sábado, 14 de agosto de 2010

DEFLAGRACION




Eclosionaste en mi mundo,
como una deflagración.
Tu luz me cegó,
y me llenó de amor.

Dos sentimientos que fluyen a la par,
dos manos que se tocan,
dos almas que se abren,
-un solo corazón-.

Lleno de proyectos tú,
llena de ilusiones yo,
dos mundos que prometen ser uno,
-un gran deseo de amar-.

El tiempo será nuestro aliado,
despacito, lentamente,
como un buen guiso,
al calor de nuestra lumbre.

Sodoma y Gomorra


¡Qué resaca! Hoy no me importa estar castigado, apenas me tengo en pie. Menos mal que mi madre se piensa que estoy mal por la cena, se lo tengo dicho, que cualquier día me mata de una intoxicación. Es mejor decirle eso que la verdad, que he cogido una melopea.
Teóricamente tendría que estar castigado todo el fin de semana, una cuestión de horarios. Esa guerra que tenemos los adolescentes con los padres. La verdad es que a mí si me castigan, no me enfrento a ellos, si me apetece salir me escapo.
Vivo en una casa de tres alturas, en la planta de abajo, cocina, salón, salón-comedor y un aseo, en la primera, dos habitaciones con sus respectivos baños y un vestidor y la última, toda para mí, agaterada, pero con todo lo necesario, cama, baño, ordenador, tele, play…y una velux muy grande por la que salgo al tejado.
Bajo despacio para no mover ninguna teja, salto al tejadillo del garaje, paso al del vecino, me cuelgo un poco y al suelo. Esta parte es la más fácil. Salgo y me voy al punto de encuentro, la fiesta ya ha empezado, me uno al grupo.
¡Genial! Hay chicas nuevas y ¡Menudos pivones!, cojo uno de los vasos con calimocho y me acerco a una de las chicas, casi no me da tiempo a presentarme cuando me dice que vayamos a bañarnos. Sin pensarlo mucho más, me quito la ropa y ¡chapuzón!.
El agua está helada, pero con la calentura de los dos, sube hasta el punto de ebullición.
Cuando salimos cada uno se va con su grupo de amigos, las risitas y las preguntas son continuas en los dos bandos. Yo empiezo a beber, primero porque no quiero contestar y segundo porque aunque había ocurrido todo en el agua estoy deshidratado. La tía era una fiera y me había dejado seco.
Las cinco, hora de volver.
Primera prueba, saltar la verja del vecino, el muy cabrón la ha cerrado con llave, esa parte fácil, ahora toca subir al tejado de su garaje. Primer salto, se me resbala una mano y me caigo de espaldas ¡qué dolor!. Segundo intento, consigo agarrarme bien, me impulso para subir una pierna, pero se resbala. Por fin consigo subir y paso al tejado de mi garaje, miro para arriba, se me hace muy alto, me acerco a la parte más alta para conseguir llegar. Imposible. Tengo tal borrachera que no consigo mantener el equilibrio para saltar, aún así, lo intento.
Entonces veo una ventana abierta, es la de mi hermana mayor, entro muy despacio, oigo un grito ahogado. Me quedo quieto pensando que me acaba de descubrir, me va a chantajear mucho tiempo.
Como no oigo que me diga nada, miro en dirección de su cama. ¡Hija de puta! El grito no era más que un gemido, está en pleno apogeo con su novio. Por algo estaba su ventana abierta, es por donde ha entrado el tipejo.
Salgo de su habitación, cerrando muy despacito para que no se entere. Voy en dirección a la escalera para subir a mi cuarto ¡mierda! la puerta del dormitorio de mis padres está abierta.
Con lo garduña que es mi vieja seguro que me oye.
Con todo el cuidado que mi cogorza me permite, paso sigiloso, en medio de la puerta me quedo plantado, petrificado. Mi madre desnuda, encima de mi padre, galopando como una histérica.
Ya en mi cuarto veo los cajones de mis mesillas abiertos, en uno una nota
- Hermanito te debo una caja de condones
¡Menuda zorra! Los podía haber traído su tronco. En el otro cajón otra nota:
- Gracias cariño, te debo una caja de preservativos
Un momento, ¿preservativos? ¿mi madre? Pero si mi padre tiene hecha la vasectomía desde hace años.

