viernes, 30 de abril de 2010
Un día tonto
Tengo un día de esos tontunos, ya sabeis, infantil, quinceañero, despreocupado, vamos de esos días en los que te suelen pasar cosas buenas porque no se quita la sonrisa de bobo de tu cara.
Siguiendo mis deseos infantiloides hago esta entrada con el mero proposito de continuar riéndome un rato más, si queréis uniros a mí, pues nada todos a cantar juntos. Vamos:
"...el vive en la piña debajo del mar...Bob Esponja...su cuerpo amarillo absorve sin más...Bob Esponja... el mejor amigo que puedas tener...Bob Esponja..."
Creo que no nos queda muy bien, mejor se lo dejamos al capitán.
Venga vamos a jugar como animalitos, ay no, como no, con, que me he confundido, es que el lobo aunque se disfrace de oveja sigue siendo lobo.
...jugaremos de noche, jugaremos de día, uoooo oooo, uoooo, ooooo oo, yo veo clara la traducción. A buen entendedor pocas palabras bastan.Que decis "no entender, no entender", ay si no es tan difícil, os lo digo más claro:
Está clarísimo, ese esfuerzo, esa tensión, ese querer ganar siempre, sin que se le escape ninguna bola. Todavía no..., no me lo creo, como que "no entender, no entender" viciosos, lo que quereis es otra
Toma ya, aquí orgía de todos con todos y todos con uno aunque la tenga pequeña, y fardando como buenos hombres o perros, que para el caso es lo mismo, mil hazañas, anda que dicen tres o cuatro.
Hostias esto si es cosa seria, estos salen a combatir para vencer, echar fuera los males, entonando con fuerza su canción,que la fuerza es mu importante pa estas cosas.
Para terminar con la tonteria os dejo con el opening, usea se, la apertura (si es que no puede ser, leer otra vez la palabra anterior al parentesis. Nunca en tan breve palabra pudo decirse más). Ya no se por donde iba, ah sí, por la apertura (que sonoridad, que...) ya me centro, ya me centro... os dejo con el opening de Loui, el guerrero de las runas, que no tengo ni puta idea de que leches dice pero llegados a este punto no me cuesta nada hacer un ejercicio de imaginación.
jueves, 29 de abril de 2010
El torneo
La niña trepó por las piedras sueltas del viejo castillo intentando atrapar al conejo. Saltaba, apareciendo y desapareciendo de su vista.
Durante un breve instante, le había parecido que el conejo le había sacado la lengua, le había indignado tanto que se había separado de sus padres y del resto de los visitantes de las antiguas ruinas.
Consiguió llegar a lo alto del muro derruido, pero al llegar arriba le dio miedo volver a bajar, iba a llamar a sus padres, cuando el conejo volvió a aparecer e hizo gestos con la mano para que le siguiese.
Arriesgándose a romperse una de sus flacas y morenas piernas descendió por el lado contrario al que había llegado, agarrándose al musgo y demás plantas que se introducían entre los sillares, consiguió poner los pies en el suelo, con tan sólo un desgarrón en sus desteñidos vaqueros.
Mama se enfadaría cuando lo viese, eran los cuartos pantalones que rompía ese mes.
El animalito, blanco con motitas negras en el morro, hacía señas impaciente. Corrió hacia él, pero en cuanto giró la esquina en la que se encontraba se quedó boquiabierta, olvidándose incluso de su nervioso amigo, en la explanada del castillo se veían tiendas de tela sobre las que ondeaban estandartes de todos los colores, esforzados escuderos corrían de un lado para otro llevando la comida a sus señores, ayudando a poner las armaduras, limpiando las lanzas y las pesadas espadas.
Los caballos aguardaban pacientes mientras les peinaban y les colocaban las monturas. Menos uno, negro como la noche que bufaba y se encabritaba, desesperando al joven mozo que tenía que cuidar de él, un caballero completamente armado salió de la tienda dando un empujón al muchacho que derribó todas las armas que había pasado largas horas puliendo.
El noble le dio tal palmada que hizo que el caballo cayese sobre sus cuartos traseros, ordenó a su siervo que recogiese todo el desastre y lo amenazó con cortarle las orejas si el maldito caballo volvía despertarle de su siesta.
