sábado, 15 de mayo de 2010

Lo que internet esconde


Muchas cosas que no nos atrevemos a decir a la cara, no me refiero criticar a nadie, si no a sentimientos o barbaridades, lo hacemos por escrito, porque hasta por teléfono se nos hace difícil.
El invento del correo por Internet es muy apropiado, dices lo primero que se te pasa por la cabeza, no hay tapujos, complejos, ni tabúes. Mantienes contacto con todo tipo de gente, muchos desconocidos, bueno que no has visto de frente.
Lo del físico es lo menos, mientras no se mande fotos o se conecte la cam la imaginación es libre. Porque imaginar que estás teniendo sexo cibernético es algo que se disfruta más sin saber como es el otro, porque si le ves por la cam o tienes una imagen, la magia se evapora y en ese caso lo mejor es coger al primero que se te cruce por la calle.Tampoco le conoces y después si te he visto no me acuerdo. Sexo esporádico.
Lo malo de las conversaciones de Internet, es la cantidad de horas desorbitadas de sueño que te quita, ya que la mayoría del tiempo que empleas en relacionarte lo haces desde casa, en el trabajo sería peligroso tener un orgasmo.
Hasta que te duermes de pie, delante del espejo del baño. Si eres de los que gasta un cuarenta y seis con calzador, no hay problema, te mantienes anclado al suelo. pero en mi caso que los tengo chiquitos, un treinta y seis recortado, el permanecer en equilibrio es difícil, en soporífero estado, además de estar zombi me balanceo como un muñeco de esos que tienen la base redonda que se mueve con el más ligero soplido.
Tal era mi apijotamiento, que en uno de esos vaivenes, me incliné más de la cuenta y mi cabeza fue a parar contra la pared que estaba a mi espalda, menos mal que no fue hacia delante contra el espejo porque el corte me dejaría la cara como al gran mafioso Al Capone o peor como a Frankestein, horrible en cualquier caso.
El hostiazo recibido me provocó aparte de dolor de cabeza, un chichón en mi cogote del tamaño de un huevo de avestruz. De manera que decidí meterme en la ducha y espantar la empanada.
No sé cuanto permanecí, perdí la noción del tiempo, creo que debajo del agua caliente también dí una cabezadita, a pesar de todo, mis ojos seguían pesado, costaba tenerlos abiertos, en cada párpado debía de tener dos pesas de kilo. Aún dentro de la bañera con la mano agarrando la llave del agua fría, pensaba en abrirla de golpe y espabilar, pero me arrepentí, es lo malo de tener que hacer ese tipo de cosas uno mismo, no somos masocas y menos cuando tu cuerpo caliente por los grados del agua te deja……………………. Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Cogí el albornoz poniéndomelo dentro de la bañera, saco el primer pie, todo bien, pero al ir a sacar el segundo el que ya tenía fuera resbala haciéndome caer hacia delante. Mi recién lavada melena y mi zumbada cara fueron a parar dentro del cubo de la fregona con agua sucia.
En ese preciso instante se me paso toda la gilipollez.
Con esto he aprendido dos cosas, una a sentarme en el borde de la bañera para salir y a no dejar el cubo de la fregona con agua ni limpia ni sucia en el baño.
No lo contéis a nadie esto es un secreto, es lo bueno de que no se sepa quien eres, puedes escribir todo lo que se te pasa por la mollera, verdad o mentira, realidad o ficción, sueño o deseo pero sobre todo soplapollez.

viernes, 14 de mayo de 2010

Elección


Sé lo que debo hacer y sin embargo no lo hago.
¿Por qué la tierra gira alrededor del sol?
¿Por qué las estrellas salen siempre de noche?
Porqué no tienen otra opción.
Yo sí la tengo me dices.
¿Acaso la tierra podría sobrevivir
fuera de la órbita de la estrella que le da calor?
Prefiero ir apagándome lentamente
y que mi brillo continúe durante siglos en pos de tú estela
que intentar seguir mi camino y consumirme alejada de ti.
¿Esa es tú opción entonces? – me preguntas
Como si existiese alguna otra.

