasiado vehemente y no quería decir nada que descubriese mis intenciones. Cada vez me parecía más, que todo debía ser un error y que si allí había alguien haciendo algo malo era yo. Tim sólo era un hombre amable y tremendamente atractivo que había aceptado venir a cenar conmigo.
Por si me equivocaba, mejor no decir nada, hablaríamos de cualquier tema intrascendente y si veía la ocasión preguntaría por Carlos.
Intentaría pasar una agradable noche. Tim cogió su copa y me acercó la mía para brindar.
- Aunque es la forma de invitar más extraña que he visto, me alegro de que seas tan apasionada y decidieses convencer a tu amigo para que nos persiguiese con el coche, brindemos por las cenas en buena compañía.
Sólo de pensar en como se había desarrollado todo, no pude evitar ponerme roja, sentía las orejas calientes. Tim me miraba fijamente y eso hacía que me sintiese más avergonzada y me pusiese más roja, no sabía que decir, tenía la mente en blanco, así que para disimular me bebí la copa de un trago. A la porra todos mis objetivos de no beber.
- Increíble, te da vergüenza recordarlo y sin embargo, no lo pensaste ni dos veces cuando lo hiciste, ¿tal vez, te arrepientes?-
Pero que tío, tendré que retirar lo de amable, no se corta en hacerme sentir de lo más incomoda.
- No, no me arrepiento. Fue un impulso, algo que tenía que hacer, me pareciste interesante y muy atractivo y no quería que te fueses sin intentar volver a verte –
Donde las dan las toman, ahora era él que se estaba un poco, sólo un poco, incomodo, al escuchar mi halago.
Desvió la vista hacia mi cuello, sentí su mirada como una caricia.
Cenamos charlando tranquilamente sobre música y arte en general, no era desde luego muy parlanchín, parco en palabras más bien, pero te animaba a seguir hablando con preguntas oportunas cuando notaba que permanecías callada durante un largo periodo de tiempo.
Era norteamericano, con ascendencia japonesa, hablaba el español con gran soltura, aunque fue un poco evasivo sobre donde lo había aprendido. Cada vez me sentía más calmada y estaba claro que no tenía ninguna intención oculta al aceptar cenar conmigo, no había hecho ninguna referencia al supuesto amigo del móvil perdido.
Estaba a punto de contarle todo, cuando oí una voz conocida a mi espalda.
- Así que por eso te has ido corriendo esta tarde de casa, supongo que tú eres el que la has llamado y has hecho que deje a los amigos en la estacada.
Si me hubiese caído un rayo en mitad de la cabeza en ese momento ni lo hubiese notado, ver allí a César tan enfadado me dejo sin habla, no sabía que explicación darle, la verdad no podía decirla y me había quedado tan noqueada que era incapaz de pensar nada coherente.
Era todo tan extraño, el tiempo parecía haberse parado, las imágenes sucedían a cámara lenta. Desde varias mesas se giraron para ver lo que pasaba. Tim se había puesto de pie, no quedaba ya nada del hombre amable que había estado conversando conmigo hacía unos minutos, su rostro era una máscara impasible, viéndole así, lo creía capaz de secuestrar e incluso de matar.
El maître vino para ver que sucedía y a poner un poco de orden, porque aunque todo había sucedido en unos segundos y el tono de voz no se había elevado, la postura de los dos hombres indicaba que la situación era tensa.
No podía permitir que aquello fuese a más. No quería que César pudiese salir herido por una de mis locuras. Salí de mi ensimismamiento y lo cogí por un brazo apartándolo un poco. Tim me miró y volvió a sentarse como si no hubiese pasado nada, el maître se retiró como si sólo se hubiese acercado para ver si todo estaba a nuestro gusto.
Hablé en voz baja y rápido. Se tenía que ir inmediatamente, no era lo que él pensaba y mañana le llamaría sin falta para explicárselo todo, supongo que fue el tono de súplica y sinceridad que notó en mi voz, porque sólo me miró y asintió, me dio un beso en la mejilla y me dijo muy bajito al oído que no hiciese tonterías y que le llamase sin falta en cuanto pudiese.
Su comprensión hacía que le quisiese aún más, por eso no me importaba los años que tuviese que esperarle. Confiaba en mí, sabía que yo nunca le mentía, en las cosas importantes y que al día siguiente le explicaría mi espantada de aquella tarde.
La confianza es lo que yo más valoraba de nuestra amistad y ambos sabíamos que nunca la traicionaría.
César se despidió de Tim con un movimiento de la cabeza, no pidió disculpas, simplemente se fue como había venido, como si nunca hubiese estado allí.
Me senté en la mesa de nuevo, pero el momento de relax ya había terminado, había ido allí para ver si obtenía alguna información que me pudiese ayudar a encontrar a Carlos y eso es lo que pretendía hacer sin dejarme despistar por abdominales como un Toblerone gigante o un aspecto enigmático que hacía que te lanzases de cabeza para intentar descubrir el acertijo que envolvía a la esfinge sin importarte lo que te pudiese pasar a continuación.
