viernes, 21 de mayo de 2010

Dudas


¿Ahora qué?
Te faltó tiempo para volver
¿Ahora qué tengo que hacer yo?
Lo fácil sería no mirar atrás y dejarte como tú hiciste conmigo.
Con eso cuentas, ¿verdad?
Con mi inclinación hacia lo difícil
Pero ¿ahora qué?
¿Cómo volver a sentir lo mismo con tus palabras?
Ya no las creo, ya no las siento, ni las deseo
Porqué entonces estoy dudando,
¿Acaso sé algo que no sé?
Buscar un equilibrio entre lo que los dos queremos
Si supiese lo que quieres sería más fácil,
Pero tus casis, me hacen dar un paso atrás.
Cada vez que tomo la decisión de acabar
llegas radiante y me haces reír
y dudo.
Está decidido…
Te oigo llegar
Mañana será otro día.

El niño perdido


Aprovechando un día de sol y calor decidí ir a dar un paseo por el parque.
Parece que todo el mundo ha tenido la misma idea, los bancos están llenos de personas mayores y los toboganes a rebosar de niños que encuentran mil formas diferentes de lanzarse con peligro de quedar tetrapléjicos, mientras que sus madres preocupadas les amenazan con volver a casa si no dejan de hacer el burro, los padres les animan a intentarlo lanzando una patada a lo Bruce Lee.
A lo lejos se oye el sonido de unos tambores. Me tumbo bajo la sombra de un árbol y me dejo llevar por el ritmo duro y preciso, a veces roto por unos cuantos golpes que rompen la monotonía.
Las nubes se mueven de un lado a otro despacio, arrastradas por corrientes de aire que deshacen sus formas hasta convertirlas en dragones o ciervos a la carrera.
Intento evadirme de los gritos que llegan desde la pista de baloncesto y cierro los ojos pensando en como será cuando por fin nos reencontremos, llevamos ya varios meses hablando por teléfono y mandando mensajes cada vez más subidos de tono, aguantando las ganas de hacer una escapadita para vernos. Pero ese fue el acuerdo, un tiempo para reflexionar cada uno sobre lo que quería, al principio me pareció bien pero con el tiempo cada vez se va haciendo más difícil.
Empiezo a sentirme incomoda, como si estuviese siendo observada, cuando abro los ojos veo a un niño de unos seis años, mirándome fijamente, observo a mi alrededor buscando a sus padres, le pregunto por ellos y me dice que se ha perdido.
- no me jodas, con la cantidad de gente que hay por el parque y me tiene que tocar a mí – pienso
Al menos no está histérico, llorando desconsolado. Recojo mi bolso y me levanto, con el niño de la mano comienzo a preguntar a las personas cercanas por si alguien ha visto a los padres del niño, pero nadie sabe nada.
Cuando saco el móvil para llamar a la policía, me da un papel con un número de teléfono y me dice que es el de su padre. Jodido niño, ya me lo podía haber dado antes.
Da varios tonos antes de que descuelguen, se oye muy mal y no estoy segura de si me ha entendido bien, debe pensar que soy una criada porque me pide, más bien me ordena que lleve al niño a una dirección.
Antes de mandarle a tomar por culo, la comunicación se corta. Intento llamar de nuevo pero el móvil está apagado o fuera de cobertura.
No está muy lejos, así que decido llevar al enano a su casa, si no hay nadie se lo dejo a alguna vecina y me vuelvo al parque a seguir tirada sobre la hierba.
Esto ya está fuera de lo normal, cuando llegamos, hay una nota en la puerta, indicando donde puedo encontrar las llaves y pidiéndome que le dé la merienda.
Ya me está pareciendo todo muy extraño, llamo a éste para contarle lo que me pasa y aunque no me tranquiliza su respuesta, me dice que no deje sólo a un niño tan pequeño.
Busco por la nevera casi vacía y le pongo un vaso de leche con unas galletas revenidas que encuentro en uno de los armarios, la tele no funciona así que me va a tocar jugar con él, mientras que no diga nada me voy a hacer la tonta.
El niño se sienta en la esquina del sofá, no ha dejado de mirarme en todo momento, hay algo en su mirada que no me gusta, me hace sentir incomoda, si no fuese tan pequeño pensaría que sus intenciones no son buenas.
Pasamos así un buen rato, sin hablar, sin hacer nada, cuando se levanta me sobresalto, ya me había olvidado casi de que estaba allí, se dirige hacia una esquina del salón y comienza a tocar el piano.
Es una música muy triste, tétrica más bien, me da un poco de miedo, las notas se van alargando y comienzo a sentir sueño, me levanto para no dormirme, esto no me gusta nada, este niño es muy raro y sus padres no aparecen.
Me paseo por el salón, mirando los muebles, todo está muy limpio, es como si no viviese nadie allí. En una esquina me parece distinguir una mancha, parece una gota de sangre seca, cuando me voy a acercar para ver mejor, el niño me coge de la mano y me dice que si quiero ver su habitación.
Tiene la mano helada, es posible que esté enfermo.
Me suelto con delicadeza, en mi cabeza se ha encendido el piloto rojo, el que me avisa cuando algo va mal, a veces falla, pero en este caso creo que voy a hacerle caso.
No soy tan desalmada así que llamo a una amiga que vive cerca y que a veces cuida niños y la pido que venga, la pagaré yo las horas pero necesito salir de la casa cuanto antes.
En diez minutos llama al timbre, el niño parece enfadado cuando la ve aparecer pero me da igual, no tengo ningún compromiso y ya he hecho suficiente.
Me voy con un poco de remordimiento pero ya no podía respirar. Es demasiado tarde para regresar al parque y vuelvo a casa, llamo a mi amiga para ver que tal va todo pero no coge el teléfono. Lo sigo intentando de vez en cuando, han pasado varias horas y no da señales de vida.
Debo de ser idiota, es viernes por la noche, habrá salido de copas y no oye el teléfono, pero sé que hay algo que no marcha bien. Recorro la calles que me separan de la casa del niño con el corazón en un puño, los últimos metros los hago corriendo.
Cuando llego a la casa la puerta está entreabierta, no se oye nada, golpeo con los nudillos pero nadie viene, cuando estoy apunto de entrar, suena el teléfono.
Me echaba de menos y quería saber en que había quedado lo del niño perdido, hay muy poca cobertura y bajo a la calle para escucharle mejor. No aguantaba más y está en el piso donde me espera con los brazos abiertos.
Echo un último vistazo a la escalera, me habré puesto nerviosa a lo tonto, me olvido del niño, de su extraño padre y de mi amiga y vuelvo corriendo a casa.
Esa noche descubro lo buenas que son las separaciones de vez en cuando, pasamos toda la noche despiertos redescubriendo nuestros cuerpos.
Cuando me levanto por la mañana, ya tiene preparado el desayuno y ha bajado a comprar el periódico, antes de dar el primer sorbo, mis ojos se fijan en la noticia que viene en portada:
“ Mujer de veinticinco años es encontrada muerta en circunstancias sospechosas. Su cuerpo tiene múltiples mordeduras como si hubiese sido atacada por una jauría de perros”
El café se derrama por la mesa, en la foto que acompaña al artículo reconozco perfectamente a mi amiga.

