lunes, 27 de diciembre de 2010

ENSOÑACION



Era un tiempo cercano al invierno,

la noche era muy fría,

pero el fuego del hogar,

calentaba nuestros corazones.


La decoración navideña,

iluminaba la estancia,

dando a tu hermoso rostro,

toques rojizos y pasionales.


No hablábamos,

no decíamos nada,

pero nuestros ojos lo decían todo,

húmedos de la emoción.


Tu mano rozó la mía,

en un encuentro electrizante,

parecíamos ver una película,

pero solo notábamos, el calor del otro.


Fue solo un segundo,

pero contuvo toda una vida,

el instante mágico en el que tu brazo,

rodeó mi espalda.


Perdimos la noción de todo,

al apoyar mi cabeza en tu hombro.

Solo oíamos,el latir de dos corazones enamorados,

que sueñan ser solo uno.


Cuando sueño contigo,

aún tiemblo,

pero no de deseo,

sino de amor con mayúsculas.


Nunca un roce pudo provocar tanto placer,

ni una esperanza calentar tanto.


lunes, 20 de diciembre de 2010

ESTRELLAS FUGACES



Estrellas fugaces que surcáis los cielos,
iluminad mis momentos de oscuridad,
plantad vuestra semilla de amor, en mi corazón.
Prended una mecha de ilusión,
en este apagado corazón.

Es un tiempo de contrastes,
unas veces me pierdo entre vuestros colores,
ascendiendo muy alto,
pero en efímera ilusión,
al caer me lastimo.

En esas noches oscuras,
en las que miro al cielo,
y solo veo tinieblas,
me siento perdida, sola,
y no encuentro quién me guíe,


Si acaso pidiera un deseo,
en anhelo te conviertes,
y en tu brillo hallo fuerzas,
para volver a creer en ti,
en un futuro mejor, donde las tinieblas se hagan luz .








sábado, 18 de diciembre de 2010

EL PERFUME DEL AMOR



El amor puede ser volátil,
como un buen perfume.
Puedes aspirar su aroma,
con intensidad y deseo,
pero ser solo una ilusión,
que se esfuma con la misma rapidez,
que una fragancia cara.


Cuesta mucho adquirirla,
pero cuando finalmente la consigues,
la disfrutas gota a gota,
apurándola hasta el final.

y cuando el frasco queda ya vacío,
siempre permanecerá un rastro,un recuerdo,
dulce huella de que no fue un sueño,
y que siempre permanecerá en tí,
como esencia encerrada por un genio,
hecha del más fino cristal.

ABONO FÉRTIL



La noche ha caído totalmente,
la luna redondea,
alumbra la vida,
su luz es acogedora,
y hace más brillantes,
algunas superficies.

Mi corazón también está en penumbra,
unas veces ve la luz,
otras las sombras.
Hoy está ya cerca del eclipse.

El no absoluto no existe,
todo tiene siempre un matiz,
hasta en lo más compacto,
puede existír una fisura.

Quisiera poder conocer las respuestas,
los interrogantes a veces acechan,
haciendo temblar incluso,
las estructuras más solidas.

¡Que desconcertante es el corazón humano!
Incluso en el terreno más árido,
puede brotar la flor
y echar raíces.

-Hasta el estiércol,puede convertirse en abono fértil.

martes, 30 de noviembre de 2010

SIGUE TU ESTRELLA





Marta despertó contenta aquella mañana, faltaban dos días para Navidad y podría suceder cualquier cosa, la magia estaba presente. El sol entraba a raudales entre las rendijas de su persiana, dando un toque irreal a la estancia.
Fuera hacía frío, los cristales de la habitación aparecían empañados. Retiró su edredón de corazones rojos y puso sus pies en la mullida alfombra azul, mientras buscaba sus zapatillas de terciopelo, a juego con su pijama.
Se dirigió al baño, al mirarse al espejo, descubrió una estrella dorada, en su mejilla izquierda. Se extrañó, ya que no había ido el día anterior a ninguna fiesta, ni tampoco se había probado ningún vestido ó sombrero, que pudiesen contenerla.
No obstante, lo tomó como un buen presagio prenavideño y decidió dejarla donde estaba. Quizás esa estrella sepa guiarme hacia un destino feliz, pensó mientras se peinaba.
Bajó a desayunar, un te rojo aromatizado con miel y algunas galletas, sin olvidar su zumo de naranja.
Subió a lavarse los dientes, contemplando complacida, como la estrella seguía en su sitio, iluminándole incluso, la cara, con su brillo. Se pintó los labios “de un rouge absolute”, tomó su cartera y marchó hacia la escuela.
Entró en el aula cinco, dispuesta a impartir la primera clase del día, sus alumnos bromearon sobre la estrella de su mejilla y ella rió con ellos. Cuando la clase finalizó, fue a la sala de profesores, a preparar la siguiente clase, cuando vio algo que brillaba entre sus libros, era otra estrella, ésta de color azul cielo.
Una extraña emoción calentó su corazón.
Cogió un libro de arte y seleccionó un contenido navideño, ese día era el indicado, para hablar sobre el origen de la Navidad.
Su jornada laboral terminó envuelta en un ambiente alegre, entrañable, se despidieron hasta el próximo año.
A las seis en punto regresó a su casa, abrió el buzón para ver su correo postal, encontró un sobre color sepia, sin remitente, lo rasgó con las manos un poco temblorosas, hallando una estrella mayor que las demás, era de color plateado. En su interior un mensaje “sigue tu estrella, ven el día de Navidad a las ocho de la tarde, a la cafetería Max Estrella”. Eso era todo. ¿Quién podría haberle mandado semejante misiva? Y además se había tomado la molestia de introducir las estrellas en su casa y en su trabajo.
Alguien muy cercano, desde luego. ¿Y que significaba “si quería seguir mi estrella”? Era un misterio, pero se sentía tan efervescente, como una copa de un buen champán francés.
El café lo conocía, estaba en el centro de la ciudad, era un lugar muy agradable, con un aire bohemio, literario.
Faltaban dos días para Navidad, tendría tiempo de pensar si acudiría a su cita con el destino.
Introdujo la llave en la cerradura de la puerta de su casa, se quitó el abrigo, la bufanda, los guantes y las botas, encendió la calefacción, tumbándose en el sofá con la tarjeta en la mano.
Instintivamente se tocó la mejilla para ver si la estrella de la mañana seguía en su sitio, se sorprendió al ver que ya no estaba, pero paradójicamente, se había pegado en la tarjeta, al igual que la del colegio, que se había traído enganchada a la manga y ahora también estaba pegada en la estrella plateada que contenía el mensaje, como en una Trinidad, pensó, ¿era solo casualidad, ó quería transmitir algo implícito? No lo sabía pero desde luego contenía una gran cantidad de magia. Y ella estaba falta de ella, su existencia era un poco solitaria, desde la última decepción, no se había vuelto a enamorar, solo había experimentado deseos fugaces, como fuegos artificiales que deslumbran por su colorido y suben muy muy alto, pero luego dejan solo una estela de polvo y oscuridad.
Quizás alguien la amaba en secreto ó puede que aquello no tuviese nada que ver con el amor, que incógnita se le presentaba.
Esa noche se acostó temprano y soñó con un mundo mejor, donde los sueños se hacen realidad y todos somos más humanos.
La mañana de su primer día de vacaciones la dedicó así misma, llenó la bañera de sales frutales, se colocó una mascarilla de chocolate, se depiló y se aplicó crema hidratante de uva.
Después se puso su pijama especial y cepilló su sedoso cabello color oro viejo. Fue a la cocina y preparó un chocolate caliente con virutas de almendra, eligiendo de su biblioteca “Rimas y leyendas” de Gustavo Adolfo Bécquer su poeta preferido.
Se arrellanó en el sofá y estuvo leyendo todo el día, haciendo alguna pausa para tomar algún refrigerio.
El día pasó rápido, entre ensoñaciones propias de un poeta.
Navidad, amaneció nevado y muy frío, se levantó muy ilusionada, había decidido acudir a su cita misteriosa, pero antes iba a decorar la casa, sacó el árbol de Navidad del sótano y fue adornándolo mientras escuchaba villancicos, cada adorno le traía un recuerdo, cada guirnalda, se secó una lágrima un tanto nostálgica, decidió coronar su árbol, con las estrellas de la esperanza, así las había bautizado, delicadamente tomó la postal, colocándola en lo más alto y cuando terminó, lo roció todo con un spray de nieve.
Colocó las figuritas del Belén, encima del mueble del salón y roció la celosía blanca con purpurina roja, basta ya de tristezas, pensó, hoy es un día alegre. Contempló su obra y sonrió, sí, estaba completamente decidido, iría en busca de su estrella.
Cuando terminó ya era más de mediodía, cocinó un cóctel de marisco y un relleno de pavo al horno, de postre, sorbete de limón, estaba sola, pero no por ello la comida era menos especial.
Su vida un tanto bohemia, la había llevado a la soledad, no quería renunciar a su independencia ó quizás todavía no había conocido a la persona adecuada. Recogió la cocina y comenzó a prepararse, ducha con gel de coco, aceite de vainilla.
Eligió un vestido negro de punto, acompañado por un collar de estrellas, muy adecuado para su cita y botas altas de tacón. El pelo suelto, con sus rizos cayéndole graciosamente por su rostro y un maquillaje nude, discreto que realzaba unos rasgos hermosos.
Terminó de vestirse y se abrigó bien, con un abrigo gris perla y a juego unos guantes, la bufanda era en tonos tornasolados.
Cerró la puerta y guardó las llaves en su bolso de piel.
Abrió su paraguas verde esperanza, a la tarde madrileña, cuajada de nieve. Era todo tan idílico, que parecía una postal.
Su corazón comenzó a latir desbocado, cuando llegó al café, eran las ocho en punto. Un muñeco de nieve sonriente, la observaba desde la puerta, pero no se decidía a entrar.
Limpió el vaho del cristal y observó su interior, el local seguía en su línea intelectual de siempre, decorado con muy buen gusto, el árbol de Navidad era muy hermoso, en tonos rojizos y bajo él, regalos de diversos tamaños, envueltos de ilusión.
Cada mesa tenía una flor de Navidad y en su centro, una vela dorada, que daba un ambiente muy íntimo.