Aunque intentaba aparentar tranquilidad y hacer como si no hubiese pasado nada, estaba claro que estaba irritado y aún más taciturno.
- Era un amigo
- Sí
Permanecer por más tiempo en el restaurante estaba claro que no iba a servir de nada y con ese estado de animo no iba a conseguir sacarle nada, si antes era complicado ahora era imposible.
- Si quieres nos vamos
Mi parte masoquista deseaba que dijese que no, quería quedarme con él aunque la tensión era insoportable
- Si
Tim pagó la cuenta, mientras esperábamos que trajesen nuestros abrigos, notaba como me miraba fijamente, tal vez esperando una disculpa.
Podía esperar hasta que el infierno se congelase, en la fase de irracionalidad absoluta, me temblaban las manos pero esta vez de rabia, apreté los dientes y salí del restaurante decidida a coger un taxi que me llevase a casa o mejor a la comisaría de policía más cercana, si no me creían pues nada, yo ya habría cumplido con el imbécil al que se le había ocurrido llamarme para pedir ayuda. Si ni siquiera lo conocía, Alex me lo había descrito un poco y no me recordaba a nadie que yo conociese.
Cada vez andaba más deprisa, Tim me seguía, sin decir nada, de repente noté como me giraba con dos manos de hierro, mientras que una me apretaba con fuerza la espalda impidiendo que me alejase de él , la otra se posaba en mi cuello suavemente acercándome cada vez más a su boca, fue un beso apasionado, casi salvaje, pero por momentos dulce, no deseaba que terminase nunca, si hubiésemos estado en otro sitio en vez del medio de la calle le hubiese arrancado la ropa, me apreté más contra su duro cuerpo notando como su excitación aumentaba, una chispa en mi mente se encendió y fui consciente de lo que estaba haciendo. Me separé de él sin apenas aire en los pulmones, jadeando. Tim me acarició con suavidad la cara y el pelo y me llevó hasta el coche, no me atrevía a preguntar nada, estaba aturdida y mi mente estaba completamente embarullada.
Cuando aparcó frente a mi edificio tarde unos segundos en reconocer donde estábamos, no podía subir a mi piso, allí estaba Alex esperando. Me abrió la puerta para que bajase, cuando le iba a decir que no podía subir, me besó brevemente en los labios y me dijo que me llamaría al día siguiente, se subió en el coche y puso el motor en marcha, yo seguía de pie sin moverme, como un muñeco al que han cortado los hilos.
Volvió a bajarse y se acercó cogiéndome por la cintura, me dio otro beso que hizo que mi cerebro dejase de funcionar.
- Para aguantar hasta que vuelva a verte mañana
Esta vez si se fue. Yo me volví con las piernas temblándo hacía el portal.
Cuando llegue a la puerta de mi piso me di cuenta de que no había avanzado nada en la investigación que me había propuesto, menuda detective estaba hecha, seguro que Alex se enfadaría y a ver como le explicaba a César todo lo que había pasado.
Lo que no esperaba es que tendría que enfrentarme con los dos al mismo tiempo. Al abrir la puerta oí voces, allí estaban los dos, como si fuesen viejos amigos. Alex se levantó de un salto y me dio un abrazo, me miraba atentamente tratando de ver si me habían hecho algún daño, cuando comprobó que me encontraba en perfecto estado al menos físicamente dejó que me sentase. Sentada al lado de César que me miraba sin saber que pensar, no sabía que decir. Primero me encuentra con un hombre capaz de partirle a uno el cuello sin pestañear y cuando va a mi casa, preocupado por lo que podía estar sucediendo, se encuentra con otro hombre preparando chocolate.
Sólo esperaba que Alex no le hubiese contado nada, quería ser yo la que se lo explicase y aunque era un riesgo y podía perderlo, decidí que no era el momento. César era demasiado racional y en cuanto se enterase iría directo a la policía.
- ¿Me crees si te digo que tienes que confiar en mi y que solo necesito un poco más de tiempo para explicártelo todo?-
Alex había tenido la suficiente cabeza para desaparecer del salón e ir a la cocina para darle los últimos toques al chocolate, así que estábamos los dos solos frente a frente.
- Confió en ti sólo prométeme que tendrás cuidado, e intenta no volver a ver al hombre con el que estabas cenando, parece no sé, peligroso
Esa misma mañana hubiese dado todo lo que tenía por ver que le interesaba sólo una décima parte de lo ahora parecía interesarle.
Por qué había cambiado todo tanto en unas pocas horas.
- ¿Alex se quedará contigo?
Asentí con la cabeza esperando ver una explosión de mal humor, que no llegó nunca.
- Me voy entonces más tranquilo, seguro que no dejará que hagas tonterías.
