sábado, 8 de mayo de 2010

Un encuentro inquietante


Un día cualquiera en mi vida, esperando el metro en la estación de Sol para ir hacía Plaza Castilla, acabo de salir de mi rutinario trabajo, al que voy día tras día, esperando llegar a los 65 años para poder retirarme e ir de vacaciones con el Inserso, dependiendo claro está de la miserable pensión que me quede, si es que siguen existiendo las pensiones para ese entonces.
En el andén hace muchísimo calor y hay demasiada gente, es julio y esperar que refresque un poco, es pura fantasía.
En el andén de enfrente veo a mi amigo Jose, va alelado como siempre, con una chaqueta atada a la mochila con la que va barriendo todo lo que pilla a su paso, en la mano lleva una muñeca, a la que sujeta por debajo de las faldas. Le llamo y todos los que esperan el metro me miran, menos él, claro. Grito más fuerte y parece que el eco retumba por el túnel; esta vez si me ha oído, gira sus ojos miopes hacia donde me encuentro y me saluda con la mano con la que sujeta la muñeca, parece un mal ventrílocuo perdido en el andén del metro, espero que no se le ocurra a nadie darle alguna moneda, aunque no le vendría nada mal.
Por fin llega el metro, acompañado de empujones, pisotones y todo tipo de olores corporales, siempre me he preguntado porque es una descortesía decirle a alguien que huele mal o taparse la nariz y sin embargo ellos van extendiendo por el mundo sus olores y eso sólo se considera una molestia, porque una cosa es el olor del trabajador que regresa a su casa, pero que se ducha todos los días y otra el que solo se ducha cuando llega el domingo del corpus y el resto del año, intenta ocultarlo bajo litros de colonia, con lo que la mezcla de olores es explosiva, como el olor de una crema caducada hace años, si alguien la ha olido, sabe de lo que hablo.
Genial, no queda libre ningún asiento, aunque tampoco me hubiese sentado, con este calor cuando te levantas parece que te has meado y es una sensación de lo más desagradable, si por lo menos fuese refrescante, pero como encima es caliente.
Lo bueno de que vayamos como sardinas en lata es que no necesitas sujetarte en ningún sitio, ya vas sujeta entre los culos de los demás viajeros. Ya podía tomar nota de ello la pelirroja de la derecha, porque tenemos todos claro que es pelirroja natural.
Se van bajando poco a poco y consigo apoyarme en el fondo del vagón, dedicándome a la actividad preferida de los habituales del metro, mirar zapatos.
Que pedicura más pésima, para que se pinta las uñas y después se olvida del esmalte y lo lleva desconchado.
Vaya esas sandalias si que son bonitas, dónde las habrá comprado, cuando yo voy a las zapaterías nunca veo calzado tan chulo, seguramente serán de alguna zapatería que no está al alcance de mi bolsillo, aunque si tuviese dinero que iba a hacer en el metro, a lo mejor la pregunto que donde se las ha comprado.
Al otro lado del vagón veo una bolsa gigante, como esas de los militares, ¿qué narices llevará? ¿bazokas?, se nota que es muy pesada, como si llevase un cadáver dentro, quien tenga que cargar con eso en pleno julio en Madrid debe ser Rambo, aunque al menos ya se ha quitado el sol.
Como no tengo nada mejor que hacer miro al valiente que carga con semejante fardo, los zapatos no me llaman demasiado la atención, pantalones beige, camiseta blanca de manga larga, desde luego que es un valiente con este calor.
Media melena castaña clara con suaves ondulaciones, se encuentra de perfil por lo que no distingo bien su cara, aunque parece muy atractivo, pero está un poco pálido, muy pálido, pero mucho.
Es un vampiro, no sé porque he pensado eso.
Él se gira y me mira fijamente, aparto rápidamente la vista. Tranquila, ha mirado porque nota que le estas mirando, aunque a esta distancia, estamos cada uno a un lado del vagón, pero es que justo se ha vuelto cuando he pensado esa palabra.
Qué tontería, no puede ser, vuelvo a mirarle, es que está tan blanco.
Es un vampiro.
Joder, otra vez se ha girado en el momento en que he pensado la palabra.
Por los altavoces anuncian que vamos a entrar en la estación de Plaza de Castilla, salgo del trance cuando se abren las puertas, él recoge su cadáver y se va, no se vuelve a mirarme y yo me voy a toda velocidad, con el corazón saliéndose del pecho y pensando en lo tonta que soy creyendo que me he cruzado con un ser que no existe, excepto en la imaginación de los escritores ¿o sí existen?