De repente notó un aliento en su cuello, se giró y se encontró con unos enormes ojos verdes y la sonrisa más franca, que hubiese visto en su vida. Sin mediar palabra la tomó de su mano y entraron juntos, sintió que se conocían desde siempre.
Se sentaron cerca de la ventana, sin dejar de mirarse a los ojos.
No hacían falta preguntas, él llevaba una estrella en la solapa de su abrigo.
En ese mismo momento, ella sintió que un solo instante, puede cambiar toda una vida.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sinceramente querido……¡Vete a la mierda!


Con el valor del que nada tiene que perder
Fuiste juez y parte,
abogado de tu causa justa, sin fisuras,
con el hedor de tu verdad absoluta
pagué juicio y gastos.
Pero hete aquí
que el orgullo no te dejo ver
que lo importante no es llevarse la corona de laurel
y ahora el vencedor reclama un segundo juicio,
yo ya rompí los papeles de la multa pagada
y sólo me queda decir:
- sinceramente querido…¡vete a la mierda!

Vida animal


El pequeño mapache se deslizó por el hueco que dejaba la semiabierta cristalera que daba paso a la cocina. Guiado por el olor de los restos de la comida que se desprendían de la bolsa de basura, avanzó nervioso, atisbando a un lado y a otro, esperando el ataque de algún depredador en cualquier momento.
Sus cortas patitas resbalaban en aquella superficie brillante, sobre la que en vez de árboles emergían objetos que emitían extraños zumbidos.
Con unos cuantos pasitos más alcanzó su objetivo ¡qué tesoro!, sus ojitos negros brillaron de emoción.
Unos sonidos acercándose hicieron que cogiese los restos de un muslo de pavo asado y fuese a esconderse en un hueco lleno de redondos y relucientes cachivaches.
Un macho enorme entró dando grandes zancadas detrás de una hembra que no parecía demasiado interesada en los avances de su pretendiente. El pecho del macho se hinchaba al mismo ritmo que sus gruñidos de reclamo se hacían cada vez más fuertes y más graves.
El mapache observó a la hembra que seguía indiferente a los requerimientos, abrió uno de los zumbadores donde almacenaba la reserva de alimentos, sacando una gran cantidad de ellos.
La hembra se puso a romper los alimentos y a echarles agua,cosa que desconcertó por completo al pequeño intruso.
Mientras el macho, al ver que con su canto no conseguía ni una mirada, inició una especie de danza alrededor de la hembra y comenzó a adquirir una brillante tonalidad rosada, con la que esperaba atraer al objeto de su deseo.
La hembra continuaba impertérrita, pero cuando el macho la atrapó entre sus extremidades superiores, emitió un sonido tan agudo que el corazoncito del mapache casi sale huyendo de su refugio.
El macho salió de la cocina, perseguido por la hembra que no paraba de emitir aquel horrible sonido. El pequeño visitante aprovechó y se escapó dejando abandonado su tesoro, feliz de no pertenecer a esa rara especie bípeda.

jueves, 25 de noviembre de 2010

HOLA


Queridos lectores del blog,
perdonad si ultimamente he escrito poco,
pero estoy liada enviando relatos y poesías
a diferentes certamenes literarios,
no obstante, estoy preparando un relato navideño,
que en breve colgaré para vosotros.
Espero que valdrá la pena la espera.
Un beso muy fuerte lleno de polvo de hada.

martes, 16 de noviembre de 2010

Poesia Nocturna


Poesia que se escapa y se detiene,
movimiento que responde a la dinamica
de dos seres que quieren ser
a pesar del mundo,
acto de dos
convertido en acto unico
y tan solo uniendo nuestros cuerpos
asi profundamente hasta lo abismal del todo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Otoño - Medina Azahara.



Queridos amigos,quería compartir con vosotros un video de Medina Azahara "Otoño" aprovechando esta estación que me fascina por su colorido y su magia.

SOLO AMOR


Solo amor,
amor por amor,
sin esperar nada a cambio.
-Amor sin correspondencia-

Amor de una sola dirección,
sentimientos de ida,
de un solo camino.
-Amor que llega y no retorna-

Cupido solo disparó una flecha,
es un amor sin esperanzas,
que vivió ya su crepúsculo,
y hoy se encuentra en sombras.

Amor,amor con mayúsculas,
que espera en lo imperecedero,
se alimenta del pasado,
y vive en la plenitud del sueño.

Amor pausado,tranquilo,
carente de pasión,
que vive de tu olvido,
nutriéndose de mi soledad.

Hoy amor te recreo,
es más fuerte tu recuerdo,
que mi realidad.

-¡Oh amor glorioso,
que vivirá por siempre jamás!

sábado, 30 de octubre de 2010

Misterios


La noche es hechicera e invita a las ensoñaciones,
en el silencio relativo de esta,
percibo la grandeza del misterio de lo intangible,
es inabarcable por su propia esencia.

Lo etéreo del universo,
es además tan insondable,
como el corazón humano,
suave esbozo de estrella de mar,
que aúna la tierra con el cielo,
y añade profundidad, a su concepción.

viernes, 29 de octubre de 2010

martes, 26 de octubre de 2010

CARTA DE AMOR


Cada vez que pienso en tí me emociono,
cuando escucho tu voz suave,acariciante,
siento literalmente,saltar mi alma,
y toda yo me estremezco,
en la ilusión de mi ensoñación.

Veo asomar tu alma,entre el brillo de tus ojos,
no dices nada,pero ella me lo dice todo,
y me muestra su belleza,que relega un cuerpo inseguro.

Eres puro,eres aire,
ser etéreo de efímera fragancia,
flotas entre la vulgaridad de los seres que te rodean,
y te limitan con sus mundanos actos.

Tú debes volar más alto,
tu intelecto te lo permite y te lo exige,
no te ancles en lo finito y perecedero.

Quiero acercarme a tu cielo,
no me cierres tus puertas,
yo también tengo mucho que ofrecerte,
mírame a los ojos, en mí también brilla una llama.

Aunque el fuego de la impaciencia me devore,
y la pasión se me escape por cada poro,
prometo no quemarte,solo calentarte un poco.

Ni el tiempo,ni la distancia,podrán borrar esta atracción,
que se aviva con cada encuentro,
ni mi encierro,ni tu timidez.

¿No te das cuenta de como tiemblo cuando te veo?
Sí,ya se que que tu mente y la mía funcionan como férreos escudos,
evitando cada encontronazo,
pero algún día la daga penetrará en la carne,
y lejos de lacerarla,la hará florecer,
porque el amor no puede permanecer atado,
y el eclipse parcial, no impedirá que la luna deslumbre con su fulgor
y de paso a un sol,cuyo resplandor ciega y hace brotar la vida.

SI...



Si la soledad oscurece tu alma,
la lluvia la limpiará.
Si la pena encoge tu corazón,
la alegría lo ensanchará.
Si la noche amplía la agonía,
el día la reducirá.
Si la distancia enfría la vida,
el acercamiento la calentará.
Si el desamor vacía tu vida,
pronto otro amor la colmará.

A tí hoy escribo,
núfrago de una pasión,
¡levanta de nuevo tu vela!
aún no acabó tu peregrinar,
pues eres semejante a una gaviota,
y tus sueños de ermitaño,
no deben dejarte atrás.

Libera tus manos ¡trabaja!
levanta nuevos cimientos,
construye de nuevo tu hogar.
No pongas medios humanos,
hoy parecen fuertes,
pero mañana se derrumbarán.


Solo en lo espiritual,
hallarás el verdadero goce,
y jamás te fallará,
porque es infinito,
y llena completamente.

