jueves, 25 de marzo de 2010

Después de la guerra...


Mientras me vestía para acudir a la fiesta de uno de mis mejores amigos, decidí que por una vez me apetecía ir cómoda, nada de minifaldas imposibles, ni tacones vertiginosos, me enfundé mis queridos vaqueros, que a pesar de estar viejos y desgastados aún realzaban mis curvas.
Había preguntado varias veces si no iba a ir mi ex, que también era amigo suyo, no habíamos terminado muy bien y cada vez que nos veíamos se montaba una bronca. Pablo me aseguró que fuese tranquila que no iba a aparecer en ningún momento.
No quería tampoco ir de monja de clausura, así que me puse una camiseta ajustada que dejaba admirar una amplia zona de mis pechos, con la melena suelta me subí al coche dispuesta a desparramar todo lo que pudiese en la pista.

De camino fui escuchando RATM, para ir calentando motores; una vez dentro de la discoteca saludé a los conocidos, buscando a Pablo, se encontraba en la barra con unos chicos que no había visto en mi vida, levantó la mirada y al verme hizo gestos para que me acercase. Me presentó a sus amigos, unos norteamericanos que había conocido en uno de sus viajes a California; como mi dominio del inglés no pasa del OK y ellos tampoco hablaban español, me desentendí completamente y le pedí al camarero un mojito, me había dado el antojo al vérselo tomar a uno de ellos.

Comenzó a sonar highway to hell y me fui a bailar como una loca; uno de los guiris se vino conmigo, no era muy alto pero estaba muy bien proporcionado, un poco flaco para mi gusto pero con músculos bien definidos; llevaba el pelo negro corto, el flequillo caía sobre unos inquietantes ojos marrones, cuando sonreía, lo que no parecía suceder a menudo, surgían hoyitos en sus mejillas. Después de unos cuantos acordes nuestros cuerpos se acoplaron para bailar unidos al ritmo de la música, frotando mi trasero contra su entrepierna, me excitaba ver la respuesta de su cuerpo en contraste con la expresión de su rostro que intentaba que permaneciese inalterable.

No había terminado la canción cuando una mano, me agarró del brazo separándome del americano; una voz conocida comenzó a insultarme.

Pablo enseguida acudió, susurrando en mi oído que me controlase y le pidió a mi ex que me dejase en paz, que se fuese a otro sitio del local y que tratase de pasárselo bien con su acompañante, una versión porno de Jennifer López.

Los amigos del americano se habían acercado pensando que podría haber problemas, cualquier otro con dos dedos de frente hubiese dado media vuelta y se hubiese marchado, pero la genética aunque había sido generosa en cuanto al físico, se había mostrado parca en inteligencia, así que allí siguió el imbecil insultándome, mientras Pablo intentaba que se calmase.

- lo que necesitas es unas cuantas hostias - vi el cielo abierto trás estas palabras.