La niña que contemplaba atónita la escena, en cuanto vio desaparecer al malvado en el interior de la tienda corrió a ayudar al joven que ya había comenzado a agrupar las armas dispersas. Entre los dos tardaron sólo unos minutos en volver a dejar todo como antes del incidente.
El muchacho, llamado David, agradecido, la llevó a visitar el campamento, así conoció al escudero del caballero Leal, que era el mejor tirador de arco de la corte y estuvo encantado de enseñarla como coger un arco y disparar. Varias flechas incluso dieron en la diana.
En la tienda de al lado, en cuyo estandarte podían verse dos leones rampantes se hallaba descansando el señor de Micenas, el de la hermosa cabellera, mientras un poeta tocaba la lira cantando las gestas de su noble amo.
David tomó a la niña de la mano y se coló entre un grupo de pilluelos que rodeaban a un vendedor ambulante, intentando hacerse con alguna de las mercancías de forma fraudulenta, el vendedor espantaba a los harapientos niños a base de cogotazos. Cuando vio a David le cogió del hombro y apoyó su cansado cuerpo sobre el escudero, esté se sacó de algún recoveco de su sayo un trozo de pan seco y se lo ofreció al anciano.
La justa estaba a punto de comenzar y David debía volver para ocuparse de su dueño, indicó a la niña el mejor lugar donde admirar la batalla que en breve se produciría, por conseguir la mano de la delicada y noble Dorinda.
Fue una lucha terrible, los caballeros se enfrentaron a duras pruebas, muchos de ellos tuvieron que ser retirados de la arena tras caer heridos por la lanza enemiga. Al final sólo quedaba en pie el terrible caballero negro, al que David animaba dando grandes voces, intentando que su señor no escuchase los insultos de la gente que se había congregado para ver el espectáculo. Aunque no parecía que esto le afectase demasiado, había derribado con un solo golpe de su brazo a dos caballeros, mientras que con su hacha de doble filo derribaba a un tercero de su cabalgadura. Frente a él se hallaba el valiente hidalgo Don Leal con su fiel servidor, quien tensaba atento su arco por si al de negro se le ocurría alguna sucia treta.
Los dos hombres se enzarzaron en una lucha con espadas, el choque de éstas producía chispas a su alrededor mientras los campesinos animaban a su campeón y lanzaban fuertes carcajadas cuando el contrario caía, levantando nubes de polvo. Finalmente el de negro levantando por encima de su cabeza su gigantesca arma alcanzó a su contendiente haciendo que éste quedase inconsciente.
El conejo tiró de la manga de la niña, indicando que ya era hora de irse, la niña quería quedarse para saber que había pasado con el caballero vencido y quería despedirse de su nuevo amigo, pero el conejo seguía tirando, alejándola del gentío, sólo tuvo tiempo de decir adiós con la mano al viejo vendedor que comía tranquilamente su mendrugo de pan sentado sobre una roca.
Oyó que David la llamaba pero cuando se giró, tropezó con una piedra que la hizo caer. Cuando se levantó, las tiendas, los caballos y su amigo habían desaparecido. El grupo de la visita, con sus padres al frente se encaminaba hacia ella, el guía explicaba un antiguo torneo que se había celebrado en aquella misma explanada, el ganador obtuvo en premio la mano de una noble dama del lugar, a la que se habían dedicado numerosos poemas alabando su hermosura.
“…en la prueba final sólo quedaban en pie el caballero negro venido de tierras aragonesas y el hermoso y admirado caballero Don Leal, quien después de una dura lucha, consiguió a la dama”
- Te equivocas, ganó el caballero negro, que era muy malo pero era el más fuerte de todos – la niña se había adelantado y miraba fijamente al guía, que sonrió ante la interrupción.
- Lo siento, pero en los manuscritos de la época indican claramente quien fue el vencedor, además ¿no te alegras de que ganase el bueno?
La niña iba a contestarle, pero en la esquina opuesta vio un conejo saltando entre las hierbas y decidió que no iba a perder el tiempo en discusiones, tal vez llegase a tiempo de dar otro paseo con David.