jueves, 20 de mayo de 2010

Buenos pensamientos


Caminaba, distraído, entre las piezas de la exposición que el museo había organizado en honor a los artistas locales, su mirada iba de una pieza a otra sin que ninguna llamase su atención.
Esculturas de influencia grecorromana, huevos revueltos estrellados contra lienzos, imágenes repetidas una y otra vez en equipos de televisión, sonidos que simbolizaban el agua “iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”,”aaaaaaaaaaaaaaa”, maquetas de famosas obras arquitectónicas a las que el artista había aplicado su sello personal.
Las maquetas si le gustaron, un poco, le recordaban a su padre. A su padre le gustaban mucho, por las noches cuando volvía del trabajo, después de cenar, se encerraba en su despacho, montaba maquetas de todo lo que encontraba, templos, aviones, barcos, casas…, años más tarde se enteró de que lo hacía porque sufría de insomnio y era la única de sus aficiones que podía realizar en silencio.
Mama le dejaba hacer lo que quisiera, siempre que no interfiriese en su sueño, ella quería estar radiante y había leído en alguna revista que para estar bella y descansada había que dormir ocho horas, probaba todas las mascarillas, aceites y cremas que las famosas anunciaban en la tele, pasaba varios fines de semana al año en balnearios donde la masajeaban, envolvían, exfoliaban y volvían a masajear, porque era bueno para la piel, cuando la miraba se preguntaba que hubiese pasado de no ser por todos esos cuidados, seguramente el pobre Ricky seguiría con ellos, pero había que elegir entre su mejor amigo y la liposucción, y él debía entender que en la vida había unas cosas más importantes que otras.
Una de las vitrinas contenía un peine, al principio pensó que sería un homenaje a Duchamp, le gustaba Duchamp, le hacía pensar, aunque en su caso eso era un error porque no pensaba bien o eso le había dicho el psiquiatra.
No era un homenaje, al menos no a Duchamp, en todo caso lo era a los sueños imposibles, el agasajado calvo se pavoneaba entre los asombrados visitantes que habían acudido a ver la humilde muestra de los más selectos artistas de los alrededores.
Asombrados, temerosos, confusos observaban las obras allí expuestas con miedo a decir lo que realmente pensaban por no ser tachados de ignorantes pueblerinos. Dos señoras con abrigos de pieles, venidas de la capital, muy entendidas, exponían sus brillantes ideas sobre la maestría con la que el autor había tratado los materiales y lo que éste trataba de decir:
- representa la puerta al paraíso, no ves la placa donde hay una figura subiendo unas escaleras
La señora menos entendida, asintió con la cabeza, dando la razón a su amiga, admirada de lo mucho que había aprendido en la conferencia de una hora sobre arte contemporáneo a la que había asistido la semana pasada.
Ahora se arrepentía de no haber ido ella, la chica que cuidaba a los niños había elegido ese día precisamente para acompañar a su madre a hacerse unas pruebas al hospital, pero claro es que era tan buena que no podía negar nada que la pidiesen. A partir de ahora no habría más días libres, la educación estaba por encima de egoístas intereses personales, sin cultura llegaríamos de nuevo a la quema de libros, no sería ella la que alentase las intenciones de un nuevo Savonarola, no sabía muy bien quien era ese, pero lo había oído nombrar una vez en el taller de lectura de los jueves.
El guardia de seguridad pidió amablemente a las señoras que dejasen libre el paso de la salida de emergencia.
Se tomaba muy en serio su trabajo, vigilaba cada movimiento sospechoso, si uno se metía la mano al bolsillo, enseguida lo tenía encima, no fueses a llevarte el peine, si tosías, rápidamente te pedía que salieses fuera de la sala, no querías ser una interferencia en los sonidos del agua ¿verdad?.
Es muy importante hacer bien tú trabajo, si no lo haces bien puede suceder una desgracia. Que te encargas de recoger las mierdas de los perros, pues no puedes dejar ninguna porque podría pisarla un hombre de camino a su casa, donde su perro, pobrecito Ricky, mama celebró su regreso de la clínica comiéndose un saco de patatas.
Donde su perro olería el zapato y contraería una enfermedad que contagiaría al bebe cuando jugase con él, el médico sin poder hallar el origen de la enfermedad no daría con la cura y el bebe al escuchar a sus padres que cuando era pequeño estuvo a punto de morir, pero que gracias a sus oraciones se salvó, se metería a cura, el doctor dándose cuenta de que la medicina tradicional no era suficiente exploraría nuevas alternativas y desde entonces sólo recetaría hierbas que él mismo plantaba y secaba en su casa, teniendo cada vez más pacientes que acudían cada día en busca de sus medicinas, con las que se sentían volar.
Y que decir del recoge mierdas, su familia era de izquierdas de toda la vida, rojos convencidos, aunque el padre era del Real Madrid, se llevó tal disgusto por la elección del bebe que tuvo que pedir la baja por depresión, sus desconfiados jefes no se creían su enfermedad así que intentaron despedirle, pero él saco fuerzas de donde no las tenía, la depresión no le permitía levantarse del sofá desde donde se pasaba el día viendo la televisión, y llamó a su enlace sindical, que preparó en un par de días una huelga general.
