jueves, 25 de marzo de 2010

Después de la guerra...


Mientras me vestía para acudir a la fiesta de uno de mis mejores amigos, decidí que por una vez me apetecía ir cómoda, nada de minifaldas imposibles, ni tacones vertiginosos, me enfundé mis queridos vaqueros, que a pesar de estar viejos y desgastados aún realzaban mis curvas.
Había preguntado varias veces si no iba a ir mi ex, que también era amigo suyo, no habíamos terminado muy bien y cada vez que nos veíamos se montaba una bronca. Pablo me aseguró que fuese tranquila que no iba a aparecer en ningún momento.
No quería tampoco ir de monja de clausura, así que me puse una camiseta ajustada que dejaba admirar una amplia zona de mis pechos, con la melena suelta me subí al coche dispuesta a desparramar todo lo que pudiese en la pista.

De camino fui escuchando RATM, para ir calentando motores; una vez dentro de la discoteca saludé a los conocidos, buscando a Pablo, se encontraba en la barra con unos chicos que no había visto en mi vida, levantó la mirada y al verme hizo gestos para que me acercase. Me presentó a sus amigos, unos norteamericanos que había conocido en uno de sus viajes a California; como mi dominio del inglés no pasa del OK y ellos tampoco hablaban español, me desentendí completamente y le pedí al camarero un mojito, me había dado el antojo al vérselo tomar a uno de ellos.

Comenzó a sonar highway to hell y me fui a bailar como una loca; uno de los guiris se vino conmigo, no era muy alto pero estaba muy bien proporcionado, un poco flaco para mi gusto pero con músculos bien definidos; llevaba el pelo negro corto, el flequillo caía sobre unos inquietantes ojos marrones, cuando sonreía, lo que no parecía suceder a menudo, surgían hoyitos en sus mejillas. Después de unos cuantos acordes nuestros cuerpos se acoplaron para bailar unidos al ritmo de la música, frotando mi trasero contra su entrepierna, me excitaba ver la respuesta de su cuerpo en contraste con la expresión de su rostro que intentaba que permaneciese inalterable.

No había terminado la canción cuando una mano, me agarró del brazo separándome del americano; una voz conocida comenzó a insultarme.

Pablo enseguida acudió, susurrando en mi oído que me controlase y le pidió a mi ex que me dejase en paz, que se fuese a otro sitio del local y que tratase de pasárselo bien con su acompañante, una versión porno de Jennifer López.

Los amigos del americano se habían acercado pensando que podría haber problemas, cualquier otro con dos dedos de frente hubiese dado media vuelta y se hubiese marchado, pero la genética aunque había sido generosa en cuanto al físico, se había mostrado parca en inteligencia, así que allí siguió el imbecil insultándome, mientras Pablo intentaba que se calmase.

- lo que necesitas es unas cuantas hostias - vi el cielo abierto trás estas palabras.

