martes, 11 de mayo de 2010

Prescripción médica


Salí a dar mi paseo diario, algo que los médicos han cogido como norma recetar. Lo primero que te dicen cuando vas a visitarlos es nada de tabaco, alcohol, café y sal. Eso sin tan siquiera hacerte unos análisis ni nada.
Ya saben lo que te pasa nada más sentarte en la silla.
Bueno que me voy por los cerros de Úbeda y no quiero meterme con la sanidad ¿o sí? Ya veremos.
Total, que decidida a dar mi paseo, me preparo con pantalones vaqueros, camiseta ajustada y playeras fashion, divina siempre, no se puede dejar la oportunidad de lucirse.
Cojo mi paquete de pipas, indispensable para andar, los frutos secos aportan sales que se pierden con el esfuerzo y una coca cola, que es líquido y tiene glucosa.
El trayecto es el mismo de siempre, una ruta que es todo llano y bien asfaltado con una acera bien pavimentada. Llevo un paso ligero y constante, de vez en cuando me encuentro con algún grupo de incansables mujeres mayores, muchas de las cuales me triplican la edad o casi, pero que tienen una energía y fuerza que yo con mis veinticinco quisiera tener.
Lo que más rabia me da es que lucen un bronceado brillante. Me saludan con una sonrisa, continuando con su conversación, los nietos, los hijos, la casa… cualquier tema es bueno, se entretienen hasta recordando los bailes de su juventud, sin olvidar que los jóvenes de hoy en día no sabemos hacer nada o somos unos vagos.
A mi se me escapa alguna risilla, porque al final siempre los tenemos ahí,cuando los necesitamos por mucho que nos critiquen.
Continuo con mi paseo, ya casi he acabado las pipas, me queda sólo la cuarta parte de la bolsa y el refresco está acabado hace rato, mi vista se desvía hacia una casa que están construyendo, grande y bonita.
Piso la línea del adoquín, me tuerzo el tobillo, caigo como un saco en el suelo, el dolor es insoportable. Uno de los grupos de mujeres vienen corriendo hacia mí, me preguntan que si estoy bien, pero el sufrimiento no me deja hablar, me provoca mareos y nauseas. No me puedo mover.
Una de las mujeres que se ha fijado en mi pierna, llama con su móvil a emergencias. Mientras esperamos a que llegue la ambulancia, mi estado de ánimo cambia a enfado, gritando:
- encima se me han caído las pipas que me quedaban
Las mujeres se empiezan a reír. Una de ellas muy amable me acompaña al hospital y permanece conmigo en todo momento.
Diagnostico: rotura de tibia y peroné.
¿Eso es lo que los médicos entienden por tener buena salud? Pues como veo que no me ha servido de mucho, no pienso dejar ni de fumar, ni de tomar café, el alcohol y la sal no me gustan, excepto la de la piel de mi chico cuando estamos unidos.
Ahora que lo pienso, no voy a poder huir de él cuando pida guerra

3 comentarios:

  1. Conociendo lo torpe que eres, como si lo viese es un hecho real como la vida misma. Besos

    ResponderEliminar
  2. Que gusto leer otro relato tuyo brujilla,no nos dejes tanto tiempo sin tus relatos.
    Que bueno lo de las pipas.
    A Posedeia tambien la veo una buena candidata a que le pase algo asi,aunque desde luego aprovecharia la convalecencia para matar como las cucarachas(a polvos) a su pareja.
    Besooooooooooooooossss guapas

    ResponderEliminar
  3. Anda,anda quien se espatarro en medio de la carretera jajajaja Aplicate el cuento que estoy en estado salvaje sin tus poesías. Muac, hadita azul, esparce un poco de tu polvo mágico por estas páginas

    ResponderEliminar