Había pocas noticias, la crisis, el paro, las guerras en diferentes países del mundo ya no estaban de moda, así que se acercaron periodistas, con cámaras y todo, pidieron que se desplazase hasta allí el sufrido empleado para que le contase a todo el mundo, los de New York, debían estar muy interesados, su lucha a brazo partido contra el opresor sistema capitalista en el que estamos todos inmerso. Y hasta allá que se fue, con el traje que había llevado a la boda de su prima, tenía una mancha en la chaqueta, pero le puso una chapa de la bandera española por encima y así no se notaba, y también se llevó su sofá, con el que después de varios meses había hecho simbiosis y se había convertido en su mejor amigo, para que le hiciesen la entrevista.
Salió muy guapo en la tele, hasta salió su foto en alguna revista, su madre estaba muy orgullosa de él y enseñaba la publicación en la peluquería a todas su amigas para que viesen lo famoso que era su hijo, lo era tanto que cambiaron el nombre al colegio de su barrio y todos los niños querían ser como él, en cuanto fueron mayores de edad se afiliaron al sindicato de trabajadores. Aunque la mayoría no encontraron trabajo, algunos sí, en la empresa de recoge mierdas, porque el alcalde había llamado muy disgustado por la imagen que se había dado del pueblo con todas las aceras sucias y había aumentado la subvención para que contratasen a más personal.
Continuó observando lo allí expuesto con todo el interés del que era capaz, señales de tráfico puestas al revés, el arte venía cuando el conductor intentaba ver que es lo que estaba indicando y se saliese de la curva, cayendo por el precipicio, dando varias vueltas de campana, arrastrando en su camino a un ciervo que pasaba por allí. Enseguida los ecologistas denunciarían al conductor, en la señal estaba clarísimo que era zona de paso de animales, la viuda debería vender la casa para pagar el abogado y los niños se tendrían que conformar con paseos por el campo para entretenerse porque ya no tendrían dinero para videojuegos, de esta afición vendría su amor por los seres vivos y por la naturaleza convirtiéndose años más tarde en abanderados de la lucha contra los cazadores de caracoles.
Los gourmets, las cremas de baba de caracol y los pesticidas estaban acabando con ellos, los guerreros de los helix aspersa, así se hacían llamar, porque siempre queda más bonito decirlo con el nombre científico y te hace parecer más listo, intentaban que se catalogasen como especie protegida, consiguiendo que su localidad fuese una especie de reserva natural del caracol.
Los agricultores de la zona perdieron sus cosechas debido a la plaga, pero gracias a las subvenciones no sufrieron pérdidas económicas y pudieron sembrar de nuevo los años siguientes.
Los dueños de los establecimientos hoteleros y los bares, estaban muy contentos, porque continuamente se desplazaban hasta allí autobuses llenos de amantes de los caracoles, cargados con cámaras fotográficas, prismáticos y guías en las que se explicaban los comportamientos de los moluscos gasterópodos. La visita era un éxito si conseguían ver acoplarse dos ejemplares, lo celebraban con palmas; debido al jaleo que montaban, los pobres caracoles comenzaron a asustarse y dejaron de reproducir.
Los agricultores se disgustaron mucho porque tenían que contratar trabajadores para que les ayudasen a recoger la cosecha ahora que ya no era estropeada por la plaga, como existían subvenciones por contratar jóvenes en busca de su primer empleo decidieron emplear a los del colegio del de la tele.
Como eran chavales la leche de listos que sabían hacer de todo pero que no consentían que nadie se aprovechase de ellos, se negaron a trabajar sin el equipo adecuado, que para eso estaba escrito en los estatutos de los trabajadores y por supuesto sólo podían trabajar ocho horas, teniendo un descanso de diez minutos cada hora, más el reglamentario descanso por estar ocho horas seguidas trabajando.
La cosecha que no entiende de estatutos, ni sindicatos, ni subvenciones se echo a perder, y es que la naturaleza es muy poco solidaria.
En una esquina de la sala estaba el psiquiatra hablando con su madre, que no entendía de arte, pero como había leído que Doña Leticia había ido a una exposición al Reina Sofía, había decidido que las muestras de arte eran muy chic y los artistas las personas más fascinantes del mundo.
Le saludaron con la mano, haciendo señas para que se acercase, se coló entre las dos señoras que ahora discutían sobre unos sillones dispuestos para que el agotado visitante descansase de tanto esfuerzo observador.
- representa sin duda el cuerpo humano, no ves como el artista ha conseguido crear la marca del pompis
- jijiji, qué cosas dices, como te oiga alguien
Avanzó hacia su madre, debía hacerse otra liposucción, esa noche se despediría de Sultán.
El psiquiatra le pasó un brazo por encima de los hombros, diciendo a su madre lo buen muchacho que era y lo mucho que había avanzado en su rehabilitación.
- esta exposición es un buen ejemplo de que si se piensa bien se puede llegar a hacer algo importante en la vida.
- Si señor, estoy en ello, he decidido que voy a ser psiquiatra, como usted, a partir de ahora le tomaré como modelo.
Salió de la exposición, perseguido por la mirada de su nuevo ejemplo a seguir, que se había quedado pensando si sentirse halagado. Con el puto crío ese nunca se sabía que podía estar imaginando.