viernes, 7 de mayo de 2010

Mi dios


Paseo por plaza Omonia un poco perdida, buscando mi hotel.
El aire huele a gloria pasada que aún pervive en los rostros y los cuerpos de los descendientes de Memnon de Atenas. Busco en los rasgos modernos la esencia de los antiguos guerreros y filósofos.
Bajo la fachada amable se puede respirar las feroces pasiones que corren por sus venas, el orgullo por sus generaciones pasadas hace que las cabezas vayan erguidas y que el brillo de sus ojos prometa transportarte a tiempos donde los juegos sensuales y lascivos se complementaban con inteligentes conversaciones.
Al fin encuentro mi hotel. Dejo las maletas en mi habitación y regreso a la calle para inundarme de tanta belleza, mis ojos van de un lado a otro, recreándose en monumentos antiguos y modernos, sin poder elegir con cual de ellos quedarme.
Después de un largo paseo, llego finalmente a la Acrópolis, Me falta el aire pensando que estoy pisando por donde cientos de años atrás pisaron Aristóteles y Platón y tantos otros conocidos y desconocidos griegos. El Partenon con sus columnas dóricas me hace pensar en los muslos duros y potentes de un semental.
A su izquierda se erige el Erecteion, con sus frágiles columnas de cariátides, esperando ser poseídas por la mirada fascinada de los miles de visitantes que cada día pasean frente a ellas.
Algo distrae mi atención, de tanta belleza.
El mismo dios Apolo, bajado del Olimpo.
Su camisa blanca se ondea agitada por el viento, dejando ver el bulto que se oculta bajo sus pantalones vaqueros. Sus ojos son de un azul cristalino, tan claros que cuando fija su mirada en mí, parece atravesarme con ellos.
Intento mirar hacia otro sitio, no quiero quedarme embobada, pero vuelvo una y otra vez a observar cada rasgo de su perfecta anatomía.
Cuando el dios avanza en mi dirección, me quedo clavada en el sitio, incapaz de moverme o de apartarme de su camino. Él me esquiva sin ningún problema, dejando que aspire su aroma a luz y a sal del mar Mediterráneo. Me inundo de su olor, lo saboreo con los ojos cerrados, intentando que se quede fijado en mi memoria.
- ¿Se encuentra bien?
He estado apunto de desmayarme, el dios me está hablando, escucho sus palabras pero no logro entender su significado, estoy pendiente del sonido de su voz, una melodía única nunca antes escuchada.
Una mano fuerte sujeta mi cintura, dejando que mi cuerpo repose sobre un pecho fuerte, que me acoge como si ese fuese el lugar destinado a mí en el mundo, como si hubiese estado esperándome toda la vida.
- no se preocupe, estoy bien, debe ser el calor
Apenas me sale la voz, se escucha apenas un susurro, obligándolo así a inclinarse, rozándome con un mechón de su dorado cabello. Siento que mis piernas flaquean de nuevo.
Su aroma, su contacto hacen que pierda el control de mi cuerpo, deseo poder tocar tanta perfección con mis manos.
Alcanzo su cara y no se aparta, mi dios se deja acariciar el fuerte mentón, los suaves labios, deseo más, deseo pasear mi lengua por su boca.
De puntillas, me acerco poco a poco, esperando despertar en cualquier momento, pero él sigue ahí, inmóvil, esperando que yo haga realidad mi anhelo.
Mis labios se posan sobre los suyos y notó su sabor a ambrosía, su lengua se entrelaza en la mía, mientras que sus manos me acercan a sus caderas. Puedo notar su erección, mi cuerpo reacciona extendiendo el calor desde el centro de mi cuerpo hacia todas las direcciones.
Inconsciente de donde estamos, agarro su pelo, atrayéndolo aún más hacia el interior de mi boca.
Un pitido estridente me saca de mi ensoñación, hacia nosotros se acerca corriendo uno de los vigilantes del recinto, mi dios me coge de la mano y comenzamos a correr en la dirección contraria.
Nuestras risas se elevan en el aire, donde Céfiro las recogerá y se las llevará para extenderlas por todos los lugares del mundo.
Continúo agarrada a su mano, no quiero que me suelte ni un segundo, perder ahora su contacto me pondría al borde la desesperación. Llegamos hasta una casa a los pies de la Acrópolis, donde me lleva hasta su habitación.
En el centro hay una gran cama, no puedo creer que entre todas las mortales, Apolo me haya elegido a mí para complacerle.
Me arrodillo entre sus piernas, mientras el descansa sentado en la cama, deseo ver la tensa flecha con la que acababa con todos los mortales que le hacían enojar.
La acaricio, endureciéndola aún más, paseo mi lengua por ella, sorbiendo como si de una pajita se tratase, saboreo todo su perímetro, para pasar a descender a continuación por el astil, sintiendo como se va hinchando.
No aguanto más, deseo que me alcance con un certero disparo de su arco. Él lee en mis ojos, que en ningún momento se han apartado de los suyos, mi deseo.
Mi dios es complaciente, me tiende en la cama y apoya su cuerpo sobre mí, su boca busca mis pezones erectos, haciéndome cosquillas con su lengua, mientras sus dedos ya modelan el interior de mi pasión, se recrea en sus actos, llevándome una y mil veces a su mansión del Olimpo, hasta que por fin decide atravesarme. Mi espalda se arquea y mis caderas se mueven buscando un mayor contacto, nuestros ritmos se acomodan haciendo de nuestros cuerpos unos solo.
Cuando llega su torrente, un espasmo recorre mi espina dorsal al sentirme inundada por el néctar del dios del sol. Agotados nos dejamos caer sobre el colchón, pero cuando nuestras miradas se cruzan el deseo regresa aún más que antes.
La tensión y el descanso se alternan a lo largo de todo el día y toda la noche, soy incapaz de dormir pensando que cuando despierte él habrá desaparecido.
El sol ya está amaneciendo y mis ojos se cierran llenándolo todo de oscuridad, cuando horas más tarde despierto mi dios sigue ahí, inundándolo todo con su luz.

jueves, 6 de mayo de 2010

Palabras

Espero releyendo palabras pasadas, anhelante de palabras nuevas.
Espero deseando que lleguen, mirando el reloj una y mil veces, apartando la vista de él, para de nuevo volver a mirar.
Intento distraerme, pero en mi mente resuenan como si estuviesen grabadas a fuego.
Esto no es bueno para mí, no puede ser bueno...
Apago el ordenador y me tumbo esperando dormir, doy vueltas y te escucho en el silencio, sólo roto por el zumbido del aparato, que me llama, que no me deja descansar.
Y lo enciendo y busco tus mensajes ¿qué estoy haciendo? Mi mano tiembla cuando de nuevo lo apago.
Pero, ¿y si llegan? y no estoy para leerlas, ¿y si se pierden para siempre?
Y te busco en ellas. Tu esencia está ahí esperando que yo las de un significado.
Cierro los ojos y puedo verlas, palabras que encierran placeres tan sólo imaginados .
Mis manos se convierten en tus manos que se deslizan por mi cuerpo deseoso del tuyo.
Ya han llegado por fin, las leo y nunca me defraudan, siempre son más de lo esperado.
Palabras que hacen que me estremezca de dolor y gozo, ellas cubren la distancia que nos separa, llegando a mí plenas de pasión y deseo.
Con ellas llega tu aroma que penetra hasta lugares olvidados, lugares desconocidos, hasta que ellas los descubren.
Siente ahora tu las mías.
Y de nuevo espero, inquieta por si han sido las últimas.