Le animé a ser él el que me las diese y cuando se acercó simplemente para intimidarme, porque nunca se había atrevido a tocarme, le solté tal tortazo en la cara que los que nos rodeaban tuvieron que sujetarlo para que no cayese al suelo, eso le enfureció de tal forma que enseguida intentó devolverme el golpe, agradecida por los consejos de mi monitor del gimnasio de que diese clases de karate, descargue una serie de patadas consecutivas que le dejaron encogido sobre si mismo.
Pablo me sujeto por la cintura y me dijo que fuese a uno de los reservados a tranquilizarme, estaba muy alterada viendo al cerdo tirado, gritando de rabia lo que pensaba hacer cuando me pusiera las manos encima, si no hubiese sido porque me tenía bien sujeta le hubiese dado una patada en las costillas para hacerle aullar de dolor, mirándo por encima del hombro de mi amigo, le dije que le esperaba cuando quisiera.
Con la sangre aún hirviendo en las venas, entré en el reservado, siempre llevo un libro en el bolso, así que tirada sobre el sofá comencé a leer, esperando relajarme, no sirvió de mucho porque era una novela negra, llena de sangre y crímenes.
Debía estar muy concentrada en los asesinatos porque no escuché que alguien había entrado en la sala; se tumbó sobre mí y comenzó a besar y chupar mi cuello, antes de darme tiempo a preguntar quien era, oí la voz del americano susurrando en mi oido algo que no entendí pero que sonaba muy bien.
Me vendó los ojos con un pañuelo y ató mis manos a la espalda con lo que supuse era su cinturón. Mordiendo aún más fuerte mi cuello, arrancó mis vaqueros arrastrando con ellos las bragas y las botas.
Sentí el roce áspero de la tela del sofá en mi vientre y una mano que rápidamente comenzó a frotar. Moviéndome al ritmo de sus dedos, pronto estuve a punto, pero en el momento menos oportuno la mano se retiró, sabía que no se había ido porque podía oir su respiración, atada como estaba no podía hacer mucho, pero estaba demasiado caliente para esperar a que decidiese seguir, así que empecé a restregarme contra las costuras del sofá, la respiración se hizo más agitada, de vez en cuando oía frases entrecortadas que me excitaban aún más, me froté más rápido, pero sus brazos tiraron de mis pies hacia atrás dejándome completamente inmovilizada.
Estirada sobré el sofá, un cuerpo desnudo se montó sobre mí, una polla dura como una piedra se apretaba quieta contra mi culo; aquél tío debía ser de hielo para aguantar esa situación sin hacer nada.
Dándome impulso conseguí quedar de rodillas con medio cuerpo apoyado sobre uno de los brazos del asiento; la polla se apretó un poco más pero sin llegar a penetrar, abrí un poco las piernas, debía parecer una perra en celo que es como me sentía, movía las caderas provocando a aquél miembro inmovil, cuando ya estaba al borde de la desesperación, comenzó a embestir tan fuerte que se me saltaron las lágrimas, mordí la tela para no gritar, al mismo tiempo que embestía introdujo varios dedos en mi coño, sacándolos y metiéndolos bruscamente, él muy cabrón una vez que había comenzado no iba a tener compasión, pero no le daría la satisfacción de oirme rogar que parase.
Continuó cada vez más rudo, gruñendo como un animal, al tiempo que me destrozaba; el dolor fue dando paso a una sensación de placer que se fue extendiendo y elevando, dejé de morder y comencé a gemir, moviendo mi cuerpo para que me penetrase aún más profundo, si es que eso era posible.
Entonces volvió a parar, aquello era una locura, permanecí quieta unos instantes, desconcertada por la actitud de aquél tío, escuché de nuevo su voz mientras me tumbaba sobre la espalda, los hombros me dolían mucho y se lo dije esperando que me entendiese, rápidamente el cinturón que me sujetaba se aflojó; pasó a atarme las muñecas por delante, en esa posición mis manos buscaron enseguida autosatisfacción, mi espalda se arqueó y mis músculos se tensaron pero antes de de dejarme disfrutar del momento recibí un manotazo. Sujetó con fuerza mis brazos por encima de mi cabeza, en el momento en que quisiera sabía que podría quitármelo de encima, pero de una manera rara y masoquista estaba disfrutando mucho, así que le dejé seguir con su juego.
Con su otra mano apretó con fuerza mi vulva, de nuevo dijo algo en su puto idioma de mierda, iba a tener que aprender inglés después de esto; descendió lentamente, por el camino mordía mis pechos, mi vientre, cuando estaba a punto de llegar donde yo quería, se me escapó un suspiro de satisfacción, rápidamente subió de nuevo y mordió tan fuerte mi pezón que tuve que apretar los dientes, oprimió de nuevo con su mano esperando mi reacción, permanecí esta vez quieta, introdujo un dedo, quieta, otro, otro más, continué quieta, esperando, comenzó a masturbarme produciendo oleadas de placer, pero había aprendido la lección y continué sin moverme.
Con varios dedos saliendo y entrando de mi cuerpo, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para controlarme, pero mi buen comportamiento obtuvo recompensa, una vez seguro de que no pensaba moverme, la mano que sujetaba mis brazos se retiró, noté como su flequillo rozaba mi vientre mientras una lengua cálida y mojada lamía mi clítoris, sin pensar bajé las manos acariciando su cabello, un suave mordisco me hizo volver a mi posición inicial, tenía una lengua infatigable que no se cansaba de explorar cada rincón. Arriesgándome a un nuevo castigo, me restregué contra su cara, esta vez perdonó mi atrevimiento.
Cuando ya había investigado cada recoveco, me abrió más las piernas y me penetró, esta vez sin brusquedades, profunda pero suavemente, tomó mis caderas y me sentó sobre él, sentía su aliento sobre mis pechos, sobre mi cuello, hasta que sus labios se posaron sobre los mios, quitando la venda que hasta ese momento me había mantenido a ciegas. Sus ojos marrones me miraban burlones, mientras que la sonrisa hacía que se marcasen los hoyuelos, seguía besándome dulcemente, observando los gestos de mi cara, deseaba que me embistiese como había hecho anteriormente pero no me atrevía a hacer nada por miedo a que parase, continuó con su ritmo sosegado que aunque me gustaba no me daba el mismo placer, acaricié las estrellas que tenía tatuadas en el pecho, lentamente y sin esperarlo alcancé un nuevo orgasmo, mis ojos debieron reflejar la sorpresa porque su sonrisa se amplió.
Estaba agotada por las nuevas sensaciones que había descubierto pero cuando me indicó que era mi momento, lo entendí a la perfección, lo tumbé y descendí para conocer a la responsable de mi gozo.
Como había imaginado era larga pero no excesivamente gruesa, el tamaño perfecto para mi boca, que ávida comenzó a deleitarse con su juguete. Se puso aún más dura, lo que hizo que desease montarlo, pedí su permiso y por respuesta recibí un beso tan apasionado que hizo que me latiese la vagina; no perdí más tiempo, le empujé suavemente para que volviese a tumbarse y me senté sobre él, sintiendo como se introducía por completo, comencé a cabalgarlo, lento primero, aumentando la velocidad después, hasta acabar al galope tendido, continué moviendo las caderas, empujando notando como entraba y salía, oí como reía entre suspiros, entonces paré de moverme, intentó con sus manos obligarme a continuar pero no cedí ni un milímetro, sus ojos buscaron los míos suplicantes, dejó caer sus manos a los costados, le hice todavía esperar; con su miembro duro en mi interior contraje varias veces los músculos, estrangulándola, inicié de nuevo movimientos que él acogió con agrado, recostada sobre él, impulsándome con sus hombros, me movía cada vez más rápido, permití que tomase mis nalgas y me atrajese aumentando así la penetración.
Metí mi lengua en su boca saboreando su aliento a hierbabuena, mientras notaba como se corría en mi interior; la sacó con un gran suspiró, un chorro de semén salpicó mis muslos, mientras que el resto se deslizaba por mis piernas.
Pringosa como estaba me sentí a horcajadas, de espaldas a él, yo no creía poder alcanzar un nuevo orgasmo tan pronto, pero sus dedos buscaron hábiles mi punto débil, con la otra mano acariciaba mis senos y su lengua recorría mi cuello, mi sexo comenzó a crecer poco a poco, húmeda de nuevo hizo que me metiese su miembro erecto, mientras seguía frotando.
Acomodamos nuestros ritmos, esta vez dos chorros, salieron despedidos dejándonos exhaustos.
Nos vestimos entre besos y salimos en busca de nuestros amigos; Pablo al verme sonrió:
- sí que se te ve relajada
Vi a mi ex en una esquina lanzando chispas por los ojos, no deseé machacarle de nuevo.
- no lo sabes tú bien
Sonó de nuevo ACDC, Jason, así se llama el artífice de mi repentina consideración hacia los gusanos, me arrastró hacia la pista, donde comenzamos de nuevo a restregarnos el uno al otro.