(Este cuento lo escribí pensando en mi bombón, la encantan las historias de caballeros y los torneos medievales. Espero que la guste tanto como a mí escribirlo)
miércoles, 28 de abril de 2010
Hecatombe
Como he podido permitir esto, que los dioses se apiaden de mí, sacrificaré corderos, ovejas, haré una gran hecatombe con tal de no provocar su ira. Repudiada por mi propio padre seré, si no reparo pronto el agravio de no haber ensalzado su nombre POSEIDON
"Oh, gran Poseidón, que sacudes la tierra y el mar incansable. Oh dios marino que posees el Helicón y el vasto dominio del Egeo; los dioses te han atribuido, trastornador de la tierra, el doble privilegio de ser domador de caballos y salvador de navíos” himno homérico.
Padre, reúnete conmigo en nuestro hogar, contemplemos juntos los colores cálidos del atardecer, no hay lugar más hermoso y más preciado por tu corazón, reúnete conmigo en Cabo Sounion.
Unamos nuestros tridentes para luchar contra los titanes, hagamos que Ulises vague por los océanos de los que eres amo y señor, brindémosle de ese modo la aventura que en el fondo ansía su corazón.
Recorramos de nuevo juntos ese mare nostrum, en tu carro tirado por caballos provocando maremotos, hundimientos y naufragios, para una vez calmada tu ira por mi imperdonable olvido crees islas maravillosas y calmes los mares.
Permite que los delfines se acerquen a mi de nuevo para que me susurren como hiciste de Pélope tu amante o como mediante engaños raptastes a Démeter y procreaste con ella a mi hermano Arión.
Permite que me narren tu lucha con mi prima Atenea por el control de la ciudad de Atenas, como con un golpe de tu tridente hiciste brotar una fuente de agua salada.
Veo por fin como las aguas vuelven a su cauce, como los mares se calman, y el suelo deja de temblar, gracias padre por aceptar mi ofrenda.
martes, 27 de abril de 2010
Amor desde la distancia
Me senté impaciente delante del ordenador. La distancia se estaba haciendo muy dura de sobrellevar, al menos teníamos esos momentos a través de Internet.
Pasaban cinco minutos de la hora acordada, me pareció un poco extraño porque siempre era muy puntual. Revisé de nuevo la conexión, la webcam, por hacer un poco de tiempo.
Un mensaje apareció en la pantalla.
- preciosa ¿estás ahí? - sus palabras siempre me hacían sonreír.
Podía imaginar su olor, aspiré con fuerza sintiendo el aroma que provenía del jersey que me había dejado antes de irse, aún conservaba su esencia.
Encendí la cámara, para poder verle. Sólo pude observar una sombra en la oscuridad, era extraño me dijo porque él podía verme perfectamente.
Sonreí a la pantalla y le mandé un beso, la sombra me saludó con la mano.
El micrófono tampoco funcionaba, así que esa noche tendríamos que conformarnos con escribir lo mucho que nos seguíamos echando de menos.
Hablamos varias horas de las películas que habíamos visto y los libros que habíamos leído durante la semana. Me puso varios poemas de amor que decía que le recordaban a mí.
Noté que él también estaba triste por la separación, porque no solía ser tan romántico, generalmente enseguida me pedía que me desnudase delante de la cámara para poder verme.
Pero esa noche no parecía tener prisa, le gustaba leer todo lo que yo le contaba, de lo que hacía durante el día, de lo que hacía durante las noches solitarias sin él.
Su calma me iba produciendo cosquilleos de placer, al sentirme querida y no sólo deseada.
Comencé a acariciarme el cuello, bajando hasta los pechos aún cubiertos por su jersey, cuando iba a quitármelo me pidió que no lo hiciese que siguiese acariciándome un rato más, como si mis manos fuesen sus manos, y estas se recreasen en mi suave y blanca piel.
El cosquilleo aumentó en algún lugar de mi interior, dejé por fin deslizar por mis hombros la ropa, quedando mis pequeños y duros pechos expuestos. Me iba describiendo como eran sus caricias sobre ellos, sus movimientos, su presión. Yo seguía obediente todas sus indicaciones.
Su lengua dibujaba extrañas formas sobre ellos, endureciendo aún más los pezones.