Con perseverancia...


Siempre dicen que para lograr un propósito, tienes que esforzarte, perseverar y tener constancia. Para ser médico, abogado, maestro o cualquier otra profesión tienes que estudiar. Hasta para ser barrendero tienes que hacerlo, hay que saber incluso informática.
Que es, ¿qué la escobas, recogedores, cubos… van movidos por Internet y se barre desde el sofá de casa?
Siguiendo el consejo para lograr el fin deseado, me preparo para salir de fiesta. Me visto con la ropa más provocadora que hay en mi armario, de las que no enseñas pero sí marcas todas tus bien formadas curvas.
He conocido a alguien que me gusta, así que voy a esforzarme en conseguir a semejante monumento. Sé por donde para, sólo tengo que visitar todos los pubs y discotecas de la zona.
No llevo viviendo mucho en esta ciudad, no sé que ambientes tienen. Lo descubro según voy entrando.
El primero al que entro es de lo más hortera, debe ser solo para aquellos que incluso en casa son ignorados. La forma de vestir dañaría la vista de cualquier diseñador, aunque viéndolos a Donna Karan yo no estaría tan segura.
No me molesto ni en llegar a la barra, soy consciente de que mi objetivo no se encontrará en un lugar de lunáticos.
En el siguiente sólo se ven sombras, todos van de negro, no se distingue entre hombres y mujeres. Las greñas ocultan los rostros, la música es de ACDC, para mi gusto el mejor grupo heavy. Tomé una coca cola rápidamente pues sabía que allí tampoco acababa mi búsqueda.
En el tercer pub ni me molesté en asomar mi nariz, viendo lo que salía por la puerta era suficiente, se lanzaban a la caza del dragón en un fumadero de opio adaptado a la versión moderna.
En los tres siguientes tampoco localicé a ese ser tan maravilloso.
Hablo como si tuviéramos una relación de amistad, cuando la verdad es que las únicas palabras que hemos cruzado han sido en mis sueños.
Mi desesperación y frustración aumenta cada vez más con cada nuevo garito, pero hay que perseverar, así que respiro hondo y entro decidida.
Suena música latina.
Genial, con estas canciones y mi forma de bailar seguro que me ligo al macizorro, apoyado en la barra con un vaso en la mano, moviendo levemente la cintura.
Voy derechita a la barra, mi impaciencia es tan grande que casi no acierto a pedir al camarero.
No pierdo de vista mi objetivo, estoy en un sitio donde él también puede verme bien. Después de esperar un rato y ver que el buenorro no se me acerca, voy decidida a saludarle.
Él se presenta y charlamos de la gente que está bailando.
En un momento que considero oportuno le digo que si vamos a tomar algo a otro sitio para cambiar de aires. Me pilló las intenciones a la primera.
- eres un encanto y preciosa, pero no eres mi tipo- me respondió tranquilamente y sin perder la sonrisa.
Detrás de mí suena otra voz.
- pero el mío sí, dime donde quieres ir y después te llevo yo al paraíso.
Al girarme, veo una mujer que tenía cogido mi redondo culo mientras me hablaba al oído para que no me perdiese ninguna de sus palabras.
Estaba tan eclipsada con la presencia del que quería tirarme que no me había dado cuenta de que estaba en un local de homosexuales.
Roja como un tomate, me disculpo ante mi fallida presa y con la mujer tan imponente que no soltaba mi trasero y salgo de allí maldiciendo al del puto consejo.
Lo que si tengo muy claro es que ni esfuerzo, ni perseverancia, ni constancia son igual a propósito conseguido, porque emplear toda la noche en buscar a alguien, me ha supuesto un desgaste innecesario y una vergüenza de las de tierra trágame. Creo que ahora primero preguntaré y después actuaré.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Cosas de la calle


