viernes, 7 de mayo de 2010

Mi dios


Paseo por plaza Omonia un poco perdida, buscando mi hotel.
El aire huele a gloria pasada que aún pervive en los rostros y los cuerpos de los descendientes de Memnon de Atenas. Busco en los rasgos modernos la esencia de los antiguos guerreros y filósofos.
Bajo la fachada amable se puede respirar las feroces pasiones que corren por sus venas, el orgullo por sus generaciones pasadas hace que las cabezas vayan erguidas y que el brillo de sus ojos prometa transportarte a tiempos donde los juegos sensuales y lascivos se complementaban con inteligentes conversaciones.
Al fin encuentro mi hotel. Dejo las maletas en mi habitación y regreso a la calle para inundarme de tanta belleza, mis ojos van de un lado a otro, recreándose en monumentos antiguos y modernos, sin poder elegir con cual de ellos quedarme.
Después de un largo paseo, llego finalmente a la Acrópolis, Me falta el aire pensando que estoy pisando por donde cientos de años atrás pisaron Aristóteles y Platón y tantos otros conocidos y desconocidos griegos. El Partenon con sus columnas dóricas me hace pensar en los muslos duros y potentes de un semental.
A su izquierda se erige el Erecteion, con sus frágiles columnas de cariátides, esperando ser poseídas por la mirada fascinada de los miles de visitantes que cada día pasean frente a ellas.
Algo distrae mi atención, de tanta belleza.
El mismo dios Apolo, bajado del Olimpo.
Su camisa blanca se ondea agitada por el viento, dejando ver el bulto que se oculta bajo sus pantalones vaqueros. Sus ojos son de un azul cristalino, tan claros que cuando fija su mirada en mí, parece atravesarme con ellos.
Intento mirar hacia otro sitio, no quiero quedarme embobada, pero vuelvo una y otra vez a observar cada rasgo de su perfecta anatomía.
Cuando el dios avanza en mi dirección, me quedo clavada en el sitio, incapaz de moverme o de apartarme de su camino. Él me esquiva sin ningún problema, dejando que aspire su aroma a luz y a sal del mar Mediterráneo. Me inundo de su olor, lo saboreo con los ojos cerrados, intentando que se quede fijado en mi memoria.
- ¿Se encuentra bien?
He estado apunto de desmayarme, el dios me está hablando, escucho sus palabras pero no logro entender su significado, estoy pendiente del sonido de su voz, una melodía única nunca antes escuchada.
Una mano fuerte sujeta mi cintura, dejando que mi cuerpo repose sobre un pecho fuerte, que me acoge como si ese fuese el lugar destinado a mí en el mundo, como si hubiese estado esperándome toda la vida.
- no se preocupe, estoy bien, debe ser el calor
Apenas me sale la voz, se escucha apenas un susurro, obligándolo así a inclinarse, rozándome con un mechón de su dorado cabello. Siento que mis piernas flaquean de nuevo.
Su aroma, su contacto hacen que pierda el control de mi cuerpo, deseo poder tocar tanta perfección con mis manos.
Alcanzo su cara y no se aparta, mi dios se deja acariciar el fuerte mentón, los suaves labios, deseo más, deseo pasear mi lengua por su boca.
De puntillas, me acerco poco a poco, esperando despertar en cualquier momento, pero él sigue ahí, inmóvil, esperando que yo haga realidad mi anhelo.
Mis labios se posan sobre los suyos y notó su sabor a ambrosía, su lengua se entrelaza en la mía, mientras que sus manos me acercan a sus caderas. Puedo notar su erección, mi cuerpo reacciona extendiendo el calor desde el centro de mi cuerpo hacia todas las direcciones.
Inconsciente de donde estamos, agarro su pelo, atrayéndolo aún más hacia el interior de mi boca.
Un pitido estridente me saca de mi ensoñación, hacia nosotros se acerca corriendo uno de los vigilantes del recinto, mi dios me coge de la mano y comenzamos a correr en la dirección contraria.
Nuestras risas se elevan en el aire, donde Céfiro las recogerá y se las llevará para extenderlas por todos los lugares del mundo.
Continúo agarrada a su mano, no quiero que me suelte ni un segundo, perder ahora su contacto me pondría al borde la desesperación. Llegamos hasta una casa a los pies de la Acrópolis, donde me lleva hasta su habitación.
En el centro hay una gran cama, no puedo creer que entre todas las mortales, Apolo me haya elegido a mí para complacerle.
Me arrodillo entre sus piernas, mientras el descansa sentado en la cama, deseo ver la tensa flecha con la que acababa con todos los mortales que le hacían enojar.
La acaricio, endureciéndola aún más, paseo mi lengua por ella, sorbiendo como si de una pajita se tratase, saboreo todo su perímetro, para pasar a descender a continuación por el astil, sintiendo como se va hinchando.
No aguanto más, deseo que me alcance con un certero disparo de su arco. Él lee en mis ojos, que en ningún momento se han apartado de los suyos, mi deseo.
Mi dios es complaciente, me tiende en la cama y apoya su cuerpo sobre mí, su boca busca mis pezones erectos, haciéndome cosquillas con su lengua, mientras sus dedos ya modelan el interior de mi pasión, se recrea en sus actos, llevándome una y mil veces a su mansión del Olimpo, hasta que por fin decide atravesarme. Mi espalda se arquea y mis caderas se mueven buscando un mayor contacto, nuestros ritmos se acomodan haciendo de nuestros cuerpos unos solo.
Cuando llega su torrente, un espasmo recorre mi espina dorsal al sentirme inundada por el néctar del dios del sol. Agotados nos dejamos caer sobre el colchón, pero cuando nuestras miradas se cruzan el deseo regresa aún más que antes.
La tensión y el descanso se alternan a lo largo de todo el día y toda la noche, soy incapaz de dormir pensando que cuando despierte él habrá desaparecido.
El sol ya está amaneciendo y mis ojos se cierran llenándolo todo de oscuridad, cuando horas más tarde despierto mi dios sigue ahí, inundándolo todo con su luz.

3 comentarios:

  1. Posedeia has vuelto a medias, es un relato más poético de lo habitual, pero gracias porque ya lo considero mío ya que así lo prometiste.

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  2. Tú lo que quieres es que te escriba otro. Bueno como todavía queda un día de la semana de los deseos intentaré escribirlo mañana. Para tí anónimo/a lo escribí, así que tuyo es, disfrútalo.

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  3. Me ha gustado mucho y tiene razon el anonimo,es más poético pero lo de la pajita me hizo mucha gracia.

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