lunes, 25 de octubre de 2010

EL DESTINO



Laura se encontraba en el mercado, era un zoco de enormes dimensiones, había puestos por doquier y la mercancía expuesta parecía casi ilimitada.
Los olores a especias resultaban casi mareantes, a la par de sugerentes, el clavo, cardamomo y nuez moscada, eran los predominantes, también los más penetrantes.
Notó una mano en su nalga, siguió su camino sin dar ninguna importancia a éste hecho, ya que en Turquía debía ser algo natural, a juzgar por el número de veces que ya le había ocurrido.
Aspiró fuertemente, el olor de la libertad, sola, a miles de kilómetros de su casa, en un país desconocido, con un idioma que no hablaba, poblado de hombres de mirada ardiente y todo era tan exótico…
Se acercó a un tenderete, donde la plata brillaba, bajo el reflejo del neón de un café cercano. Era espectacular ver tanta plata junta, brazaletes tallados, pulseras labradas con filigrana, anillos de piedras azules, pendientes engarzados con el ojo turco, broches multicolores, cadenas de todos los grosores…
Comenzó a probarse pendientes, finalmente eligió unos de plata con turquesas, largos, que parecían pequeñas lámparas orientales. Al alzar la vista al espejo de bronce que estaba colgado, para ver como le quedaban los pendientes, se quedó sorprendida al ver reflejados también, unos enormes ojos almendrados de un negro azabache, que la miraban fijamente y tan intensamente, que parecían desnudarla. Laura sintió violada su intimidad, las veinte veces que había sido tocada “fortuitamente” en el zoco, no eran nada si se comparaban con el escrutinio de esos ojos que parecían abismos .Con manos nerviosas se quitó los pendientes y sacó dinero de su cartera sin preguntar ni tan siquiera el precio, se sentía tan vulnerable, que solo quería irse lo más rápidamente posible. Depositó un billete de cincuenta euros, más que suficiente, pensó, en la mano del turco, sin volver a levantar la mirada. El roce del billete con la mano del dependiente, le produjo un latido, en un lugar prohibido de su anatomía.
Salió literalmente corriendo de allí, con los pendientes en la mano, así sin más, sin ningún envoltorio. Entonces un policía que la vio corriendo, le preguntó si tenía algún problema, al verla con los pendientes en la mano, pensó que los había robado y la hizo volver al puesto, para preguntar al dependiente. Laura trató de explicarle por enésima vez que había pagado los pendientes, Hassan, que así se llamaba el platero, corroboró lo que ella dijo y además le dio treinta euros de vuelta, con una sonrisa socarrona.
Ella enrojeció y dándole las gracias e ignorando al policía, que se deshacía en mil perdones, se dirigió al café más próximo, necesitaba tomarse una tila. Se sentó al lado de un gran ventanal que ofrecía una magnífica vista del zoco. Pidió una tila doble, se la sirvieron en un bello vaso decorado con caracteres árabes dorados, tomó la cucharilla y se sirvió dos cucharadas de azúcar, cuando empezó a sentirse más reconfortada, casi se atraganta al notar una mano que se posaba en su hombro. Giró la cabeza y vio a Hassan, detrás de ella, con su sonrisa de luna llena.
La tomó del brazo e introdujo en su muñeca, una preciosa pulsera, con un gran ojo turco en el centro, para combatir el mal de ojo, dijo en un perfecto castellano. Laura se sorprendió, al oírle hablar su idioma, él le dijo que su madre era española y su padre turco.
Se sentó a su lado y pasaron la tarde hablando de mil cosas, ella se sentía feliz, colmada. Cuando se quisieron dar cuenta, el café cerraba sus puertas y él la invitó a seguir la tertulia en su casa. Laura aceptó, por fin sabría si Gala exageraba en su famoso libro “La pasión turca”, ó por el contrario era verdad todo lo que se decía sobre la legendaria fogosidad de los hombres turcos. Cruzaron el zoco, ahora desierto, adentrándose en un laberinto de callejuelas llenas de basura, Hassan la llevaba cogida de la mano, una mano rugosa, un tanto áspera, pero caliente y fuerte. Laura se preguntó como sería sentir esa mano en otros lugares de su cuerpo, involuntariamente se estremeció. Que aventura, la media luna brilla en el cielo y riela sobre el Bósforo, iendo de la mano de un turco de ojos infinitos, probaré las famosas “delicias turcas”, soy libre y esta noche voy a gozar como nunca, en un palacio oriental, pensó radiante de felicidad.
Llegaron a un barrio surcado de ratas y desperdicios, el agua estancada del suelo, hacía que una nube de insectos flotasen sobre ella, los gatos buscaban comida entre montañas de excrementos, el olor era casi insoportable. Lejos de desanimarse, Laura se agarró más fuerte de la mano de su turco. Se pararon ante la puerta de un edificio ruinoso, entraron subiendo por una angosta escalera que parecía un minarete, surcada de suciedad. En la escalera no había luz y a punto estuvo de caerse varias veces, pero HaAssan la agarraba con fuerza. Ella iba delante y notaba un bulto tranquilizador detrás, el tamaño parecía enorme, soñaba con el momento de desenvolver su verdadero regalo.
Atravesaron una puerta y entraron en una pequeña sala con una alfombra raída como único mobiliario. Le dijo que esperase allí, mientras le aguardaba, oyó el llanto de un bebé y luego una discusión de una mujer y él en turco.
Al cabo de un momento salió una mujer de una habitación, toda despeinada, con tres niños pequeños, la miró con odio y con los ojos llenos de lágrimas. Hassan salió y casi la empujó hacia la misma habitación de donde había salido la mujer con los niños. En ésta, solo había una gran cama con sábanas arrugadas, todavía calientes y un lavabo.
Como única decoración, fotos de Hassan con los niños y la mujer que había visto antes. No podía dar crédito, estaba casado y tenía hijos y era capaz de mandar fuera a su familia para yacer con ella, en la misma cama donde dormían ellos. Como si fuese la cosa más normal del mundo se acercó para besarla y ella se apartó. Le dijo que nunca se acostaría con un hombre casado y él le dijo que no había ningún problema, que él se podía casar hasta con cuatro mujeres, según su religión.
Laura le contestó furiosa que le daba igual, pero que se marchaba, recordando las lágrimas de impotencia de su esposa.
Hassan se puso delante de la puerta impidiéndole el paso, toda la magia inicial, había desaparecido como por ensalmo.
La empujó y tiró a la cama, mientras trataba de quitarle la ropa, entonces, aprovechando el tamaño del brazalete que le regaló y su grosor, le golpeó con fuerza en la cara, ojo contra ojo, realmente me está ayudando a alejar las malas influencias de mí, pensó mientras casi se mataba bajando la escalera sin luz. En su carrera metió el pie en un charco de agua sucia, pero no se detuvo, Hassan corría tras ella lanzándole todo tipo de obscenidades.
Cuando se dio cuenta de que se había perdido entre las angostas callejuelas lloró, el príncipe oriental se había convertido en un demonio de las mil y una noches. Entonces decidió meterse en un espacio oscuro, una especie de escondrijo ó hueco que se abría en una pared cercana. Allí aguardó con el corazón palpitante de miedo. Oyó los pasos de Hassan que se perdían en la noche y la llamada a la oración de las cinco de la madrugada, la distrajo momentáneamente. Cuando se creyó segura salió, se cruzó con un grupo de fieles que la miraron extrañados, camino de la mezquita.
Laura caminó sin rumbo hasta que encontró un taxi que la llevó a su hotel.
Lo peor había pasado, o eso creía ella.
Cuando fue a pagar al taxista se dio cuenta de que no llevaba el monedero, Hassan se lo había cogido posiblemente, cuando fue al baño en el café.
El taxista quería cobrar aunque fuese en carne, por lo que bloqueó los seguros del taxi y se puso encima de ella, cuando ya estaba a punto de clavarle su cimitarra, apareció un policía que la salvó, era el mismo del zoco y la instó a que no se metiese en más líos.
Cuando finalmente llegó a su habitación sintiéndose segura al fin,
otro turco la esperaba dentro, el camarero del hotel.

No se puede escapar al destino y esa noche estaba claro cual sería …

domingo, 24 de octubre de 2010

El calor de la sangre


El cuerpo, aún caliente, permanecía al lado del otro disfrutando de la cautivante huella que siempre se apoderaba de ella después de la unión con otra alma.
Miraba tranquila las vigas de madera del Líbano que conformaban el techo de la habitación. Si inspiraba con fuerza podía percibir el aroma de los cedros de su país natal, aunque tras milenios de talas indiscriminadas apenas quedaba ya nada de los bosques de su infancia.
El hombre tenía los ojos abiertos, el verde destacaba con fuerza en un rostro moreno de ángulos perfectos, los labios acogedores de otro beso hicieron que ella se inclinase, rozándolos apenas con su lengua, agradeciendo que hubiesen cumplido lo prometido.
- “Te daré lo que me pidas” – el eco de la envolvente voz llenaba el espacio vacío de la habitación.
Quizás pronto tendría que despedirse de él, pero por el momento se deleitaba en los imborrables recuerdos que la había deparado aquella noche.
Se había levantado como cada día, dispuesta a hacer rápidamente sus obligaciones habituales, la emoción hacía mucho tiempo que había desaparecido y actuaba como una autómata, sólo era cuestión de supervivencia.
El pub irlandés estaba lleno de humo y gente celebrando el día de San Patricio, multitud de tréboles colgaban de cualquier sitio donde posaba la mirada, pero incluso rodeada por un mar de verdes, sus ojos la atraparon.
Amor a primera vista, el deseo de acercarse y hundirse en aquél brillo que la llamaba hizo que se olvidase de lo que la había llevado hasta allí o quizás no lo había olvidado.
La conversación fue breve, con él no eran necesarias las palabras, parecía saber lo que ella quería, lo que necesitaba y estaba dispuesto a dárselo… o eso es lo que él creía.
El camino hasta su casa se hizo eterno, deseaba poder ver el torso desnudo, que escondía la blanca camisa con las iniciales bordadas.
Cuando los brazos rodearon su cintura y la atrajeron hacia él, pudo deleitarse en los ojos que la arrastraban a otros, muy lejanos ya, aquellos que marcaron su vida, aquellos que amaba pero que nunca consiguió entender.
Estos por el contrario lo decían todo, tanta sinceridad, tanto deseo, tanta ignorancia….dudo por un momento, pero los dedos que suaves aleteaban sobre su espalda borraron cualquier pensamiento que no fuese el aquí y el ahora.
La ropa deslizada delicadamente se arremolinaba a los pies de los amantes, que se acariciaban con todo el tiempo infinito en las yemas de sus dedos, exploradores incansables de los misteriosos caminos que se les ofrecían.
Con cada unión de los labios, aspiraba cada molécula de oxigeno que encerraban los pulmones de aquel cuerpo que se ofrecía a ella como los fieles a sus dioses.
- Te daré lo que me pidas – aquellas habían sido las palabras que resonaron en los oídos de ella, que hicieron que lo desease más, que hicieron de él el elegido, como ella lo fue en aquel anochecer de hacía ya una eternidad, un momento fugaz suspendido para siempre en su memoria. Pero ella no fue capaz de hacerlo, de dar todo lo que él la pedía y cuando le fue arrebatado no le quedó más remedio que tomarlo a la fuerza.
- ¿Estás seguro? Yo lo quiero todo
- Toma todo entonces
Tonto ingenuo… la sed se volvió más fuerte que el deseo, los afilados colmillos se abrieron paso a través de la tierna carne, surtidor del néctar de la vida.
Bebió de él, colmando su boca del dulce líquido, el calor de la sangre devolvía a la vida cada primitivo tejido que componía su cuerpo, pero no era suficiente…se sumergió en los recuerdos que él la ofrecía, imágenes de una vida que quedaba atrás, se vio a sí misma esquivando a los alborotadores hasta llegar a él, hasta llegar a aquél instante.
El corazón pronto dejaría de latir, debía parar el festín, aún quedaban multitud de cosas, cosas grandes, grandes cosas, que él en su desconocimiento le había ofrecido:
- “Te daré lo que me pidas”
Olió el amanecer antes de que éste llegase, debía irse ahora, se inclino de nuevo sobre el hombre, que parpadeó ligeramente, ocultando así el motivo de su para él desconocido poder.
Las manos débiles por la perdida sufrida, acariciaron el rostro lleno del calor que él había contribuido a crear.
- Te daré lo que me pidas – la voz sonaba fuerte, decidida, sin ninguna sombra de duda
- La eternidad a mi lado
Lo último que vio antes de morir fueron unos ojos negros clavados en la tempestad de los suyos, sintió de nuevo los colmillos abriéndose paso en su vena, hasta sacar la última gota de sangre que le mantenía atado a su vida.
- La eternidad a tu lado –
Ningún mortal hubiese podido escuchar sus últimas palabras, pero ella no lo era, para ella ni siquiera eran necesarias, ella podía leerlas en su corazón, en las imágenes confusas y apagadas que el agotado cerebro seguía transmitiendo.
Clavó sus dientes en su propia muñeca y la acercó al moribundo, devolviendo el brillo que había hecho que desease de nuevo el calor de la sangre.
- La eternidad a mi lado
- La eternidad a tu lado
....y los cuerpos se fundieron en un abrazo imperecedero antes del amanecer.

viernes, 22 de octubre de 2010

Anabella

Un modesto homenaje para A. P. Reverte

La Puerta del Sol bullía de gente aquel segundo día de Mayo, claro y despejado, como la frente de la muchacha extranjera que, a duras penas, entre sonrisas y disculpas teñidas con acento foráneo, se abría paso a través de la concurrencia.