Le animé a ser él el que me las diese y cuando se acercó simplemente para intimidarme, porque nunca se había atrevido a tocarme, le solté tal tortazo en la cara que los que nos rodeaban tuvieron que sujetarlo para que no cayese al suelo, eso le enfureció de tal forma que enseguida intentó devolverme el golpe, agradecida por los consejos de mi monitor del gimnasio de que diese clases de karate, descargue una serie de patadas consecutivas que le dejaron encogido sobre si mismo.
Pablo me sujeto por la cintura y me dijo que fuese a uno de los reservados a tranquilizarme, estaba muy alterada viendo al cerdo tirado, gritando de rabia lo que pensaba hacer cuando me pusiera las manos encima, si no hubiese sido porque me tenía bien sujeta le hubiese dado una patada en las costillas para hacerle aullar de dolor, mirándo por encima del hombro de mi amigo, le dije que le esperaba cuando quisiera.
Con la sangre aún hirviendo en las venas, entré en el reservado, siempre llevo un libro en el bolso, así que tirada sobre el sofá comencé a leer, esperando relajarme, no sirvió de mucho porque era una novela negra, llena de sangre y crímenes.
Debía estar muy concentrada en los asesinatos porque no escuché que alguien había entrado en la sala; se tumbó sobre mí y comenzó a besar y chupar mi cuello, antes de darme tiempo a preguntar quien era, oí la voz del americano susurrando en mi oido algo que no entendí pero que sonaba muy bien.
Me vendó los ojos con un pañuelo y ató mis manos a la espalda con lo que supuse era su cinturón. Mordiendo aún más fuerte mi cuello, arrancó mis vaqueros arrastrando con ellos las bragas y las botas.
Sentí el roce áspero de la tela del sofá en mi vientre y una mano que rápidamente comenzó a frotar. Moviéndome al ritmo de sus dedos, pronto estuve a punto, pero en el momento menos oportuno la mano se retiró, sabía que no se había ido porque podía oir su respiración, atada como estaba no podía hacer mucho, pero estaba demasiado caliente para esperar a que decidiese seguir, así que empecé a restregarme contra las costuras del sofá, la respiración se hizo más agitada, de vez en cuando oía frases entrecortadas que me excitaban aún más, me froté más rápido, pero sus brazos tiraron de mis pies hacia atrás dejándome completamente inmovilizada.
Estirada sobré el sofá, un cuerpo desnudo se montó sobre mí, una polla dura como una piedra se apretaba quieta contra mi culo; aquél tío debía ser de hielo para aguantar esa situación sin hacer nada.
Dándome impulso conseguí quedar de rodillas con medio cuerpo apoyado sobre uno de los brazos del asiento; la polla se apretó un poco más pero sin llegar a penetrar, abrí un poco las piernas, debía parecer una perra en celo que es como me sentía, movía las caderas provocando a aquél miembro inmovil, cuando ya estaba al borde de la desesperación, comenzó a embestir tan fuerte que se me saltaron las lágrimas, mordí la tela para no gritar, al mismo tiempo que embestía introdujo varios dedos en mi coño, sacándolos y metiéndolos bruscamente, él muy cabrón una vez que había comenzado no iba a tener compasión, pero no le daría la satisfacción de oirme rogar que parase.
Continuó cada vez más rudo, gruñendo como un animal, al tiempo que me destrozaba; el dolor fue dando paso a una sensación de placer que se fue extendiendo y elevando, dejé de morder y comencé a gemir, moviendo mi cuerpo para que me penetrase aún más profundo, si es que eso era posible.
Entonces volvió a parar, aquello era una locura, permanecí quieta unos instantes, desconcertada por la actitud de aquél tío, escuché de nuevo su voz mientras me tumbaba sobre la espalda, los hombros me dolían mucho y se lo dije esperando que me entendiese, rápidamente el cinturón que me sujetaba se aflojó; pasó a atarme las muñecas por delante, en esa posición mis manos buscaron enseguida autosatisfacción, mi espalda se arqueó y mis músculos se tensaron pero antes de de dejarme disfrutar del momento recibí un manotazo. Sujetó con fuerza mis brazos por encima de mi cabeza, en el momento en que quisiera sabía que podría quitármelo de encima, pero de una manera rara y masoquista estaba disfrutando mucho, así que le dejé seguir con su juego.