viernes, 13 de agosto de 2010

El polvo de una tarde de verano


Son casi las seis menos veinte de la tarde y no he conseguido pegar ojo. Menuda mierda de siesta.
El zumbido de un mosquito demasiado cerca de mi oído hace que me incorpore violentamente, amagando un manotazo que lo único que consigue es dejarme la oreja dolorida. Hace calor. Estoy sudando como un pollo.
Ella duerme, tranquila, a mi lado, ofreciéndome su espalda desnuda. El sol de la tarde se abre paso entre las lamas de la persiana, a medio bajar, para iluminar su hombro derecho a contraluz. Su hombro. Una perla de sudor se desliza perezosa hasta que, cansada de patinar por el cristal de su piel, se inmola en la inmensidad de las sábanas, desde su tibio parapeto.
Alargo mi mano hacia su espalda. La acaricio mientras pienso que algo bueno he debido hacer en esta vida para que los dioses me hayan concedido el don de un mundo propio para explorar. Un mundo delimitado, en su frontera dorsal, por la piel que ahora toco con las yemas de mis dedos.
El contacto hace que se revuelva en sueños, y se gire hacia mí. ¡Dios! pienso al mirarla ¿Es realmente tan hermosa o solo me lo parece a mí? Creo que más bien lo segundo. Es una mujer hermosa, por supuesto, pero a mis ojos es “la más hermosa”. A ver lo que dura ese sentimiento, aunque en realidad me importa poco lo que dure; lo realmente bueno es saborearlo mientras se mantiene vivo.
Así que acerco mis labios a los suyos y la beso. Es un beso limpio. Un beso de labios húmedos. Me encanta mordisquear los suyos. Los chupo y los aprieto contra mis propios labios. La punta de mi lengua los recorre. Ella, sumergida todavía en un mar de sopor, empieza a reaccionar a mis estímulos.
De una manera casual, deja caer su mano izquierda sobre mi cadera. Sus dedos se mueven, con aparente discreción, acariciándome: nalga, espalda, pierna y vuelta a empezar. Hace rato que estoy empalmado.
Sigo besándola. Ella se encuentra en ese momento de la duermevela en que realidad y sueño se mezclan en una nebulosa hiperreal; un lugar donde las sensaciones parecen cobrar otra dimensión. Mantiene los ojos cerrados, sin embargo puedo notar como su respiración se ha vuelto más rápida e intensa. Me encanta. Creo que voy a hacer una inmersión entre sus piernas.
Sus dedos se enredan en mi pelo y sujetan mi cabeza contra su pubis. Sé que le encanta el sexo oral. A mí también. Ahora ya está despierta. Me habla, me susurra, me grita. Levanto la mirada (y la cabeza) por un momento de aquel manantial y la veo sonreír. Le gusta, pienso, inyectando una pequeña dosis de moral a mi ego inestable.
Mis dedos y mi lengua mantienen, durante unos minutos, un duelo a clítoris partido. Los espasmos, más que los gemidos, me indican que está llegando al orgasmo. Hunde de nuevo mi cabeza entre sus piernas, y se corre inmisericorde.
Me tumbo otra vez a su lado mientras nos relajamos. Nuestros cuerpos brillan bañados en sudor. Mis labios conservan el sabor de su sexo. Nos besamos y compartimos ese sabor, que es suyo y mío.
Son las seis y veinte de la tarde del 7 de Agosto. Quedan 22 días para que cumpla treinta y nueve años, y una vez más, ella me ha demostrado que sigo estando vivo.

