viernes, 14 de mayo de 2010
Un fantasma del pasado
Si esa noche no me hubiese separado de mis amigos nunca lo hubiese conocido y tal vez eso sería lo mejor, sin posibilidad alguna de volver a verlo siento que los años que viva serán un sinsentido, una larga espera hasta que nos reencontremos en el más allá como él me prometió.
Estaba un poco cansada de las canciones alrededor de la fogata, así que cogí mi linterna y me encaminé hacía el lago, hacía una noche muy agradable, con el cielo completamente despejado y cubierto de estrellas. Tumbada sobre la hierba localicé enseguida el planeta Venus, que brillaba sobre mí, fui recorriendo con la mirada constelaciones conocidas, pedí un deseo a una estrella fugaz que surcó el cielo a la velocidad de un rayo, nunca me había concedido ninguno pero lo hacía por costumbre.
Sentí frío en los brazos y me levanté para ir a reunirme con mis amigos que debían estar durmiendo porque ya no se oía ningún ruido, excepto a un búho que ululaba en algún árbol cercano. En unos pocos segundos se levantó una niebla tan espesa que hizo que me desorientase un poco. El rayo de luz de la linterna apenas conseguía atravesarla, dejándome ver sólo un paso por delante, tropecé con algo que estaba tirado y caí al suelo despellejándome las palmas de las manos, no tuve tiempo ni de emitir un quejido de dolor algo se colocó sobre mí, tapando mi boca, impidiendo que gritase.
Era una mano áspera, una voz ronca susurró en mi oído que no me moviese, el miedo empezaba a hacer que tuviese alucinaciones, podía escuchar un grupo de caballos que se dirigían hacía donde estaba a punto de ser violada o algo peor. Si no nos apartábamos moriríamos aplastados pero el peso del hombre entorpecía cualquier movimiento que intentase.
El ruido de los cascos paró a escasos metros de mi cabeza, escuché hombres hablando en lo que parecía francés, pero debía ser un dialecto rural porque no conseguía entender casi ninguna palabra, a pesar de llevar varios años estudiando ese idioma. Me recordaba un poco a antiguas canciones medievales que leía a veces por entretenerme; por alguna palabra suelta deduje que buscaban a alguien, casi me dio la risa cuando interpreté que el fugado era un caballero templario, pero algo se clavó en mis costillas y entendí que no era un buen momento para echar unas risas.
Pasaron más de veinte minutos, hasta que subieron de nuevo a sus caballos y los desconocidos se marcharon, un poco después la mano me soltó y lo que se clavaba en mis costillas se aflojó; la niebla tal y como se había levantado estaba desapareciendo dejándome ver al que me había agredido.
Debía haberme dado un golpe en la cabeza en la caída, delante de mis ojos tenía a un auténtico caballero de la orden del temple completamente armado, tantos libros de novela histórica estaban empezando a afectarme; seguramente había por allí cerca algún manicomio y el ruido de los caballos alguna explicación racional tendría.
El hombre también me miraba extrañado, miraba mi camiseta y los pantalones vaqueros cortados con la primera tijera que encontré por casa, como si la que fuese estrafalariamente vestida fuese yo, cuando intentó tocar mi pelo de mechas azules y violetas le aparté de un manotazo. Enseguida echó la mano a la espada, pero al comprobar que yo no suponía ningún peligro la dejó donde estaba. Volví a escuchar esa voz ronca que tanto me había asustado:
- este no es sitio para una dama, debéis poneros a resguardo, el bosque está lleno de peligros – parecía tan convencido de lo que decía que me dio pena tener que ser yo la que le trajese de nuevo al planeta tierra.
- Vale, voy a volver con mis colegas y tú si quieres ven conmigo hasta que sea de día y ya veremos luego de donde te has escapado.
- La acompañaré con sus criados entonces, para asegurarme de que llega a salvo a su destino
Comencé a caminar hacia donde estaba segura me esperaban mis amigos, lo que se iban a reír cuando les contase que les habían tomado por mis siervos, cuando llegué al claro donde debían estar las tiendas de campaña me quedé clavada en el sitio, no había nada.
- si es una broma ya podéis salir, os voy a dar una patada en el culo a cada uno por graciosos.
Nadie me contestó, el caballero permanecía a mi lado de pie, atentó a cualquier ruido amenazador.
- os han abandonado, asustados tal vez por los agentes del Papa – convencido que estaba el tío de su papel.
- que va, será una broma y deja de decir esas cosas, estamos en el siglo XXI el Papa ya no se dedica a esas cosas
Me miraba sin comprender lo que yo le estaba diciendo, a pesar de todo me llevó cerca de un árbol donde me dijo que descansase tapándome con su manto blanco con la cruz roja dibujada, se quedó a unos pasos de mí, alerta a cualquier peligro que su mente trastornada pudiese imaginar. Cansada de tanto desvarío me quedé dormida, cuando abrí los ojos ya estaba amaneciendo, mi nuevo y loco amigo permanecía en el mismo lugar, vigilante.