La gente entraba continuamente en las tiendas, salían cargados de bolsas llenas de ropa, zapatos, joyas… Con el dinero empleado en cualquiera de esas cosas hubiese podido comer y pagarme la habitación del hostal durante un par de meses.
Si hoy no se mostraban más caritativos, tendría que dormir en la calle, de la cena ya me podía ir olvidando, me acercaría más tarde a algún centro y si me encontraba demasiado débil para andar, siempre quedaba la opción de rebuscar en la basura de algún supermercado cercano.
Afiné las cuerdas de la guitarra y comencé a cantar, mi querida amiga y mi voz era lo único que me quedaba de una vida lejana, en la que no supe apreciar lo afortunado que era.
Una mujer con sandalias Louboutin de altísimos tacones y vestida de Versace se paró frente a mí. Me esforcé aún más, intentando que no se notase que faltaban dos cuerdas.
Estiró la mano, sosteniendo algo entre sus dedos, esperé a que lo echase en la funda pero continuaba con la mano estirada, me avergonzaba coger lo que me ofrecía. Aunque intentaba mantenerme limpio, todo el día en la calle siempre pasa factura.
La mujer continuaba con el brazo extendido, con la mano temblorosa la acerqué a la suya, tenía una piel muy suave y blanca que contrastaba con la mía, llena de suciedad.
Era un papelito donde había escrita una dirección, me quedé un poco aturdido y aún me aturdí más cuando la mujer atrapó mi mano en el aire y se llevó uno de mis dedos a su boca y comenzó a chuparlo lentamente.
Tan rápido como había comenzado paró.
Dando media vuelta me dejo en medio de la calle sin saber que pensar, desde luego iría a las señas que había escritas, esperaba sacar una cena y con un poco de suerte hasta un trabajo, con la gente rica nunca se sabe en que pueden estar pensando.
Por si acaso, continué tocando hasta que la calle se quedó vacía, no había sido una buena tarde y todavía tenía un rato de camino hasta llegar donde la mujer me había indicado.
Aquello no era una casa, era una mansión, miré mis zapatos llenos de agujeros y mi camiseta sucia, al menos al ir rapado no tenía que preocuparme por el aspecto de mi pelo.
Llamé al timbre esperando que me echasen de allí a patadas, pero en seguida acudió una sirvienta a abrirme, me dejó esperando en el recibidor.
Desde lo alto de la escalera vi asomar la cabeza de la mujer que me invitó a subir, me sacudí el polvo del pantalón y en unos segundos me encontré a su lado.
Llevaba un camisón de seda verde que apenas cubría nada, me empujó hasta una habitación, me ordenó que me desnudase y que me tumbase en la cama.
Hice lo que me mandaba, aunque yo en lo único que pensaba era en poder comerme una buena cena.
La mujer me ató a la cama, y se subió encima de mí. Mis tripas comenzaron a sonar, la debía molestar el sonido porque dio dos palmadas y enseguida apareció la criada con una bandeja llena de comida.
Mientras que me daba de comer , la señora se metió mi polla en la boca, se la trago entera, subiendo y bajando lentamente mientras me miraba a los ojos. Cuando ya empezaba a ponerse dura se la sacó y comenzó a lamer el contorno de mi glande, con lamidas rápidas, sorbiéndolo, chupándolo como si fuese un caramelo.
Con la mano iba extendiendo la saliva que su lengua iba dejando a su paso, continuo incansable, chasqueando la lengua , lamiendo lentamente de arriba abajo, llegando hasta mis huevos ya llenos, metiéndoselos también en la boca y acariciándolos con las yemas de los dedos.
Bajó aún más lamiendo mi culo, llenándolo de babas, cuando me metió un dedo en él, noté que me empalmaba aún más, estaba ya apunto de estallar, pero ella sujeto con fuerza mi erección, impidiendo que la sangre siguiese su curso.
La comida de la bandeja se había acabado, pero yo ya no pensaba en comer.
- Parece que tiene todavía hambre, ¿por qué no le das algo más? – tenía una voz muy dura, que contrastaba con la suavidad de su piel
La criada se desnudo y se colocó también sobre mi colocando su coño a la altura de mi boca, mi lengua enseguida comenzó a lamer, saboreando el sabor de algo caliente, mojado y a la vez dulce.
La señora al oír los gemidos de la otra, se ensartó en mi polla y comenzó a cabalgarme, cuando notaba que estaba a punto de correrme paraba unos instantes y la apretaba con los músculos de la vagina.
Yo continuaba lamiendo esos labios rojos e hinchados como si fuese un perro, sorbía entre mis labios el clítoris y lo volvía a soltar, introduciendo mi lengua en el interior de aquel coño suave y completamente depilado. La criada me tenía cogido del pelo tan fuerte y tan apretado a ella que apenas podía moverme, ni respirar, pero continué lamiendo sin parar.
Las manos se crisparon aún más sobre mi pelo, noté el sabor de su corrida en mi boca, continué lamiendo hasta dejárselo limpio haciendo que se corriese una vez más.
La otra mujer continuaba cada vez con embestidas más fuertes que hacían que los tres botásemos en la cama, el sudor recorría su cuerpo, cayendo sobre mi vientre, sus caderas se movían de delante atrás, hacia los lados, en círculos, incansables, cada vez más profundamente hasta que la escuché gritar que se corría.
Yo había aguantado ya todo lo que podía, pero aún no habían acabado conmigo, antes de correrme las dos se bajaron y se colocaron ante mi polla, el primer chorro de semen fue directo a su boca abierta, mientras que los otros rociaron la cara de la criada.
Antes de tragar, jugo un rato con la lengua, enseñándome mi leche en su boca, un hilillo resbaló por su barbilla yendo a caer entre dos pechos morenos y grandes.
Aquella visión hizo que me pusiera cachondo de nuevo, aproveché que la criada me había soltado las muñecas para saltar sobre la señora y de dos pollazos partirla el coño, no fueron más de cuatro o cinco embestidas hasta que caí derrumbado entre sus tetas.
Me gustaría decir que continué toda lo noche con aquellas dos mujeres o al menos con una de ellas, pero me quedé dormido.
Cuando desperté me encontré tumbado en un banco del parque, si no hubiese sido por el sabor que aún permanecía en mi boca y por el fajo de billetes que abultaba en el bolsillo del pantalón hubiese jurado que todo había sido un sueño.