jueves, 12 de agosto de 2010

El abuelo


El cielo comenzaba a atiborrarse de nubes blanquecinas, formando un rebaño de ovejas que se iba juntando lentamente hasta formar una sola.
- se está aborregando el asunto
- ¿Eh?
Para que habría preguntado, ahora tendría que aguantar la cháchara del abuelete durante un buen rato. Cada tarde de camino a casa, lo veía en el parque echando de comer a los pájaros, nunca había hablado con él, más allá de las buenas tardes, pero ya era como un viejo conocido, con su boina negra y la anticuada chaquetilla de lana con sus coderas de pana.
Podía haber seguido andando, pero le dio pena verle siempre tan solo y se sentó a su lado en el banco. Los pájaros volaron ante su presencia, pero enseguida volvieron, atraídos por las migas de pan que iba despedazando poco a poco el anciano.
- digo que el cielo se está llenando de nubes, pero de momento no parece que vaya a llover.
- Oh, si, si…no, no parece que vaya a llover
Esperó en silencio, seguramente le comenzaría contar cosas de su pueblo o de cómo eran los tiempos antes y de cómo han cambiado las cosas, pero no parecía que tuviese muchas ganas de hablar.
Se estaba quedando medio dormida, con los rayos del sol que se colaban entre las ramas de los árboles, cuando la bolsa de pan se agitó ante sus narices.
- ¿Quiere darle de comer a los pájaros, es que yo me tengo que ir?
- Bueno…pues, no sé. La verdad es que tengo cosas que hacer
- Claro, claro, vaya a hacer sus cosas.
La voz del anciano le sonó tan triste, que en un impulso tomó la bolsa que la ofrecía y se comprometió a echar hasta la última miguita. Antes de irse con su andar acompasado, le dio las instrucciones sobre el tamaño adecuado de los trozos de pan y la aconsejó que no lo echase todo de una vez que se tomase su tiempo para poder alimentar bien a todas las aves que se la acercasen.
Cuando se quedó sola, se sintió un poco ridícula, como si la hubiesen tomado el pelo, pero bueno porque no iba a poder tomarse una tarde para ella sola, para no hacer nada más que alimentar pajaritos.
Comenzó a hacer los trocitos como le había enseñado el anciano, enseguida estuvo rodeada de gorriones y palomas, se sentía un poco como una princesa de cuento de hadas que se pone a cantar y los animalitos corren a escucharla.
Una princesa sin príncipe y sin ni siquiera mendigo, una vez más con su querer controlarlo todo y sus obsesiones lo había echado todo a perder, no podía culparle, había tenido muchísima paciencia aguantando todas las locuras que se le habían pasado por la cabeza, pero todo se había convertido en un bucle infinito de peleas que nunca acababan, una lucha por el dominio nunca establecido.
Una paloma comenzó a picotearle el dedo gordo del pie.
- eh, tú, eso no es comida – levantó el pie bruscamente asustando a la atacante y a todos sus compañeros.
- ¿Ahora te dedicas a alimentar a las palomas? Pensaba que las odiabas.
Mierda, no podía haber pasado por el parque cualquier otro día, tenía que ser justo aquel, en el que parecía una vieja amargada, derrotada, solo faltaba que asomase la cabeza de un gato por su bolso.
- Le estoy haciendo un favor a un amigo
- ¿A quien? ¿Al pájaro loco?
- Supongo que ibas hacia el piso para recoger tus cosas. Toma las llaves, no hace falta que te entretengas hablando conmigo, no hay mucho más que podamos decir.
- ¿Me das un trozo de pan?
Le miré pensando que sería alguna broma tonta de las suyas, pero permanecía serio. Le di el trozo más grande, una tontería pero quería estar con él el mayor tiempo posible, y le expliqué el tamaño que debían tener las migas, si eran muy grandes los pájaros podrían ahogarse, al menos eso había dicho el anciano.
- ¿Sabes que fue lo primero que me gustó de ti? – su voz la recordó a los primeros días, cuando sólo reían y no habían comenzado las peleas.
- No creo que sirva de nada recordar esas cosas ahora
- Siempre ofreces tu ayuda, sin pensártelo dos veces. Sin esperar nada a cambio y aunque sea un desconocido.
- Bueno y ¿por qué no iba a hacerlo? Si puedo ayudar y no me cuesta nada, no entiendo porque no iba a ofrecerla
Ya íbamos a empezar otra vez, veíamos el mundo de una forma tan distinta que era imposible que nos pusiéramos nunca de acuerdo en nada, ni siquiera en lo bueno.
- A eso me refiero, a que no lo entiendes, no puedes comprender que alguien no lo haga.
- Bueno entiendo que no todo el mundo sea igual que yo, ni actúe como yo lo hago…
- Pero no te parece bien
- Como ya te he dicho, no creo que sirva de nada hablar sobre como soy o dejo de ser.
Continuaron en silencio, cortando los trocitos, cada vez más diminutos para alargar el tiempo juntos, no necesitaban hablar de nada porque a pesar de las diferencias siempre sabían lo que estaba pensando el otro. Sólo quedaba un cuscurro pequeño de pan, se sonrieron con tristeza, ya no tenían motivos para permanecer allí sentados.
A lo lejos vio la inconfundible boina, se aproximaba lentamente a ellos, Martina le sonrió y le mostró la bolsa vacía, el anciano asintió con la cabeza muy satisfecho.
- Gracias por cuidar de mis amiguitos, la verdad es que me preguntaba si podría seguir viniendo a alimentarles, es que mi hijo quiere que nos vayamos de vacaciones, pero si no encuentro a alguien que los cuide no iré.
Gabriel se adelantó a tomar la palabra, dejando a Martina con la boca abierta.
- Estaremos encantados de cuidarlos hasta que vuelva
Vaya eso si que era toda una sorpresa, Gabriel nunca hacía planes hasta cinco minutos antes, por si le apetecía hacer cualquier otra cosa y ahora se comprometía a cuidar de unos pájaros callejeros todas las tardes…vivir para ver
Se despidieron del anciano, que se alejó muy contento por el camino contrario, mientras le guiñaba un ojo a Martina con una pícara sonrisa, que le hizo parecer mucho más joven.
No, no podía ser, casualidades de la vida. Gabriel la había enseñado que las casualidades existen sin más, sin tener que buscar en ellas señales que encaminen tu futuro.
- ¿Se lo has dicho para tranquilizarle, no?
- Se lo he dicho porque me apetece hacerlo, porque quiero venir todas las tardes contigo a dar de comer a los pájaros y escuchar tu voz o tus silencios, lo que tú prefieras.
- ¿Por qué has cruzado por el parque Gabriel? Nunca lo atraviesas
- Había un follón en la calle montado, con ambulancias y todo y no se podía pasar. Por lo visto a un anciano le ha dado un golpe de calor, nada grave por lo visto.
Jajajajaja, desde luego no existían las casualidades, esto era causa efecto, pero ¿por qué? ¿Qué interés podía tener un desconocido en que estuviésemos juntos?
- Déjalo estar por una vez, hay cosas que se escapan a nuestro control y es mejor así ¿no te parece?
- Lo dejaré estar
Martina apoyó la cabeza sobre el hombro de Gabriel, ¿qué más daba el por qué? Tenían una segunda oportunidad .