EGIPTO UN DON DEL NILO



Siempre quise ir a Egipto,
desde niña soñaba con ello.
Un buen día se cumplió mi sueño.
Fuimos al aeropuerto muy temprano íbamos tres amigas dispuestas a vivir una gran aventura en un destino largamente deseado y muy exótico que prometía días de diversión y misterio.
Subimos a un avión de aerolíneas egipcias, unos ojos bellísimos de largas pestañas y miradas penetrantes, nos dieron la bienvenida, desde el primer momento me sentí fuertemente atraída por ellos, con sus rostros morenos de labios carnosos y de una fuerte complexión física. Estaba casi flotando, el avión era la antesala de un mundo soñado.
Cuando aterrizamos en Luxor al bajar del avión, una oleada de calor húmedo nos invadió y hasta el aire olía diferente.
Nos dirigimos hacia el barco en el que íbamos a realizar nuestro crucero por el Nilo,
al llegar nos ofrecieron una bebida de bienvenida de color rojo intenso hecha a base de flores de hibisco muy refrescante llamada karkadé.
Más tarde nos dieron nuestro camarote de camas un tanto irregulares, un cuarto de baño sin plato de ducha ni bañera nos esperaba con toallas en forma de barcos. Tras la primera ducha se inundó todo el baño y divertidas chapoteamos en el agua.
Salimos a la cubierta del barco, estábamos frente al río Nilo, nos sorprendió su anchura y su caudal, con razón es el río más largo del mundo, no estaba demasiado limpio pero se podía admirar su vegetación de lotos y papiros.
La luz de la noche y de los barcos vecinos reflejada en sus aguas le daba un aspecto irreal, mágico.
Nos sentamos en la cubierta del barco a contemplar el paisaje nocturno, podíamos ver las palmeras vecinas y la diosa egipcia Nut del cielo, nos cubría con su bóveda celeste, la noche era luminosa, tachonada de estrellas e invitaba a soñar.
Al día siguiente fuimos a ver las tumbas del Valle de los Reyes y de las Reinas, entre ellas destacaban la de Tut- Ankh- Amón y la de Nefert-Ary, la primera era la única que conservaba la momia del faraón en su interior y de cuyo descubrimiento en 1922 por Howard Carter y Lord Carnavon tanto se escribió sobre maldiciones de faraones y cuyo enorme ajuar funerario se conserva en el museo del Cairo, en una sala aparte donde destacan su mascara de oro y sus sarcófagos.
La tumba de Nefert-Ary presentaba unas pinturas de colores brillantes que fueron restauradas y cuya iconografía describe como la reina podrá resurgir a una nueva existencia.
Después fuimos a Deir el Medina para poder ver las tumbas de los artesanos y de los nobles, todas ellas con pinturas originales de gran calidad descriptiva entre las que destacan la de Nakht donde se pueden ver tres bailarinas con instrumentos musicales.
En otra, se puede ver la elaboración del vino, como cogían las uvas de la parra, las pisaban y en definitiva como su elaboración es igual después de miles de años.
Visitamos los templos de Karnak y Luxor entre columnas colosales, el sol pegaba fuerte era el mediodía, empezábamos a asfixiarnos, pero por suerte vimos a un policía regando con una manguera , le dijimos que nos mojara para sofocar el calor y con esto nos convertimos en “miss camiseta mojada”, hecho que provocó que todos los que dormían la siesta bajo los sicomoros se despertasen de golpe para mirar.
En el templo de Karnak destacaban las columnas hatóricas con cabeza de vaca dedicadas a la diosa Hathor diosa del amor y la diversión, las de capitel papiriforme y lotiforme con formas de lotos y papiros, que tan bellos habíamos visto entre la vegetación del Nilo. También destacaba la columna de Tabarca.
Había un gran lago artificial con el escarabajo sagrado en el centro que decían que si dabas siete vueltas te quedabas embarazada, era evidentemente una leyenda local.
En el templo de Luxor destacaba la iconografía dedicada al dios Amón-Min, el dios de la fertilidad, sus relieves eran muy explícitos, era un templo más pequeño que el anterior pero de gran encanto.
Subimos en calesas paseando por Luxor, los caballos vestían pompones de colores y cascabeles, los caleseros eran muy dicharacheros y siempre estaban gastando bromas, la música estaba omnipresente en cualquier rincón de Egipto, anduvimos entre gentes con chilabas blancas, niños descalzos, puestos de todo lo inimaginable desde piezas de recambio hasta frutas y verduras, todo expuesto de cualquier manera sin orden ni concierto, la mayoría de las veces en el suelo pero de una forma divertida y caótica.
Bajamos de la calesa y fuimos a tomar algo fresco en un café de terrazas de madera donde solo hombres sorbían su té, fumaban sus argilas y jugaban al chaquete.
Nos miraban divertidos, nosotras tomábamos bebidas refrescantes contenidas en botellas que aquí se retiraron hace más de veinte años.
Mi amiga sacó un cigarro y pidió fuego y le dijeron “no, las mujeres no fuman”,
quedó tan sorprendidas que se lo pidió a otra persona que sí se lo dio.
Caben destacar los zumos de frutas naturales que estaban buenísimos con trozos de fruta en su interior, el de guayaba es exquisito.
Cuando volvimos al barco para tomar una ducha, nos encontramos en el camarote con que nos habían hecho unas bonitas figuras con todo lo que encontraron a su alrededor, muñecos, toallas con formas de cisnes y serpientes, flores...
