martes, 4 de mayo de 2010

Madrid-Santander


Estaba agotada tras pasar toda la noche trabajando, andaba medio dormida por los pasillos del metro que me llevarían hasta la estación de autobuses donde tenía que coger el primero que fuese hacia Santander.
Faltaba todavía una hora para que saliese, esperé bostezando sentada en el suelo, rezando para no quedarme dormida. Me entretenía mirando al resto de los pasajeros, imaginando como serían sus vidas y hacia donde o hacia qué se dirigían.
Había una monja, una estación nunca está completa sin la presencia de una monja, un matrimonio con niños, que desee con toda mi cansada alma que no tuviesen mi destino, un chico de mi edad más o menos.
No podía verle bien la cara, el flequillo le tapaba la mitad derecha, llevaba unos pantalones vaqueros que dejaban adivinar unos fuertes muslos atrapados bajo la tela y una camiseta blanca que se ceñía a unos abdominales marcados sin exceso.
De tan cansada que me encontraba ni siquiera fantaseé con lo que sería follar con él, como hubiese hecho cualquier otro día.
Faltaban ya sólo quince minutos, pero era incapaz de mantener los ojos abiertos, me levanté y fui a comprar un libro que no tenía ninguna intención de leer, sería un buen regalo para alguna amiga con necesidades intelectuales superiores a las mías.
Compré una botella de agua helada que me bebí de un trago, algunos chorros resbalaron por mi barbilla, llegando a mis pechos antes de que tuviese tiempo de limpiarme.
El conductor llamó a los pasajeros, podíamos ir subiendo.
Por fin, estaba a punto de caerme, me colé delante de la monja, de un siniestro que no dijo nada pero seguro que me hecho una maldición. Me pasé su mirada enojada por el arco del triunfo y le dejé mirando mi culo que ya subía por los escalones.
Desparramada en mi asiento, estiré tanto los brazos, que mis pezones mojados por el agua estuvieron a punto de romper la camiseta y bostecé ruidosamente.
Me puse música para no oír a los putos niños que desgraciadamente sí iban a Santander y me coloqué en posición fetal en el asiento, dando el trasero al asiento contiguo. El autobús iba casi vacío, así que probablemente no sería ocupado, o si al que le había correspondido era listo seguramente se cambiaría para tener más espacio.
Genial, me ha tocado el gilipollas o la gilipollas de turno, puedo notar su calor, no me muevo, no vaya a ser la monja y al ver que estoy despierta empiece a darme la chapa. Subo más el volumen y me quedo ya dormida, joder espero no roncar.
Me despierta el contacto de un bulto sobre mis nalgas, es un gilipollas, sin duda o a lo mejor estoy soñando, ¿qué hago? Me muevo un poco para ver si estoy pensando lo correcto o sólo es una bolsa que ha dejado mi compañero de viaje entre los dos asientos.
Joder, eso es una polla como la copa de un pino, ¿qué hago? A lo mejor es el siniestro que ha decidido tomarse la venganza por su mano, bueno por su verga más bien. La noto calentita a pesar de la tela del vestido y de los pantalones, espero. Pensar que la tiene fuera me da risa, mis hombros se agitan un poco por la visión.
Se ha animado un poco más, una mano se desliza bajo mi vestido buscando mi coño que ha comenzado a humedecerse, me restriega sus dedos varias veces, interminables minutos que hacen que me ponga a mil, antes de introducir varios de ellos mientras otro juega con mi clítoris que ya palpita como loco.
Me muevo para poder sentir mejor lo que se aprieta contra mi culo, está muy dura, joder con el siniestro, miro un poco de reojo, no es él, este lleva unos pantalones vaqueros, no negros, ay dios, es el otro, el macizo de la estación. Eso me pone todavía más cachonda, noto como empiezo a lubricar, a manchar los dedos que me están destrozando el coño, entrando y saliendo. Aprieto los labios para no empezar a gemir, noto su aliento en mi cuello, me voy a correr como siga así y no podré impedir que se me escape algún jadeo.
Ha parado, será cabrón el tío, no pensará dejarme así, ¿qué hace ahora? Me está apartando la tira del tanga, sus dedos buscan mi ano, se me tensan los músculos del vientre, ¿no se le ocurrirá metérmela sin lubricarme bien?, voy a girarme, no pienso dejar que me cause semejante dolor. Me sujeta y me susurra al oído que esté tranquila.
Permanezco quieta, notando como sus dedos, humedecidos por mis propios fluidos y lo que imagino su saliva trabajan mi culo, hasta conseguir colar dentro uno de ellos, lo saca y lo mete hasta que puede hacerlo con facilidad, mete entonces otro, continua hasta colar alguno más.
Mientras tanto yo he continuado jugando con mi coño, haciendo que salga más líquido que él recoge y lo lleva donde es más necesario.
Escucho el leve sonido de una cremallera al bajarse, y de un condón al salir de su envoltorio, mi coño se contrae esperando. Aquí llega, siento su capullo empujando contra mi culo, aprieto los dientes, su mano toma el relevo de la mía, empuja un poco más hasta introducirse unos centímetros, oigo su respiración cerca de mi oído, empuja más hasta colarla entera, la deja así un momento para a continuación comenzar a moverse lentamente.
Sus dedos continúan follándome por delante al mismo ritmo que imprime a sus caderas por detrás. Me muero de gusto, joder me estoy corriendo y no ha hecho más que empezar, aprieto el brazo del asiento, intento escaparme para poder disfrutar a gusto del orgasmo que estoy sintiendo, pero sus dedos y su polla me retienen.
Inclino la cabeza hacia esa boca, que continua susurrando cosas que ya ni oigo, cada vez empuja más fuerte, me está rompiendo el muy cerdo y me estoy corriendo como una loca, tengo que morder la tira de mi bolso para no ponerme a gritar. Los últimos empellones son tan fuertes que mi cabeza golpea el cristal, su mano para al mismo tiempo en que noto como todo él se contrae, agarra con fuerza mi coño provocándome dolor, su cuerpo se relaja a mi espalda. La va sacando despacio, mientras su mano continúa un poco más haciendo que tenga un nuevo orgasmo que me deja agotada encogida en mi asiento.
Me quedo dormida de nuevo, con una sonrisa satisfecha en la boca, cuando despierto ya entrando en Santander el asiento de al lado está vacío, ha debido bajarse en alguna de las paradas intermedias. Sobre el asiento hay un papel con un número de teléfono escrito, ni siquiera leo el nombre hago una bola con él y lo tiro en la primera papelera que veo al bajar.
Ya veo a mis sobrinos y a mi hermana saludándome, voy hacia ellos con los muslos un poco escocidos por el restregón, me preguntan que tal el viaje.
- bien, normal, ya sabes, dormir, follar, oír un poco de música
Mi hermana me mira como si estuviese de broma y yo no la saco de su error, casi es mejor, hay cosas que es mejor guardarlas para uno mismo.

3 comentarios:

  1. Gracias Posedeia, me ha encantado, puf yo no pase de unos cuantos besitos, pero tal y como lo relatas me hubiese gustado atreverme a más.

    ResponderEliminar
  2. Hola Verónica, gracias a tí por darme la oportunidad de escribir, que es lo que más me gusta del mundo. Yo no digo nada que despues Ayesha dice que pervierto por doquier, pero ¿qué tiene de malo un desahogo de vez en cuando con un amable desconocido? pero shhhhhh, yo no he dicho nada. Besos y de nuevo gracias, tu pide que así me das la excusa perfecta para continuar con más relatos.

    ResponderEliminar