El disfraz desde luego era de lo más realista, estaba completamente armado, llevaba una espaldera, calzas, cota de malla y un yelmo cerrado que no me permitía distinguir su rostro, tenía también varias armas que a mi me parecieron auténticas, una espada de doble filo y una maza con la que seguro podía aplastarte la cabeza, también me pareció distinguir varios cuchillos, cuando me moví para comprobarlo se giró con la rapidez de una serpiente, por un momento pensé que iba a matarme pero enseguida volvió a su actitud pacífica.
Se acercó, lo que hizo que me encogiese dentro del manto, no podía estar segura de sus intenciones, con los chiflados nunca se sabe. Tendió su mano para ayudarme a levantar
- ¿qué les ha sucedido a vuestras vestiduras?¿os han atacado?
- Lo he hecho yo sola, ni que nunca le hubieses visto las piernas a una mujer
Desvió la vista de mis piernas bronceadas por el sol y avanzó en dirección al lago, me tenía tan intrigada que pensé que no pasaría nada por seguirle un poco en vez de ver que había pasado con mis amigos.
Al llegar cerca del agua se despojó de su casco y de su armadura, quedándose completamente desnudo, era una pena que estuviese tan majara el pobre porque era un auténtico monumento, debía ser algún soldado trastornado por alguna guerra porque pude distinguir cicatrices por todo su musculado cuerpo.
Me daba un poco de vergüenza pero también me apetecía refrescarme y me acerqué al agua; escuchó el ruido de los caballos que se aproximaban en nuestra dirección a toda velocidad, mucho antes que yo, en unos segundos se armó de nuevo de la cabeza a los pies y me empujó hacia los árboles gritando que me escondiese.
Por el camino aparecieron de la nada tres caballeros completamente armados que se precipitaron hacía el templario, con un brutal lanzazo descabalgó al que se acercaba por su derecha, esquivando en el último segundo una maza que pasó a escasos centímetros de su cabeza. El del suelo no se movía, un gran charco de sangre comenzaba a cubrir la hierba debajo de él, pero aún quedaban los otros dos que al ver a su compañero muerto descargaron contundentes golpes contra el enemigo, mi caballero, porque a estas alturas había comenzado a creer que por algún fenómeno sobrenatural había sido trasladada al pasado.
A pesar de que los golpes chocaron contra su escudo, era evidente que no aguantaría mucho tiempo, no podía ayudarle pero tampoco quería verle morir ante mis ojos, había velado por mi seguridad toda la noche, quien sabe lo que hubiese sucedido si no hubiese estado él para cuidarme. Comencé a arrojar piedras contra los caballeros que se giraron desconcertados por el ataque sorpresa, esos segundos sirvieron para que el templario descabalgase a uno de ellos y lo atravesase con la espada, escuché un tumulto de caballos al galope, dando un golpe monumental con su maza al único que aún quedaba en pie, se subió de un saltó en uno de los caballos que se había quedado sin dueño, pasó por mi lado como un rayo, cogiéndome de la cintura me colocó delante de él girándome en el aire como a una muñeca.
Galopando a toda velocidad, esquivaba los árboles que se cruzaban en nuestro camino en el último momento, cerré los ojos, como si por chocarme sin ver lo que se me venía encima podría evitar que me partiese el cuello. Pasado un rato comenzó a ir más despacio, el caballo respiraba trabajosamente y no debíamos reventarlo, no se escuchaba a nuestros perseguidores pero eso no significaba que no diesen con nuestro rastro y tuviésemos que salir de nuevo a toda pastilla, si hubiese tenido allí mi moto, ya los hubiésemos dejado atrás.
Pasado el susto inicial, recuperé un poco de sentido común y me di cuenta de que era imposible que hubiese sido teletransportada al pasado, eso sólo sucedía en las películas, pero lo que si tenía claro es que aquel tío se había cargado a dos hombres, tal vez tres y me había convertido en cómplice, él como estaba loco iría a un sanatorio mental pero a mí me esperaba la cárcel, quizás mi abogado podría alegar locura temporal o alguna cosa así, aproveché que había puesto el caballo al paso y me bajé, pensar de nuevo en los muertos me produjo nauseas, tuve que alejarme hacia los árboles para vomitar, notaba su presencia detrás de mí, las lágrimas comenzaron a correr libremente por mis mejillas, me abracé a él temblando.