LA UNIVERSALIDAD DEL SER


El mundo del espíritu es todo belleza.
Si cierras los ojos y miras en tu interior,
sentirás su embrujo divino.

Si abres tu mente,
en un acto introspectivo,
entreverás su magia.

No hay límites en lo inmortal,
todo fluye en corriente divina,
de amor sin igual.

No hay parangón posible,
en la universalidad del ser.

Es fuente de agua viva,
que riega mi intelecto,
despertando a la musa,
que mora en mí.

Un tañir de notas,
en sinfonía celestial,
etéreo mundo inconcluso,
-melodías de mar-

Dulce armonía infinita,
pájaros a volar,
lo celeste del cosmos espera,
-Casiopea en su carro de estrellas te llevará.-

Jardines floridos de frutas,
flores a medio cortar,
verdor de savia fresca
-página en blanco por empezar-

EL TIEMPO PERDIDO


Raquel estaba sola en aquella ciudad de provincias, completamente sola, no podía entender como se había dejado convencer, para dejar la capital y mudarse allí.
No siempre es por amor, por lo que se toman decisiones drásticas, hay muchos factores que pueden influir en ello,
entre ellos, el miedo.
Lentamente se sentó encima de uno de los bultos que traía, la mudanza había sido rápida, un tanto aséptica, en aquellas cajas que contenían toda su vida, estaba su corazón maltrecho, su corazón herido, quería empezar a abrirlas, poner un poco de orden en su caos interno, pero no sabia como empezar y además todavía no tenía electricidad.
La noche empezó a caer y Raquel empezó a temer quedarse sola enmedio de la oscuridad de la noche.
Decidió salir y buscar un hostal donde sentirse reconfortada con la tranquilizadora presencia de otras gentes. A la luz del día vería las cosas de otra forma.
Cogió una calle al azar, dobló la primera esquina que vio y a cien metros vislumbró un cártel “hostal del tiempo perdido”, solo ya con ese nombre tan sugerente, no dudó en ir a su recepción.
Se sorprendió al ver que no había nadie en ella, ni en todo el hostal que permanecía extrañamente vacío, pero con todas sus luces encendidas, por lo menos su luz la tranquilizaba.
Era algo anormal la ausencia de personal, por lo que se decidió a entrar en el salón principal. Un fuego crepitaba en la chimenea, alguien debía de haberlo encendido ¿pero quién?
Empezó a vocear preguntando si había alguien, pero solo le contestó el silencio.
Instintivamente se giró al notar un ruido a su espalda, pero solo era un leño a medio arder que se había desplomado, igual que mi vida, pensó Raquel, ya he quemado la mitad de ella y solo he dejado cenizas a mi alrededor.
Se dejó caer en un sillón cercano mientras las lágrimas le quemaban el rostro. Lloró hasta que se quedó más tranquila, todos son imaginaciones mías-pensó.
Poco a poco fue cayendo en un sueño plácido .
Soñó con una vida que no era la suya y despertó feliz, ya no tenía miedo.
Al abrir los ojos nada era lo que ella recordaba, se levantó desconcertada y contempló un rostro que no era el suyo en un gran espejo oval, que se encontraba en estancia donde estaba, le resultó atractivo y ligeramente más joven.
Soy afortunada, pensó, al final me he librado de él y todo lo que me rodea es hermoso.

Los periódicos anunciaron el descubrimiento de su cuerpo exánime en un hostal de una ciudad de provincias.
No presentaba signos de violencia, aunque habría que practicarle la autopsia para determinar si había sido muerte natural.
La presencia de unas marcas en su nuca, dejaban un interrogante a resolver.

PERLAS BLANCAS


Quiero perderme entre el mundo,
viajar, conocer nuevas realidades,
abrir mi mente, mi corazón y mi espíritu,
a nuevas personas que me enseñen algo.