El pelo rubio y rizado recogido en la nuca, cubierto por una rica mantilla de encaje blanco, muy a la moda del país. Los ojos de color marrón, avizores, atentos, más por ansiedad que por recelo, a los rostros con los que se iba cruzando. Vestido de corte francés, sencillo y largo, ceñido a la cintura, con discreto escote y un ligero vuelo.

A medida que se aproximaba a su destino, notaba que aquella mañana el ambiente estaba más enrarecido que de costumbre. Y eso era mucho decir en aquel Madrid ocupado por las tropas imperiales desde hacía tiempo, concretamente desde que Godoy invitó al corso bajito a atravesar el país para ir a combatir con los portugueses y sus aliados británicos, estampando su firma en aquel infame tratado de Fontainebleu y que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y el Manzanares por la capital, se había convertido en una invasión en toda regla. Una invitación que el Príncipe de la Paz había pagado el día dieciocho del mes anterior con su precipitada huída de Aranjuez, evitando con su espantada caer en manos de una plebe azuzada por las proclamas inflamadas de curas y nobles, enemigos acérrimos de todo aquello que oliera a francés o a revolucionario.

No habían elegido un buen día para encontrarse.

Las conversaciones, cazadas al vuelo, hablaban de rebelión y muerte al gabacho. Rumores de rapto de la familia real y maldiciones impregnadas de rencor, miedo e incertidumbre ante lo que parecía, a todas luces, un golpe de estado por parte de Napoleón y su lugarteniente en Madrid, el general Murat.

Se colocó junto a la fuente de la Mariblanca, lugar concertado para la cita que iba a tener lugar si Dios y la ira de los madrileños lo permitían.

Entre la algarabía de voces, escuchó el tañido de las campanas de la cercana iglesia de San Ginés, anunciando la misa de ángelus. Se retrasaba. Es normal, pensó, Tal y como está el patio no me extrañaría que le hubieran denegado el permiso.

Aquel joven alférez, que tan atrevidamente se había presentado en su camerino del Teatro Real, sin flores, ni regalos caros, había resultado ser el autor de las cartas que, desde hacía tiempo había venido recibiendo de forma anónima de mano de aquel pintor de la Corte, Francisco de Goya y Lucientes, amigo y mentor del susodicho. Aquel juego epistolar, al que el reconocido maestro tan amablemente se había prestado, con la discreción justa para no desenmascarar a su autor, había abierto, a fuerza de poesía y descaro, una ligera brecha en su corazón de artista curtida en los escenarios más importantes de toda Europa. París, Viena, San Petesburgo…; en todos ellos la gran Anabella Orsini, había puesto a sus pies a los hombres más poderosos del continente, para acabar entrando en el juego de un simple oficial de artillería español que realizaba su servicio en el cercano Parque de la calle Monteleón.

Y es que cuando el impetuoso muchacho entró en su camerino, sacando de la estancia sin una sola palabra, casi en volandas, a su celosa asistenta, se encontró, frente a frente, con la mirada más intensa que nunca, desde que comenzó su carrera siendo apenas una niña salida de la escuela de canto del maestro milanés Andrea Capello, había conocido. Una mirada que refrendaba, una por una, las palabras escritas en aquellas misivas anónimas que tanto desazón había provocado en su alma durante los últimos días.

Palabras corteses, educadas, pero directas al alma. Sin la retórica vacía acostumbrada por sus potenciales pretendientes, más ocupados en rebuscar términos amorosos en los romanceros de sus inmensas bibliotecas que de expresar la verdadera naturaleza de sus sentimientos.
Morfemas medidos y faltos de exageración. Huérfanos de las expresiones pueriles mil veces repetidas por mil bocas mediocres a mil oídos inexpertos. Por eso, y solo por eso, había llamado su atención aquel joven oficial que no tenía donde caerse muerto. Pureza y verdad. Lo de aquel muchacho no era sinceridad sino una inconsciente ausencia de artificio.

- ¡¡¡Los gabachos se llevan a los infantes!!!

El rumor corrió como un reguero de pólvora desde el antiguo mentidero de San Felipe, lugar que recogía las inquietantes noticias provenientes del Palacio Real, donde cientos de madrileños se habían congregado desde primera hora de la mañana.

- Malnacidos. No tienen bastante con haberse llevado al rey y al príncipe Fernando a Bayona y ahora se nos quieren llevar al más pequeño. Por la Virgen Santa que hay que degollar a toda esta caterva de extranjeros, hijos del demonio.

El comentario lo había hecho un madrileño de anchas patillas que se encontraba sentado, descuidadamente, en el mármol de la pila, justo al otro lado de la fuente y que atendía al nombre de Curro Mordaza, a un grupo de ciudadanos ansiosos por prestar oídos a las palabras de cualquier caudillo improvisado. Deseosos por hacer algo aunque sin saber muy bien el qué.

Anabella lo observó de soslayo: pelo negro, recogido en redecilla, chaquetilla corta y los dedos pulgares de sus manos introducidos en la faja donde destacaba, amenazante, la cacha nacarada de una navaja de palmo y medio. No pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda al ser consciente de su propia condición de extranjera entre aquella gente nerviosa y fanática.

- Que se lleven al de Paula lo mismo dá – intervino otro vecino – Por lo que dicen ese crío tiene más sangre de Godoy que del Borbón.
- ¡No! – corrigió un cura de aspecto ladino, con sotana raída y menos carnes que rocín de hidalgo manchego – Es sacrilegio poner en duda la divina legitimidad de cualquiera de los miembros de la Casa Real. El compadre Curro tiene razón, hay que rescatar al joven infante y acabar con esos anticristos extranjeros.

Hasta ese momento la joven diva no había sentido miedo. El encuentro concertado había acaparado toda su atención, como si el resto de circunstancias que confluían en aquel lugar no tuvieran que ver con ella. Pero ante la fiereza de las expresiones, la crudeza de los juramentos y la creciente ola de violencia verbal que se iba extendiendo entre los presentes, un atisbo de terror comenzó a desplazar los dulces pensamientos, por un recelo que aumentaba a medida que aumentaba el retraso de su joven admirador.
Observaba los rostros cetrinos, las miradas ardientes, las bocas distorsionadas en muecas de asco e indignación, y en su nerviosismo, creyó descubrir algunos ojos brillantes clavados en ella misma.

Decidió moverse de aquel lugar, sin perder de vista el punto de reunión; dio algunos pasos con aire indiferente; vuestra guerra no va conmigo, yo solo estoy de paso, parecía decir, sois un pueblo ignorante y sometido y parece que hasta os gusta

Le vino a la cabeza el recuerdo de un admirador parisino, secretario adjunto en el palacio de Valençay, espía a sueldo del emperador, que, entre risas y chanzas le contó la poca consideración que aquel príncipe español, estúpido y ambicioso, tenía por sus propios compatriotas, los mismos que ahora estaban a punto de partirse el pecho por él.

Ruido de cascos en el suelo enlosado de granito. Gente a caballo en la calle del Arenal, jinetes que se aproximaban por los aledaños de las calles de Alcalá y Montera.

- ¡¡¡Los mamelucos!!! ¡¡¡Nos están rodeando!!!

El solo nombre de aquellos jinetes árabes que se había traído el emperador de la campaña de Egipto, bastaba para sembrar el pánico en el corazón del más aguerrido. Hasta el bravucón de Curro Mordaza se incorporó como accionado por un resorte ante la mención de aquellas tropas de élite.

El rumor se convirtió en clamor. Se comenzaron a escuchar gritos entre la multitud, proclamas antifrancesas y amenazas de muerte a los moros.

Anabella decidió por fin, muy a su pesar, abandonar aquel lugar, antes de que estallara la lucha que, sin duda iba a tener lugar en breve. Excuse moi, mon petit soldat, je ne peux pas attendre ton arrivé, pensó.

Enfiló hacia la estrecha calle de La Paz, a esas alturas la única despejada de presencia armada, como si los franceses pretendieran dejar una pequeña válvula de alivio por donde la gente, amedrentada por su presencia y convenientemente metida en cintura, pudiera retornar a sus casas antes de que comenzar a cortar cabezas y miembros con aquellos alfanjes de hoja ancha y brillante.

Noticias inquietantes de ultimísima hora. La batalla había comenzado en la Plaza de Oriente. La multitud se había lanzado sobre el regimiento de granaderos que el general Murat había dispuesto en el Palacio Real con objeto de escoltar la salida de la calesa donde el joven Francisco de Paula y su hermana, la infanta Maria Luisa, se disponían a marchar hacia el exilio impuesto por el emperador, completando la reunión familiar en la francesa localidad de Bayona.

Ante los aterrorizados ojos de Anabella, las puertas del infierno se abrieron de par en par.

El clamor se convirtió en un pandemonium de insultos y juramentos que traspasaban la mera amenaza para acabar convirtiéndose en hechos; reacción en forma de macetas arrojadas sobre los invasores desde los balcones y los tejados de aquel Madrid rebelde que, cual animal herido, se revolvía contra sus atacantes dispuesto a vender cara su piel de toro orgulloso.
En un principio, los jinetes mamelucos mantuvieron sus posiciones, aguantando estoicamente el aluvión de objetos que, desde cualquier parte, les caía como granizo. Con los alfanjes desenvainados, apoyada la hoja curva en el hombro, marciales, como correspondía a su condición de soldados.