- por favor dime que es todo una broma de mis amigos y que no has matado a nadie o al menos dime que un grupo de locos os habéis escapado de algún manicomio y andáis por ahí matándoos los unos a los otros
Prefería pensar que estaba en manos de un psicópata porque de lo contrario a la que se le habían aflojado las tuercas era a mí. No me contesto nada, sólo me miró de nuevo como si no comprendiese lo que yo le estaba diciendo, continuamos caminando para darle un descanso al caballo.
De repente, frenó en seco, estábamos rodeados, locos o cuerdos de allí no iba a salir con vida y recé para que al menos fuese una muerte rápida e indolora, él desenvainó su espada, pensaba vender cara su vida, se fueron aproximando lentamente, a pesar de ser sólo uno, porque no creo que a mi me tuviesen en cuenta, tenían delante a un templario que intentaría llevarse con él a cuantos se pusieran a su alcance. Su valor hizo que dejase mi miedo a un lado, esperaba que las clases de defensa me sirviesen de algo, el primero en acercase lo despachó con un mandoble de su espada, al que venía por la espalda le arreé tal patada en la entrepierna que se quedó tumbado el tiempo suficiente para que él lo rematase.
El olor de la sangre volvió locos al resto que se abalanzaron contra nosotros como una jauría, por más que lo he intentado no logro recordar con claridad nada de lo que pasó, recuerdo que tomé la espada de uno de los caídos y que me puse a lanzar estocadas a diestro y siniestro, sentía como la hoja penetraba en la carne del enemigo, veía su mirada de asombro antes de caer a mis pies tiñendo de rojo la arena que lo rodeaba. Al cabo de un rato, no puedo decir si minutos u horas estábamos rodeados de cadáveres, milagrosamente no tenía ni un solo rasguño, pero mis brazos y mis piernas estaban cubiertos de sangre de los caídos, me sentí invencible, deseaba que hubiese más hombres a los que matar, mi compañero cayó de rodillas, agarrándose uno de los muslos, la sangre salía a borbotones, conseguí que dejase de sangrar haciéndole un torniquete, tenía un corte muy profundo y me pidió que se lo cosiese, debía aguantar para cumplir una misión de vital importancia, por lo que yo sabía los templarios iban a acabar igualmente mal, cumpliese él con su empresa o no, pero no era momento de darle una conferencia sobre mis conocimientos históricos.
Le quité su armadura para que estuviese más cómodo, lavé como pude la herida y mis manos, con agua de un manantial que corría por allí, me tendió una aguja de coser, con las manos temblándome realice mi trabajo sin saber muy bien lo que estaba haciendo, si tenía suerte sólo lo dejaría cojo, juntaba los dos trozos de carne, uniéndolos antes de seguir con la siguiente puntada, debía estar sufriendo un dolor espantoso pero en ningún momento emitió ni un solo quejido, durante un segundo elevé la vista de mi labor y me encontré con sus ojos dorados clavados en mí, apretaba la mandíbula por el suplicio, pero sus ojos me miraban con confianza.
Acabé mi trabajo como pude y le vendé la herida con una camisa que le quité a uno de los muertos.
Estaba anocheciendo de nuevo, no estábamos seguros allí pero no sabía hacía donde dirigirme, le miré pidiéndole que me indicase el camino a seguir, pero se había quedado dormido sobre el caballo y no quise despertarle; dejé que los caballos decidiesen por mí y acabamos de nuevo a orillas del lago.
Era absurdo continuar vagando de un lado a otro, así que como pude lo bajé del caballo, lo tumbé sobre la hierba; hacía frío y me acerqué a él para darle un poco de calor, entreabrió los ojos y se relajó cuando vio que era yo, volvió a cerrarlos con el brazo rodeando mi cintura, observé su rostro, debía ser más joven de lo que indicaban las arrugas que surcaban su frente, sus labios parecían esculpidos por el mismísimo Miguel Ángel, unas largas y sedosas pestañas ocultaban en ese momento unas pupilas doradas, que se tornaban de bronce en la batalla. Sin duda era el hombre más guapo que había visto en mi vida, acaricié con las yemas de los dedos su boca y suavemente deposité un beso en ella, esperaba que me retirase, porque los templarios además de guerreros eran monjes y en esa época se tomaban muy en serio la religión, pero entreabrió ligeramente los labios y respondió a mi beso con pasión.
Una niebla espesa hizo que un escalofrió recorriese mi espalda, era hora de volver, no era aquel mi lugar, ni mi tiempo, pero no quería dejarlo allí, herido, el también comprendió que nuestro momento juntos había terminado, sentía mi dolor y prometió mover cielo y tierra, junto al Señor estaría esperando mi regreso.
Un ruido me hizo girar la cabeza, cuando me volví para decirle que no debía ser nada, ya no estaba, había desaparecido junto con la niebla.
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