Cada ser alberga un tesoro, su existencia.
Todos tenemos una historia que contar,
del más humilde al más opulento,
valiosas serán,
en su medida de amar.

Amando sin medida,
dejando que el sentimiento,
se derrame en valiosa copa,
de la que hoy quiero beber.

-Son como perlas blancas insertadas
en el Divino Collar-

miércoles, 11 de agosto de 2010

Línea errónea


Un día como otro cualquiera que llega a su fin. Siempre la misma monotonía, de casa al trabajo y del trabajo a casa. La única variante es el chofer del autobús, por la mañana uno y por la tarde otro, pero siempre los mismos.
Coge el mp3, se coloca los auriculares, la canción que empieza sonando es Paid my dues de Anastasia, pone el volumen bajito. Abre el libro Quimaira de Manfredi, comienza su lectura mientras espera la llegada de su autobús. Cuando éste para en la dársena, tan sólo se fija en las puertas, no se abren, tiempo de descanso del conductor. Continua con su lectura, el abono está en el libro, lo suele usar de marcapáginas, transcurridos unos minutos, se abre el acceso al interior del transporte. Sube las escaleras sin apartar la vista del libro, muestra su pase y se sienta en los asientos delanteros, justo al lado de la puerta de entrada.
Delante de ella un rostro difuso mira las tapas de su libro.
- Debe ser muy interesante eso que lees- dijo una voz masculina
Levantó la cabeza en la dirección de la voz, lo primero que contempló fue unos ojos verdes, que resaltaban en un rostro bronceado. Una sonrisa perfecta que hacía que todavía brillara más su tono de piel.
- No sé que lees, pero seguro que no es mi estilo, soy más de kiss comix -continuó diciendo ante el silencio de ella- pero si tú me dices que es interesante, hago un esfuerzo y me lo leo.
- Nunca he leído eso que me dices, esto tan sólo es una novela- dijo ella- si quieres te puedo dar unos títulos de libros que están bien
En ese momento él se sentó en el asiento de al lado que estaba vacío, como el resto del autobús. Por la espalda de ella empezó a correr un cosquilleo, la sola presencia del hombre al lado la impedía moverse.
No podía apartar los ojos de aquella insólita belleza. Sintió como una mano sobre su muslo la acariciaba. Cuanto más se acercaba al botón del pantalón, más fuerte agarraba el libro. Con delicadeza él terminó de soltar el botón y bajó lentamente la cremallera, tiró con suavidad para deshacerse de la ropa, ella se levantó un poco para facilitar la labor. Dejó al descubierto un pequeño tanga, metió la mano y acarició el vello, hasta llegar al clítoris, masajeándolo hasta hacer salir los primeros gemidos de ella. La tumbó sobre los dos asientos poniéndose de rodillas. Observando aquel suntuoso coño que ya empezaba a estar húmedo, comenzó a pasar la lengua por todo él, haciendo movimientos circulares sobre el excitado clítoris. Mordía, chupaba, lamía…ella sentía un orgasmo detrás de otro.
- ¿Me harás feliz ahora?- dijo él, poniéndose de pie, dejando ver como un bulto marcaba su pantalón.
Ella no se lo pensó y lo despojó de la ropa, dejando libre la polla erecta. Empezó a chuparla, se la introducía en la boca, la chupaba no dejando más que los huevos fuera, mientras que él apretaba los pechos turgentes, pellizcando los duros pezones.
Se corrió dentro de la boca, con tal fuerza que casi la ahoga, aunque se lo tragó todo sin perder una sola gota.
La polla continuaba erecta. Cogió a la chica en brazos y la apoyó contra el salpicadero, penetrándola con fuerza, bombeando sin parar. Ella gemía tan alto como él le decía:
- Así, muévete, me pones a cien, qué coño más caliente
Cuando la sacó, ella le pidió que no lo hiciera, que siguiese. Él ignoró por completo la súplica, la giró comenzando a meterle los dedos en el culo.
- Yo…por ahí…nunca….- decía ella
- Schiss…No vamos a hacer nada que no quieras, pero este culo no puede seguir pasando hambre. Tranquila.
Ella sucumbió a sus palabras y lo dejó hacer. Al mismo tiempo que la introducía los dedos en el culo, masajeaba el clítoris y la metía los dedos en el coño. Ella experimentaba un placer que nunca había tenido, era tal su estado de embriaguez que se le saltaban las lágrimas. Cuando ya estaba bien lubricada, él introdujo su polla lentamente. Sus movimientos eran lentos constantes, hasta que ella gritó:
- MAS FUERTE¡¡¡¡
Él obedeció, era como un taladro perforándola.
- Ya no puedo más, me voy a correr
- Hazlo sobre mi boca
Así lo hizo, entonces ella tomó el mando y lo tumbó en el pasillo, colocando su coño en el rostro de él y ella chupando la polla en ese momento fláccida.
- Esto es mejor que mi novela -suspiró ella
- Y que el kiss comix- alegó él – será mejor que te lleve a casa, tú autobús se fue hace un buen rato. No me mires así, esta no es tu línea y mi turno ha terminado.
- Si me llevas a casa, podremos continuar donde lo hemos dejado
- Tienes que dejar de leer tanto, ahora eres insaciable.
- Vamos entonces

La que espera


- Mama ¿no me lees un cuento?