La muchedumbre, encendida por las arengas sediciosas que, desde cualquier punto de la Puerta del Sol atronaban en boca de improvisados salvapatrias, se arremolinaba dispuesta para el asalto, empuñando lo primero que había encontrado, palos, navajas, tijeras, hoces…

Desde su sitio, Anabella observó con espanto como la única salida de aquella ratonera se cerraba, sellada por la llegada de nuevas tropas, soldados de línea esta vez, con la bayoneta calada y los fusiles amartillados. Sin duda ante la alarmante amenaza que suponía el levantamiento popular, el general Murat había hecho entrar en la capital a las tropas acantonadas en las afueras.

De pronto se encontró zarandeada por una corriente humana que, lejos de amedrentarse por los refuerzos recién llegados, se aprestaba al enfrentamiento dirigiéndose como una marea iracunda hacia el enemigo. Y ella en medio, naufrago en aquel mar de violencia y muerte.

Entonces llegó la orden. Cuando el toque de clarín anunció la inminente carga de la caballería, supo que todo había acabado antes si quiera de empezar, pues aunque la valentía de aquel pueblo fanático, a veces absurdo, a veces increíblemente noble, rayaba en la temeridad, era evidente para cualquier persona con el sentido de la lógica exento de contaminación nacionalista que el resultado de la contienda solo podía tener un final. No en vano, aquella tropa compuesta por sastres, costureras, toneleros, artesanos, tenderos, comerciantes y rufianes, se enfrentaba al mismo ejército que había puesto de rodillas a más de la mitad de Europa.

Ahora el terror la dominaba. Recorrió con la mirada, en busca de alguna salida, pero por todas partes reinaba la confusión más absoluta. Comprobó con espanto que no todo el griterío obedecía ahora a las proclamas antigabachas. Horror, espanto, miedo, dolor, esos eran los matices que ahora parecían teñir las exclamaciones de aquellos madrileños locos, al sentir en sus propias carnes el efecto de aquella maquinaria bélica perfecta que era el ejercito imperial.
El sonido de una descarga de fusilería atronó a su derecha. Las tropas de línea habían abierto fuego contra la población. Una mujer cayó a su lado. Anabella la observó inerme, sobre el suelo. Una mancha roja se iba extendiendo, poco a poco por todo su pecho, como una rosa temprana que abre sus pétalos, impúdicos, a la luz del sol. Tenía los ojos muy abiertos, como de sorpresa, y un fino reguero de sangre se derramaba desde su nariz. No pudo reprimir un grito de espanto ante la inminencia de la muerte.
Un hombre, sin duda su marido o novio, pues la muerta apenas rondaría los veinte años, se arrodilló junto al cadáver, y la observó con la boca muy abierta, como si aun no terminara de entender qué había pasado. Luego, levantó la mirada y, apretando la cara de la muchacha asesinada contra su pecho, elevó hacia el cielo un grito desgarrado que se perdió entre el coro de gritos desgarrados que invadía el aire de la Puerta del Sol.

Sintió como la empujaban, y ella, impotente, se dejaba arrastrar por la fuerza de la muchedumbre. Una nueva descarga y más cuerpos caídos.
El sombrero redondo de copa corta, propiedad del hombre que se encontraba justo delante de ella, voló hasta sus manos cuando un balazo caprichoso destrozo la cabeza de su corpulento propietario. Conmocionada, notó que algo le salpicaba la cara. Se llevó la mano a la mejilla y comprobó que se trataba de coágulos sanguinolentos mezclados con fragmentos de sesos y hueso.
El shock hizo que perdiera toda noción de realidad. Se dejo caer abatida, sobre el suelo teñido de rojo, llorando desesperada, pues el miedo que oprimía su corazón había bloqueado cualquier instinto de supervivencia.

Con la visión velada por las lágrimas, pudo observar como los vecinos, haciendo gala de un valor nacido de la desesperación, hacían pagar con saña cada muerto, cada herida, cada gota de sangre madrileña a los imperiales.

Un jinete mameluco, rodeado por una turba a cuya cabeza creyó reconocer el rostro malencarado de Curro Mordaza, había sido desmontado y cosido a navajazos entre insultos y golpes. Mas allá, en la calle de La Paz, la línea de soldados de infantería se veía ahora desbordada por la ingente marea humana, y ya el combate se desarrollaba cuerpo a cuerpo, entre bayonetazo y mojada de navaja albaceteña. Todo caos. Todo muerte.

Antes de cerrar los ojos tuvo una visión fugaz, la de un paisano de aspecto maduro y gesto sobrio, que, asomado al balcón de uno de los edificios aledaños garabateaba sobre un trozo de cartón. Perdida en su desvarío, aquel rostro se le antojó conocido, quizás alguien a quien le habían presentado en alguna recepción ofrecida tras el éxito de alguna de sus representaciones. Sí, ahora lo recordaba.

Impertérrito, Francisco de Goya, pintor de Cámara del rey Carlos IV, tomaba apuntes para llevar al lienzo la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Y junto a él, de pie, con medio cuerpo fuera de la balconada, examinando con desesperación el gentío en busca de algo o alguien, una figura joven y familiar, vestida con la casaca azul y correaje blanco, cruzado sobre su pecho, del uniforme de artilleros, su admirador perdido, el alférez Luís San Román.

Levantó la mano hacia a él, en un gesto implorante, pero entre la maraña de gente, humo y sangre, él parecía no verla.
Impotente y vencida, con los ojos cerrados para no contemplar su propia ruina, hizo lo único que sabía hacer, lo único que le quedaba por hacer: cantar.

La escena no podía parecer más fuera de lugar: una hermosa mujer arrodillada, con la voluntad rota por el miedo y el vestido y la piel salpicada de sangre ajena, interpretando un aria en idioma extranjero.
La voz proyectada se fundía en el clamor de la batalla, proporcionando un matiz irreal, onírico. Cantaba, y en su mente bailaban los recuerdos de su vida como la procesión de imágenes de aquel curioso artefacto que había tenido ocasión de contemplar en casa de un príncipe piamontés. Linterna mágica, así se llamaba, o así creyó recordar que se llamaba, en su desvarío.

El aria acabó con una nota elevada, tan alta que llamó la atención de la gente, paralizando por un momento la encarnizada matanza que tenía lugar a su alrededor.

Abrió los ojos lentamente, sin prisas, y lo primero que llamó su atención fue el par de botas negras y el calzón blanco. Según levantaba su indolente mirada, el uniforme se fue completando: casaca azul de regimiento de línea, cartucheras blancas cruzadas sobre el pecho, la vaina del sable vacía y, por fin, un rostro desencajado y sucio de sangre, pólvora y sudor, con un enorme mostacho, y la cabeza cubierta por un chacó en el que brillaba una placa que indicaba la unidad a la que pertenecía aquel soldado gabacho que, inmune a la patética estampa que ofrecía la mujer, levantaba el sable por encima de su cabeza, dispuesto a ejecutar el golpe que la enviaría al cielo de los artistas.
De repente, ante la inminencia de la muerte, el miedo desapareció como por ensalmo y dispuesta a no ofrecer la menor resistencia, sonrió al soldado con dulzura; la misma sonrisa que Cristo, nuestro señor, debió ofrecer a los paganos que le clavaron en el monte Calvario.

No escuchó el disparo. El sable cayó de la mano del soldado, mientras en su frente un hilillo humeante se elevaba, fugaz, del orificio provocado por la bala. Estaba muerto antes de que su cuerpo desmadejado se desparramara por el suelo.

Detrás del cañón aún humeante de la pistola, una mirada familiar, la misma que le había robado el corazón hacía apenas un par de días, o mil años, no estaba muy segura, se clavaba ella con un brillo de preocupación. De pronto, el mundo entero parecía girar alrededor. Sintió llegar el desmayo justo en el momento en que el joven alférez San Román, aspirante a oficial del cuerpo de artillería de su majestad, la recibía entre sus brazos. Sonrió casi sin fuerzas, al reconocer el rostro de su joven admirador.

- Se ha retrasado usted… - Un único comentario, antes de hundirse en las tinieblas.



EPÍLOGO

La brisa marina resultaba tonificante. Apoyada en la borda, Anabella respiraba con fruición aquel aire de mar, húmedo y espeso.

Los acontecimientos se habían precipitado en la última semana. Después de que el alférez la rescatara de la matanza, permanecieron un par de días escondidos en casa del sordo aragonés. El joven no podía volver a su acuertelamiento, pues había sido éste uno de los focos más activos durante la revuelta. Sus propios oficiales, los capitanes Daóiz y Velarde, habían muerto como héroes, resistiendo por dos veces el asalto de las tropas francesas. El mero hecho de reincorporarse a su regimiento podría suponer para Luís el encarcelamiento, bajo sospecha de amotinamiento, o, en el mejor de los casos, su incorporación al ejercito imperial, como estaba sucediendo con la mayor parte del ejército español, siguiendo las directrices marcadas desde Bayona por el propio príncipe Fernando.

- ¿Qué harás ahora? – le había preguntado apenas un par de días después de la tragedia del 2 de Mayo - ¿Lucharás por tu patria contra los franceses?

La pregunta tenía cierta carga retórica, pues en el fondo ella no dudaba de que las intenciones del alférez fueran muy distintas de las de cualquier español que sintiera como suya la afrenta a la que se había visto sometido su país.


Él se había limitado a sonreír y acercar su boca a los labios de ella.

- Tú eres mi patria – había contestado él con firmeza.

Así, tras la rescisión del contrato que tenía con el Palacio Real a causa de la guerra, fueron a recoger a Margot, su asistente de cámara, que aún permanecía escondida y aterrada en su vivienda de la calle del Pez, y, aligerando en lo posible su numeroso equipaje, habían salido de Madrid gracias nuevamente a la ayuda del pobre Don Francisco, que les observó partir con la pena marcada en la cara. Después, la llegada a Cádiz, el embarque rumbo a América, y luego…

La espuma de una ola impertinente salpicó su rostro, devolviéndola a la realidad.
El joven ex alférez se reunió con ella en la cubierta del barco.
-
- Te he traído un chal. Esta brisa es traicionera, y no creo que a tu voz le venga muy bien que cojas frío.

Colocó la prenda sobre sus hombros y la abrazó. Ella se refugió entre sus brazos, regalándose en la tibieza de su cuerpo. Permanecieron así un instante, con la vista clavada en aquel horizonte de color azul, casi negro, con atisbos anaranjados.