Un fantasma del pasado


Si esa noche no me hubiese separado de mis amigos nunca lo hubiese conocido y tal vez eso sería lo mejor, sin posibilidad alguna de volver a verlo siento que los años que viva serán un sinsentido, una larga espera hasta que nos reencontremos en el más allá como él me prometió.
Estaba un poco cansada de las canciones alrededor de la fogata, así que cogí mi linterna y me encaminé hacía el lago, hacía una noche muy agradable, con el cielo completamente despejado y cubierto de estrellas. Tumbada sobre la hierba localicé enseguida el planeta Venus, que brillaba sobre mí, fui recorriendo con la mirada constelaciones conocidas, pedí un deseo a una estrella fugaz que surcó el cielo a la velocidad de un rayo, nunca me había concedido ninguno pero lo hacía por costumbre.
Sentí frío en los brazos y me levanté para ir a reunirme con mis amigos que debían estar durmiendo porque ya no se oía ningún ruido, excepto a un búho que ululaba en algún árbol cercano. En unos pocos segundos se levantó una niebla tan espesa que hizo que me desorientase un poco. El rayo de luz de la linterna apenas conseguía atravesarla, dejándome ver sólo un paso por delante, tropecé con algo que estaba tirado y caí al suelo despellejándome las palmas de las manos, no tuve tiempo ni de emitir un quejido de dolor algo se colocó sobre mí, tapando mi boca, impidiendo que gritase.
Era una mano áspera, una voz ronca susurró en mi oído que no me moviese, el miedo empezaba a hacer que tuviese alucinaciones, podía escuchar un grupo de caballos que se dirigían hacía donde estaba a punto de ser violada o algo peor. Si no nos apartábamos moriríamos aplastados pero el peso del hombre entorpecía cualquier movimiento que intentase.
El ruido de los cascos paró a escasos metros de mi cabeza, escuché hombres hablando en lo que parecía francés, pero debía ser un dialecto rural porque no conseguía entender casi ninguna palabra, a pesar de llevar varios años estudiando ese idioma. Me recordaba un poco a antiguas canciones medievales que leía a veces por entretenerme; por alguna palabra suelta deduje que buscaban a alguien, casi me dio la risa cuando interpreté que el fugado era un caballero templario, pero algo se clavó en mis costillas y entendí que no era un buen momento para echar unas risas.
Pasaron más de veinte minutos, hasta que subieron de nuevo a sus caballos y los desconocidos se marcharon, un poco después la mano me soltó y lo que se clavaba en mis costillas se aflojó; la niebla tal y como se había levantado estaba desapareciendo dejándome ver al que me había agredido.
Debía haberme dado un golpe en la cabeza en la caída, delante de mis ojos tenía a un auténtico caballero de la orden del temple completamente armado, tantos libros de novela histórica estaban empezando a afectarme; seguramente había por allí cerca algún manicomio y el ruido de los caballos alguna explicación racional tendría.
El hombre también me miraba extrañado, miraba mi camiseta y los pantalones vaqueros cortados con la primera tijera que encontré por casa, como si la que fuese estrafalariamente vestida fuese yo, cuando intentó tocar mi pelo de mechas azules y violetas le aparté de un manotazo. Enseguida echó la mano a la espada, pero al comprobar que yo no suponía ningún peligro la dejó donde estaba. Volví a escuchar esa voz ronca que tanto me había asustado:
- este no es sitio para una dama, debéis poneros a resguardo, el bosque está lleno de peligros – parecía tan convencido de lo que decía que me dio pena tener que ser yo la que le trajese de nuevo al planeta tierra.
- Vale, voy a volver con mis colegas y tú si quieres ven conmigo hasta que sea de día y ya veremos luego de donde te has escapado.
- La acompañaré con sus criados entonces, para asegurarme de que llega a salvo a su destino
Comencé a caminar hacia donde estaba segura me esperaban mis amigos, lo que se iban a reír cuando les contase que les habían tomado por mis siervos, cuando llegué al claro donde debían estar las tiendas de campaña me quedé clavada en el sitio, no había nada.
- si es una broma ya podéis salir, os voy a dar una patada en el culo a cada uno por graciosos.
Nadie me contestó, el caballero permanecía a mi lado de pie, atentó a cualquier ruido amenazador.
- os han abandonado, asustados tal vez por los agentes del Papa – convencido que estaba el tío de su papel.
- que va, será una broma y deja de decir esas cosas, estamos en el siglo XXI el Papa ya no se dedica a esas cosas
Me miraba sin comprender lo que yo le estaba diciendo, a pesar de todo me llevó cerca de un árbol donde me dijo que descansase tapándome con su manto blanco con la cruz roja dibujada, se quedó a unos pasos de mí, alerta a cualquier peligro que su mente trastornada pudiese imaginar. Cansada de tanto desvarío me quedé dormida, cuando abrí los ojos ya estaba amaneciendo, mi nuevo y loco amigo permanecía en el mismo lugar, vigilante.
El disfraz desde luego era de lo más realista, estaba completamente armado, llevaba una espaldera, calzas, cota de malla y un yelmo cerrado que no me permitía distinguir su rostro, tenía también varias armas que a mi me parecieron auténticas, una espada de doble filo y una maza con la que seguro podía aplastarte la cabeza, también me pareció distinguir varios cuchillos, cuando me moví para comprobarlo se giró con la rapidez de una serpiente, por un momento pensé que iba a matarme pero enseguida volvió a su actitud pacífica.
Se acercó, lo que hizo que me encogiese dentro del manto, no podía estar segura de sus intenciones, con los chiflados nunca se sabe. Tendió su mano para ayudarme a levantar
- ¿qué les ha sucedido a vuestras vestiduras?¿os han atacado?
- Lo he hecho yo sola, ni que nunca le hubieses visto las piernas a una mujer
Desvió la vista de mis piernas bronceadas por el sol y avanzó en dirección al lago, me tenía tan intrigada que pensé que no pasaría nada por seguirle un poco en vez de ver que había pasado con mis amigos.
Al llegar cerca del agua se despojó de su casco y de su armadura, quedándose completamente desnudo, era una pena que estuviese tan majara el pobre porque era un auténtico monumento, debía ser algún soldado trastornado por alguna guerra porque pude distinguir cicatrices por todo su musculado cuerpo.
Me daba un poco de vergüenza pero también me apetecía refrescarme y me acerqué al agua; escuchó el ruido de los caballos que se aproximaban en nuestra dirección a toda velocidad, mucho antes que yo, en unos segundos se armó de nuevo de la cabeza a los pies y me empujó hacia los árboles gritando que me escondiese.
Por el camino aparecieron de la nada tres caballeros completamente armados que se precipitaron hacía el templario, con un brutal lanzazo descabalgó al que se acercaba por su derecha, esquivando en el último segundo una maza que pasó a escasos centímetros de su cabeza. El del suelo no se movía, un gran charco de sangre comenzaba a cubrir la hierba debajo de él, pero aún quedaban los otros dos que al ver a su compañero muerto descargaron contundentes golpes contra el enemigo, mi caballero, porque a estas alturas había comenzado a creer que por algún fenómeno sobrenatural había sido trasladada al pasado.