La madre miró hacía las cajas de la mudanza todavía sin desembalar, no la apetecía ponerse a buscar entre todas ellas los cuentos infantiles manoseados por todas las veces leídos cada noche.

- ¿qué te parece si me invento yo uno?

- Vale, pero que empiece con érase una vez…

Se acercó a la cama y se tumbó al lado de su hija, había crecido mucho, pronto dejaría de ser su niña, ya no le pediría cuentos, ni le contaría sus problemas, ni sería la mejor madre del mundo. Su pequeño bombón de chocolate, el pelo negro y ondulado le hizo cosquillas en la nariz cuando la niña se recostó sobré su pecho, sopló para ver como la luz se colaba entre los mechones tan parecidos a los suyos propios.

- Érase una vez una niña, un poco mayor que tú, tenía doce años y había ido a pasar las vacaciones con sus padres a la casa del pueblo de sus abuelos…

- ¿cómo se llamaba?

- La que espera, ese era su nombre. Bueno pues La que espera estaba una tarde haciendo los deberes sobre la mesa de madera, llena de arañazos y de golpes dados por antiguas generaciones, cuando llegaron sus amigas, la fueron a buscar para ir al río todas juntas, pero ella no podía ir porque todavía no había terminado. Antes de irse la contaron que había llegado una niña nueva al pueblo, muy rara, vestía vestidos extraños a los que iba pegando las flores que encontraba y hablaba todo el tiempo sola, como si le hablase al aire.

Sus amigas se fueron y la dijeron que cuando terminase, fuese al río a bañarse con ellas, La que espera ese día no tenía ganas de bañarse porque hacía un poco de frío pero las dijo que iría.

Ya serían las siete cuando terminó de recoger los cuadernos, los bolígrafos, las pinturas, la goma…era muy tarde para ir con sus amigas, pero decidió ir a dar un paseo. Entonces la vio, la niña nueva, con su vestido de flor, bailando entre la hierba y riendo a carcajadas mientras que lo hacía.

- ¿Quién era mama? ¿Algún hada de las flores?

- Era una niña muy especial, deja que te cuente el cuento y lo descubrirás.

… La que espera vio a la niña de las flores y se acercó a ella, enseguida estuvieron las dos bailando juntas, la niña cubrió el pelo de La que espera de margaritas y la preguntó si quería ir a un sitio muy especial.

La que espera siguió a la niña a través del campo, a veces la perdía de vista pero seguía el aroma a azahar que desprendía su nueva amiga, por el camino se encontró a su tío que estaba recogiendo peras y la dio la más grande que había, una pera enorme y jugosa, sabía a dulce, a silvestre, a naturaleza viva…

La que espera corrió tras el aroma de azahar cada vez más fuerte, pero tuvo que detenerse bruscamente al encontrarse con un muro, miró a todos los lados, el muro era muy alto para poder escalarlo, pero no había ningún otro sitio al que su amiga hubiese podido ir, con un poco de miedo apoyó la mano sobre la pared blanca y está fue girando lentamente.

Lo que vio la dejó maravillada, era un lugar mágico, lleno de flores, los animales corrían de un lado a otro, no veía a la niña de las flores por ningún sitio pero apenas podía recordarla observando todo lo que se ofrecía ante sus ojos.

Siguió a una ardilla hasta su pequeña casa del árbol, allí dos hadas…

- Ves mama, como la niña era un hada

La madre miró a su hija, que la sonreía con las mejillas coloreadas por la emoción.

…las dos hadas, muy pequeñitas, de hermoso pelo blanco y alas multicolores que parecían irradiar todos los colores del universo ayudaban a la ardillita a recolectar comida para el invierno. Miraron a La que espera sonriendo y esta se acercó y les ofreció su pera, las hadas volaron hasta ella y cogieron pedacitos como miguitas de pan, eran tan pequeñas que se sentaron sobre la mano de La que espera y aún así sobraba mucho espacio.