William Shakespeare

Continuando con los escritores que me han marcado de una u otra manera, hoy le ha tocado su turno a William Shakespeare, Don William para mí.
Hamlet, Sueño de una noche de verano, Otelo... todas sus obras han tenido siempre un lugar de honor en mi pobre biblioteca.
Todas son muy conocidas, innumerables trabajos, tesis, estudios han desgajado cada una de ellas, así que como siempre hago cuando no puedo escribir nada mejor de lo que ya se ha escrito dejo que el artista hable, en esta ocasión y ya que me siento hoy poética he elegido varios de sus sonetos.

VI
No dejes, pues, sin destilar tu savia,
que la mano invernal tu estío borre:
aroma un frasco y antes que se esfume
enriquece un lugar con tu belleza.

No ha de ser una usura prohibida
la que alegra a quien paga de buen grado;
y tú debes dar vida a otro tú mismo,
feliz diez veces, si son diez por uno.

Más que ahora feliz fueras diez veces,
si diez veces, diez hijos te copiaran:
¿qué podría la muerte, si al partir
en tu posteridad siguieras vivo?

No te obstines, que es mucha tu hermosura
para darla a la muerte y los gusanos.

XXV
Que los favorecidos por los astros
de honores y de titulos se ufanen;
yo, que la suerte priva de esos triunfos,
hallo mi dicha en lo que más venero.

Los favoritos de los grandes príncipes
abren al sol sus hojas cual caléndulas,
y su orgullo sepultan en sí mismos
pues los abate un ceño que se frunce.

El célebre guerrero laborioso,
derrotado una vez tras mil victorias,
es del libro de honores suprimido
y de su gesta lo demás se olvida.

Feliz de mi, que amando soy amado,
y ni cambiar ni ser cambiado puedo.

XXIX
Cuando hombres y Fortuna me abandonan,
lloro en la soledad de mi destierro
y al cielo sordo con mis quejas canso
y maldigo al mirar mi desventura,

soñando ser más rico de esperanza,
bello como éste, como aquél rodeado,
deseando el arte de uno, el poder de otro,
insatisfecho con lo que me queda;

a pesar de que casi me desprecio,
pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la alondra, se alza
de la tierra sombría y canta al cielo:

pues recordar tu amor es tal fortuna
que no cambio mi estado con los reyes

miércoles, 24 de marzo de 2010

Tarde en el circo


Escapando un poco de la rutina en la que últimamente había caído con mi novio, decidió invitarme a pasar una tarde en el circo. De pequeña no me gustaba porque me daban miedo los payasos y me asustaba que los tigres pudiesen escapar y comerme; pero él parecía tan entusiasmado, y la opción de pasar otra tarde jugando a la oca tampoco me atraía, así que acepté.

Decidimos llevar cada uno su coche, ya que a la salida aprovecharía para dejarlo en el taller de su amigo y de paso tomarse unas copas con él.

Había una gran cola a la entrada, por todas partes se veían padres desesperados con sobreexcitados niños alrededor, pidiendo espadas luminosas, palomitas y manzanas de caramelo.

Esperamos nuestro turno para entrar, cada vez más convencida de que debería haberme quedado en casa, disfrutando de un perfumado baño relajante. Me había comprado un juguete nuevo y estaba deseando probarlo, pero como no sabía decir que no, me había visto arrastrada a aquel mare mágnum de niños gritones.

El presentador era uno de los payasos, enseguida animó al público que gritaba y aplaudía cada nueva actuación, domadores, elefantes, equilibristas, caballos, magos... se iban entremezclando, ofreciendo un espectáculo lleno de colorido.

Los payasos sacaron a la pista a varios espectadores haciendo las delicias de los que aliviados no habíamos sido elegidos, los avergonzados artistas noveles rompieron varios platos; mientras que el personal de pista recogía los pedazos, comenzaron a apagarse las luces, dejando un solitario foco que iluminaba una figura que entraba en ese momento a través del telón.

Era un hombre desnudo de cintura para arriba con un torso que dejaba ver muchas horas de trabajo, sus abdominales perfectamente dibujados hicieron que suspirase por rozar los pechos de aquél Adonis, los músculos que bajaban hasta la ingle enmarcaban un tesoro escondido por unos tejanos que se ceñían perfectamente a unos poderosos muslos.

Con varias zancadas, el ángel caído comenzó a sobrevolar nuestras cabezas, dos telas blancas enrolladas en sus bíceps le hacían parecer un dios embistiendo una tormenta; subía y bajaba a gran velocidad, haciendo equilibrios mientras desplegaba sus alas.

No recuerdo mucho más del espectáculo, en mi retina se quedó grabada la imagen de un portento de la naturaleza que se escondía en un mundo inaccesible.

Todavía trastornada por la visión, dejé que mi novio me llevase de la mano a la salida, una vez fuera me dí cuenta de que me había dejado el bolso, él se tenía que ir a dejar el coche, le aseguré que no me importaba entrar yo sola, que lo recogería y me iría derechita a casa, donde tenía la intención de estrenar bien estrenado mi reciente adquisición.

Entré de nuevo en la carpa, ya completamente vacía de espectadores; cerca de mi asiento había dos hombres hablando tranquilamente, cuando me acerqué vi que uno de ellos era mi Hércules.