A pesar de que los golpes chocaron contra su escudo, era evidente que no aguantaría mucho tiempo, no podía ayudarle pero tampoco quería verle morir ante mis ojos, había velado por mi seguridad toda la noche, quien sabe lo que hubiese sucedido si no hubiese estado él para cuidarme. Comencé a arrojar piedras contra los caballeros que se giraron desconcertados por el ataque sorpresa, esos segundos sirvieron para que el templario descabalgase a uno de ellos y lo atravesase con la espada, escuché un tumulto de caballos al galope, dando un golpe monumental con su maza al único que aún quedaba en pie, se subió de un saltó en uno de los caballos que se había quedado sin dueño, pasó por mi lado como un rayo, cogiéndome de la cintura me colocó delante de él girándome en el aire como a una muñeca.
Galopando a toda velocidad, esquivaba los árboles que se cruzaban en nuestro camino en el último momento, cerré los ojos, como si por chocarme sin ver lo que se me venía encima podría evitar que me partiese el cuello. Pasado un rato comenzó a ir más despacio, el caballo respiraba trabajosamente y no debíamos reventarlo, no se escuchaba a nuestros perseguidores pero eso no significaba que no diesen con nuestro rastro y tuviésemos que salir de nuevo a toda pastilla, si hubiese tenido allí mi moto, ya los hubiésemos dejado atrás.
Pasado el susto inicial, recuperé un poco de sentido común y me di cuenta de que era imposible que hubiese sido teletransportada al pasado, eso sólo sucedía en las películas, pero lo que si tenía claro es que aquel tío se había cargado a dos hombres, tal vez tres y me había convertido en cómplice, él como estaba loco iría a un sanatorio mental pero a mí me esperaba la cárcel, quizás mi abogado podría alegar locura temporal o alguna cosa así, aproveché que había puesto el caballo al paso y me bajé, pensar de nuevo en los muertos me produjo nauseas, tuve que alejarme hacia los árboles para vomitar, notaba su presencia detrás de mí, las lágrimas comenzaron a correr libremente por mis mejillas, me abracé a él temblando.
- por favor dime que es todo una broma de mis amigos y que no has matado a nadie o al menos dime que un grupo de locos os habéis escapado de algún manicomio y andáis por ahí matándoos los unos a los otros
Prefería pensar que estaba en manos de un psicópata porque de lo contrario a la que se le habían aflojado las tuercas era a mí. No me contesto nada, sólo me miró de nuevo como si no comprendiese lo que yo le estaba diciendo, continuamos caminando para darle un descanso al caballo.
De repente, frenó en seco, estábamos rodeados, locos o cuerdos de allí no iba a salir con vida y recé para que al menos fuese una muerte rápida e indolora, él desenvainó su espada, pensaba vender cara su vida, se fueron aproximando lentamente, a pesar de ser sólo uno, porque no creo que a mi me tuviesen en cuenta, tenían delante a un templario que intentaría llevarse con él a cuantos se pusieran a su alcance. Su valor hizo que dejase mi miedo a un lado, esperaba que las clases de defensa me sirviesen de algo, el primero en acercase lo despachó con un mandoble de su espada, al que venía por la espalda le arreé tal patada en la entrepierna que se quedó tumbado el tiempo suficiente para que él lo rematase.
El olor de la sangre volvió locos al resto que se abalanzaron contra nosotros como una jauría, por más que lo he intentado no logro recordar con claridad nada de lo que pasó, recuerdo que tomé la espada de uno de los caídos y que me puse a lanzar estocadas a diestro y siniestro, sentía como la hoja penetraba en la carne del enemigo, veía su mirada de asombro antes de caer a mis pies tiñendo de rojo la arena que lo rodeaba. Al cabo de un rato, no puedo decir si minutos u horas estábamos rodeados de cadáveres, milagrosamente no tenía ni un solo rasguño, pero mis brazos y mis piernas estaban cubiertos de sangre de los caídos, me sentí invencible, deseaba que hubiese más hombres a los que matar, mi compañero cayó de rodillas, agarrándose uno de los muslos, la sangre salía a borbotones, conseguí que dejase de sangrar haciéndole un torniquete, tenía un corte muy profundo y me pidió que se lo cosiese, debía aguantar para cumplir una misión de vital importancia, por lo que yo sabía los templarios iban a acabar igualmente mal, cumpliese él con su empresa o no, pero no era momento de darle una conferencia sobre mis conocimientos históricos.
Le quité su armadura para que estuviese más cómodo, lavé como pude la herida y mis manos, con agua de un manantial que corría por allí, me tendió una aguja de coser, con las manos temblándome realice mi trabajo sin saber muy bien lo que estaba haciendo, si tenía suerte sólo lo dejaría cojo, juntaba los dos trozos de carne, uniéndolos antes de seguir con la siguiente puntada, debía estar sufriendo un dolor espantoso pero en ningún momento emitió ni un solo quejido, durante un segundo elevé la vista de mi labor y me encontré con sus ojos dorados clavados en mí, apretaba la mandíbula por el suplicio, pero sus ojos me miraban con confianza.
Acabé mi trabajo como pude y le vendé la herida con una camisa que le quité a uno de los muertos.
Estaba anocheciendo de nuevo, no estábamos seguros allí pero no sabía hacía donde dirigirme, le miré pidiéndole que me indicase el camino a seguir, pero se había quedado dormido sobre el caballo y no quise despertarle; dejé que los caballos decidiesen por mí y acabamos de nuevo a orillas del lago.
Era absurdo continuar vagando de un lado a otro, así que como pude lo bajé del caballo, lo tumbé sobre la hierba; hacía frío y me acerqué a él para darle un poco de calor, entreabrió los ojos y se relajó cuando vio que era yo, volvió a cerrarlos con el brazo rodeando mi cintura, observé su rostro, debía ser más joven de lo que indicaban las arrugas que surcaban su frente, sus labios parecían esculpidos por el mismísimo Miguel Ángel, unas largas y sedosas pestañas ocultaban en ese momento unas pupilas doradas, que se tornaban de bronce en la batalla. Sin duda era el hombre más guapo que había visto en mi vida, acaricié con las yemas de los dedos su boca y suavemente deposité un beso en ella, esperaba que me retirase, porque los templarios además de guerreros eran monjes y en esa época se tomaban muy en serio la religión, pero entreabrió ligeramente los labios y respondió a mi beso con pasión.
Una niebla espesa hizo que un escalofrió recorriese mi espalda, era hora de volver, no era aquel mi lugar, ni mi tiempo, pero no quería dejarlo allí, herido, el también comprendió que nuestro momento juntos había terminado, sentía mi dolor y prometió mover cielo y tierra, junto al Señor estaría esperando mi regreso.
Un ruido me hizo girar la cabeza, cuando me volví para decirle que no debía ser nada, ya no estaba, había desaparecido junto con la niebla.