martes, 18 de mayo de 2010

No hay mal que por bien no venga


Decidí acostarme temprano, después de los masajes y de los chorros castigadores del centro de talasoterapia no tenía el cuerpo para mucho más, en cuanto apoyase la cabeza en la almohada, oliendo el aroma de los aceites esenciales de mi pelo me quedaría muerta durante horas.
Subí hasta mi habitación en la planta segunda del hotel y pasé la tarjeta, ¿cómo no? No funcionaba. Lo intenté varias veces aunque sabía que no iba a servir de nada, hasta lo intenté con todas las tarjetas que encontré por el bolso. Nada, tendría que bajar para que me diesen otra.
La recepción estaba en el otro edificio, así que por entretenerme por el camino, me puse a The Rezillos en los cascos.
No se veía a nadie, llamé pero seguían sin aparecer, entre canción y canción me pareció distinguir un ruidito que venía de la habitación que había detrás del mostrador, apagué la música para escuchar mejor.
Parecían gemidos.
Me pudo más la curiosidad que el cansancio o la prudencia, me acerqué en silencio, la puerta estaba entornada y a pesar de estar casi a oscuras pude distinguir perfectamente a un hombre inclinado sobre la entrepierna del cuerpo de una mujer completamente desnuda. Ella era la que hacía el ruido, gemidos muy suaves, a un ritmo continuado.
No me paré demasiado a pensar, empujé un poco más la puerta, para poder observar mejor la escena.
La cabeza del recepcionista, al ver mejor sus oscuros rizos reconocí al instante que me había atendido esa misma tarde, estaba enterrada entre dos muslos morenos que se agitaban, podía ver su lengua mojada lamiendo arriba y abajo, sorbiendo, atrapando entre sus labios pequeñas porciones de piel hasta llegar a la bolita ya roja por el deseo de que se la comiesen entera. Tuvo que esperar aún largos minutos, mientras el dueño de la lengua presionaba entre los labios para introducirla una y otra vez, pasando a besar después el interior de los muslos para hacerla sufrir un poco.
La mujer ya no quiso esperar más, agarró con fuerza el cabello y lo colocó donde quería, pero él se retiró y se quedó quieto hasta que ella lo miró suplicando, la metió entonces varios dedos mientras que con el pulgar presionaba sobre el clítoris, los gemidos pasaron a ser jadeos entrecortados, movía sus caderas hacía arriba, buscando que la penetrase aún más.
Estaba tan ensimismada en esos dedos que entraban y salían que no me di cuenta de que el recepcionista me había descubierto y estaba mirando como yo estaba imitando sus movimientos.
Tenía el vestido enrollado en la cintura y el tanga apartado para poder masturbarme mejor, lo primero que se me paso por la cabeza cuando vi lo que pasaba fue irme, pero él con un movimiento de cabeza me pidió que continuase con lo que estaba haciendo.
La mujer continuaba con los ojos cerrados por lo que no era consciente de mi intromisión.
Con la mano libre me pidió ver mis tetas, no me hice mucho de rogar, dejé caer el vestido al suelo y le mostré mis pezones duros ya como piedras, comencé a rozarlos con las yemas de mis dedos, agache la cabeza y los chupé, mientras que veía como él aumentaba el ritmo de su penetración a la mujer.
Comenzó a tocarse la gruesa polla con sus ojos fijos en mi cuerpo. La visión de su capullo rojo y brillante me excitó aún más, dejé mis pechos tranquilos y desplacé hasta mi mano mi húmeda entrepierna, con los dedos recogí parte de mi excitación y los llevé hasta mi ano, con movimientos circulares comencé a presionar hasta lograr introducir varios.
Él iba cada vez más rápido, resoplando por el placer autoproducido, los gemidos que causaban sus dedos y la vista que tenía delante.
Adapté mis dos manos a su actividad cada vez más frenética, mis piernas ya empezaban a temblar y mi vientre a contraerse, me apoyé contra la puerta y continué solamente con la mano que ya presionaba tan fuerte sobre mi coño donde casi tenía introducidos todos los dedos.
El orgasmo nos llegó al mismo tiempo, de su miembro brotó un fuerte chorro que salpicó a la mujer, seguido de unos cuantos más hasta detenerse por completo. El mío sólo se hizo esperar un segundo, el trallazo recorriendo mi columna, aunque esperado siempre me pillaba por sorpresa, mi espalda se arqueó volviendo después poco a poco a su posición original.
Mientras que me vestía con las manos llenas de mi propio líquido, pude ver como la mujer que también había tenido lo suyo, se arrodillaba para dejar la polla limpia con su lengua.
En silencio, entorné de nuevo la puerta y me dirigí a mi habitación. A la mitad del camino recordé lo de la tarjeta y volví sobre mis pasos dispuesta a esperar a que terminasen su momento sin volver a interferir.
El recepcionista estaba en su puesto, con la ropa y el pelo bien colocados, como si hubiese estado allí en todo momento.
- Buenas noches, no me funciona la tarjeta ¿me puedes dar otra?
No hizo ningún comentario a lo que había pasado unos minutos antes, muy servicial me tendió una nueva y me dio las buenas noches.
Esa noche dormí completamente relajada, no sé que hora era cuando oí unos golpes en la puerta. Era el servicio de habitaciones, con un desayuno que yo no había pedido y una nota escrita con fuertes y vigorosos trazos: “Deseo que te guste la leche, esta noche la mía será para ti”