Balbuceando les dije que había olvidado algo; a escasos metros tenía una belleza aún más deslumbrante, sus ojos parecían dos aguamarinas que atravesaban la carne al mirarte, unos suaves rizos enmarcaban su poderosa mandíbula, gracias a Dios se había puesto una chaqueta ocultando su pecho.

Disimulando una seguridad que no sentía, traté de alcanzar el bolso que había quedado colgando entre los dos asientos, por las prisas de salir lo antes posible de allí, tiré con demasiada fuerza, haciendo saltar todo lo que éste contenía, varias cosas cayeron debajo de las gradas, el trapecista se levantó para ayudarme a recoger, rozando mi brazo al hacerlo, aquél simple contacto hizo que mi corazón comenzase a latir enloquecido, vino conmigo debajo de la tarima para continuar recogiendo, no decía nada, sólo sonreía, cuando terminamos de guardar todo en el bolso le dí las gracias y me dirigía a la salida cuando oí una voz fuerte a mi espalda:

- te dejas esto

Me acerqué para mirar lo que era porque pensaba que ya lo tenía todo, estar a escasos centímetros de él me produjo nuevas palpitaciones, por decir algo, le dije que me había encantado su número, que tenía que ser fantástico poder volar de aquella manera, para mi sorpresa me dijo que si quería probar, viendo mi cara de horror me prometió poner la red y atarme con un arnés de seguridad.

Me senté sobre un columpio y el comenzó a tirar de una cuerda para elevarme, cuando estaba a cierta altura comencé a balancearme, primero lentamente para ir elevando poco a poco la velocidad, sabía que desde abajo el podía ver perfectamente mi diminuto tanga, y eso hacía que me encendiese más.

Pasé unos minutos hacía adelante, hacía detras, adelante, detrás, cerré los ojos para disfrutar más esa sensación de libertad, cuando volví a abrirlos, él había subido hasta el trapecio y me sentaba sobre sus muslos con las piernas abiertas, tomándome de las muñecas me dijo que me dejase caer, me relajé por completo, sintiendo como me penetraba amoldando su ritmo al balanceo del trapecio, había dejado su chaqueta abajo y entre mis semicerrados ojos podía observar su vigoroso busto por el que descendían gruesas gotas de sudor, continuamos así un largo rato, hasta que tiró de mí y me colocó sentada sobre él, siendo yo ahora la que imponía el ritmo con nuevas oscilaciones adelante y atrás.

Necesitaba un terreno firme para poder saborear completamente aquél semental así que le pedí que bajásemos, casi sin dejar que mis pies pisasen la arena me elevó en el aire y me llevó hasta una autocaravana aparcada cerca.

Una vez dentro, le pedí que me dejase contemplarle, lentamente fue girando, como había imaginado un poderoso culo colmaba los vaqueros, me acerqué para desabrochar los pantalones y admirar aquella obra de arte, mordí aquellos duros músculos mientras que con la mano le acariciaba los testículos, en todo momento él se dejo hacer sin emitir ni una sola queja, cuando decidí pasar a la parte delantera estaba ya completamente empalmado, su estaca igualaba el resto de su anatomía, era tan gruesa que tuve que chuparla lentamente, introduciéndola poco a poco, fui lamiendo, chupando, besando, succionando, hasta que noté que iba a correrse, entonces me retiré para ver caer aquél manantial de leche sobre mis pechos que esperaban ansiosos.Un arroyo caliente se deslizó entre ellos, una vez extraida hasta la última gota, se agachó para besarme ferozmente, sus dientes rasgaron la piel de mi boca, mientras sus manos buscaban mis labios que esperaban desesperados esa caricia; me restregué anhelante contra sus dedos que serviciales respondían a mi llamada, permaneció allí unos instantes para después agacharse y comenzar a chupar la cara interna de mis muslos, mi vientre, mis senos, de vez en cuando se paraba cerca de la vagina, pero sólo para quedarse unos segundos y seguir lamiendo otras zonas de mi cuerpo, me estaba volviendo loca, haciendo que lo desease cada vez más, cuando por fin me tumbo y ocultó su rostro en mi entrepierna sentí como rezumaba, una lengua ardiente exploraba codiciosa mi exuberante intimidad, me dejé ir gimiendo de satisfacción.

Pasó después a besarme de nuevo pausadamente en la boca, acariciando con su lengua mis labios, sorbiéndolos entre los suyos, mientras que nuestras manos sobaban los cuerpos desnudos y sudorosos, apreté aquél pecho que deseé, nada más verlo salir a la pista, sintiendo su dureza; su pene ya estaba preparado de nuevo para una nueva contienda. Elevé mis piernas para que él me clavase de nuevo su miembro sólido como el granito, con los pies en sus hombros, sintiendo sus testículos golpear mis nalgas, y su mirada fija en mis labios entreabiertos alcanzamos juntos la cima del placer.

Mientras me ayudaba a ponerme el vestido, tendió hacia mí, entradas para todas las funciones que darían esa semana.
De camino hacia el coche pensé que definitivamente el nuevo aparato tendría que esperar.

martes, 23 de marzo de 2010

Visiones


A petición de Ayesha estoy escribiendo otro relato erótico festivo, como ella es muy sensible y educada intentaré hacer algo delicado y romántico, digo intentaré porque tengo la tendencia de ir siempre hacia los extremos y últimamente de tanto escuchar Offspring y Rage against the machine no creo que me dé por lo tierno.