jueves, 13 de mayo de 2010

La peineta


La casa se hallaba en silencio, con la excepción del rasgueo de las cuerdas de un arpa que provenían de alguna de las habitaciones del piso superior. El esforzado compositor no parecía hallar la nota adecuada y la canción sonaba discorde, pero a pesar de eso dejaba traslucir una terrible tristeza.
La muchacha de pelo oscuro imaginó a su hermano sentado en la ventana de su cuarto, con la mirada perdida en el exterior, mientras de modo inconsciente pasaba una y otra vez las manos temblorosas por el instrumento que su padre le había regalado al cumplir los dieciséis años.
Así era la tradición su padre la recibió del abuelo Cosme y éste de su padre, así hasta remontarse a un antepasado trovador que tocaba el arpa en alguna corte europea en el medioevo.
La biblioteca de la enorme y ancestral casa estaba repleta de objetos tan antiguos como aquella arpa, cuando eran pequeños los dos hermanos ideaban formas de entrar en la habitación prohibida.
Qué ingenuos al pensar que sus padres estaban protegiendo los objetos de sus descuidadas manos infantiles. Cuanta envidia sintió cuando su severo padre decidió compartir con su hermano el secreto de la sala dejándola a ella al margen, ya no contaría con la solidaridad de su compañero de juegos.
Él había pasado a ser una persona madura y responsable al que otros adultos hacían participe de sus confidencias, mientras que ella seguía siendo la misma niña ruidosa e incontrolable.
Con un suspiro de melancolía colocó la peineta en el cofre, cerró este con mucho cuidado, se aseguró de dar las vueltas necesarias a la llave, hasta oír el mecanismo que indicaba que la caja estaba sellada. Se guardó la llave en el bolsillo del pantalón y tras asegurarse de conectar el sofisticado sistema de seguridad de la sala, subió a ver si su hermano necesitaba algo.
Como había supuesto su hermano estaba sentado en la ventana, allí pasaba día y noche, sin apenas dormir ni comer, sólo tocando la maldita arpa, como si ésta estuviese hechizada y lo mantuviese encadenado en aquel lugar.
La joven se acercó lentamente para no asustarlo, acarició el cabello tan oscuro como el de ella, los rizos caían en cascada sobre el adorado rostro y pensó distraída que debería recortárselo un poco.
- ¿Tienes hambre? Voy a subirte algo, comes muy poco últimamente y no quiero que caigas enfermo.
El vehemente músico elevó la vista hacia la figura que le hablaba, no sabía a quien pertenecía la dulce voz, ni entendía el significado de las palabras pero en lo más profundo de su razón comprendía que la hermosa dama de blanco sólo velaba por su bien.
Con el corazón roto, al saberse desconocida por aquel al que más amaba, la muchacha salió del cuarto seguida por la desgarradora melodía.
Si no hubiese sido por su insaciable curiosidad, sus padres aún seguirían vivos y su hermano estaría tirándole de las coletas, haciéndola rabiar.
Mientras le preparaba la cena a su hermano, recordó lo sucedido hacía sólo unas semanas, aunque para ella era como si hubiesen pasado largos y penosos años.
Sus padres habían salido a una de sus capturas, así es como siempre se referían cuando salían de la casa y volvían con otro cachivache aún más viejo y deteriorado que los anteriores, dejando a su hermano al cuidado de la casa, nadie ajeno a la familia podía entrar.
Su madre se había despedido de ella con un beso e insinuando que si no obedecía las normas sería castigada dilatadamente en el tiempo, su padre apenas la miró al salir y como hacía en los últimos meses no la dirigió la palabra. Si hubiesen confiado en ella y la hubiesen explicado sus temores, tal vez ahora estarían todos juntos.
Una larga e inarmónica nota desgarró el aire. Cada día que pasaba su hermano estaba peor y aunque sabía lo que tenía que hacer, era demasiado egoísta para sacrificarse.
En cuanto sus padres salieron por la puerta, comenzó con la cantinela de siempre de intentar convencer a su hermano que la dejase echar un vistazo a la sala prohibida y como siempre su hermano se negaba tajantemente. Como había previsto, cansado de sus ruegos se había ido a encerrar en su cuarto, dejando el camino libre para lo que la chica llevaba tiempo preparando, había tenido que esperar meses ya que sus padres últimamente no salían juntos de casa, siempre se quedaba uno de los dos para vigilar lo que hacía.
Tres meses antes había tenido un golpe suerte, un día que bajaba por las escaleras, observó como su hermano introducía la clave para entrar en la biblioteca, como llevaba los cascos puestos no la había oído llegar, mientras memorizaba los números subió cuidadosamente al piso superior para no ser descubierta.
Un escalofrío recorrió su espalda cuando marcó los dígitos, miró hacia la escalera por si su hermano había oído la puerta al abrirse, pero no vio a nadie, sólo quería echar un vistazo rápido y averiguar que era lo que ocultaban con tanto celo.
La biblioteca estaba a oscuras, el único rayo de luz provenía de la puerta entreabierta por la que la joven asomaba la cabeza, empujó un poco más y dio un paso dentro de la misteriosa sala, se distinguían objetos apilados ocupando todo el espacio. En una esquina advirtió algo que brillaba y se acercó para observarlo más de cerca, con cuidado de no tropezar, no debía tocar nada o si no su padre lo notaría.
El brillo provenía de un cofre a medio cerrar, con un dedo elevó la tapa para ver que era lo que producía el resplandor, en el interior podía verse una peineta que irradiaba una pálida luz azul, después de pensarlo durante unos segundos, tomó el objeto entre sus manos, en cuanto la tocó, la luz se volvió de un azul más intenso, la giró varias veces entre sus dedos tratando de encontrar el mecanismo que hacía que brillase de ese modo pero sólo era una peineta antigua.
Sin ser consciente de lo que hacía, como siguiendo el canto de las sirenas, elevó despacio la peineta hasta colocarla sobre su cabeza, lo siguiente que recordaba era la voz de su padre gritando que se la quitase, corriendo hacia ella con las manos extendidas y su madre paralizada en la puerta con una mirada de terror en sus hermosos ojos verdes.
Sintió como la potente luz azul golpeaba a su padre reduciéndolo a cenizas y después se dirigía hacia su madre, que se había girado intentando huir, sacudiéndola por la espalda y convirtiéndola también en polvo.
La luz continuó su camino por las escaleras y a continuación se escuchó un grito espeluznante, la muchacha sin comprender aún lo que había sucedido, se arrancó la peineta de la cabeza y subió corriendo a la habitación de su hermano, estremecida por lo que esperaba encontrar cuando abriese la puerta.
Estaba tirado en el suelo, inconsciente. Los médicos que le trataron no encontraron nada físico que explicase el desmayo y mucho menos pudieron explicar su autista comportamiento posterior.
En los días que siguieron, la muchacha entró muchas veces en la biblioteca tratando de hallar la solución para lo que había desencadenado, encontró un diario donde su padre había ido anotando los objetos capturados, para que su hermano recuperase el juicio la peineta debía ser destruida, pero la persona que lo hiciese también quedaría calcinada junto con la pieza.
Cada día entraba en la biblioteca y tomaba la peineta entre sus manos como el primer día que la vio, cada día veía a su hermano consumirse más y más y como cada día volvía a colocar el extraño objeto en su cofre encerrándolo bajo llave.
Una nota discordante sonó, suspendida unos segundos en el aire para después evaporarse.