Se estaba haciendo ya de noche y La que espera debía regresar a casa, pero le daba mucha pena separarse de sus amigas las hadas, que la enseñaron muchas canciones bonitas para que las cantase cuando no estuviesen juntas y así las recordaría siempre.

Ese verano, todas las tardes iba a ver con la niña de las flores a las hadas que le enseñaron el sitio, descubriéndole sus secretos y conoció muchos nuevos amigos. Cuando se tuvo que despedir se puso muy triste, todos sus nuevos amigos le organizaron una fiesta y bailaron, rieron y cantaron canciones, pero La que espera seguía triste, entonces le regalaron un colgante hecho con un cristal sobre el que se reflejaban todos los colores para que siempre estuviese alegre. Desde entonces La que espera siempre sonríe y así hace del mundo un lugar más bonito para todo aquel que se cruza con ella…Y colorín, colorado este cuento se ha acabado

- pero mama, yo quiero saber más cosas del país de las hadas, y de la niña de las flores y de La que espera – dijo la niña con voz triste

- Mañana te contaré más cosas, pero hoy para que no estés triste te voy a regalar una cosa .

La madre dejó sobre la palma de la mano de su hija un pequeño cristal, que enseguida reflejo los colores de la habitación, con una hermosa sonrisa le dio un beso en la frente a su hija y se levantó para salir.

- mama, ¿es el cristal de las hadas?

La madre sonrió de nuevo y recordó aquel primer verano en el que le enseñaron que si tu sonríes, el mundo te sonreirá .



martes, 10 de agosto de 2010

DIME,BALADA ADOLESCENTE



Dime vida mía, si mío tú serás,
te sueño cada noche,
y mis deseos crecen,
con cada despertar.

Dime amor mío,
porque veo tus ojos en cada sitio,
una mirada noble,entregada,
que me hace suspirar.

Dime cielo mío,
si es recíproco lo que siento,
si tú me amas por igual,
si quieres compartir mi pan.

Dime sueño mío,
rey de mi suspirar,
príncipe de mi laberinto,
fuente de toda verdad.

Test positivo


Terminó de recoger todos los cacharros de la cocina, se fue al baño. Volvió a mirar el test de embarazo que se había hecho por la mañana. Positivo. Fue al salón donde estaban su marido y sus tres hijos.
El reloj marcaba las 21:30. Llamó a los niños y se los llevó a la habitación, para ponerles el pijama, meterlos en la cama y sentarse a descansar.
El día había sido tan agotador como todos los anteriores, pero menos que los que se aproximaban.
Regresó al salón, la escena era patética. Ese ser en calzoncillos, con una cerveza viendo la tele. ¡Qué asco! Se sentó en el sofá, mirando fijamente al hombre, su marido.
Cerró un instante los ojos, suspiró. Se levantó casi de un salto y fue a la cocina. Cogió el cuchillo cebollero que acababa de afilar unos minutos antes. Regresó a la estancia ocupada por el personaje casi inanimado. Lo cogió las manos y con su chaqueta le ató a la espalda. Se sentó sobre su barriguilla cervecera. Su esposo no sabía que intenciones tenía y se dejaba hacer. Con la colcha del sofá le inmovilizó las piernas.
Sacó el cuchillo que tenía escondido en la parte de atrás del chándal y comenzó a hacerle pequeños cortes. Prosiguió cortando la carne del hombre, profundizando cada vez más, las sangre corría en todas las direcciones sobre su piel.
Le sacó su verga fláccida, fue cortando el miembro en rodajas, como si de un chorizo cantimpalo se tratara. Llegó a la altura de los cataplines, rajándolos con más saña de la que había empleado hasta el momento.
- ¿Te pasa algo? ¿Te encuentras bien? – le preguntó el marido con cara de preocupación
Fue en ese momento cuando abrió los ojos. Se había quedado dormida, tan sólo fue un sueño.
- Si, estoy bien y preñada otra vez. Vamos a follar.

MIEDO A SABER


Lo más hermoso está entre ignorar y saber,
lo que más duele y despoja.
No se lo que decidirás.

Tus ojos, que van con el color de tu vestido,
están fijos en mi vértigo.
Como la perplejidad salvadora es el tormento.

Engañoso este hielo de escarcha,
y este mar desabrido.
Mentiría cualquier consagración.

Hubo un "no te olvidaré",
mentirosa yo,si hubiera podido olvidarte no lo habría hecho,
porque tú tampoco eres mío.

¡Como olvidar a quién no es mío!
Habría sido si...
Pero yo también miento.

Rechazo este descanso,
pasa lo que pasa,
y lo que no debe pasar no pasa.

Ámame no porque ame,
sino porque tus ojos aman,
su forma de incendiarme.

Entre saber y no saber está mi destino.
Tengo miedo de saber lo que será.
Lo más hermoso está entre ignorar y saber.