Podía sentirlo como nunca antes, estaba allí conmigo como no estaba ni cuando lo tenía cerca físicamente.
Cada una de sus palabras hacía vibrar una tecla oculta en mi interior, produciendo una melodía de sensualidad y placer que no había sentido en mucho tiempo.
Paseé mis…sus manos por mi cuerpo, lentamente, paladeando cada pliegue, que se estremecía bajo el contacto de la seda suave que lo recorría.
En la pantalla brillante del ordenador podía ver como la sombra se movía, me pareció distinguir unos ojos brillantes, llenos de mí y una sonrisa que resplandecía con cada nueva caricia que me indicaba hacer.
Continuamos toda la noche, amándonos, su presencia llenaba todo a mi alrededor, haciéndome indiferente a todo lo que no fuesen las palabras parpadeantes que deseaba con desesperación que llegasen.
Palabras, frases, verbos que me llevaban a un clímax mental que recorría una y otra vez cada poro de mi cuerpo, como si fuese sangre fluyendo por mis venas.
- mañana tienes que trabajar, bonita. Duerme que te prometo aparecer en tus sueños, esta noche y cada noche de tu vida.
- Adiós, mi amor
Me dormí, pensando en él, soñando con el próximo encuentro.
El timbre de la puerta me despierta, me levantó feliz y voy a abrir.
Es la madre de mi novio, está descompuesta, su hijo tuvo por la tarde un accidente y murió en el acto.
Debería sentirme triste. No siento nada. Miro hacia el ordenador, un mensaje parpadea en la pantalla:
- hasta esta noche, mi amor
- hasta esta noche - murmuro
Lambada
Me he levantado con el cuerpo sandunguero, así que voy a hacer una entrada cortita de una canción que seguro que todos recordais, lambada o el arte de restregar la cebolleta.
Qué bien viene una canción así, ahora que ya llega el solecito, yo ya he sacado las sandalias y ya da igual que llueva o que truene, hasta octubre por lo menos, no vuelvo a ponerme zapatos.
Qué mis pies sean tan libres como mi mente, hay que seguir al pie de la letra los consejos de los sabios Mens sana et corpore sano, no creo que se refiriesen a mis pezuñas, pero me gustan las adaptaciones libres.
Qué bien viene una canción así, ahora que ya llega el solecito, yo ya he sacado las sandalias y ya da igual que llueva o que truene, hasta octubre por lo menos, no vuelvo a ponerme zapatos.
Qué mis pies sean tan libres como mi mente, hay que seguir al pie de la letra los consejos de los sabios Mens sana et corpore sano, no creo que se refiriesen a mis pezuñas, pero me gustan las adaptaciones libres.
Razón sin medida
Cuando me equivoco, se reconocerlo y si es necesario pido perdón.
Pero cuando se que tengo razón no hay quien me frene. Incluso para demostrarlo soy cruel con mis palabras.
En el grupo de amigos teníamos a una persona que mangoneaba al resto. Por suerte para mí, vi sus intenciones y conmigo no lo consiguió.
Avisé que había una jarcia infiltrada y todos se dieron por aludidos. Sólo se lo llamé a esa persona, pero como siempre iba de víctima prefirieron creer lo que ella les decía.
Acabé siendo la mala.
Tampoco es que me importará mucho, pero la indiferencia por mucho que lo neguemos duele. Me sentía impotente y no encontraba la manera de que abrieran los ojos.
Mi ira cada vez crecía más, haciendo que de mi boca salieran palabras hirientes.
No me arrepiento de lo que dije, cuando tengo razón no tengo medida.
Perdí la batalla y preferí alejarme . Era consciente que el tiempo pondría todo en su sitio.
Reconozco que me divertí de lo lindo, viendo los líos en los que se metían por culpa de dicho personaje. Era como si el espantajo encendiera el ventilador detrás de una montaña de mierda y los salpicara a todos.
Cierto día llego a mis oídos que una de esas situaciones provoco la reacción de todos.
Esperé el momento en que todos estuvieran en el bar y entonces fui yo. Con una sonrisa triunfante le dije al camarero:
- dame una botella de champagne, voy a celebrar que se haya demostrado que yo tenía razón.