- Qué será de nosotros – preguntó ella al fin.

Giró la cabeza, para poder entregarse de nuevo a la mirada arrebatadora de su salvador.

Y él la besó.

FIN

martes, 19 de octubre de 2010

TIEMPO Y ESPACIO




Aún te siento,
en esas noches de estío,
mágicas y perfumadas.

Rumor de río, de vida,
que todavía fluye en mi interior,
y se entremezcla con ese otro tan tuyo.

Tú derramado en mí,
entregado por entero,
acortando el espacio entre la tierra y el cielo.

El amor, luz de nuestras vidas,
más cegador e intenso,
que el oro del desierto.

Ahí permanecemos, congelados,
en aquella casa, entre sábanas arrugadas,
entrelazados, fundidos en uno, desafiando al tiempo y al espacio.

Llegaste a mí por casualidad, como un regalo,
Y me cubriste de miel dorada,
suave y delicioso, como un buen perfume.

Fragante como jugosa granada,
apuré cada grano con fruición,
llenándome la boca, con tu jugo azucarado.

Y ahí seguimos entre mundos paralelos,
suspendidos en la esfera de lo atemporal,
con nuestro amor hecho ámbar, engarzado en la Eternidad.

HOMENAJE A JUAN RAMON JIMENEZ


Mis queridos lectores del blog,quiero hacer un homenaje a Juan Ramon Jimenez,poeta que me gusta mucho,se ha publicado un libro suyo "Libros de Amor",en el cual se muestra el lado más sensual y erótico del poeta.Lo escribió entre 1911 y 1912 con treinta años y en el retiro de Moguer,en ellos afloran, amores carnales vividos intensamente por él,con varias mujeres en diferentes espacios de tiempo.
Toda una oda al amor sensual y pasional,que nos hace recrearnos en lo vital de las pasiones y nos recuerda que siempre hay que tener el corazón vivo y llenarlo de dicha.Voy a escribir mis favoritos,recomendandoos su lectura.

Parte 2.Lo feo.Poema 25

¡En la frescura del crepúsculo apareces
cual la realización de mis sueños más altos!
y al pobre corazón cansado,¡cuántas veces,
como a un niño en la cuna,llenas de sobresaltos!

El fin de estas angustias¿será un amor constante?
¿o se lo llevará todo un viento de dolores?
tú,la altiva,la fría,¿serás al final mi amante
o dejarás mis besos perderse entre las flores?

¡La distancia es tan grande!¡el amor tan liviano!
¡tu corazón...no se...el placer...tan pequeño!
y no sé si es mejor que te alcance mi mano
o que sigas,errante,ante mí,como el sueño.

Parte 1.Pasión primera.Poema 12

Mantengo en mí la llama;nada pudo extinguirla,
cada cielo celeste,cada viento dorado,
cada olor de la noche,trae a mi corazón,
tu imagen,en el fondo de un paraíso mágico...

No es el fuego suave de tu cabello de oro,
no el blandor tibio y dulce de tus mimosos brazos,
no el raso violeta de tus ojos inmensos
fuego,blandor y raso,para ser olvidados...

Y sobre todo es tu perfume, y es tu voz
que viene y va,temblando,sonriendo,llorando,
como una voz que oí,una tarde de estío
entre un coro de ángeles de un coro apenumbrado...

lunes, 11 de octubre de 2010

¿Jugamos al Striptwister?


Los botellines de cerveza vacíos ocupan gran parte de la encimera de la cocina, de la mesa, incluso del suelo… Bailamos al ritmo de un disco de The Ventures, mientras la niebla que se eleva en honor a San Canuto nos envuelve.
A alguien se le ocurre que juguemos al striptwister, todos aceptamos riéndonos, sin saber como se juega exactamente. Julián nos explica un poco las reglas que se va inventando sobre la marcha.
Camisas, faldas, pantalones, tops…toda la ropa queda amontonada en unos pocos minutos en un rincón, nos quedamos en ropa interior y comenzamos a esparcir por nuestros cuerpos aceite, quedando brillantes y resbaladizos como pececitos.
- Venga quien empieza
- Yo misma – siempre he sido muy decidida
Como inventor del juego, Julián se encarga se hacer girar la rueda :
- mano derecha al rojo cinco
- espera, ¿será al rojo?¿de dónde te sacas lo de cinco?
- Ha salido en el dado
- ¿qué dado?¿en el Twister no hay dado?
- Si claro y tampoco hace falta jugar medio en pelotas y untada de aceite.
Tras esa lógica aplastante, opto por callarme y colocar la mano donde me indica.
- Carlos, pie derecho al cuatro azul
- Bea mano izquierda al dos amarillo
- Rober mano derecha al uno verde….
Unas cuantas tiradas más tardes me encuentro con la mano derecha en el rojo cinco, la izquierda en el cinco azul, el pie derecho en el tres rojo y por supuesto el izquierdo en el tres azul, la ya incontenible erección de Carlos choca directamente contra el hilo de mi tanga.
Miro de reojo a Julián, debería haberlo imaginado, el muy cabrón está cumpliendo su fantasía. Podría pasar del juego e irme, pero me gusta verle mirar mientras el miembro de su amigo se aprieta cada vez más a mi aceitado trasero.
Me acomodo un poco moviendo las caderas, puedo sentir el calor a través de la tela que nos separa, la risa de Bea me distrae, tiene el pie de Rober tan cerca que si estirase el dedo gordo podría retirar la tela de sus bragas de La Perla, la muy zorra, seguro que sólo ha aceptado jugar para darnos envidia.
Julián ha decidido unirse al juego y cosas del azar, su cabeza dos queda frente a mi cara.
Cuando me contó su fantasía hace unos días, me negué rotundamente, no pensaba hacérmelo con nadie delante de él, sólo por darle gusto, pero ahora estaba deseando que Carlos se resbalase y se acercase aún más. No resultaría tan extraño, entre el aceite y el sudor que se había ido escurriendo de nuestros cuerpos el tablero estaba bastante resbaladizo.
- Ayyyyyy, que me caigo!!!!!!
La que se resbala por tanta risa es Bea, al intentar evitar la caida, me golpea, quedando su mano marcada sobre mi blanca piel. Escucho varios suspiros, joder estoy rodeada de pervertidos, tanta película porno deja ver ahora sus efectos.
Julián, que es el único que tiene las dos manos libres se inclina por encima mío, y me da un suave masaje para borrar la marca, le tengo tan cerca, que puedo rozarle con la nariz. El silencio se ha apoderado de la sala, puedo sentir como todos están pendientes de sus manos.
- aquí también lo tiene un poco rojo – es la contenida voz de Carlos
No escucho ninguna respuesta, pero en unos segundos siento un dedo que retira el hilillo que me cubre y comienza a deslizarse arriba y abajo.
Bea ya no se ríe, recoge su ropa en silencio y se va, puedo oír sus tacones atravesando el pasillo hacia la puerta de salida.
Espero que Rober se vaya detrás de ella, pero sólo le dice a Julián que gire de nuevo la ruleta
- continuamos entonces…-
- terminemos la partida – mi voz suena clara y decidida, nunca dejo nada a medias.

sábado, 9 de octubre de 2010

The rose


Lo sé, estoy hipervaga, Ayesha incluso me ha amenazado con cambiar el nombre al blog si no me pongo a escribir ya mismo, para que me perdonéis os regalo una de mis canciones favoritas y prometo escribir por lo menos, por lo menos dos o tres relatos a la semana, lo que no prometo es que vayan a ser buenos, es decir lo de siempre vaya. Chupasangres, zombies violadores, asesinatos sin sentido, fábulas y sí, por supuesto no faltarán los eróticos festivos.


Hoja de otoño


Caminaba consciente de cada hoja que el otoño iba arrancando a su paso, miraba como emprendían el vuelo para caer frustradas unos metros más allá. El impulso era externo, caprichoso y volátil, por lo que las sencillas hojas estaban siempre destinadas a acabar pisoteadas, convertidas en detritus, mientras el viento se iba a arrastrar a otras, indiferente a lo que dejaba atrás.
Continuó sin salirse del camino, siempre siguiendo el mismo recorrido, le daba miedo perderse y morir sola en el bosque o aún peor, tener que explicar porque había sido tan tonta de no seguir la pista forestal.
Observó el reflejo del sol sobre el pico de la montaña, un poco más abajo vio a varios alpinistas, ella nunca se atrevería a escalar, continuamente le repetían lo torpe que era, aunque no recordaba haberse hecho nunca ni una simple torcedura.
Saludó a los ciclistas con los que se cruzaba todas las mañanas, no sabía sus nombres y si los viese sin los cascos seguramente no los reconocería, pero ya eran viejos conocidos.
- buenos días
- buenos días
Y continuarían su camino como todos los días.
Pero esa mañana algo se salió de lo habitual…
De pie en la ducha, inclinó el rostro hacia atrás dejando que el agua resbalase, llevándose con ella todas las dudas.
Con el codo golpeó el bote de gel que cayó derramando el contenido por no tener cerrada la tapa como ella pedía siempre que se hiciese. No se molestó en recogerlo, ¿para qué? el agua ya se había encargado de llevarse todo, dejando sólo un poco de espuma.
Oyó el ruido de la puerta de la calle, se secó con la toalla y rápidamente se vistió.
- hola ¿qué tal?
Nada, sólo el ruido de la televisión, se asomó al salón sonriendo, su marido ocupaba el sofá de tres plazas, ensimismado con el anunció de una nueva telenovela.
- me traes una cerveza, por favor
- si claro, voy a comprar, te bebiste la última anoche ¿recuerdas?
- vale
Sólo cogió una chaqueta y el bolso, de camino al supermercado subió al autobús que llevaba a la estación de tren, allí compró un billete para un lugar cualquiera.
Sentada cómodamente en su asiento, pensó en el ciclista, había sido una caída sin importancia, las hojas acumuladas por el viento habían amortiguado el golpe, al levantarse se las había sacudido sin más.
Sonrió, feliz por primera vez en mucho tiempo, asustada de lo que le esperaba al final del recorrido, pero ya no sería nunca más hoja de otoño.