Después subimos a cubierta para tomar una Stella la cerveza egipcia local muy suave pero de medio litro, allí se nos unieron algunos trabajadores del barco con los que compartimos risas y frutos secos españoles.
Otro día se hizo una fiesta en el barco, pudimos alquilar unos disfraces fabulosos de lentejuelas multicolores por delante y transparentes por detrás.
La cena se presentaba decorada con motivos faraónicos, toda una serie de verduras frescas, ensaladas, cremas, carnes y frutos secos con aromas a especias.
Después bailamos con el sonido de timbales y darbukas y contemplamos un espectáculo de derviches girantes de grandes faldas y sombreros, caballos fantásticos, danzas con bastones... todo era luz, color y exotismo.
Seguimos navegando Nilo abajo entre sus exuberantes riberas llenas de verdor y frondosidad, todo ello contrastaba con el paisaje desértico de detrás que formaba sugerentes dunas.
Pudimos ver unos templos grecorromanos muy bellos en Esna, Edfu y konombo.
Zocos donde podían verse montañas de especias de vivos colores en forma de pirámide y comprar no sin antes regatear, el deporte nacional, figurillas de alabastro, chilabas, rababas, que eran guitarras egipcias propias de Assuan y toda una serie de objetos que evocaban magia y sensualidad.
También fuimos a Assuan donde vimos el templo de Phile dedicado a la diosa Isis del amor, para llegar a él cogimos un barco pequeño pues está en la isla de Elefantina.
Desde Assuan tomamos un mini bus destartalado con algunos asientos sin respaldo rumbo a Abu Simbel, con parada en el desierto para ver amanecer, gracias al proyecto de la Unesco el templo fue salvado de las aguas ya que tras la construcción de la nueva presa, que dio también origen al lago Nasser iban a quedar algunos templos anegados por las aguas y este fue salvado y desmontado pieza a pieza y llevado cerca de la frontera con Sudan donde se vació una montaña artificial y se metió el templo.
A su lado estaba también un bello templo dedicado a la esposa de Ramsés II Nefert-Ary.
Al terminar el crucero tomamos un avión rumbo al Cairo, la madre del mundo, Al Qahira( la victoriosa). Es una gran ciudad superpoblada pero no carente de encanto a pesar del desorden, del gran tráfico y de la dificultad para cruzar sus calles, sin apenas semáforos y donde puede atropellarte desde un burro hasta una camioneta llena hasta arriba de verduras, la mejor opción según nos contaron los lugareños, era cerrar los ojos y cruzar encomendándote a Allah, la verdad para nosotras un tanto complicado, por lo que optamos por pedir ayuda a un guardia urbano al que casi se llevan también por delante.
Desde todos lados podía oírse una música ensordecedora con mucho ritmo, cualquier sitio era digno para marcarse un bailecito oriental.
La danza del vientre era muy común, en muchos cafés grandes pudimos ver a las bailarinas orientales, entradas en carnes bailando de una forma muy sensual, con trajes de lentejuelas de brillantes colores, transparencias y un cinturón de monedas.
La vida nocturna era muy variada, se podían ver cantantes, tañedores de laúd, poetas, magos, adivinos y un sin fin de personajes propios de las mil y una noches.
La ciudad no dormía, todo estaba abierto las veinticuatro horas del día, además la llamada a la oración del muecín desde los minaretes de las mezquitas cercanas, se hacía cinco veces al día, era un canto dulce, espiritual muy emotivo.
De día pegaba un sol de justicia, aún así fuimos a visitar las pirámides, al ver la gran pirámide de Keops sentí que se me inundaban los ojos de lágrimas, era verdad, estaba allí y las pirámides parecían invitarme a penetrar en un mundo de antigüedad y misticismo.
Bordeamos la llanura de Gizeh, vimos la esfinge de mirada enigmática, con la cara llena de agujeros ya que los soldados de Napoleón hicieron prácticas de tiro en su cabeza,
el museo de la barca solar y entre medias fuimos raptadas por unos beduinos a camello y devueltas sanas y salvas.
Estuvimos en Saqqara y Menfis, en la primera vimos a la precursora de las pirámides, la pirámide escalonada de Zoser que era una superposición de mastabas, sus tumbas eran también muy bonitas.
En el museo de Menfis pudimos ver la estatua colosal de Rasees II tumbada.
Después en el museo egipcio de Taharir pudimos contemplar una gran cantidad de piezas de arte antiguo expuestas como en un gran bazar.
Por la noche fuimos al gran zoco de Khan al Khalili con un sin fin de tiendas ,una gran cantidad de artículos, de intrincadas callejuelas llenas de cafés que invitaban a perderse en ellos, mi preferido el café Al-Fishawi donde el premio nobel Nayib Mahfuz solía ir a tomar té y a disfrutar de una pipa de agua , allí podías ver a vendedores ambulantes voceando sus preciosas mercancías y a tatuadotas de henna que por un módico precio te hacían un tatuaje florido que luego podías lucir en España .Sentías tus sentidos exaltados en un país que te atrapa donde todo ocurrirá inshaallah (si dios quiere), donde nunca hay problemas (ma fish muskela), si algo ocurre no pasa nada (malesh) y donde el tiempo no existe, todo es un fluir continuo como el Nilo ancestral.
Te sientes atrapada entre sus gentes y su cultura milenaria.