Lo dije tan alto que todos los presentes me oyeron. Allí mismo abrí la botella, ni corta ni perezosa hice un brindis a mi salud, mirándoles y pegue un trago directamente de la botella.
Sus ojos se clavaron en mi entre enojados y avergonzados.
Enfado porque nunca me escondí y encima me mofé en sus propias narices. La vergüenza porque no podían decirme nada.
Yo había ganado la guerra.
Empezaron todos ha hablarme de nuevo, les seguí el juego, pero a todos y cada uno de ellos les dije que no olvidaba nada. Que no pretendieran que fuese otra vez su confesora.
Me despache con ganas, diciendo lo que pensaba y lo que me parecía todo lo que habían hablado de mí, mientras ellos lo negaban todo, agachando las orejas.
Para todo tenía argumentos y podía demostrárselo. Mi orgullo cada vez crecía más.
Debo decir que ahora cuando me reúno con ellos y les digo algo que se a ciencia cierta y que no me equivoco se lo demuestro pidiéndome un benjamín.
Últimamente estoy algo borrachina.
lunes, 26 de abril de 2010
Perdón, me he confundido
- joder, estas cosas tendrían que venir con instrucciones
- anda vete a dar una vuelta, mientras nosotros terminamos de montar la tienda
Prefiero hacer caso a los colegas, me estoy poniendo cardiaco con las estacas, las cuerdas y la tela de un rojo tan chillón que parece que estamos montando un circo.
Camino un rato por el camping hasta llegar al río, no veo a nadie por los alrededores. Hace mucho calor así que me desnudo y me dejo arrastrar por la corriente. El agua está tan fría que nada más entrar en contacto con mi polla, ésta se va de vacaciones a algún sitio más cálido.
Nado un poco para estirar los músculos, encogidos tras varias horas en el coche. Voy a tener que dejar de fumar, no aguantó ni cinco minutos a braza, así que paso a estilo perro. Llegó a la orilla, agotado, escupiendo todo el agua que me he tragado, dejándome caer en la hierba.
El sol me adormece, es un placer como se va fundiendo con el cuerpo.
Me parece oír unas pisadas, espero que no sea una familia con enanos porque estoy un poco alejado de mi ropa.
Asomo un poco la cabeza y veo un cuerpazo negro desnudo, que hace que me empalme en medio segundo.
Sólo distingo su espalda morena, brillante por el calor, que termina en un culo portentoso, con dos nalgas duras como pelotas de ping pong, imagino lo que será estar entre ellas, balanceándome con fuerza.
Estoy tan cachondo que comienzo a pajearme, con la atención puesta en dos enormes tetas, con los pezones grandes y tan duros que se podrían colgar varias perchas en ellos.
Los imagino en mi boca, entre mis dientes, con mi lengua deslizándose sobre ellos, pasando de uno a otro, estrujándolos. Mientras mi mano continúa cada vez más rápida su trabajo.
La observo mientras nada, moviendo sus infinitas piernas, puedo ver como el agua rodea su cuerpo, deseo ser agua para poder estrujar su perfecta figura, para introducirme hasta lo más profundo de su sexo.
Como si de un surtidor se tratase comienzo a echar leche, casi puedo ver como se la traga hasta que no deja ni una gota.
Dejo caer mi espalda sobre la hierba disfrutando unos segundos del momento, cuando vuelvo a mirar al agua, la diosa de ébano ya no está. Busco por todas partes pero no la encuentro. Disgustado recojo mi ropa y me voy a buscar a mis colegas.
Entro en una tienda roja y creo estar soñando, encuentro el culo de la negra en primer plano.
- perdón, me he confundido – la digo confuso y tartamudeando
La visión de ese culo al alcance de mi mano hace que mi polla se ponga tiesa de nuevo.
Me quedo mirando sin moverme, para mi sorpresa, ella se pone de rodillas ante mí y antes de darme cuenta estoy en su boca de labios gruesos y blandos
Continuo teniendo la visión de su trasero, no aguanto más. La rodeo y sin hacer caso a sus quejas se la voy introduciendo poco a poco, imposible esperar más, de un empujón se la hinco hasta los huevos. Me agarro a sus tetas que como esperaba están duras como piedras.