martes, 5 de octubre de 2010

CAE EL TELON


Era ya un tiempo cercano al otoño, el cielo dejo de ser tornasolado, las nubes nublaban el sol.El gris de la tarde se adueñó de mi alma y comencé a tener frío.Nada conseguía templar mi corazón aterido,mis últimas ilusiones se las llevó el viento preotoñal.Del fuego de antaño solo quedan los rescoldos,brasas ya frías e inertes carentes de valor.Esta noche ya no estoy entre bambalinas y el duende del teatro,abandonado,dormita en un rincón,esperando un glorioso retorno,que no se si algún día llegará a producirse.Mientras,los días cada vez serán más oscuros,más fríos y no me iluminarán ni los focos ni el calor de los aplausos.

domingo, 3 de octubre de 2010

El regalo de la amistad


Era el día de San Valentín, ella nunca había recibido ningún regalo, nadie nunca le había hablado de amor. Cierto que no era demasiado bonita, más bien feucha, con los rasgos algo vulgares, pero el brillo de sus ojos, denotaba una gran inteligencia, pero claro, eso no era atractivo.
Tampoco ayudaba mucho su cuerpo regordete, ni ser la más lista de su clase.
Charo no aprobaba más que el recreo pero siempre estaba rodeada de chicos,eran más valiosos los pechos que las palabras.
En fin otro San Valentín solitario,pensó mientras iba de camino al instituto.Alli vio a su Sergio, tampoco era ninguna belleza pero sí era muy atractivo,con su cabello moreno ensortijado y esos ojos verdes que parecían esmeraldas.
Pasó por su lado, él ni la miró, como siempre tenía posada la mirada en Charo que iba llamando la atención con su corpiño de raso y su ramo de flores, seguro regalo de algún enamorado.
Penélope entró en el aula y se sentó,dejó la carpeta encima de la mesa y fue a colgar su abrigo en el perchero,cuando volvió entró la profesora y entonces al abrir su carpeta forrada de tíos buenos,le llamó la atención ver un sobre rosa con su nombre escrito en él.Le empezaron a temblar las manos y casi no se atrevía a abrirlo,cuando miró a su alrededor y comprobó que nadie la miraba ,lo abrió,una tarjeta con forma de corazón de un rojo pasión la sorprendió,halagandola a la vez.
Saboreó el momento acariciando la superficie de ese corazón misterioso y cuando la abrió vio unas letras de púrpurina ,que rezaban :"para la más bella flor del jardín ,cuya fragancia embriaga más que ninguna,aunque se empeñe en permanecer oculta y sólo florezca de noche "tú más ferviente admirador S".
Peni casi creyó levitar y sólo el sonido del timbre la sacó de su ensueño.Quien sería "s" sí fuese Sergio ...además por una vez a alguien le parecía la más hermosa ,eso la hizo reaccionar, el sentirse deseada y valorada.
Cuando llegó a su casa ,abrió el armario y comenzó a probarse la ropa de su hermana,que también tenía mucho éxito,decantándose al final por una camiseta negra algo ajustada y unos vaqueros con una pirata bordada en su muslo,al fin se decidía a ir al abordaje de su propia vida.Se soltó su larga melena negra y se maquilló por primera vez en su vida,dejando las gafas encima de la mesilla.
Volvió a mirar su tarjeta de amor para infundirse fuerzas y sin atreverse a mirarse por segunda vez,salió a la calle y cuando llegó a las clases de la tarde, vio las miradas de los chicos posados por primera vez en ella y le sonrió a Sergio, este se le acercó y la invitó a salir .
Todo cambió desde entonces ,aunque nunca llegó a saber que la tarjeta no se la escribió Sergio ni ningún chico, fue su mejor amiga que sabía que necesitaba esa confianza en sí misma,para florecer, porque a veces sólo los verdaderos amigos tienen esa virtud,son los que realmente conocen el tesoro oculto a los otros,pero saben que brilla demasiado para mantenerse escondido.

lunes, 27 de septiembre de 2010

MI RAZON DE EXISTIR

Bellos ojos enmarcados por largas pestañas,que parecen abanicos.Ojos que brillan con gran intensidad,esconden una sabiduría ancestral.De nariz pequeña y con graciosa forma ,su cara posee labios carnosos,de espontánea sonrisa.La cara redondita,con dos lunares en su mejilla,dan sensación de picardia.Su ovalo es terso y suave.Tiene complexion atlética ,en continuo movimiento siempre está ,ágil y saltarin,quiere abarcar el mundo con sus dos manitas.Es un regalo del cielo,mi razón de vivir ,mi más preciado tesoro,mi razón de existir.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Fue nuestro momento


Abro la puerta del pasado,me lleva a mi primer amor,es una ilusión de adolescente regada por días de pasión y de rock and roll.Tiempos de rebelión donde todo era posible y se arreglaba el mundo a golpes de futbolín.De acampadas con guitarras,de litros en los parques de canciller y barrabas,de paz verde y sueños de libertad.
Me esperabas todas las tardes para ir a bailar,tú pelo suelto al viento,tus rizos azabache se confundían con tus camisetas de los grupos que tanto nos hacían sentir .La juventud nos hacia ser también temerarios poniendo al mundo por montera en nuestras arriesgadas luchas.
Echo de menos esas tardes despreocupadas de bolsillo vacío pero corazón lleno.Todavía te recuerdo en nuestra primera vez tan tiernos e inexpertos como avecillas tempranas levantando su primer vuelo.De tú mano pasee victoriosa mi feminidad,fui mujer contigo y tú hombre a mi lado,el camino estaba sembrado de espinas pero nuestros pinchazos hicieron una sola sangre.
No puedo dejar de pensar que ya volaste hacia el infinito ,que ya sólo el mundo conserva de ti tú esencia, que ya nunca podré volver a encontrarme contigo en está vida,pero quizas somos nosotros los que estamos dormidos y tu el que ha despertado y goza de la miel de la verdadera vida.

martes, 14 de septiembre de 2010

Mejor abstenerse


Estaba por aquí pensando en mis cosas y de repente me he dado cuenta de lo buenas o tontas que somos la mayoría de las personas, de cuantas cosas nos callamos por evitar problemas o hacer daño a alguien que queremos.
Que tienes un amigo o conocido de lo más agresivo, de los que les parece que alguien les ha mirado mal y se pone a dar hostias a diestro y siniestro, pues nada a ese le dejas decir todo lo que le parezca no vaya a ser que recibas, claro esto no es ser bueno o tonto, más bien es instinto de supervivencia, que para algo somos mamíferos. Pero es que si amplias un poco la historia, siempre está el listo o lista que se te cuela en el super o en la cola del autobús y por no montar el lío te callas, total hay asientos de sobra y tampoco tienes tanta prisa.
Por otra parte, están los que amparándose en su sensibilidad a flor de piel piensan que el mundo les debe pleitesía porque el resto de las personas ni siente, ni padece igual que ellos. ¿Y qué haces tú? Pues nada, le permites todo, como si fuese una mujer embarazada, no vaya a ser que el niño salga con un antojo en la frente.
Los mejores son los que van de víctimas por la vida, manipuladores encubiertos, no estoy diciendo que las personas nos merezcamos todo lo que nos pasa, pero hay que reconocer que en la mayoría de las ocasiones nos lo buscamos a pulso y después a llorar y pobrecitos de nosotros.
Pues sí, la vida no es justa, porque las personas no somos justas, y casi hay que agradecerlo porque si hubiese justicia muchos de los que nos pensamos que las cosas irían mejor, no saldríamos muy bien parados.
Soluciones no he encontrado ninguna, aunque debería seguir el consejo de la siempre bien hablada Brujilla de “Aquí follamos todos o la puta al río”. Y vale, lo reconozco, nada de lo que he dicho tiene mucho sentido y se puede objetar hasta el infinito, pero ¿qué esperabais? yo sólo entiendo de lo que entiendo y la verdad es que me gustaba la frase y necesitaba una excusa para ponerla.

TU PERFIL




Tu perfil veo en la mañana,
perfecto todo él se dibuja
en tu armónico rostro,
despertando dulces pasiones.

Te observo día a día,
calientas mi pecho,
tu mirada es de carbón,
porque todo en ti es conductible.

Tu mano rozó la mía,
plantando una semilla,
que floreció mi feminidad,
como rosa en primavera.

Te veo y no quiero mirarte,
has despertado mi pasión,
pero no deseo que erupcione.

-Aunque mañana amanecerá-

SI EL AMOR FUESE ROCA




Si el amor fuese roca,
mi piel se volvería loco mar,
para poder llegar a erosionarte,
y contemplar así,
la extraña sinrazón,
que se oculta cruelmente,
tras tu ambiguo silencio.

QUIMERAS



El saber quisiera poseer yo,
para saber donde vas,
para poder llegar a entenderte,
y conocer así tus confusas ilusiones.

Yo, balsa a la deriva,
sin timón y sin guía,
viajo entre quimeras,
-sueños de vano despertar-

OSCURO ESPEJO




Cuando la mente inquieta, navega,
el tiempo se torna en algo inseguro,
relativo, remoto e insignificante,
pudiendo llegar incluso, al naufragio del alma.

Oscuro espejo de doble filo,
al reflejarme hoy en ti, no me hallo
-absurdas siluetas vagas-
Dudosa y neblinosa existencia la mía.

Como ondulante veleta vivo hoy,
oculta entre pensamientos,
entre interrogantes difusos,
-complicada encrucijada que me hace dudar-

Gaviota blanca que surcas los cielos,
enséñame lo que es la libertad,
porque su libertad no la entiendo,
¡oh engañosos juegos de azar!

SILENCIO NOCTURNO


Silencio nocturno,
reina la oscuridad.
Sueños mezclados,
respira la noche.

La ficción incontrolada
quema mis deseos,
convirtiéndolos en esperanzas tardías,
iluminadas tenuemente,
por los rayos de la luna.

Tu peine de blanco marfil
mima mis efímeras ilusiones,
que cual caballo al galope,
se alejan más cada anochecer.

Hoy volaré hacia el jardín sin nombre,
de tus rosas fantasías,
acompañando sutilmente,
tus ratos de incierta indecisión.