Dice un refrán egipcio que si tocas el agua del Nilo volverás a Egipto, en mis largos paseos en falúa una barquita de vela, muchas veces pude sentir su agua como una libación.
El dios del Nilo Hapy vertió en mí su limo fecundo haciéndome fértil y parte de él, porque que es Egipto sino un Don del Nilo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Meidum


Todavía no había amanecido cuando me levanté, si quería ver la pirámide tenía que madrugar. En cuanto saliese el sol el calor sería insoportable.
Me di una ducha rápida, sin disfrutarla, la escasa presión y cantidad de agua hacía que no hallase ningún placer que hiciese que me recrease allí dentro.
Me puse unos pantalones holgados de algodón y una camiseta de tirantes, no era la más adecuada en un país musulmán, pero en el desierto nadie me vería, ni se escandalizaría por ver un poco de piel.
Por si las moscas, cogí una chaqueta fina, no fuese a haber algún guardia en la entrada y no me dejase pasar después de haberme pegado el madrugón.
Era improbable ya que la pirámide no estaba dentro del circuito turístico habitual y a no ser que intentases acceder a una mezquita no solían poner pegas respecto al atuendo.
Aún así, tomé la chaqueta con un suspiro de resignación y varias botellas de agua embotellada, no iba a arriesgarme a tener que beber el agua local, para tener que pasar el resto de los días que me quedaban de vacaciones, postrada en la cama.
Sayed estaba en la puerta esperando en su taxi destartalado, había sido una suerte conocerle el día siguiente de mi llegada. Siempre estaba disponible y mi llevaba sin chistar donde yo quería, sin intentar llevarme a la tienda de regalos de su primo, como suelen hacer otros.
Con el paso de los días habíamos trabado cierta amistad y me había invitado a comer con su mujer y sus cuatro revoltosos hijos, la comida exquisita sin duda, cayó como un tiro a mi desacostumbrado estómago a las especias y el picante, pero la conversación y la compañía de la familia compensaron con creces la pequeña molestia.
Me recibió con una sonrisa, había vivido varios años en París y no criticaba la forma de vestir de las europeas.
Salimos de El Cairo, con la llamada a la oración retumbando en mis oidos, aproveche para dormir un poco, dejándome mecer por el traqueteo del coche, cuando desperté avanzábamos por una carretera rodeada por arena, el sol ya había comenzado a salir, según los cálculos que habíamos hecho el día anterior no debía quedar mucho para llegar.
Paso una hora más, mientras hablábamos de su vida en Europa, de la vida en Egipto, de cosas sin importancia. Me parecía un poco extraño no divisar ya la pirámide, pero Sayed seguía conduciendo adelante sin comentar nada.
Cuando ya el sol apretaba con fuerza y empezamos a sudar, por la falta de aire acondicionado, me miró y me dijo que creía que nos habíamos perdido.
Son cosas que pasan, intenté tranquilizarle porque parecía nervioso por si yo me enfadaba, le dije que no pasaba nada que diese la vuelta y que ya lo intentaríamos otro día.
Al intentar dar la vuelta en la carretera tan estrecha, incluso para un solo coche, las ruedas se hundieron en la arena dejándonos atascados. Nos bajamos y comenzamos a empujar, enseguida se hizo evidente que no íbamos a poder mover el coche sin ayuda, el tubo de escape se había partido y lucía como un mal presagio sobre el suelo de la carretera. Sayed lo ató como pudo con un trapo, pero aquél era el menor de nuestros problemas.
Decidimos que él regresaría andando por la carretera hasta una gasolinera que habíamos dejado atrás hacía unos veinte kilómetros, mientras yo esperaba por si pasaba alguien que pudiese ayudarnos. Le di todas las botellas de agua, excepto una que guarde para mí.
Me entretuve acumulando arena para hacer una figura, mientras Sayed desaparecía por la carretera, con un trapo atado a la cabeza, tan ensimismada estaba que no me di cuenta por donde aparecieron dos chavales en chilaba que estaban de pie mirando fijamente lo que yo hacía.
No entendían mi idioma y a través de señas les explique que se había estropeado el coche, me cogieron de la mano y tiraron de ella para llevarme a algún lugar donde me darían ayuda.
Eran muy jóvenes, apenas habían dejado atrás la niñez y no parecían peligrosos así que no tardé mucho en decidirme. Me llevaron a través del desierto, caminamos durante horas, yo estaba agotada, sin agua ya, pero ellos parecía como si no hubiesen dado más que unos cuantos pasos.
Estaba a punto de caer desmayada cuando a lo lejos vi unas tiendas de lo que parecían tuaregs. Alrededor de ellas había niños jugando y mujeres cociendo pan, me llevaron hasta lo que parecía la tienda principal.
Dentro había sentado un hombre de ojos negros pintados con khol, que le daba un aspecto feroz, me encogí un poco sobre mi misma, asustada por el lío en el que me había metido. Los niños le explicaron algo en su idioma y el hombre se levantó con una sonrisa que le hizo parecer más amable. Me tendió la mano ofreciéndome los cojines para que descansase.
En pocos minutos me vi rodeada de mujeres que me traían bebidas y comidas deliciosas, no había notado lo hambrienta que estaba hasta que di el primer bocado. Cuando terminé de comer y beber hasta hartarme, todos desaparecieron quedándome a solas con el que estaba claro que era el jefe de aquellos nómadas.
Más relajada y segura de mí pude apreciar la belleza de sus rasgos y sus movimientos felinos cada vez que se levantaba. Intenté mirar hacia otro lado, no quería parecer descortés o algo peor, pero mis ojos volvían una y otra vez a sus labios que me hablaban sin que yo entendiese nada.
Cuando extendió sus manos hacia mi cara, di un brinco hacia atrás por la sorpresa, él enseguida las retiró, pero antes de terminar de hacerlo las atrapé para acercarlas de nuevo a mí. El magnetismo que le rodeaba me tenía atrapada.
Acarició la curva de mis cejas y besó mis parpados, dejando que aspirase su olor a arena caliente, cuando sus labios se apretaron contra los míos gemí de placer.
Mis gemidos le animaron a ir más allá, suavemente me quitó la ropa, dejándome desnuda sobre los cojines, estaba muy mojada, preparada para recibirle, cuando comenzó a restregar su ardiente estaca entre mis labios, frotando al mismo tiempo mi hinchado clítoris , tuve un primer orgasmo. Atrapé su espalda, para acercarlo más a mis pechos duros como piedras, le clavaba mis pezones, mientras él metía su lengua en mi boca, llevándose a su interior mis jadeos apenas contenidos.
Cuando por fin me penetró, todos mis músculos se tensaron, deseosos de acoger las embestidas de aquél semental. La tenía gruesa y me lleno por completo. Sus acometidas eran tan fuertes que me estremecía todo el cuerpo, necesitaba sentirlo aún más dentro, que me rompiese, así que mis caderas tomaron el control y comenzaron a moverse enloquecidas bajo él.
Su ritmo se adaptó al mío, dejando que por fin sintiese todo su potencial, sacaba y metía su miembro tan rápido y tan fuerte que encadené varios orgasmos seguidos.
Cuando noté un gran chorro de semen chocando contra las paredes de mi vagina, un espasmo recorrió mi espalda, fue como un chute de adrenalina metido en vena y cabalgando por mi columna, extendiéndose por todo el cuerpo, calentando todos mis miembros.
Dejó caer la cabeza sobre mis pechos, chupando los pezones todavía erectos, mientras yo acariciaba sus hombros, notaba como su semen se deslizaba por mis muslos.
Me quedé dormida de nuevo, cuando desperté estaba en el coche, que ya no estaba atascado en la arena, había comida y bebida suficiente para alimentar al ejercito perdido de Jenofonte.
Arranqué el motor y fui en busca de Sayed que debía estar como loco pensando donde me había metido.
Ese día no visité la pirámide de Meidum pero el encuentro inesperado con el hombre misterioso mereció la pena. Cuando cierro los ojos aún puedo sentir su olor sobre mí, inundándome por completo, es tan fuerte su presencia que siento como mi entrepierna se calienta pidiendo a gritos a mi hombre del desierto.

ÍCARO


Me veo reflejada en tus ojos,
al mirarte puedo comprender lo eterno,
ya que tu eres esencia misma de lo infinito.

Tu rostro redondo,
parece de luna de llena
y resplandeces como ella.

Tus dientes son tan iguales,
de cuadratura manifiesta,
- cuadrilateros de amor de ecuacion perfecta-.

Esa boca de labios jugosos,
ese manjar que invita a probar
los paraisos prohibidos.

De anchas espaldas y muslos rotundos,
lo que atesoras deseo,
-eres todo tú en su perfecto conjunto-

Temo abrir la caja de pandora
o volar con alas de cera,
-¡Oh Ícaro no me hagas volar para luego caer fundida en tu deseo-

No entiendo


- ¿No entiendes? – me preguntas
No entiendo ¿qué?.
El no poder pensar en la persona por muchos años que han pasado y que pasarán porque te ahogarías por tus propios sentimientos.
Que no entiendo ¿qué?
Que cuando te miraba era el único momento en el que existías en este mundo, y que cuando te sonreía el corazón se te paraba unos segundos, convirtiéndose en un mar en calma. Para a continuación desencadenarse una tormenta al sentir las yemas de sus dedos recorriendo la curva de tu cuello.
¿Qué es lo que debo entender?
Que ya nada tiene sentido, que tu universo ya no está, que las estrellas ya no lucen para ti y que el sol no calienta ya tu alma porque ya no escuchas su voz ni puedes leer sus palabras.
No, no entiendo.
Nunca le conocí, nunca reí con él y nunca le amé.
Nunca jamás le toque, ni paseé mi lengua humedeciendo sus labios, ni bebí su néctar, ni acaricié su espalda.
¿Por qué me preguntas a mí sobre esas cosas?
Yo no entiendo.