Si teneis ocasión, escuchar Killing in the name of, es una descarga sensorial que desde luego no te hace pensar en parejitas de enamorados paseando cogiditos de la mano por el campo, mientras recogen margaritas.
Y que decir de la visión de Dexter Holland en sus buenos tiempos, con las trenzas al viento cantando Come out and play, con su compi Noodles completamente desmelenado y con las impenitentes gafas de su abuelo.

En fin dejaré de pensar en estas cosas que después sale lo que sale y hoy quiero escribir algo bonito.

lunes, 22 de marzo de 2010

Fragancias de Africa


Estaba emocionada con aquel viaje, llevaba soñando con ir a Egipto desde que tenía ocho años, cuando vi por primera vez una foto de las pirámides de El Cairo, enormes y poderosas dominando todo a su alrededor.

En el aeropuerto de Barajas daba vueltas de un lado a otro esperando la llamada a través de la megafonía para poder embarcar, cansada de hacer fotos a todo lo que se movía decidí descansar un poco, no había terminado de cerrar los ojos cuando escuché el número de mi vuelo.

En el avión fui atendida por lo que a mi me parecián los hombres más enigmáticos y seductores del mundo, para ser sincera los hombres de uniforme me provocan pensamientos deshonestos; uno de ellos con una sonrisa que dejaba ver una dentadura perfecta y unos labios jugosos y blanditos me ofreció ir a la cabina de los pilotos, allí conocí al capitán que permitió amablemente que me sentase en sus rodillas mientras me explicaba como funcionaba el aparato.

Completamente extasiada por lo bien que comenzaban aquellas vacaciones volví a mi asiento donde me esperaba el azafato con una tarjeta en la mano sobre la que estaba anotando su número de teléfono, los otros pasajeros comenzaron a cuchichear, así que el resto del trayecto permanecí sentada muy tranquilita en mi sitio.

Recogí la maleta en la terminal y seguí al guía de mostraba una pancarta con el nombre del hotel donde me alojaría los siguientes días.

En el hotel nos esperaban con una bandeja llena de karkade, que hizo despertar mi sentido del gusto, nunca había probado nada igual, ácido pero al mismo tiempo su sabor hacía que continuases bebiendo más y más, como si contuviese algún ingrediente adictivo, incluso afrodisíaco, me pareció que el camarero me miraba con una sonrisilla maliciosa.

El guía recomendó que nos fuesemos pronto a dormir porque vendrían a buscarnos muy temprano para comenzar con las visitas, alterada como estaba me resultó muy dificil dejar de beber ese néctar de los dioses y apartarme del faraón que con sus oscuros ojos me incitaba a continuar.

Nada más entrar en la habitación sonó el teléfono, era de recepción para transmitir varios mensajes que habían dejado para mí, amigos, familia; pero uno era del Omar Sharif del avión, deseando volver a verme pronto, me dormí soñando que me rodeaban sedas, velos y unos brazos fuertes y morenos que entrelazaban mi cintura, haciendo que desease indecentes caricias con las que alcanzaría placeres dignos de la diosa Hathor.

Los sueños continuaron toda la noche, haciendo que me despertase empapada, pero llena de energía y con la mejor de las disposiciones para la ajetreada mañana que me esperaba bajé a recepción donde estaba ya el grupo esperando para salir hacia mis ansiadas pirámides.

Abrumada por los múltiples sentimientos que experimenté al estar por fin delante de ellas lloré desconsolada, un camellero compadeciéndose , me ofreció dar un paseo en su animal, intenté explicarle que no lloraba por pena sino de felicidad pero envuelto en su turbante a través del que sólo se podían distinguir unos ojos negros como el averno no parecía entenderme.

No quería ofenderle así que acepté su invitación, en menos de un segundo me encontré a varios metros del suelo, sobre un animal que enérgico comenzó a correr, el camellero se había acomodado a mi espalda y me sujetaba firmemente por las caderas.

Disfrutando del paisaje, no fui consciente de que ya no se veía al grupo, nos habíamos alejado hacía las tumbas de antiguos artesanos que rodeaban las pirámides, mi enigmático acompañante preguntó si quería ver el interior de alguna de ellas, yo sabía que habitualmente estaban cerradas al público así que recibí la oferta con gran regocijo.

Entré en una de ellas, la oscuridad era total; cuando me giré para preguntar si tenía algo con lo que alumbrar, sentí unas manos grandes y fuertes en mis senos, prontó noté como era despojada de la camiseta y unos labios comenzaron a lamer con deleite mis pequeños pezones rosados que inmediatamente respondieron al estímulo.

Una mano se encajó entre mis muslos, codiciando el oscuro secreto que enterraban, unos competentes dedos encontraron enseguida lo que estaban buscando y comenzaron a estimular el clítoris haciendo que éste triplicase su tamaño en unos instantes; seguía sin ver nada, sólo escuchando la respiración del piadoso desconocido.

Sus solidas manos aprisionaron mi trasero, elevándome en el aire, con mis piernas rodeando su fibroso cuerpo y la espalda pegada a una pared de una tumba construida hacía siglos sentí como una gruesa vara llamaba a mi puerta, la dejé entrar acogiéndola como al más noble de los invitados, tras unos cuantos envites me depositó en el suelo girándome hasta darle la espalda, mientras me penetraba profundamente me acariciaba los senos y la vulva a punto ya de detonar. Cuando sintió que me tensaba extrajo su lanza del interior de mi cuerpo, para en su lugar pasar a colocar su boca, continuando con su lengua el trabajo sin finalizar.

En las tinieblas de la tumba alcance goces hasta entonces sólo soñados, de rodillas intuyendo donde tenía su armamento aquel antiguo descendiente de faraones, le chupe hasta extraer la última gota de su ser.

Cansados de visitar tumbas, sin una sola palabra, me subió de nuevo al camello y partimos en busca del resto de los turistas, que lamentaron mucho que no hubiese podido entrar con ellos a visitar el interior de la pirámide de Keops.