miércoles, 12 de mayo de 2010

El tesoro del galeón


El vigía dio la voz de alarma al divisar el barco español que se aproximaba por estribor, mi bajel no era grande pero tan rápido que no les daría tiempo a cargar los cañones.
Grite a los hombres de cubierta para que se preparasen para el abordaje, eran hombres duros, despiadados, hacían su trabajo ferozmente, sin dejar nunca víctimas vivas que pudiesen albergar deseos de venganza.
Fue todo muy rápido, sin apenas gritos, ataron a la espalda las manos de varios españoles, golpeándolos para que cayesen de rodillas, a veces dejaban algunos un rato vivos para divertirse, era su momento y yo nunca se lo impedía, a veces participaba para entretenerme de la dura vida en el mar.
Esta vez no había mujeres con las que desahogarse y eligieron varios jóvenes que les miraban con los ojos abiertos por el pánico, no les daban falsas esperanzas de lo que harían cuando terminasen, eso hubiese sido cruel.
Algunos lloraban y pedían clemencia, les daríamos la misma que tendrían con nosotros si algún día nos atrapaban, pero de momento eran ellos y no nosotros los prisioneros.
Uno de los jóvenes no lloraba, ni suplicaba, tampoco parecía rezar, me miraba tranquilamente los pechos, incluso noté que tenía una erección, mi segundo de abordo también lo vio y le pego tal patada en los cojones que le hizo aullar y retorcerse de dolor. Pero cuando se levantó continuo mirándome con una sonrisa desafiante, me giré para no darle el placer de ver mi desconcierto pero sentía su mirada fija sobre mi trasero.
Enfrenté mi mirada a la suya, pegándome a él tanto que podía notar su aliento sobre mis labios, bajo por fin sus ojos pero aún pude ver un brillo rebelde que hizo que me humedeciese.
Debería azotarlo allí mismo hasta que su espalda sangrase y acabase sin piel que la cubriese, ya tendría tiempo luego. Ordené a uno de mis hombres que lo llevase a mí camarote, me iba a encargar de que recibiese su humillación y que no volviese a posar sus ojos lascivos sobre mí.
Dejé a mis hombres con su entretenimiento y paseé un rato por la cubierta, aspirando el olor de la pólvora que todavía permanecía en el aire, habíamos conseguido un buen botín y todos estábamos contentos, esa noche correría el ron y los cánticos durarían hasta el amanecer.
Entré en mi camarote perseguida por los gritos de los inocentes, hacía mucho tiempo que me habían dejado de importar.
Estaba de rodillas, mirando fijamente el suelo, cuando escuchó la puerta levantó de nuevo sus ojos desafiantes, mi mano cruzó como un rayo su cara, haciendo tambalear su cabeza.
- voy a tener que enseñarte modales, pequeño bastardo
No parpadeó, no tenía miedo, ya lo sentiría cuando viese lo que tenía pensado hacer con él. Saqué el látigo del baúl y golpee varias veces con todas mis fuerzas, gemía de dolor pero su arrogancia continuaba impregnando la habitación.
- ¿Quieres follarme verdad? Si te soltase seguramente intentarías saltar sobre mí para violarme y después matarme.
No contestó, pero vi el brillo en sus ojos, el odio y el deseo mezclados. Empecé a dar vueltas a su alrededor, seguía mis movimientos con sus ojos llenos de lujuria, deseando mi cuerpo, solté sus manos y me senté sobre él poniéndole mi puñal sobre el cuello, apretando lo justo para dejar correr un hilillo de sangre.
- Si se te ocurre tocarme te atravesaré con él ¿lo has entendido?
Sólo asintió con la cabeza, apreté un poco más el arma para que viese que no estaba bromeando.
Le desnudé suavemente, dejando que sintiese mis manos sobre todo su cuerpo, las suyas permanecían pegadas a los costados sin moverse como si no quisiera hacer aquello, pero su gran erección le desmentía.
Me senté sobre ella, impulsándome sobre su torso que se agitaba por no poder poseerme como él quería.
Su verga me llenaba por completo, la sentía engordar más y más, cuanto más subía y bajaba sobre ella, me movía hacía atrás y hacía delante, bruscamente, mientras él gemía de dolor y placer mordiéndose el labio inferior para no gritar.
- si se te ocurre correrte dentro de mí, te la cortaré y haré que te asfixies con ella ¿entendido?
Ahora sí sus ojos se abrieron un poco por el temor, pero el bastardo aguantó sin desempalmarse, continué largos minutos, él tenía ya la cara roja por el esfuerzo de aguantar su leche en su interior.
Me gustaba su osadía, decidí esperar un poco para matarle y me levanté para beber un trago directamente de la botella.
- no me mires
Un nuevo puñetazo en el pecho que lo dejo sin aire hizo volver el odio a sus ojos, agachó la mirada para que yo no pudiese verlo. Me estaba ya empezando a cansar de aquél juego, fuera podía oír como había empezado el desfile por la pasarela y quería ir a verlo.
Pero aún no estaba humillado, quiero oírle pedir clemencia, matarle en aquel momento hubiese sido un desperdicio. Los lloros de las víctimas se estaban haciendo cada vez más fuertes.
- ¿quieres acompañar ahora a tus amigos o más tarde?
Al fin escucho su voz, es casi un susurro, pero me golpea como un puñetazo en el estómago.
- decidid vos señora, pero antes permitid que roce vuestra piel con mis manos.
Nunca he negado un último deseo a nadie, me acerco a él, sus manos tiemblan, pienso que acariciará mis pechos o mi entrepierna, pero sus suaves dedos van directos a la cicatriz de mi vientre, su boca se posa sobre ella, mientras sus lágrimas se deslizan por su cara.
Ese simple contacto me llena de placer, le golpeo con fuerza hasta dejarle inconsciente, tirado en el suelo y salgo a despachar al último de los españoles, sus gritos ya me están hartando.
Ya tendré tiempo luego de acabar con éste otro.

La perfecta anfitriona


Llevo limpiando y cocinando todo el día. He invitado a mis amigos a una cena en mi casa. Todo tiene que estar perfecto. La mesa puesta y decorada con velas.
Se que algo se me olvida, no debe ser muy importante, mañana me acordaré y listo. Lo que importa es lo de esta noche.
Viene el chico de mis sueños y hasta puede que tengamos tema, sólo de pensarlo me pongo roja como un tomate.
La cena ya está lista, diferentes tipos de pates y pudines, ensalada, ibéricos, huevos rellenos, rollitos de jamón, chorizo a la sidra, buen vino y refrescos. El sorbete de limón al cava lo prepararé al momento.
Ginebra, ron, whisky, colocado en la mesa que hace las funciones de mini bar, la cubitera vacía aún, vasos y copas apropiados para las diferentes bebidas. En el congelador buena cantidad de cubitos de hielo con formas de corazón, trébol, sol, luna y estrellas. En la nevera botellas de coca cola, tónica y limón para los cubas.
Me preparo la ropa apropiada, no me decido entre un vestido corto de tirantes rojo o uno largo de media manga azul, los dos tienen buen escote.
Me meto a la ducha, es el mejor sitio para pensar. El tiempo de aseo y después de maquillarme y peinarme será empleado en mi difícil elección.
Ya estoy preparada y los invitados empezarán a llegar en una hora.
¡Qué nervios! Mi primera vez como anfitriona, de repente las luces de la casa se apagan. ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? Me asomo a la ventana, en la calle todo está iluminado, la casa de al lado también. Ahora ya sé qué se me había olvidado, tenía que pagar el recibo la luz ¿Y ahora qué hago?
Como alma que lleva el diablo, comienzo a poner velas por todos los sitios, habitación, salón, comedor, cocina.
Me cambio rápido de vestido, me pongo uno negro que tenía de vampiresa, muy provocativo y sensual, justo en el momento en el que suenan golpes en la puerta, antes de abrir echo un último vistazo, las velas están encendidas, al abrir la puerta veo a todos mis amigos, con cara de alucinados
- ¡Que tonta! No os dije que había que venir disfrazados de seres de la noche. Primera sorpresa creo que tendremos unas cuantas

ARCO IRIS


Me decía que yo soy la luna y él el sol,
que él es el cubo y yo la espera,
que yo soy la plata y él es el oro.

Entonces de todo su cuerpo salían llamas
y de todos los poros de mi cuerpo lluvia.