Sorpresa!!!


De regreso a casa desde mi trabajo, lo hago andando ya que no hay mucha distancia, es un paseo y la tarde acompaña.
Los coches no paran de pitar. En un principio creo que llevo la falda recogida, enseñando mi lencería, pero no, mi ropa está perfectamente colocada. Mi pelo está bien peinado.
Pasa un coche a toda velocidad del que sale una voz masculina gritando :
- bombón
Eso hace que me suba la autoestima y me ponga erguida sacando pecho, del que no me puedo quejar.
Los piropos cada vez van más seguidos: “guapa “, “contigo siempre estamos en primavera”, “los ojos son listos y van detrás de la belleza”. Alguna que otra burrada también se oye:
- Esa almeja te la voy a comer entera
- Tengo un palote relleno para que te lo comas.
De estos últimos paso relativamente, aunque me haga la ofendida, también me gusta oírlo, da morbo.
Mi cuerpo llama la atención, yo lo ayudo un poco, con escotes provocativos, ropa ceñida, faldas cortas. Saco todo el provecho posible.
Ya en la puerta de mi casa, con las llaves en la mano para abrir, un coche para casi justo a mi espalda. Es uno de los coches que acababa de pasar y el conductor me había lanzado un piropo.
Al llamarme, me giro y según me ve de cerca pone cara de susto. Acelera quemando rueda y gritando:
- Joder, que cosa más fea
Otra vez me quedo sin pillar, tendré que coger mi desasosiego de pilas personal. Ese no protesta por ser fea, al próximo que me pare le diré que mire del cuello para abajo o me pondré un pasamontañas,
Que se le va a hacer, mi cuerpo lo moldeo yo con deporte y dieta, pero para mi cara no tengo suficiente dinero para la cirugía.
No me importa que no me miren a la cara, lo tengo asumido, soy como las gambas.

martes, 4 de mayo de 2010

EN EL FRAGOR DE LA BATALLA


Ante la insistencia de mi buen amiga Posedeia y la osadía de mi querida Brujilla,me animaré a escribir un relato erótico aunque me sonrojo solo de pensarlo.
Bueno espero que os guste,ya me contareis...

Era un día un tanto ventoso y desapacible,de esos que te invitan a permanecer en casa a poder ser en la cama, calentita y leyendo una buena novela.
Sali de mi refugio a regañadientes y todo me fue adverso,el metro se retrasó,el autobús hizo que me congelase en la parada y cuando finalmente se dignó a venir ya llevaba en la parada veinte minutos,mi jefe no dejaba de llamarme diciendome que donde estaba y cuando iba a llegar,ya estaba cerca pero a veces los conceptos espacio-temporales son muy relativos.
Cuando crucé la puerta de mi centro de trabajo estaba completamente acelerada,no me podía creer que llegase treinta y cinco minutos tarde.
Mi superior me recibió con una gran frialdad y altivez,pero al mirar al frente descubrí un gran rayo de sol,una presencia que calentaba con fuerza.
Olvidé todo al notar su sonrisa de bienvenida,él estaba allí de forma fortuita y se alegraba de verme invitandome a olvidar las penurias pasadas.
Él, como caballero cruzado que ofrece nuevas formas de aventura Y de riesgo.
un banquete sin fín en el que poder dejar la brida y el escudo mientras su lanza está a tu disposición.
Maquinalmente aparté de mí tan deliciosa fantasía y me dediqué a teclear rutinariamente no sin sentir un calor impropio del día en el que nos encontrábamos.
La mañana fue pasando casi no teníamos tiempo de hablarnos,pero cuando lo hacíamos surgían chispas de vivos colores-¡ay caleidoscopio de luz y color dejame poder ver a través de tí-.
En un momento dado me dirigi a él ya que estaba al lado de los folios que ya se me habían terminado,me quede absorta al contemplar sus fuertes muslos que se marcaban a través de su pantalón y el vello de su poderoso torso que asomaba entre el cuello de su camisa,
desée poder acercarme a él y besar ese torso que pedía a gritos ser acariciado.
Mi caballero me estaba hablando pero yo no podía escuchar nada pensando como seria poder estar con él en otro lugar,cabalgar juntos,compartír una buena colación,poder acampar bajo las estrellas y dormir abrazados sintiendo nuestros corazones latiendo a la par.
De repente noté una mano sobre mi muslo que iba subiendo peligrosamente,no lo podía creer ahí enmedio de la gente que nos miraba espectante, mientras él me sentaba encima de la mesa apartando el ordenador,no podía ser cierto,acercó su boca a la mía y me dió un beso tan apasionado que me dejó sin respiración, mientras su otra mano coronaba la cima de mi montaña,
rozando tan solo el fruto prohibido pero besando con decisión.
Todo era como una ensoñación pero quería morir de ese sueño.
Era dulce pero a su vez enérgico,estaba a punto de entrar en batalla e iba afilando su arma.
Yo estaba como el chocolante caliente y él estaba a punto de beberme sorbo a sorbo con tranquilidad y deleite pero sin dejar ni una sola gota en el fondo.
Cuando pensé que me iba a derretir,noté como mis pantalones caían al suelo y algo del todo conductible se acercaba lentamente,
sí,sí,no te detengas sigue el camino y te premiaré con mi miel mientras te corono con el laurel de los vencedores.
¡Ay héroe de innumerables gestas,hoy tu victoria será la más grande!

De repente abrí los ojos , estaba en el suelo con un fuerte dolor de cabeza mientras mis compañeros me miraban asustados,¿qué me ha pasado?-pregunté con voz trémula-
fuiste a por folios y tropezaste con el cable de la impresora cayéndote al suelo.
Claro todo había sido un sueño pero mi héroe me miraba sonriente y yo tenía todavía la cremallera del pantalón desabrochada...

Blogs

Estoy un poco dispersa últimamente, vale, siempre estoy dispersa, debería haber hecho esta entrada hace mucho tiempo, pero por dejadez, olvido o vaya usted a saber qué, no la he colgado hasta ahora.
A la derecha podrán ver (me acaba de venir la imagen de una azafata dando explicaciones en un avión. No, no está desnuda, pero vosotros podéis imaginarla como queráis), continuo, puede verse un nuevo gadget donde irémos poniendo blogs interesantes, el primero de ellos es uno de mis preferidos, el blog del Club secreto, es un blog donde podreis descargaros el programa de radio que se transmite en directo los miercoles de 00:00 a 04:00 en contrabanda fm, en él cuatro señores nos cuentan sus cosas, por así decirlo. Si queréis reiros un rato o diez pues ya sabéis a escuchar el programa.
Si no lo queréis escuchar, pues vosotros os lo perdeis, pero al menos si os gustan mis relatos escuchad el capítulo 24, allí leído por el señor de los cuentuchos aprendereis como un relato de por si porno puede alcanzar otro grado más de perversión.
Hasta rojas se me pusieron las orejas al escucharlo, a mí, a Posedeia.
Os dejo para que lo disfrutéis.