LA ULTIMA TENTACION II



Amaneció, el sol comenzó a entrar a través de las rendijas de mi persiana, reflejándose en las paredes, creando claroscuros.
Me rebullí entre las sábanas, no me apetecía nada levantarme, era demasiado temprano y además no tenía ningunas ganas de trabajar. Apagué el despertador del móvil y me di la vuelta, estaba harta de tantas responsabilidades de trabajo, familiares…
Hoy iba a ser un día dedicado a mí en el que iba a hacer lo que realmente me diera la gana.
Seguí durmiendo y no volví a mirar el reloj, apagué el móvil no pensaba dar ninguna explicación de mis actos a nadie, era mi día y nada ni nadie me lo iban a empañar.
Cuando sentí hambre me levanté, fui a la cocina y me hice galletas con Nocilla y pan con paté, estaba harta de dietas, fuera las restricciones en mi día, para acompañarlo
nada de leche ni infusiones, una buena coca-cola a la lima en vaso grande, con mucho hielo y limón.
Que placer da lo insano.
Decido tomar un buen baño con esencias de melocotón, enciendo un palito de frutos rojos lo coloco en mi lámpara de Aladino, después entro en el agua tibia perfumada de melocotón y enciendo mi mp 3 acuático, una voz masculina empieza a cantar, me pierdo entre efluvios orientales. No se cuanto tiempo permanezco así con los ojos cerrados, disfrutando de la paz de un día mágico. Cuando tengo ya los dedos como garbanzos, decido coger la esponja, deposito un chorro generoso de gel de mora en ella y comienzo a deslizarla suavemente por mi piel húmeda, un estremecimiento me recorre, la esponja ha tomado vida, ahora estoy en un harén, soy la sultana de Almería ,no logro decidir a quién elegiré esta noche, un gran muestrario de torsos poderosos y labios carnosos me saluda, al final me quedo con todos ¿por qué perder el tiempo eligiendo ante tal variedad de bellezas?
Los llevo conmigo a la sala de los mil espejos, nos acomodamos entre un sin fin de cojines y alfombras multicolores, no pienso detallar más ya que las palabras se quedarían cortas para describir tal derroche de placer, dejo a la imaginación ilimitada de mi lector el resto.
Cuando la esponja se ha derretido ante el calor de mi incendio, decido salir del baño, me seco aplicándome una gran cantidad de crema con aromas frutales, desterrando las anticelulíticas y reafirmantes, estoy estupenda, solo quiero oler bien, después cepillo mi sedoso y abundante cabello y tal como vine al mundo me voy a mi cuarto,elijo un salto de cama de raso muy cómodo, ahora estoy fresca, descansada y saciada – por el momento-.
En mi salón que parece una biblioteca, escojo un libro al azar ya que todos me gustan, otra coca-cola fresca y unas pipas, me tiro al sofá y leo hasta que me escuecen los ojos, que paz, solo la llamada de la naturaleza logra interrumpirme y decido salir a comer fuera.
Me enfundo en unos vaqueros negros y una camiseta roja escotada, me calzo unas sandalias de alta cuña que estilizan mi figura, salgo del portal sin rumbo fijo, mis pasos me llevan hacia la calle de Alcalá, mi barrio es archiconocido por lo que cojo el primer autobús que llega y aparezco en la estación de Atocha, sería buena idea coger el primer tren que llegue y viajar hacia el lugar donde marque mi destino, dicho y hecho bajo a la vía 5, siempre ha sido mi número preferido, un Talgo se detiene, me subo y pregunto hacia donde va, me dicen que el destino final es Barcelona, me parece bien ,me duermo con el traqueteo del tren, cuando despierto ya he llegado a la ciudad Condal y además no ha pasado el revisor, que buena suerte. Salgo de la estación cojo el autobús 5 que me lleva hacia la zona de las Ramblas, estoy hambrienta, entro al primer bar que encuentro, miro el nombre “La Última Tentación”, un nombre muy adecuado aunque espero que no sea la última, nada más entrar voy a la barra, miro el menú y me decido por un plato combinado de huevos con chorizo y patatas, nunca como tanta grasa pero hoy todo vale y una gran jarra de cerveza helada, cuando voy a pedir veo que un par de ojos negros inmensos no dejan de mirar mi escote, me sonrojo y olvido lo que iba a comer ya que la belleza del rostro que tengo delante no tiene precedentes, unos labios carnosos me están hablando pero yo no logro entender lo que dicen, solo puedo escuchar a mi alborotado corazón, seguro que se ha escapado de mi harén, sonrío divertida.
Por fin recobro el habla pero cambio de menú ahora solo pido ensalada completa, para cuidar mi línea le digo, si él supiera, pero espero que no se le acabe el chorizo…
Me sitúo en una mesa al lado de la ventana y por un momento pienso que todos estarán preocupados por mi desaparición, en un momento de lucidez enciendo el móvil tengo veinte llamadas perdidas entre el trabajo y familiares, decido llamarles para dar señales de vida pero no se responderles cuando volveré ya que estoy volviendo a ser yo misma después de ocho años de vivir solo de convenciones sociales, trabajo y obligaciones familiares.
Vuelvo a apagar el móvil , llega el camarero con mi cena,
fuera de la barra todavía es más atractivo, de complexión atlética pero fuerte, media melena rizada de color castaño, ojos de pestañas rizadas y muy grandes, tono broncíneo, se nota que va mucho a la playa, además es bastante alto, me tiende la bandeja y sus músculos se tensan marcándoseles las venas que portan la savia de la vida.
-¿Cómo te llamas?-le pregunté.
-Me llamo Rafa, pero puedes llamarme Rafi-me contestó-
-Encantada.
-Lo mismo digo, ¿y tú como te llamas?
-Esmeralda, pero puedes llamarme Esme.
Desde la barra se oyó una voz que le llama, disculpándose deja la bandeja y se va.
Ya no tenía hambre, de golpe se me había quitado, me bebí la cerveza y me levanté para ir a buscar un lugar donde pasar la noche, no sabía que hora era ya que había desechado tanto el móvil, como el reloj, ambos objetos controladores de vidas.
Me despedí de Rafi con la mano y salí al exterior, en la calle hacía mucho calor, anduve dos pasos cuando oí la voz urgente de Rafi que me llamaba:
-¿Dónde vas a éstas horas? -Me dijo.
-No se ni que hora es.- Le contesté.
-En cinco minutos acabo mi turno, si quieres podemos ir a tomar algo, conozco un sitio cerca donde ponen una cerveza negra de fábula.
-Ok te espero aquí.
Me apoyé contra el muro exterior del bar esperando hasta que apareció Rafi con su pelo suelto y una camiseta celeste que contrastaba con el color de su piel , portaba un bolsito hippy que le daba un aspecto muy bohemio.
-Vamos a coger mi moto.-Dijo mientras sacaba un juego de llaves de su bolsito-
La moto era negra y plateada, pero seguramente conoció tiempos mejores.
Sin casi darme cuenta aparecimos en lo que supuse los arrabales de Barcelona , entramos en un edificio destartalado, que sitio más raro para un bar pensé, pero no dije nada y seguí subiendo las escaleras.
Llegamos al piso ático, Rafi sacó las llaves y abrió la puerta, entramos en el interior de una casa abuhardillada, donde yo no veía la barra por ningún sitio.
-¿Pero no íbamos a tomar una cerveza negra a un bar cercano?-le pregunté extrañada.
-Este es un lugar cercano y yo no te dije que fuésemos a ningún bar, te dije que conocía un sitio donde había unas cervezas negras muy buenas,¡claro mi casa! tengo unas Guiness la mar de fresquitas en mi nevera, ven ponte cómoda.
-Que morrro tiene, la verdad, pero tampoco tenía ningún sitio mejor para pasar la noche.-Pensé-
El sitio era muy acogedor, un apartamento de tamaño medio, diáfano, con una gran cama en el centro apoyada directamente en el suelo, con una colchita de verano decorada con mandalas de colores morados. A mano izquierda había una puerta abierta con un baño, a la derecha una cocina americana con barra de madera y al fondo varios pufs encima de una alfombra de motivos geométricos con tonos ocres. Una escalerilla de caracol ascendía a un lado y terminaba en una misteriosa puerta.
-Esme coge un par de “cerves” de la nevera -Dijo Rafi.
Me acerqué a la pequeña nevera y saqué dos cervezas muy frías, la nevera estaba llena de ellas.
Me acerqué a los pufs donde se encontraba Rafi recostado,
le acerqué la cerveza fría a la cara sin esperar su reacción, literalmente se abalanzó sobre mí tirándome a la alfombra, me metió la lata por dentro de mi camiseta riéndose del respingo que di y me dijo “tú la llevas”, cogí la lata y la abrí vertiendo sobre él una cascada de cerveza que salió a presión mojándole la entrepierna, no se si me dio más miedo su cara ó la tremenda arruga que se formó en su pantalón, se levantó de golpe mientras decía:
-¿quieres jugar gatita? Bien pues juguemos.
Cogió mi mano y me arrastró escaleras arriba, subimos la escalera de caracol y abrió la puerta, había una gran terraza con un jacuzzi en el centro, a un lado una cama de agua y al otro una gran piscina termal. Me tiró a la piscina vestida, mis ropas se pegaron a mi cuerpo cuando conseguí salir de ella intenté tirarle, pero él era más fuerte que yo y me tiró de nuevo. Cuando estaba más enfadada me sacó de la piscina y me acarició la mejilla.
-Solo es un juego Esme, no te enfades.
Aproveché que bajó la guardia para tirarlo al jacuzzi, pero como no me había soltado la mano caímos juntos formando una burbuja gigante, empezamos a reírnos y a jugar en el agua, en un momento dado me sentó encima de él, me besó con una pasión salvaje y yo le correspondí.
Fuimos quitándonos la ropa con urgencia en el agua nos sentíamos ágiles e ingrávidos pudiendo realizar todo tipo de acrobacias…
Cuando salimos del agua fuimos hacia la cama del mismo elemento, descansamos un poco y luego probamos los placeres carnales que permite una cama en completo movimiento.
Finalmente nos quedamos dormidos, con los cuerpos entrelazados, mi cabeza apoyada en su torso escuchando un latir rítmico y regular como una nana.

Abro los ojos, está amaneciendo, el sol comienza a entrar a través de las rendijas de mi persiana, pero hoy no crea claroscuros solo claros que iluminan un camino a seguir cargado de sueños y de esperanzas.