Nos abrazamos y sus llamas
se mezclaron con mi lluvia,
y se formaron infinitos arco iris a nuestro alredor.

martes, 11 de mayo de 2010

Prescripción médica


Salí a dar mi paseo diario, algo que los médicos han cogido como norma recetar. Lo primero que te dicen cuando vas a visitarlos es nada de tabaco, alcohol, café y sal. Eso sin tan siquiera hacerte unos análisis ni nada.
Ya saben lo que te pasa nada más sentarte en la silla.
Bueno que me voy por los cerros de Úbeda y no quiero meterme con la sanidad ¿o sí? Ya veremos.
Total, que decidida a dar mi paseo, me preparo con pantalones vaqueros, camiseta ajustada y playeras fashion, divina siempre, no se puede dejar la oportunidad de lucirse.
Cojo mi paquete de pipas, indispensable para andar, los frutos secos aportan sales que se pierden con el esfuerzo y una coca cola, que es líquido y tiene glucosa.
El trayecto es el mismo de siempre, una ruta que es todo llano y bien asfaltado con una acera bien pavimentada. Llevo un paso ligero y constante, de vez en cuando me encuentro con algún grupo de incansables mujeres mayores, muchas de las cuales me triplican la edad o casi, pero que tienen una energía y fuerza que yo con mis veinticinco quisiera tener.
Lo que más rabia me da es que lucen un bronceado brillante. Me saludan con una sonrisa, continuando con su conversación, los nietos, los hijos, la casa… cualquier tema es bueno, se entretienen hasta recordando los bailes de su juventud, sin olvidar que los jóvenes de hoy en día no sabemos hacer nada o somos unos vagos.
A mi se me escapa alguna risilla, porque al final siempre los tenemos ahí,cuando los necesitamos por mucho que nos critiquen.
Continuo con mi paseo, ya casi he acabado las pipas, me queda sólo la cuarta parte de la bolsa y el refresco está acabado hace rato, mi vista se desvía hacia una casa que están construyendo, grande y bonita.
Piso la línea del adoquín, me tuerzo el tobillo, caigo como un saco en el suelo, el dolor es insoportable. Uno de los grupos de mujeres vienen corriendo hacia mí, me preguntan que si estoy bien, pero el sufrimiento no me deja hablar, me provoca mareos y nauseas. No me puedo mover.
Una de las mujeres que se ha fijado en mi pierna, llama con su móvil a emergencias. Mientras esperamos a que llegue la ambulancia, mi estado de ánimo cambia a enfado, gritando:
- encima se me han caído las pipas que me quedaban
Las mujeres se empiezan a reír. Una de ellas muy amable me acompaña al hospital y permanece conmigo en todo momento.
Diagnostico: rotura de tibia y peroné.
¿Eso es lo que los médicos entienden por tener buena salud? Pues como veo que no me ha servido de mucho, no pienso dejar ni de fumar, ni de tomar café, el alcohol y la sal no me gustan, excepto la de la piel de mi chico cuando estamos unidos.
Ahora que lo pienso, no voy a poder huir de él cuando pida guerra