Madrid-Santander


Estaba agotada tras pasar toda la noche trabajando, andaba medio dormida por los pasillos del metro que me llevarían hasta la estación de autobuses donde tenía que coger el primero que fuese hacia Santander.
Faltaba todavía una hora para que saliese, esperé bostezando sentada en el suelo, rezando para no quedarme dormida. Me entretenía mirando al resto de los pasajeros, imaginando como serían sus vidas y hacia donde o hacia qué se dirigían.
Había una monja, una estación nunca está completa sin la presencia de una monja, un matrimonio con niños, que desee con toda mi cansada alma que no tuviesen mi destino, un chico de mi edad más o menos.
No podía verle bien la cara, el flequillo le tapaba la mitad derecha, llevaba unos pantalones vaqueros que dejaban adivinar unos fuertes muslos atrapados bajo la tela y una camiseta blanca que se ceñía a unos abdominales marcados sin exceso.
De tan cansada que me encontraba ni siquiera fantaseé con lo que sería follar con él, como hubiese hecho cualquier otro día.
Faltaban ya sólo quince minutos, pero era incapaz de mantener los ojos abiertos, me levanté y fui a comprar un libro que no tenía ninguna intención de leer, sería un buen regalo para alguna amiga con necesidades intelectuales superiores a las mías.
Compré una botella de agua helada que me bebí de un trago, algunos chorros resbalaron por mi barbilla, llegando a mis pechos antes de que tuviese tiempo de limpiarme.
El conductor llamó a los pasajeros, podíamos ir subiendo.
Por fin, estaba a punto de caerme, me colé delante de la monja, de un siniestro que no dijo nada pero seguro que me hecho una maldición. Me pasé su mirada enojada por el arco del triunfo y le dejé mirando mi culo que ya subía por los escalones.
Desparramada en mi asiento, estiré tanto los brazos, que mis pezones mojados por el agua estuvieron a punto de romper la camiseta y bostecé ruidosamente.
Me puse música para no oír a los putos niños que desgraciadamente sí iban a Santander y me coloqué en posición fetal en el asiento, dando el trasero al asiento contiguo. El autobús iba casi vacío, así que probablemente no sería ocupado, o si al que le había correspondido era listo seguramente se cambiaría para tener más espacio.
Genial, me ha tocado el gilipollas o la gilipollas de turno, puedo notar su calor, no me muevo, no vaya a ser la monja y al ver que estoy despierta empiece a darme la chapa. Subo más el volumen y me quedo ya dormida, joder espero no roncar.
Me despierta el contacto de un bulto sobre mis nalgas, es un gilipollas, sin duda o a lo mejor estoy soñando, ¿qué hago? Me muevo un poco para ver si estoy pensando lo correcto o sólo es una bolsa que ha dejado mi compañero de viaje entre los dos asientos.
Joder, eso es una polla como la copa de un pino, ¿qué hago? A lo mejor es el siniestro que ha decidido tomarse la venganza por su mano, bueno por su verga más bien. La noto calentita a pesar de la tela del vestido y de los pantalones, espero. Pensar que la tiene fuera me da risa, mis hombros se agitan un poco por la visión.
Se ha animado un poco más, una mano se desliza bajo mi vestido buscando mi coño que ha comenzado a humedecerse, me restriega sus dedos varias veces, interminables minutos que hacen que me ponga a mil, antes de introducir varios de ellos mientras otro juega con mi clítoris que ya palpita como loco.
Me muevo para poder sentir mejor lo que se aprieta contra mi culo, está muy dura, joder con el siniestro, miro un poco de reojo, no es él, este lleva unos pantalones vaqueros, no negros, ay dios, es el otro, el macizo de la estación. Eso me pone todavía más cachonda, noto como empiezo a lubricar, a manchar los dedos que me están destrozando el coño, entrando y saliendo. Aprieto los labios para no empezar a gemir, noto su aliento en mi cuello, me voy a correr como siga así y no podré impedir que se me escape algún jadeo.
Ha parado, será cabrón el tío, no pensará dejarme así, ¿qué hace ahora? Me está apartando la tira del tanga, sus dedos buscan mi ano, se me tensan los músculos del vientre, ¿no se le ocurrirá metérmela sin lubricarme bien?, voy a girarme, no pienso dejar que me cause semejante dolor. Me sujeta y me susurra al oído que esté tranquila.
Permanezco quieta, notando como sus dedos, humedecidos por mis propios fluidos y lo que imagino su saliva trabajan mi culo, hasta conseguir colar dentro uno de ellos, lo saca y lo mete hasta que puede hacerlo con facilidad, mete entonces otro, continua hasta colar alguno más.
Mientras tanto yo he continuado jugando con mi coño, haciendo que salga más líquido que él recoge y lo lleva donde es más necesario.
Escucho el leve sonido de una cremallera al bajarse, y de un condón al salir de su envoltorio, mi coño se contrae esperando. Aquí llega, siento su capullo empujando contra mi culo, aprieto los dientes, su mano toma el relevo de la mía, empuja un poco más hasta introducirse unos centímetros, oigo su respiración cerca de mi oído, empuja más hasta colarla entera, la deja así un momento para a continuación comenzar a moverse lentamente.
Sus dedos continúan follándome por delante al mismo ritmo que imprime a sus caderas por detrás. Me muero de gusto, joder me estoy corriendo y no ha hecho más que empezar, aprieto el brazo del asiento, intento escaparme para poder disfrutar a gusto del orgasmo que estoy sintiendo, pero sus dedos y su polla me retienen.
Inclino la cabeza hacia esa boca, que continua susurrando cosas que ya ni oigo, cada vez empuja más fuerte, me está rompiendo el muy cerdo y me estoy corriendo como una loca, tengo que morder la tira de mi bolso para no ponerme a gritar. Los últimos empellones son tan fuertes que mi cabeza golpea el cristal, su mano para al mismo tiempo en que noto como todo él se contrae, agarra con fuerza mi coño provocándome dolor, su cuerpo se relaja a mi espalda. La va sacando despacio, mientras su mano continúa un poco más haciendo que tenga un nuevo orgasmo que me deja agotada encogida en mi asiento.
Me quedo dormida de nuevo, con una sonrisa satisfecha en la boca, cuando despierto ya entrando en Santander el asiento de al lado está vacío, ha debido bajarse en alguna de las paradas intermedias. Sobre el asiento hay un papel con un número de teléfono escrito, ni siquiera leo el nombre hago una bola con él y lo tiro en la primera papelera que veo al bajar.
Ya veo a mis sobrinos y a mi hermana saludándome, voy hacia ellos con los muslos un poco escocidos por el restregón, me preguntan que tal el viaje.
- bien, normal, ya sabes, dormir, follar, oír un poco de música
Mi hermana me mira como si estuviese de broma y yo no la saco de su error, casi es mejor, hay cosas que es mejor guardarlas para uno mismo.