Solo pensar que consideraba que Alex evitaría que yo hiciese alguna locura, me hizo sonreír, pero era mejor no sacarlo de su error, quería que se fuese lo antes posible para poder poner en marcha la segunda parte del plan.
La verdad es que sería la primera parte del plan, ya que esa noche aparte de caer rendida a los pies de un delincuente no había hecho nada.
Necesitaba quedarme a solas con Alex para discutir sobre el siguiente paso.
Se veía que estaba deseando preguntar en que narices estaba metida, pero era demasiado educado para presionarme, sabía que yo le contaría todo en el momento adecuado.
Acarició mi cuello, una caricia que hizo que recordase otra muy diferente, ocurrida hacía menos de una hora, sólo rememorarla me hizo estremecer.
Decir que era una descerebrada era quedarme corta.
César me besó suavemente, mientras yo anhelaba otros besos, un pecho más fuerte, de acero y unas manos que quemaban allí donde se posaban. Me abracé a él, deseando que todo volviese a la normalidad, olvidarme del hombre que había hecho que perdiese la poca cordura que tenía.
Sentía el calor de su cuerpo, su olor, me deje arrastrar por aquellos besos delicados y dejé que los otros se fuesen como si nunca hubiesen existido.
Alex decidió que ya nos había dado tiempo suficiente y eligió entrar en ese momento con una bandeja con tazas de chocolate humeante, el hechizo se rompió.
Me sentí sucia, como si estuviese traicionando a alguien, pero todavía no sabía a quien. Necesitaba salir de allí e intentar aclarar mis ideas.
- Voy a darme una duchita rápida, ahora vuelvo.
Pasé mis dedos por el pelo de César, era tan suave, durante unos segundos la magia volvió.
Dejé que el agua caliente corriese por todo mi cuerpo, cerrando mi mente a todo lo que no fuese aquella maravillosa sensación, oí la puerta de la calle que se cerraba, y supuse que César se había ido, me quede un rato más bajo el agua, no quería enfrentarme a la mirada acusadora de Alex cuando le contase lo que había pasado.
Me esperaba sentado en mi cama, con la taza de chocolate y los ojos brillantes por la emoción.
- ¿Y bien? Cuéntame, ¿donde tenemos que ir?, ¿has averiguado algo?
Daba un poco de pena. Se llevaría una gran decepción, pero necesitaba desahogarme con alguien, y él estaba allí, como un ángel esperando a darme la absolución.
Me eché a llorar desconsoladamente abrazada a él, temblaba tanto que Alex apenas podía sujetarme, no intentó que le contase nada, sólo me abrazaba, y me acunaba atrás y adelante, cantaba una cancioncilla en francés, que parecía una nana; tardé más de veinte minutos en tranquilizarme y dejar de llorar y temblar
- Tienes la nariz como un pimiento morrón
Los dos nos tumbamos en la cama riendo descontroladamente, estaba claro que los acontecimientos nos superaban, pero éramos tan cabezotas que no nos echaríamos atrás. Cuando se nos pasó el ataque de risa, le conté todo a Alex, teniendo en cuenta que no había hecho nada de lo que habíamos planeado fue muy comprensivo.
- A lo mejor nos hemos equivocado y no es un mal tío- no se lo creía ni él, pero quería darme alguna esperanza
- No nos hemos equivocado, estoy segura de que han secuestrado a Carlos y tal vez algo peor, si hubieses visto su cara cuando miró a César, no tendrías dudas tampoco.
- Vale, entonces estas loca y necesitas un buen psiquiatra
Nos dio otro ataque de risa, este más corto.
- ¿Qué hacemos entonces? ¿Llamamos a la policía? Por lo que dices podría hacerte daño sin pestañear
Negué con la cabeza, volvería a ver a Tim al día siguiente y no me dejaría deslumbrar.
Estaba agotada mentalmente y quería dormir, pero me daba miedo quedarme sola. Le pedí a Alex que durmiese conmigo. No creía que pudiese hacer nada en el caso de que a Tim y a su compañero les diese por hacerme una visita nocturna si se enteraban del jueguecito que me traía entre manos pero me sentía más tranquila teniéndole cerca.
Poco a poco me fui adormeciendo, Alex me abrazaba dándome calor; pensando en el día tan extraño que había tenido.
Me enrollo con dos tíos diferentes y acabo en la cama con un tercero.
- César es un buen chico, pero no es para ti – la voz de Alex retumbó en la oscuridad
No quería que me dijese porque pensaba así, porque en el fondo yo sabía que decía la verdad, siempre lo había sabido pero no quería renunciar a él, a mi sueño, era el príncipe que desean todas las chicas y yo lo tenía ahora al alcance de mi mano.
Las lágrimas se deslizaron por mi rostro, Alex me abrazó más fuerte. Me dormí pensando en un hombre de rostro impenetrable capaz de partirme el cuello con un simple gesto de la mano, me apreté aún más fuerte contra el cuerpo tibio que tenía a mi lado.