lunes, 10 de mayo de 2010

El volcán


Voy de un lado a otro del aeropuerto completamente cabreado con el puto volcán islandés que lo único que da es más trabajo.
La gente también está enfadada por sus vuelos cancelados y por tener que permanecer encerrados sin poder hacer nada, así que de vez en cuando montan jaleo, haciendo que tenga que intervenir para poner un poco de orden.
Apenas me fijo en ellos, ni les escucho, es mejor permanecer distante para poder hacer mi trabajo, sin involucrarme demasiado en sus problemas.
En una esquina veo a una mujer asiática que lee tranquilamente un libro, como si lo que está sucediendo no fuese con ella, lleva más de seis horas esperando, pero no parece enfadada.
Levanta la vista al sentirse observada, tiene unos ojos negros que traspasan cuando te miran. Aparto la vista de ellos, al ver que al fondo se está empezando a montar un tumulto, sin poder alejarlos de mi mente.
Cuando por fin se tranquilizan los ánimos, me giro buscando a la chica, que continúa sentada, mirándome fijamente. Decido acercarme para ver si necesita algo.
Cuanto más cerca estoy más nervioso me voy poniendo, tiene el pelo negro hasta la cintura, fantaseo con lo que será agarrar ese pelo y tirar de él mientras la penetro por detrás. Estoy ya frente a ella y me quedo sin poder decir nada, atrapado en sus ojos, como un tonto que ha olvidado las palabras, ella tampoco dice nada, continua mirándome tranquilamente.
Siento como me observa, como va posando sus ojos por mi cara, por mi pecho, hasta llegar al bulto que se ha formado bajo mi pantalón. Entonces la veo sonreír un poco, ese leve gesto de sus labios hace que mi erección aumente de tamaño.
No sé muy bien que hacer, si sigo allí parado mucho tiempo, voy a empezar a llamar la atención, ella decide por mí, se levanta, pasando tan cerca que roza mi polla por encima de los pantalones, dejándome oler el aroma a flores que desprende su pelo.
Se para un momento y me hace un gesto para que la indique donde debe ir, tardo unos segundos en comprender lo que me está intentando decir. Me pongo delante de ella y la guío hasta un lugar seguro, donde poder pasar un rato relajado, donde perderme entre sus piernas para poder lamer el clítoris y atraparlo entre mis labios, mientras oigo como gime de placer, tocando esos pechos que asoman tras la camiseta blanca tan ajustada, que puedo ver unos pequeños pezones que apuntan al cielo.
El lugar está vacío tal y como yo esperaba, sin darme tiempo apenas a tocarla, ella ya se ha arrodillado y tiene mi polla entre sus labios, comienza a lamerla arriba y abajo, deleitándose en mi sabor, pasea su lengua por mi capullo, brillante por su húmedo contacto, recogiendo el líquido que ya ha empezado a brotar, lo extiende por toda la superficie, tragándosela entera, sorbiéndola, mientras continua arriba y abajo.
Acaricio su pelo, apartándolo para poder ver mejor su cara, me encuentro de nuevo con sus ojos que hacen que me estremezca, ella continua su trabajo sin prisas, sacándosela a veces para poder mirar lo dura que ha conseguido que se ponga, dándose golpecitos con ella en la lengua, para de nuevo volver a metérsela hasta la garganta. Los sonidos de su succión hacen que me ponga aún más cachondo, si dejo que continué me correré en su boca haciendo que se trague toda mí leche.
Deseo estar un rato más con ella y la aparto, tumbándola en el suelo y enterrando mi cara entre sus piernas, lamo el interior de sus muslos, puedo notar lo mojada que está, como necesita que pase mi lengua por su raja completamente a mi disposición, aparto las bragas con mis dientes y hasta mi nariz llega el olor de su excitación.
Comienzo a lamer lentamente, tal y como ella había hecho hacía unos minutos conmigo, su vientre se contrae, indicando cuanto le gusta sentir mi lengua en su coño, sus labios están hinchados y el clítoris es perfectamente visible, lo chupo con fuerza, haciendo que ella se contraiga aún más, mientras sigo lamiendo, introduzco varios dedos en su interior, voy metiéndolos y sacándolos aumentando el ritmo hasta notar que necesita algo más.