Te miman con sueños turbadores
y te traicionan.

¡Ay de esta belleza,escarmiento,desconcierto!
¡Ay de esta certeza!

De no ser por la luz,
no habrías visto de mi vida,
más que el temblor.



UNSI AL-HACH

lunes, 9 de agosto de 2010

Bienvenida, no voy a ser yo menos


Siguiendo mis pasos de mis compañeras quiero dar la bienvenida a los futuros nuevos componentes, que van a comenzar a escribir en este blog. Al mismo tiempo quiero pedir perdón, porque aunque me alegro mucho de su cooperación, en lo más hondo de mi ser será siempre el blog de la triada, como así nos llamo.
Se que voy a disfrutar con lo que nos contéis, de igual forma que sé que vais a entender mi postura, de la misma manera que lo entenderán Posedeia, que os va estar machacando con el lugar en el que tiene que ir la foto y el tamaño, como de Ayesha, que me está empezando a parecer una pornógrafa camuflada, o no es tan camuflada y nos ha tenido engañados a todos. Últimamente confunde bastante las palabras dejando ver su lado oscuro.
Quiero agradecer también a todos los que nos seguís, aprovecho para decir que aceptamos sugerencias. No puedo dejar de dar las gracias a mis fuentes de relatos, mi marinero y mi panadero favoritos, que con todas sus correrías consiguen darme esas ideas tan rimbombantes.
Tampoco me olvido de esa estupenda y fabulosa pintora que he conseguido convencer para que de vez en cuando nos haga algún dibujo sobre nuestras historias y viceversa, con esa inspiración que tiene al lado, ese tigre buceador.
Espero que sigáis siendo tan fieles, como esa persona de la provincia de las navajas, como la describió Posedeia, que hasta nos riñe cuando dejamos de escribir.
Ahora que lo pienso tendré que ponerme a estudiar el diccionario que me va a regalar la “mandona”. Mejor será que pongan un bote entre todos y me cojan una enciclopedia, así sacaré la carrera de burrología hispánica.
Gracias a todos por seguir con nosotros y hacernos sentir en nuestro interior, tan importantes como los grandes escritores.
Otro día os enseñaré embrujos y hechizos, besotes en el cogote.

domingo, 8 de agosto de 2010

Ayesha/Posedeia



En primicia mundial para todos los lectores de nuestro blog, una historia inspirada en el silencio de la noche por dos musas conocidas por vosotros, Ayesha el hadita traviesa del amor y Posedeia, el tridente picante.
En la conjunción de lo poético y lo erótico, una breve historia con tintes mitológicos para todos los amantes de lo implícito, que en el fondo desean lo explícito.



Por tí volare


Estaba paseando por la orilla de la playa, el sol se iba poniendo, reflejando un gran caleidoscopio de luz y color que se iba manifestando en las tranquilas aguas del Mediterraneo.
Sin quererlo, veía tus ojos, de un azul tan límpido como el agua que me rodeaba.
¿Dónde estarías ahora?
Todavía recuerdo nuestra última noche, muy cerca del acantilado, con las gotas de mar deslizándose por nuestros cuerpos desnudos, mi lengua saboreando la sal que impregnaba tu torso, descendiendo por la línea de fino vello que acababa en tu más preciado tesoro.
Navegamos incansables entre mares de deseo y de ardor irreflenable una y otra vez. Surcamos todos los océanos conocidos, sólamente con el ímpetu de nuestra pasión, corrimos mil aventuras retozando entre la arena dorada. Vivimos cada asalto impulsados por el batir de las olas que dejaban a nuestro alrededor una blanca espuma de confusa naturaleza. Mezcla de tibieza y frescor que subía por mi interior uniéndose a mi fuego y se derramaba burbujeante entre mis muslos.
Te pregunté quién eras y cual Ulises me contestastes Nadie, dejándome sola, esperando como Penélope, tejiendo un sin fin de contradicciones, mezcla de esperanza y desilusión.
La soledad anidó en mi pecho, sin que ningún otro héroe pudiese ocupar tu lugar, aunque varios Hércules lo intentaron.
Manos que acariciaban mis pechos sin producir el más leve temblor, piernas poderosas que se enredaban en las mías sin conseguir ni una chispa de calor.
Historias que Homero contaba, seguramente llegarían a tus oidos, mientras permanecías perdido entre el cántico de las sirenas y los brazos de la ninfa Calipso.
¡ Ay, ojos de Medusa, convertirme por favor en piedra para no poder sentir nunca más!.
Cae la noche totalmente, en el cielo hace su entrada triunfal, cual Alejandro magno ante las puertas de babilonia, la diosa del amor, venus, alumbrando con su fulgor mi esperanza de volver a verte.