Con su otra mano apretó con fuerza mi vulva, de nuevo dijo algo en su puto idioma de mierda, iba a tener que aprender inglés después de esto; descendió lentamente, por el camino mordía mis pechos, mi vientre, cuando estaba a punto de llegar donde yo quería, se me escapó un suspiro de satisfacción, rápidamente subió de nuevo y mordió tan fuerte mi pezón que tuve que apretar los dientes, oprimió de nuevo con su mano esperando mi reacción, permanecí esta vez quieta, introdujo un dedo, quieta, otro, otro más, continué quieta, esperando, comenzó a masturbarme produciendo oleadas de placer, pero había aprendido la lección y continué sin moverme.
Con varios dedos saliendo y entrando de mi cuerpo, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para controlarme, pero mi buen comportamiento obtuvo recompensa, una vez seguro de que no pensaba moverme, la mano que sujetaba mis brazos se retiró, noté como su flequillo rozaba mi vientre mientras una lengua cálida y mojada lamía mi clítoris, sin pensar bajé las manos acariciando su cabello, un suave mordisco me hizo volver a mi posición inicial, tenía una lengua infatigable que no se cansaba de explorar cada rincón. Arriesgándome a un nuevo castigo, me restregué contra su cara, esta vez perdonó mi atrevimiento.
Cuando ya había investigado cada recoveco, me abrió más las piernas y me penetró, esta vez sin brusquedades, profunda pero suavemente, tomó mis caderas y me sentó sobre él, sentía su aliento sobre mis pechos, sobre mi cuello, hasta que sus labios se posaron sobre los mios, quitando la venda que hasta ese momento me había mantenido a ciegas. Sus ojos marrones me miraban burlones, mientras que la sonrisa hacía que se marcasen los hoyuelos, seguía besándome dulcemente, observando los gestos de mi cara, deseaba que me embistiese como había hecho anteriormente pero no me atrevía a hacer nada por miedo a que parase, continuó con su ritmo sosegado que aunque me gustaba no me daba el mismo placer, acaricié las estrellas que tenía tatuadas en el pecho, lentamente y sin esperarlo alcancé un nuevo orgasmo, mis ojos debieron reflejar la sorpresa porque su sonrisa se amplió.
Estaba agotada por las nuevas sensaciones que había descubierto pero cuando me indicó que era mi momento, lo entendí a la perfección, lo tumbé y descendí para conocer a la responsable de mi gozo.
Como había imaginado era larga pero no excesivamente gruesa, el tamaño perfecto para mi boca, que ávida comenzó a deleitarse con su juguete. Se puso aún más dura, lo que hizo que desease montarlo, pedí su permiso y por respuesta recibí un beso tan apasionado que hizo que me latiese la vagina; no perdí más tiempo, le empujé suavemente para que volviese a tumbarse y me senté sobre él, sintiendo como se introducía por completo, comencé a cabalgarlo, lento primero, aumentando la velocidad después, hasta acabar al galope tendido, continué moviendo las caderas, empujando notando como entraba y salía, oí como reía entre suspiros, entonces paré de moverme, intentó con sus manos obligarme a continuar pero no cedí ni un milímetro, sus ojos buscaron los míos suplicantes, dejó caer sus manos a los costados, le hice todavía esperar; con su miembro duro en mi interior contraje varias veces los músculos, estrangulándola, inicié de nuevo movimientos que él acogió con agrado, recostada sobre él, impulsándome con sus hombros, me movía cada vez más rápido, permití que tomase mis nalgas y me atrajese aumentando así la penetración.
Metí mi lengua en su boca saboreando su aliento a hierbabuena, mientras notaba como se corría en mi interior; la sacó con un gran suspiró, un chorro de semén salpicó mis muslos, mientras que el resto se deslizaba por mis piernas.
Pringosa como estaba me sentí a horcajadas, de espaldas a él, yo no creía poder alcanzar un nuevo orgasmo tan pronto, pero sus dedos buscaron hábiles mi punto débil, con la otra mano acariciaba mis senos y su lengua recorría mi cuello, mi sexo comenzó a crecer poco a poco, húmeda de nuevo hizo que me metiese su miembro erecto, mientras seguía frotando.
Acomodamos nuestros ritmos, esta vez dos chorros, salieron despedidos dejándonos exhaustos.
Nos vestimos entre besos y salimos en busca de nuestros amigos; Pablo al verme sonrió:
- sí que se te ve relajada
Vi a mi ex en una esquina lanzando chispas por los ojos, no deseé machacarle de nuevo.
- no lo sabes tú bien
Sonó de nuevo ACDC, Jason, así se llama el artífice de mi repentina consideración hacia los gusanos, me arrastró hacia la pista, donde comenzamos de nuevo a restregarnos el uno al otro.

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