Las estrujo con glotonería haciendo que grite, mis caderas golpean con fuerza sus nalgas que relucen de sudor. Mi verga está aprisionada entre esos dos montes firmes, el agujero es un poco estrecho, haciendo que disfrute aún más de los topetazos a los que la someto.
Sus gemidos son cada vez más fuertes, introduzco una mano en su coño empapado, tan lubricado que sin ningún esfuerzo la penetro con varios dedos. Mis dedos entran y salen a un ritmo endiablado, haciéndola gritar, esta vez de gusto.
Estoy que reviento, se la clavo con tanta fuerza que la descarga de semen le va directa al intestino. Cuando la saco, veo resbalar mi leche blanca por esa piel negra y me vuelvo a excitar.
La tumbo de espaldas y me follo ese coño caliente, mientras ella me rodea con sus piernas, ayudando a que mis embestidas sean más profundas.
Me corro de nuevo, quedándome tan extenuado que apenas si puedo levantarme cuando oigo una voz del que ella me dice que es su novio.
Imaginarme a un negro de dos metros con una tranca como la de un caballo dándome por culo, hace que recupere las suficientes energías, como para salir arrastrándome.
Ya a salvo me doy cuenta de que el color de la tienda es amarillo, me estaré volviendo daltónico, por una vez doy gracias por sufrir una enfermedad.
El CIPOTE DE ARCHIDONA
Quiero escribir un poema muy gracioso del gran escritor Cela que seguro gustará mucho a la amiga Posedeia y que ya seguro conoce.
Es un hecho veridico que ocurrió en la población de Archidona y a cuyo badajo se hizo después una fuente en la plaza del pueblo donde beber es un doble placer.
"Dicen que hubo un carajo en Archidona que,
con nocturnidad y alevosía,
en la sombra de un cine se erigía,
poniendo a gran altura su corona.
Una mano traviesa de madona,
furiosa lo inquietaba y lo ascendía,
aquello era ya el sol al mediodía,
era ya el Tibidabo en Barcelona.
Como jugar con fuego tiene engaño,
la miel y nieve que guarda el caño,
hizo saltar su incontenible fuente.
Y en la fila de atrás a una señora,
jodida por defuera y a deshora,
blanca se le quedó la permanente."
domingo, 25 de abril de 2010
Alejandro Magno
Intentando centrar mi mente en algo menos indecoroso que los relatos eróticos, al menos durante el día de hoy, quiero describir lo que me hace sentir la figura de Alejandro Magno, para ello voy a editar en este blog una carta que escribí hace un tiempo.
Querido Alejandro:
Espero que no te moleste que te tutee, pero he leido tantos libros sobre tí que ya siento como si nos conociésemos, he mantenido conversaciones contigo en innumerables noches oscuras, estudiando la estrategia a seguir en la dura batalla que al día siguiente nos enfrentaría a los persas.
La primera vez que vi un busto tuyo, mi alma te reconoció al instante, siglos nos separan y sin embargo sé que te pertenezco, como uno más de aquellos soldados que te siguieron por medio mundo.
Como el más fiel de tus lugartenientes, me imagino esperando firme a tu lado al adversario, lanzándome fiero y salvaje contra él, mientras tú, sobre el bravo Bucéfalo destrozas las filas enemigas, volviendo siempre invicto y glorioso sobre tú corcel.
Cruel y megalómano, con un gran ansia de poder te describen algunos, magnánimo y generoso, con avidez de conocimientos y de libertad te veo yo, ni ha habido ni habrá nadie igual que tú.
Ya no hay espacio para ti en este mundo, un mundo que tú ayudaste a crear, uniste culturas y luchaste en tierras desconocidas enfrentándote cada día a la muerte, pero sin dar nunca un paso atrás. Un guerrero con alma de soñador, tenías la fuerza y la habilidad para que tus deseos se cumpliesen y no perdiste el tiempo pensando en lo que harías si no lo lograbas, porque la palabra derrota no forma parte de tú vocabulario.
Ni siquiera la muerte ha podido contigo.
Ni siquiera la muerte ha podido contigo.
Siempre adelante Alejandro, gran amigo, gran amante, gran soldado, gran hombre, gran rey, grande en todo lo que te propusiste.
Te echo de menos
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