De nuevo en el hotel, bajo la ducha, mientras se deslizaba el agua caliente sobre mi piel,que aún guardaba el aroma del inquietante encuentro, reviví mentalmente cada momento de aquella tarde, cuando salí del baño sobre la cama había un sobre, en su interior una nota me prometía excitantes gozos si acudía esa misma tarde a Khan el Khalili.

Antes de cinco minutos ya estaba en la puerta del hotel parando un taxi, durante el camino iba mirando sin ver la vida cotidiana de aquella sugerente ciudad, los burros se mezclaban por la carretera con motocicletas destartaladas que cargaban a cuatro pasajeros, los autobuses llenos hasta reventar ni siquiera se detenían en las paradas, los viajeros se tiraban de un salto cuando llegaban a su destino, cargando fardos y paquetes, mientras los coches los esquivaban.

Khan el Khalili era como siempre me lo había imaginado, un gigantesco bazar del que te llegaban sugestivos olores de inciensos y perfumes, una multitud de colores y sonidos hacían que tus sentidos se sobrecargasen.

La nota no indicaba donde tendría lugar el encuentro así que deambule por aquel laberinto, escuchando a un arpista ciego que tocaba una antigua balada egipcia, observando como una muchacha danzaba una sensual danza del vientre; desde una tienda cercana llegó hasta mis oidos la voz de Amr Diab y me acerqué para ver si podría comprar su nuevo disco, estaba regateando cuando un niño en chilaba me cogió de la mano y comenzó a tirar de mí, a pesar de los gritos y algún intento de coscorrón por parte del dependiente, el niño no se arredró y siguió tirando de mi mano.

Curiosa por su insistencia dejé que me llevase a una tienda escondida entre dos callejones, dentro me aguardaba mi faraón, recogiendo los billetes que le tendía, el niño salió corriendo dejándonos a solas. Pasó por mi lado para cerrar la puerta, permitiendo que aspirase su aroma a musk; tomó mi mano y me llevó lentamente hasta unos cojines, observandome con aquellos ojos negros y esos labios mullidos, como podía no haberme dado cuenta en la tumba de que mi oculto admirador era mi Omar Sharif particular.

Mientras preparaba un té, aromatizándolo con canela, miraba todo mi cuerpo con lujuria, sentía mucho calor y esos ojos abrasadores me estaban excitando más que las caricias, comencé a soltarme los botones de la blusa y acariciarme los pechos suavemente, mi mano se deslizó entre mis muslos tratando de incitar a aquel dios Min, no se hizo rogar demasiado, sin quitarme las bragas comenzó a penetrarme sin introducirla por completo, el roce de la seda en mi interior hizo que gimiese de placer; recostada de lado sobre los cojines con sus ojos fijos en mis manos que continuaban dandome placer, arrodillado frente a mí me penetró una y otra vez.
Los olores de las esencias, las texturas de las telas, todo parecía acompañar mi inevitable ascensión al edén que alcancé entre efusivos jadeos varias veces aquella tarde.
Enlazada a mi obelisco cada noche de aquel viaje, conocí los mil y un placeres que no había esperado encontrar en Egipto.

Gastar agua


Llega el recibo del agua, pago de mínimo el consumo de cincuenta metros cúbicos, o lo que es lo mismo cincuenta mil litros de agua. En todos los sitios oigo, que hay que ahorrar agua, PUES YO ME NIEGO, porque ahora solo he consumido veinte metros cúbicos y me han cobrado hasta lo que no he consumido. A partir de ahora apuntaré en una libreta lo que marca el contador y cuando gaste el total del consumo mínimo cobrado cerraré el grifo. El agua es un bien de primera necesidad, no se puede negar, pues bien , si quieren que ahorre agua, que me cobren lo que consumo, porque si siguen así, voy a regar hasta la carretera que pasa por delante de mi casa. Al que le parezca bien que haga lo mismo y al que le parezca mal que se ponga delante de mi casa que le doy un manguerazo.

Constantinos Petros Cavafis

Comentando un poco el otro día mi reciente descubrimiento de Slawomir Mrozek, recordé como había llegado al gran Cavafis y pensé rendirle un pequeño homenaje por todo lo que le debo.
Lo primero que debo decir es que la poesía no es mi género literario favorito, me ocurre como con el ajedrez, hay que pensar mucho para llegar a buen puerto; debido a ello mi sorpresa fue enorme cuando di con este excelente poeta.
Constandinos Petros Cavafis nació en Alejandría el 29 de Abril de 1863, muriendo en esa misma ciudad y ese mismo día en 1933.
No pretendo redactar una biografía, pero para que sepais un poco el tipo de persona que era, escribo aquí lo que dijo cuando abandonó su trabajo en la sección Tercera de Riegos del Ministerio de obras Públicas de Alejandría :
" por fin me veo libre de esta asquerosidad".
Los que aún no estamos liberados sigamos su consejo :

EN LA MEDIDA QUE PUEDAS
Y si no te es posible hacer la vida que deseas
intenta al menos esto
en la medida que puedas: no la envilezcas
en el contacto asiduo con la gente,
en asiduos ajetreos y chácharas.
No la envilezcas arrastrándola,
dando vueltas constantes y exponiéndola
a la idiotez diaria
del trato y relaciones,
hasta que se convierta en una extraña cargante

si no lo hacemos podría ocurrirnos esto:

MONOTONÍA
A un día monótono otro
monótomo, exactamente igual le sigue. Sucederán
las mismas cosas, de nuevo volveran a suceder.
Los instantes -idénticos- nos hallan y nos dejan.
Un mes pasa y trae otro mes.
Y lo que viene uno se lo figura fácilmente.
Es lo mismo de ayer, aquello tan cargante.
Y a eso se reduce el mañana como si ya ni mañana pareciese.