La coloco sobre mí, apenas noto un ligero peso, agarro sus pequeños pechos, mientras ella comienza a subir y a bajar, metiéndose toda mi polla hasta que los huevos golpean sus duras nalgas, sus ojos continúan sin apartarse de mi cara pidiendo que la dé aún más de mí, mis caderas comienzan a impulsarse haciendo que ella bote con las tremendas sacudidas a las que la someto.
La muy puta sigue imperturbable, la pongo entonces a cuatro patas y le clavo mi polla hasta que la hago jadear, estoy ya fuera de mí y agarro su pelo con fuerza, haciendo que su espalda se arquee, ella no se queja, al contrario, sus jadeos se hacen más fuertes, golpeó entonces más fuerte, haciendo que mis caderas choquen contra su culo, al que siento el deseo de azotar y marcar con mis manos.
Intento reprimir el impulso, pero cuando ella se gira y me mira, creo ver su consentimiento, la doy entonces varios azotes viendo como sus nalgas se estremecen.
La embisto entonces más profundamente, siento como ya mis huevos necesitan descargarse en su interior, penetro varias veces rápidamente aún más fuerte y dejo salir los chorros de mi frenesí.
La saco lentamente, haciéndola notar como se va quedando vacía, mi semen resbala por su culo, formando un charco entre sus rodillas.
Me gustaría poder quedarme más tiempo y pasear mi lengua por esos pezones que aún siguen erectos, pero debo volver al trabajo y ella ya se está colocando la ropa y saliendo por la puerta,
Antes de cerrarla del todo, me mira dejándome disfrutar una vez más de esos dos pozos negros que son sus ojos.

domingo, 9 de mayo de 2010

De carnívoro a vegetariano


Acabo de comenzar a trabajar de repartidor en una empresa frigorífica, de carne, morcillas…cosas así.
Cuando me dijeron cual iba a ser mi camión fui a ver como estaba. El interior de la caja era verde, yo pensé que sería su color. Como olía a cerrado cogí un cubo y una fregona para limpiarlo y ventilarlo un poco. No parecía muy sucio.
Nada más pasar el mocho por una de las paredes las tiras de la fregona que eran blancas, cambiaron a verde y la pared perdió color haciéndose de un verde moco. No se cuantas veces cambié el agua, pero al final salió el tono original de las paredes, blancas como la nieve.
Tenía que pasar a la cabina del conductor y viendo lo que acababa de descubrir en la caja, me daba miedo mirar.
Al abrir la puerta el olor que penetró en mi nariz fue el de un ambientador de pino que intentaba camuflar el de sudor y cerrado.
Cuando subí y cogí el volante, mi mano se quedo pegada.
Me quede de pie en la escalera tembloroso de sentarme. Por mi mente lo primero que paso fue que si me colocaba en aquel asiento me quedaría atrapado como una mosca en una telaraña y que de algún recóndito lugar saldría un bicho enorme con su boca abierta, dispuesto a engullirme de un solo bocado.
Una vez todo limpio me senté a comer un bocadillo, estaba desfallecido. Creo, no, más bien aseguro que las fábricas de lejías y detergentes hicieron la mayor venta de su vida. Sus caras estarían cubiertas por grandiosas sonrisas con lo que pude gastar.
Por la tarde, me mandaron a hacer una entrega, así que fui a la cámara frigorífica donde estaba el género y me dispuse a coger todo lo necesario.
Ya cargado el carro que contenía el pedido para llevarlo a mi camión, vi en el suelo una gran caja de madera. Levanté un poco la tapa para ver el contenido. ¡Eran morcillas heavies! Sus pelos eran largos y blancos. Fui donde el jefe y le comenté lo que pasaba, su respuesta me dio a entender que las tiraría, de modo que me marché sin darle más vueltas al asunto.
A la mañana siguiente, entré en la cámara para preparar otro pedido que tenía que entregar y lo que vi fue inaudito. Mi jefe sentado en una banqueta delante de la caja de madera con dos trapos. Con uno le quitaba todos los pelos a las morcillas y con el otro las untaba de aceite, la apariencia les cambio por completo. Parecían recién hechas.
Me dijo que llevara algunas para casa y las probará que eran buenísimas.
- ¡No gracias! Me acabo de hacer vegetariano – dije retrocediendo y cerrando los ojos para olvidar la cena de la noche anterior.