miércoles, 19 de mayo de 2010

Cosas de la calle


La gente entraba continuamente en las tiendas, salían cargados de bolsas llenas de ropa, zapatos, joyas… Con el dinero empleado en cualquiera de esas cosas hubiese podido comer y pagarme la habitación del hostal durante un par de meses.
Si hoy no se mostraban más caritativos, tendría que dormir en la calle, de la cena ya me podía ir olvidando, me acercaría más tarde a algún centro y si me encontraba demasiado débil para andar, siempre quedaba la opción de rebuscar en la basura de algún supermercado cercano.
Afiné las cuerdas de la guitarra y comencé a cantar, mi querida amiga y mi voz era lo único que me quedaba de una vida lejana, en la que no supe apreciar lo afortunado que era.
Una mujer con sandalias Louboutin de altísimos tacones y vestida de Versace se paró frente a mí. Me esforcé aún más, intentando que no se notase que faltaban dos cuerdas.
Estiró la mano, sosteniendo algo entre sus dedos, esperé a que lo echase en la funda pero continuaba con la mano estirada, me avergonzaba coger lo que me ofrecía. Aunque intentaba mantenerme limpio, todo el día en la calle siempre pasa factura.
La mujer continuaba con el brazo extendido, con la mano temblorosa la acerqué a la suya, tenía una piel muy suave y blanca que contrastaba con la mía, llena de suciedad.
Era un papelito donde había escrita una dirección, me quedé un poco aturdido y aún me aturdí más cuando la mujer atrapó mi mano en el aire y se llevó uno de mis dedos a su boca y comenzó a chuparlo lentamente.
Tan rápido como había comenzado paró.
Dando media vuelta me dejo en medio de la calle sin saber que pensar, desde luego iría a las señas que había escritas, esperaba sacar una cena y con un poco de suerte hasta un trabajo, con la gente rica nunca se sabe en que pueden estar pensando.
Por si acaso, continué tocando hasta que la calle se quedó vacía, no había sido una buena tarde y todavía tenía un rato de camino hasta llegar donde la mujer me había indicado.
Aquello no era una casa, era una mansión, miré mis zapatos llenos de agujeros y mi camiseta sucia, al menos al ir rapado no tenía que preocuparme por el aspecto de mi pelo.
Llamé al timbre esperando que me echasen de allí a patadas, pero en seguida acudió una sirvienta a abrirme, me dejó esperando en el recibidor.
Desde lo alto de la escalera vi asomar la cabeza de la mujer que me invitó a subir, me sacudí el polvo del pantalón y en unos segundos me encontré a su lado.
Llevaba un camisón de seda verde que apenas cubría nada, me empujó hasta una habitación, me ordenó que me desnudase y que me tumbase en la cama.
Hice lo que me mandaba, aunque yo en lo único que pensaba era en poder comerme una buena cena.
La mujer me ató a la cama, y se subió encima de mí. Mis tripas comenzaron a sonar, la debía molestar el sonido porque dio dos palmadas y enseguida apareció la criada con una bandeja llena de comida.
Mientras que me daba de comer , la señora se metió mi polla en la boca, se la trago entera, subiendo y bajando lentamente mientras me miraba a los ojos. Cuando ya empezaba a ponerse dura se la sacó y comenzó a lamer el contorno de mi glande, con lamidas rápidas, sorbiéndolo, chupándolo como si fuese un caramelo.
Con la mano iba extendiendo la saliva que su lengua iba dejando a su paso, continuo incansable, chasqueando la lengua , lamiendo lentamente de arriba abajo, llegando hasta mis huevos ya llenos, metiéndoselos también en la boca y acariciándolos con las yemas de los dedos.
Bajó aún más lamiendo mi culo, llenándolo de babas, cuando me metió un dedo en él, noté que me empalmaba aún más, estaba ya apunto de estallar, pero ella sujeto con fuerza mi erección, impidiendo que la sangre siguiese su curso.
La comida de la bandeja se había acabado, pero yo ya no pensaba en comer.
- Parece que tiene todavía hambre, ¿por qué no le das algo más? – tenía una voz muy dura, que contrastaba con la suavidad de su piel
La criada se desnudo y se colocó también sobre mi colocando su coño a la altura de mi boca, mi lengua enseguida comenzó a lamer, saboreando el sabor de algo caliente, mojado y a la vez dulce.
La señora al oír los gemidos de la otra, se ensartó en mi polla y comenzó a cabalgarme, cuando notaba que estaba a punto de correrme paraba unos instantes y la apretaba con los músculos de la vagina.
Yo continuaba lamiendo esos labios rojos e hinchados como si fuese un perro, sorbía entre mis labios el clítoris y lo volvía a soltar, introduciendo mi lengua en el interior de aquel coño suave y completamente depilado. La criada me tenía cogido del pelo tan fuerte y tan apretado a ella que apenas podía moverme, ni respirar, pero continué lamiendo sin parar.
Las manos se crisparon aún más sobre mi pelo, noté el sabor de su corrida en mi boca, continué lamiendo hasta dejárselo limpio haciendo que se corriese una vez más.
La otra mujer continuaba cada vez con embestidas más fuertes que hacían que los tres botásemos en la cama, el sudor recorría su cuerpo, cayendo sobre mi vientre, sus caderas se movían de delante atrás, hacia los lados, en círculos, incansables, cada vez más profundamente hasta que la escuché gritar que se corría.
Yo había aguantado ya todo lo que podía, pero aún no habían acabado conmigo, antes de correrme las dos se bajaron y se colocaron ante mi polla, el primer chorro de semen fue directo a su boca abierta, mientras que los otros rociaron la cara de la criada.
Antes de tragar, jugo un rato con la lengua, enseñándome mi leche en su boca, un hilillo resbaló por su barbilla yendo a caer entre dos pechos morenos y grandes.
Aquella visión hizo que me pusiera cachondo de nuevo, aproveché que la criada me había soltado las muñecas para saltar sobre la señora y de dos pollazos partirla el coño, no fueron más de cuatro o cinco embestidas hasta que caí derrumbado entre sus tetas.
Me gustaría decir que continué toda lo noche con aquellas dos mujeres o al menos con una de ellas, pero me quedé dormido.
Cuando desperté me encontré tumbado en un banco del parque, si no hubiese sido por el sabor que aún permanecía en mi boca y por el fajo de billetes que abultaba en el bolsillo del pantalón hubiese jurado que todo había sido un sueño.

1 comentario:

  1. Desde luego que estómago,le tenía que haber mandado primero a darse un buen baño.

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