He aquí sus sugerencias para evitarlo:

FUI
No me até. Me abandoné del todo y fui.
Hacia placeres, ya reales,
o que me rondaban por el alma,
fuí a través de la noche iluminada.
Y bebí vinos fuertes
como los que beben los bravos del placer.

una más:

VUELVE
Vuelve muchas veces y tómame,
sensación amada, vuelve y tómame -
cuando se despierta la memoria del cuerpo
y un viejo deseo cruza de nuevo por la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y sienten las manos como si volvieran a tocar.
Vuelve muchas veces y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan...

Deseo que os guste al menos la mitad de lo que me cautiva a mí.
Para finalizar esta humilde ofrenda al talento de este extraordinario poeta os dejo con mi composición favorita:

ÍTACA
Cuando salgas de viaje para Ítaca,
desea que el camino sea largo,
colmado de aventuras, colmado de experiencias.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al irascible Posidón no temas,
pues nunca encuentros tales tendrás en tu camino,
si tu pensamiento se mantiene alto, si una exquisita
emoción te toca cuerpo y alma.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al fiero Posidón no encontrarás,
a no ser que los lleves ya en tu alma,
a no ser que tu alma los ponga en pie ante ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que -!y con qué alegre placer!-
entres en puertos que ves por vez primera.
Deténte en los mercados fenicios
para adquirir sus bellas mercancías,
madreperlas y nácares, ébanos y ámbares,
y voluptuosos perfumes que te sean posibles.
Y vete a muchas ciudades de Egipto
y aprende, aprende de los sabios.
Mantén siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero no tengas la menor prisa en tu viaje.
Es mejor que dure muchos años
y que viejo al fin arribes a la isla,
rico por todas las ganancias de tu viaje,
sin esperar que Ítaca te va a ofrecer riquezas.
Ítaca te ha dado un viaje hermoso.
Sin ella no te habrías puesto en marcha.
Pero no tiene ya más que ofrecerte.
Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado.
Convertido en tan sabio, y con tanta experiencia,
ya habrás comprendido el significado de las Ítacas.

Sólo una cosa más por hoy, si teneís un amigo griego pedirle que os lea los poemas en su idioma original y !!!CARPE DIEM!!!

domingo, 21 de marzo de 2010

De compras



Estaba tan nerviosa, por fin había conseguido quedarme a solas con él, después de tanto tiempo tenía la oportunidad de decirle lo que sentía. Seguro que no era correspondida de la misma manera, pero no quería pasar varias semanas arrepintiéndome de no haber dicho nada, no habría más incertidumbres, cuanto antes recibiese la negativa, antes lo superaría.


Observé su perfil mientras conducía, más atractivo que guapo, orgulloso, vanidoso, arrogante, en ocasiones cruel, ni siquiera sabía lo que veía en él.


Apartó la vista de la carretera para mirarme un segundo y ahí estaba la sonrisa extraordinaria que lo convertía en alguien completamente fascinante.


- ¿no piensas cogerlo?


Dios mío, esperaba que no se hubiese dado cuenta de donde había estado mirando un segundo antes.


- ¿el qué? - mi voz tembló, imaginando cual podría ser la respuesta


- el móvil, ¿en qué estás pensando?


Había estado tan distraída que ni siquiera había escuchado la voz de Dexter Holland mandándome a tomar por culo.


La voz de Mónica sonó al otro lado de la línea, había ligado con un macizo, pero se le habían acabado las gomas y como íbamos en su misma dirección me pidió que comprase una caja. Escuché a un hombre pidiendo talla extragrande; sí lo tenía todo tan potente como la voz, sabía de una que se lo iba a pasar esa noche de maravilla. Mónica colgó entre carcajadas antes de que yo tuviese tiempo de decir nada.


- hay que buscar una farmacia de guardia. Era tu hermana que necesita que le compre una cosa


- ¿por qué no va ella? - no tenía muchas ganas de dar vueltas por los caprichos de su hermanita


- está ocupada


- ya imagino - se humedeció los labios; a saber en lo que estaba pensando


En ese momento pasamos por la puerta de un club de chicas y me propuso entrar, asegurándome que dentro encontraría lo que necesitaba. Prefería una farmacia pero estaba claro que a él le apetecía mucho más aquello.


El club se dividía en dos plantas, ya que estabamos allí, nos acercamos a la barra a pedir algo, una camarera semidesnuda nos atendió sonriendo descaradamente a mi acompañante.


Con la copa en la mano, me arrastró a una mesa al pie de la bailarina de striptease; en ese momento bailaba una rubia de curvas contundentes, se movía sensualmente con un vestido rojo transparente que fue quitandose lentamente hasta quedar cubierta por un minúsculo tanga. Tenía unos pechos grandes y firmes que se movían al ritmo de sus movimientos felinos, se acercó a nuestra mesa restregando su trasero a escasos centimetros de la cara de Iván, que se lo estaba pasando en grande; con un lascivo meneo se desprendió del tanga, quedando completamente desnuda.


No era lo que yo esperaba hacer esa noche, pero iba a ser difícil moverlo de allí en un buen rato, mujeres sin apenas ropa iban de un lado a otro, se contoneaban con movimientos eróticos que tenían excitados a los hombres que las perseguían con la mirada.


Con sorpresa observé que la mayoría eran hombres jovenes, yo pensaba que los sitios como aquel tenían en los cincuentones sus mejores clientes, pero estaba muy equivocada.


- ¿Te gusta el sitio?