lunes, 3 de mayo de 2010

Cuando me pica...


No sé como definirme, casquivana, ninfomana o calentorra.
Hablando con mis amigas sobre los sitios donde habíamos practicado el sexo: en la mesa de la cocina, en el coche, en el baño de algún bar o discoteca, se sentían innovadoras algunas de ellas.
Al principio sólo me limitaba a escuchar, cuando me preguntaron, dije que en la cama, pasaba de dar explicaciones. Me insistieron tanto que empecé diciendo que en algún baño también lo había hecho, pero que no fue una cosa del otro mundo, los catalogue como simples empujones contra la pared.
Entonces una de ellas dijo que lo había hecho en el parque, y le pregunte qué dónde.
- Pues en la hierba, ¿dónde si no?
- entonces como si fuera la cama. Que poca imaginación, con la de cosas que se pueden utilizar en el parque – se me escapo
Todas me miraron, pues como dije que yo lo hacía en la cama, la que supuestamente carecía de imaginación era yo. Así que me encendí un cigarrillo y comencé a relatar:
En un columpio había un chico con el torso descubierto, marcaba todos los abdominales, vamos que era la tableta de chocolate completa. Me acerque y le dije que tuviera cuidado, que con tanto calor se podría derretir.
Le pedí, subir en el columpio con él, a lo que no se nego.
Creyendo que me sentaría de espaldas a él, me hizo un pequeño hueco en el columpio, cual fue su sorpresa cuando me senté a horcajadas sobre él, pasando las piernas por el interior de las cadenas, dejando todo mi vivalbo en su recién abultado badajo. Retiré mi braguita y procedí a bajar un poco su pantalón. Una vez dentro su miembro, empezamos a columpiarnos, fue bestial.
Acabe con las cadenas marcadas en mis muslos, pero mereció la pena.
Otra vez en mi casa, aprovechando el centrifugado de una lavadora que se recorría toda la cocina, el orgasmo fue también de ole bandera. Porque tenía una enorme y erecta verga entrando y saliendo, notando las vibraciones de la máquina, era como cuando estoy con el vibrador. Hasta las lágrimas se me saltaban.
En una hamaca colgante que folle como una loca, pero la hostia al girarse la tela fue tremenda.
Con la que más me he divertido fue encima de una moto, cambiamos de postura no se cuantas veces, lo que si puedo decir es que con cada cambio tuve un orgasmo, no sé cuantos fueron porque a partir de sexto perdí la cuenta. Estaba tan sumamente mojada que el asiento acabo empapado, tuvimos que secarlo con una camiseta, para poder sentarnos y volver a casa.
También lo he hecho encima de un caballo, en una piscina, en un mostrador y no sé en cuantos sitios más. Tal es mi ansia de hacerlo en sitios diferentes que me estoy haciendo una casa nueva con mi pareja pues he de decir que ya he probado en todos los sitios, os informo que el hormigón y los ladrillos son fabulosos para quitar la piel de naranja. Mi piel está suave y tersa.
Alguien ha probado en la montaña rusa con lupping, sólo de pensarlo me enciendo. Lo siento os dejo, voy a buscar a mi bombero. ¿qué queréis que os diga? Cuando me pica…busco quien me rasque

Amor

Ultimamente me estoy añoñando y he decidido que no voy a seguir así, basta ya de dibujos animados, torneos, vampiros y hecatombes.
Sí, voy a comenzar de nuevo con mis relatos pervertidos y os preguntaréis porqué entonces he titulado esta entrada Amor, escrito además así con mayúscula, pues podría ser porque me da la gana, que algo de eso hay, o podría ser porque en el fondo aunque lascivos, lujuriosos, libidinosos o calentorros definirlos como queráis, algo de amor hay en cada uno de ellos.
Hay muchos tipos de amor, amor romántico, pasional, familiar, egoista, despreocupado, infantil...podría seguir hasta el infinito.
Entre todos los amores posibles, el más deseado es el amor romántico, ese que supone dar un salto de fe que produce vertigos, una confianza ciega en otra persona que no eres tú misma, amor incondicional producido por la valentía de una inquebrantable confianza en algo intangible.
Sin lugar a dudas es maravilloso sentirte inundada de amor cuando encuentras a la persona idónea con la que compartir esos sentimientos, en mi caso, llamarlo egoismo pero no estoy dispuesta a dar el salto y no por ateismo, al contrario el conocimiento directo y de primera mano del AMOR hace que no quiera tropezar de nuevo en esa piedra, me quedo con el resto de los amores.
Amor a un atardecer en compañia de un buen amigo, amor a mi familia, amor a las palabras de un generoso desconocido, amor a las confidencias con mi mejor amiga mientras nos tomamos un mojito, observando el poderoso brazo del camarero, amor a salir a pasear y tumbarme sobre la hierba recien cortada, absorbiendo el aroma de las flores que me rodean, amor a las risas, a la vida, al amor mismo.
Decidid cual es el tipo de amor que más desea vuestro corazón o quedaros con todos, sed codiciosos y rodearos por todos, dejad que penetren en vuestra alma, llenaros de pasión, frenesí, delirio, sentiros llenos de cada una de las caras que tiene el amor y si alguna vez sois derrotados no os preocupeis, levantaros, sacudid el polvo de vuestra ropa, acomodaros en vuestra silla y leed uno de mis relatos, allí os encontraréis con el amor con el que yo escribo cada palabra dedicada especialmente a cada uno de vosotros.
Ahora cerrad los ojos, pedid un deseo... Deseo concedido, quereis amor,
pues eso es lo que os ofreceré a lo largo de varios días.