lunes, 17 de mayo de 2010

Hasta que sople el viento


Hoy te lo voy a decir.
Ya estoy harta de esperar,
Harta de tus no normas
Que me hacen dudar de cada palabra.
Me muevo entre extremos, sin pasar por tus grises.
Haz lo que quieras y no pienses en lo que yo quiero,
Pero si no pienso te pierdo y si lo hago me pierdo a mí misma.
Te perderé entonces, sin ti puedo vivir, no te necesito tanto como tú te crees
Nunca lo he hecho.
Yo he cumplido con mi parte del pacto,
Si alguna vez me lo he saltado fue porque me animaste a hacerlo
Y cada vez retrocedías amparándote en las palabras que sellaron lo que está a punto de suceder.
Qué soy como una veleta, pues sí, me inclino hacía donde sopla el viento,
Pero mi base está anclada siempre en su sitio.
Quédate en tú comodidad de creer saberlo todo,
en tu miedo a perjudicarme, quédate donde estás
que yo oigo el viento del Este acercarse.
Cuando vuelva a cambiar ya nos encontraremos.

El concierto


Llegue antes de la hora y el local todavía estaba cerrado, por hacer un poco de tiempo fui a un bar cercano y me tomé unas cuantas cervezas, ya contentilla regresé al lugar del concierto, ahora sí abierto y me acomodé cerca de la barra, desde donde podía ver el escenario y al mismo tiempo ir pidiendo mojitos.
Mientras que comenzaba me tomé dos, observando como el camarero los preparaba como a mi me gustan, el azúcar moreno, la hierbabuena machacada, el hielo, el ron y el sprite y lo mejor el brazo del que lo mezclaba todo, con cada nuevo movimiento del mortero, las venas se hacían más visibles, tuve que apartar la vista para no empezar a imaginar lo que sería ir lamiendo ese cruce de carreteras hasta llegar al cuello y desde ahí descender buscando otras autopistas para perderme en ellas.
El cantante vino en mi ayuda y empezó a cantar, acompañado sólo de su guitarra, comenzó una canción que me hizo olvidar mis intenciones viajeras, dejé que su voz impregnase la parte de mi cerebro rara vez utilizada, la letra hacía que los sentimientos flotasen en el aire, se notaba que la gente pensaba en amores pasados, presentes o quizás futuros.
Mi vaso ya estaba vacío de nuevo y giré un poco la cabeza para pedir que me lo rellenasen, ésta vez mi mirada se cruzó con la de un hombre apoyado al otro extremo de la barra.
No era especialmente guapo, pero tenía un gran atractivo y sus ojos marrones clavados en los míos me hicieron cerrar las piernas y acariciarme distraídamente por encima de los pechos.
Agité un poco la cabeza para dejar de pensar en esa barba haciéndome cosquillas mientras se perdía entre mis muslos.
Intenté concentrarme de nuevo en las canciones pero los sentimientos que expresaba ya no me parecían tan puros, el néctar se volvía semen en mi boca y las manos rasgueando la guitarra me parecía que acariciaban mi coño ya húmedo por la intensa mirada que podía notar en mi espalda.
Comencé a removerme en la banqueta, pasando a mirar al amigo que acompañaba al cantante tocando un cajón, pero los toques secos llevando el ritmo requerido hicieron que mi clítoris palpitase de deseo.
Cerré un momento los ojos para limpiar mi mente, pero al abrirlos el del cajón tenía la vista vuelta hacía algún lugar sobre mi cabeza y pude ver unos ojos negros que me recordaron los otros.
Mi cuerpo tomó vida propia y se giró buscándolos, respiré entre aliviada y decepcionada cuando no los encontré.
Pronto se me pasó la decepción, al agacharme para buscar el tabaco en mi bolso colgado de un gancho de la pared, noté una presencia que se apretaba contra mi pierna, al enderezarme, un susurro llegó hasta mi oído haciendo que me estremeciese:
- madre mía, me comería esas tetazas pornográficas aquí mismo