- Hombre, tanto como gustarme, sin duda no es el tipo de lugar al que vengo habitualmente, lo tomaré como una experiencia más


En ese momento dos chicas despampanantes se acercaron a nuestra mesa, Iván las invitó a sentarse y pronto comenzaron a sobarle por todas partes, creo que de no haber sido porque una de ellas le frenó se las hubiese tirado allí mismo.


Decidieron que lo mejor sería ir a uno de los reservados, yo no sabía muy bien que hacer, allí sola no quería quedarme y esperar en el coche tampoco me parecía un plan muy apetecible, así que les seguí.


El reservado consistía en una sala rodeada por los cuatro lados de espejos , había un sofá y muchísimos cojines, me senté tímidamente en una esquina del asiento.


La morena vestida con la versión porno del traje de catwoman, le había bajado ya los pantalones a Iván y tenía la verga entre sus labios pintados de rojo pasión, mientras la rubia de pelo largísimo vestía como una antigua mesonera romana, los pechos le desbordaban el escote dejando poco a la imaginación, intenté no ver lo que pasaba a escasos centimetros de donde estaba pero mirase donde mirase el espejo me devolvía la imagen de las figuras entrelazadas.


Iván al ver las enormes tetas de la rubia, había introducido su miembro para sentir el calor de de éstas, la mesonera, se las restregaba arriba y abajo mientras que con la lengua le lamía el capullo rojo por los labios de la otra, que en lugar de sentirse ofendida por el rechazo había encontrado otro territorio de acción. Comenzó mosdisqueando la oreja, había ido descendiendo por la espalda suavemente, hasta quedar arrodillada ante su trasero trabajado en el gimnasio, le lamió obsesivamente como si le fuese la vida en ello, Iván estaba tan excitado que había metido su polla en la boca de la otra de un empellón y se la estaba follando como un loco.


Estaba tan violenta por todo lo que estaba viendo que cerré los ojos, los abrí de golpe cuando noté una mano que avanzaba hacia la parte interior de mis muslos, Iván inclinado sobre la rubia a la que ahora se la introducía por detras intentaba llegar hasta mí.


Debía haber salido corriendo pero su mirada me mantuvo fija donde estaba, me masturbó durante un rato con su mano húmeda de los fluidos de todas las que estabamos en la sala, sus dedos expertos buscaron el punto que me haría llegar al éxtasis, me había engordado ya tanto que pensaba que iba a estallar, como así ocurrió, apartó a la rubia que se entretuvo en darle placer a su amiga, quien seguía lamiendo y chupando sin parar el ano de Iván, lo que parecía excitarle al máximo.


Acercó su rostro para lamer mi explosión de lubricante natural, sentir aquel cuerpo largo tiempo deseado tan cerca hizo que se desatase de nuevo mi lujuria, agarré su cabeza tan fuerte que a punto estuve de arrancársela, completamente excitada apoyé mis pies sobre su torso, Iván se inclinó hacia delante aplastando mis muslos contra el torso y me penetró tan profundo que sentí que tocaba el fondo de mi vagina, siguió empujando cada véz más rápido y profundo cuando estaba a punto de correrse la sacó y me ordenó mostrar la lengua donde derramó el líquido tan ansiado.


Las chicas ya no estaban, no sé en que momento habían desaparecido, de todas formas ya nos habíamos retrasado mucho, recogimos la ropa y nos vestimos rápidamente, una vez en la calle nos dimos cuenta de que habíamos olvidado comprar los preservativos, los dos estuvimos de acuerdo en entrar en un momentito a por ellos.

Slawomir Mrozek


Como no sé si hoy tendré tiempo de escribir algún relato, al menos quiero hablar de un escritor polaco desconocido por mi persona hasta hace un par de meses.

Lo conocí de casualidad, estaba leyendo microrrelatos cuando apareció su nombre y una pequeña biografía, al ver que era polaco, me hizo recordar que hacía poco tiempo, viendo el Como se hizo de Generation Kill, una serie sobre la guerra de Irak, esta si es realmente buena no como la ganadora de los Oscar que te podía estar contando el trabajo de un zapatero y te hubiese producido las mismas emociones.

El caso es que recordé que uno de los actores de la serie que es polaco, de repente va y salta que a él le gustan los elefantes y se queda tan fresco, yo me quede como los compañeros que le rodeaban completamente descolocada, y hay viene lo bueno, uno de los cuentos de Mrozek trata sobre los elefantes, así que como se suele decir maté dos pájaros de un tiro, por una parte descubrí, bueno no estoy segura pero casi, porqué se descolgó el chaval con aquella tontería y por otra conocí un escritor que ha resultado de lo más interesante.

Aquí dejo uno de sus microrrelatos que me hizo reir a carcajadas, se titula:


El futuro

El futuro es un enigma, ¿pero para que están los augurios?. Los antiguos vaticinaban por el vuelo de las aves y de este modo llegaban a saber lo que les esperaba. Incluso yo mismo puedo vaticinar mi futuro.

Fuí al parque, donde pájaros no faltan. Algunos volaban, otros estaban posados en los árboles, otros merodeaban por el cesped. A mi me interesaban sólo los voladores.

Alcé la cabeza y empecé a observarlos. No llevaba esperando mucho cuando sentí en la calva un !plaf! y mi futuro se me hizo simbolicamente claro.

He averiguado una sola cosa acerca del futuro: no vaticinar nunca por el vuelo de las aves sin un buen sombrero.


Hay muchas páginas de internet donde se pueden leer más microrrelatos, así que no voy a aburrir escribiendo más de lo mismo, si le interesa a alguien leer el relato de El elefante, yo lo encontré incluido en El bestiario de Robert Silverberg.
Disfrutadlo, seguro que no os decepciona.