martes, 27 de abril de 2010

Amor desde la distancia


Me senté impaciente delante del ordenador. La distancia se estaba haciendo muy dura de sobrellevar, al menos teníamos esos momentos a través de Internet.
Pasaban cinco minutos de la hora acordada, me pareció un poco extraño porque siempre era muy puntual. Revisé de nuevo la conexión, la webcam, por hacer un poco de tiempo.
Un mensaje apareció en la pantalla.
- preciosa ¿estás ahí? - sus palabras siempre me hacían sonreír.
Podía imaginar su olor, aspiré con fuerza sintiendo el aroma que provenía del jersey que me había dejado antes de irse, aún conservaba su esencia.
Encendí la cámara, para poder verle. Sólo pude observar una sombra en la oscuridad, era extraño me dijo porque él podía verme perfectamente.
Sonreí a la pantalla y le mandé un beso, la sombra me saludó con la mano.
El micrófono tampoco funcionaba, así que esa noche tendríamos que conformarnos con escribir lo mucho que nos seguíamos echando de menos.
Hablamos varias horas de las películas que habíamos visto y los libros que habíamos leído durante la semana. Me puso varios poemas de amor que decía que le recordaban a mí.
Noté que él también estaba triste por la separación, porque no solía ser tan romántico, generalmente enseguida me pedía que me desnudase delante de la cámara para poder verme.
Pero esa noche no parecía tener prisa, le gustaba leer todo lo que yo le contaba, de lo que hacía durante el día, de lo que hacía durante las noches solitarias sin él.
Su calma me iba produciendo cosquilleos de placer, al sentirme querida y no sólo deseada.
Comencé a acariciarme el cuello, bajando hasta los pechos aún cubiertos por su jersey, cuando iba a quitármelo me pidió que no lo hiciese que siguiese acariciándome un rato más, como si mis manos fuesen sus manos, y estas se recreasen en mi suave y blanca piel.
El cosquilleo aumentó en algún lugar de mi interior, dejé por fin deslizar por mis hombros la ropa, quedando mis pequeños y duros pechos expuestos. Me iba describiendo como eran sus caricias sobre ellos, sus movimientos, su presión. Yo seguía obediente todas sus indicaciones.
Su lengua dibujaba extrañas formas sobre ellos, endureciendo aún más los pezones.
Podía sentirlo como nunca antes, estaba allí conmigo como no estaba ni cuando lo tenía cerca físicamente.
Cada una de sus palabras hacía vibrar una tecla oculta en mi interior, produciendo una melodía de sensualidad y placer que no había sentido en mucho tiempo.
Paseé mis…sus manos por mi cuerpo, lentamente, paladeando cada pliegue, que se estremecía bajo el contacto de la seda suave que lo recorría.
En la pantalla brillante del ordenador podía ver como la sombra se movía, me pareció distinguir unos ojos brillantes, llenos de mí y una sonrisa que resplandecía con cada nueva caricia que me indicaba hacer.
Continuamos toda la noche, amándonos, su presencia llenaba todo a mi alrededor, haciéndome indiferente a todo lo que no fuesen las palabras parpadeantes que deseaba con desesperación que llegasen.
Palabras, frases, verbos que me llevaban a un clímax mental que recorría una y otra vez cada poro de mi cuerpo, como si fuese sangre fluyendo por mis venas.
- mañana tienes que trabajar, bonita. Duerme que te prometo aparecer en tus sueños, esta noche y cada noche de tu vida.
- Adiós, mi amor
Me dormí, pensando en él, soñando con el próximo encuentro.
El timbre de la puerta me despierta, me levantó feliz y voy a abrir.
Es la madre de mi novio, está descompuesta, su hijo tuvo por la tarde un accidente y murió en el acto.
Debería sentirme triste. No siento nada. Miro hacia el ordenador, un mensaje parpadea en la pantalla:
- hasta esta noche, mi amor
- hasta esta noche - murmuro

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