miércoles, 12 de mayo de 2010

El tesoro del galeón


El vigía dio la voz de alarma al divisar el barco español que se aproximaba por estribor, mi bajel no era grande pero tan rápido que no les daría tiempo a cargar los cañones.
Grite a los hombres de cubierta para que se preparasen para el abordaje, eran hombres duros, despiadados, hacían su trabajo ferozmente, sin dejar nunca víctimas vivas que pudiesen albergar deseos de venganza.
Fue todo muy rápido, sin apenas gritos, ataron a la espalda las manos de varios españoles, golpeándolos para que cayesen de rodillas, a veces dejaban algunos un rato vivos para divertirse, era su momento y yo nunca se lo impedía, a veces participaba para entretenerme de la dura vida en el mar.
Esta vez no había mujeres con las que desahogarse y eligieron varios jóvenes que les miraban con los ojos abiertos por el pánico, no les daban falsas esperanzas de lo que harían cuando terminasen, eso hubiese sido cruel.
Algunos lloraban y pedían clemencia, les daríamos la misma que tendrían con nosotros si algún día nos atrapaban, pero de momento eran ellos y no nosotros los prisioneros.
Uno de los jóvenes no lloraba, ni suplicaba, tampoco parecía rezar, me miraba tranquilamente los pechos, incluso noté que tenía una erección, mi segundo de abordo también lo vio y le pego tal patada en los cojones que le hizo aullar y retorcerse de dolor. Pero cuando se levantó continuo mirándome con una sonrisa desafiante, me giré para no darle el placer de ver mi desconcierto pero sentía su mirada fija sobre mi trasero.
Enfrenté mi mirada a la suya, pegándome a él tanto que podía notar su aliento sobre mis labios, bajo por fin sus ojos pero aún pude ver un brillo rebelde que hizo que me humedeciese.
Debería azotarlo allí mismo hasta que su espalda sangrase y acabase sin piel que la cubriese, ya tendría tiempo luego. Ordené a uno de mis hombres que lo llevase a mí camarote, me iba a encargar de que recibiese su humillación y que no volviese a posar sus ojos lascivos sobre mí.
Dejé a mis hombres con su entretenimiento y paseé un rato por la cubierta, aspirando el olor de la pólvora que todavía permanecía en el aire, habíamos conseguido un buen botín y todos estábamos contentos, esa noche correría el ron y los cánticos durarían hasta el amanecer.
Entré en mi camarote perseguida por los gritos de los inocentes, hacía mucho tiempo que me habían dejado de importar.
Estaba de rodillas, mirando fijamente el suelo, cuando escuchó la puerta levantó de nuevo sus ojos desafiantes, mi mano cruzó como un rayo su cara, haciendo tambalear su cabeza.
- voy a tener que enseñarte modales, pequeño bastardo
No parpadeó, no tenía miedo, ya lo sentiría cuando viese lo que tenía pensado hacer con él. Saqué el látigo del baúl y golpee varias veces con todas mis fuerzas, gemía de dolor pero su arrogancia continuaba impregnando la habitación.
- ¿Quieres follarme verdad? Si te soltase seguramente intentarías saltar sobre mí para violarme y después matarme.
No contestó, pero vi el brillo en sus ojos, el odio y el deseo mezclados. Empecé a dar vueltas a su alrededor, seguía mis movimientos con sus ojos llenos de lujuria, deseando mi cuerpo, solté sus manos y me senté sobre él poniéndole mi puñal sobre el cuello, apretando lo justo para dejar correr un hilillo de sangre.
- Si se te ocurre tocarme te atravesaré con él ¿lo has entendido?
Sólo asintió con la cabeza, apreté un poco más el arma para que viese que no estaba bromeando.
Le desnudé suavemente, dejando que sintiese mis manos sobre todo su cuerpo, las suyas permanecían pegadas a los costados sin moverse como si no quisiera hacer aquello, pero su gran erección le desmentía.
Me senté sobre ella, impulsándome sobre su torso que se agitaba por no poder poseerme como él quería.
Su verga me llenaba por completo, la sentía engordar más y más, cuanto más subía y bajaba sobre ella, me movía hacía atrás y hacía delante, bruscamente, mientras él gemía de dolor y placer mordiéndose el labio inferior para no gritar.
- si se te ocurre correrte dentro de mí, te la cortaré y haré que te asfixies con ella ¿entendido?
Ahora sí sus ojos se abrieron un poco por el temor, pero el bastardo aguantó sin desempalmarse, continué largos minutos, él tenía ya la cara roja por el esfuerzo de aguantar su leche en su interior.
Me gustaba su osadía, decidí esperar un poco para matarle y me levanté para beber un trago directamente de la botella.
- no me mires
Un nuevo puñetazo en el pecho que lo dejo sin aire hizo volver el odio a sus ojos, agachó la mirada para que yo no pudiese verlo. Me estaba ya empezando a cansar de aquél juego, fuera podía oír como había empezado el desfile por la pasarela y quería ir a verlo.
Pero aún no estaba humillado, quiero oírle pedir clemencia, matarle en aquel momento hubiese sido un desperdicio. Los lloros de las víctimas se estaban haciendo cada vez más fuertes.
- ¿quieres acompañar ahora a tus amigos o más tarde?
Al fin escucho su voz, es casi un susurro, pero me golpea como un puñetazo en el estómago.
- decidid vos señora, pero antes permitid que roce vuestra piel con mis manos.
Nunca he negado un último deseo a nadie, me acerco a él, sus manos tiemblan, pienso que acariciará mis pechos o mi entrepierna, pero sus suaves dedos van directos a la cicatriz de mi vientre, su boca se posa sobre ella, mientras sus lágrimas se deslizan por su cara.
Ese simple contacto me llena de placer, le golpeo con fuerza hasta dejarle inconsciente, tirado en el suelo y salgo a despachar al último de los españoles, sus gritos ya me están hartando.
Ya tendré tiempo luego de acabar con éste otro.

2 comentarios:

  1. Que brutalidad y posiblemente incesto...

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  2. Son piratas si te parece repartían caramelos. Incesto??? impresionante deducción, ojiplática me he quedado jajajaja

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