Desde luego muy romántico no era, pero su aliento sobre mi cuello y la contundencia de sus palabras hicieron que los fluidos empezasen a mojar mis bragas.
Mi mano se fue directa al bulto que apretaba mi lateral, la tenía ya dura y desee estar en otro lugar para poder metérmela en la boca y lamer su capullo con mi lengua, sorbiéndolo hasta hacer que saliese el líquido preseminal que extendería con mi boca por toda su polla.
Su mirada me mantenía quieta, sin poder apartar la vista de aquellos ojos que me taladraban sin piedad.
Algo tocó mi brazo y miré para ver que era, apartando a duras penas mis ojos de la cara del pervertido.
- A este te invito yo – me dijo el camarero mostrando bajo su camiseta un torso perfectamente modelado
Como si nunca hubiese existido, el desconocido ya no estaba, lo busqué por todo el local, pero parecía haberse marchado.
Me encogí de hombros y decidí seguir disfrutando del concierto que era lo que de verdad me había llevado hasta allí, además estaba muy animado.
Volví a sumergirme en las poéticas palabras del cantante, dejando a un lado mi natural calentura, envolviéndome en la magia del momento.
De vez en cuando venían a mi mente esos ojos que parecían follarme sólo con posarse sobre mi piel, pero conseguí llegar al final del concierto sin restregar ni una sola vez los muslos.
Al día siguiente tenía que trabajar así que en cuanto finalizó me despedí de los conocidos y de mi camarero favorito y salí a la calle, respirando el aire fresco intensamente para despejar un poco las ideas.
Iba pensando en alguna de las frases de las canciones cuando una mano grande de finos dedos agarró mi codo, atrayéndome hacia un cuerpo que olía a arena caliente.
- ¿Dónde vas putita?
De nuevo esa voz que hacía que temblase una fibra sensible en mi interior, de no ser por ella le hubiese dado un guantazo allí mismo aunque el tono indicaba que no trataba de ser ofensivo.
Me encontré abrazada al desconocido que susurraba todo lo que pensaba hacerme, su miembro apretado contra mi vientre hacía que las palabras cobrasen la dimensión de lo posible.
Más consciente que yo de que estábamos en mitad de la calle, me arrastró dentro de un portal y tiró de mí por las escaleras hasta lo que supuse era su casa.
Estaba deseando ver la polla que me haría todo lo prometido. No se hizo de rogar y con sus manos enredándose en mi pelo, permitió que me la tragase entera, una y otra vez, lamí también sus huevos que se iban llenando cada vez más.
Se la chupé un largo rato, oyendo sus gemidos que me excitaban cada vez más, comencé a tocarme, restregando mis dedos arriba y abajo, atrapando el clítoris entre mis dedos, presionando sobre él, provocándome un primer y breve orgasmo.
Cuando estaba a punto de correrse, me apartó y me puso a cuatro patas, colocándose detrás de mí, pude sentir su capullo presionando hasta lograr introducirse, de un empujón más me la metió entera, tiró de mi pelo hacia atrás, mientras que sus dedos tomaban el relevo de los míos, allí no había lugar a romanticismos, era salvaje y puro sexo, los dos gruñíamos como animales y los empujones eran cada vez más fuertes.
De vez en cuando oía su voz, pero ya no prestaba atención a sus palabras. Cuando sus movimientos se hicieron más lentos y sus dedos consiguieron tensar todos mis músculos recibí de pleno el primer chorro de semen en mi interior, noté como se esparcía y como su mano se contraía sobre mi coño, provocándome, ahora sí, un intenso orgasmo.
Me dejé caer sobre el suelo, arrastrándole a él, quedó apoyado sobre mí espalda, respirando agitadamente, lamiendo las gotas de sudor que me cruzaban.
Me dio la vuelta y por primera vez tuve frente a frente sus ojos, su lengua lamió mis labios mientras seguía mirándome, mientras yo mordía su boca y notaba como de nuevo volvía el deseo de mi desconocido.