viernes, 27 de agosto de 2010

NOCHES DE VERANO


Noches de verano,
cálidas, mágicas,
fragantes de sueños,
llenas de insinuación.

De tu mano paseo, entre el gentío,
pero hoy no soy una más,
me siento especial,
por la distinción, que tu mano me otorga.

Luz de luna, hechicera,
que Ilumina nuestros ojos anhelantes,
rebosantes, de amor correspondido,
pero no revelado.

Sentimientos sin palabras,
concentrados, como exquisita esencia,
en dos tiernos corazones,
que perfuman la noche, con su amor.

jueves, 26 de agosto de 2010

El inconformista impenitente


Tiempo. Esa es la clave.
La mitad de la humanidad se pasa la vida pensando en el tiempo que les queda. La otra mitad se la pasa pensando en el tiempo que se les ha ido.
Tiempo, el enemigo invisible e implacable.
Vivimos siempre esperando algo. Contamos los minutos, los segundos restantes para que algo ocurra. Mera ilusión.
O bien nos dedicamos a repasar nuestra historia, contando ,también, los días y las horas que conforman la estela que nuestros pasos dejan en el largo viaje hacia ninguna parte que es la existencia. Patética levedad humana que transforma a los hombres en ratones asustados, a la espera de ser engullidos por la constrictora fuerza de la naturaleza.
Cada gota de sangre es una unidad temporal. Cada segundo una gota de fluido vital, acuoso; células muertas que se escapan entre los resquicios de la rutina; entre las fisuras de lo cotidiano, como la arena entre los dedos de un niño.
Tac, tac, cadencia que, cada día, marca el ritmo según el cual millones de seres humanos nacen y mueren, aman u odian, rien o lloran. Metrónomo univesal. Juez y parte. Principio y fin.
Sí, esa es la clave para comprender el principio básico de todo; si los seres humanos comprendieran y aceptaran su propia temporalidad, y digo aceptar en su sentido más literal, otro gallo les cantaría, pues vaciarían sus mentes de miedos y dudas existenciales, para llenarlas de nuevo con las experiencias, los sueños y las esperanzas que alimentan el alma de las mujeres y los hombres.
Nada parece cambiar y sin embargo todo está en un continuo cambio.
Todo permanece pero nada sigue igual, aunque nos moleste, aunque nos confunda.
Nosotros mismos cambiamos, nos transformamos, mutamos, renacemos una y otra vez en el caldo primigenio de nuestra propia inconsistencia, de nuestras propias contradicciones, para hundirnos, al cabo, en un océano impetuoso y terrible al que venimos llamando vida .
Luchamos contra la realidad; intentamos mantener la cabeza fuera de ese elemento viscoso y húmedo, evitando, con más pena que gloria, la mano asesina de un destino que se empeña en arrastrarnos hasta el fondo. Y con cada bocanada de aire que arrancamos en la lucha, con cada paso que vamos añadiendo a nuestro camino, con cada minuto que empleamos en reafirmar nuestra propia consciencia, el cambio se va produciendo y ya no somos los mismos de antes.
Nada es como antes.
La felicidad huye de los lugares comunes. Es paradójico que, siendo la meta más deseada para cualquier homínido contemporáneo, usemos para llegar a ella los caminos con más encrucijadas, las sendas más sinuosas, las carreteras con más baches y los atajos más largos. Y sin embargo esa incongruente manera de actuar es la seña más clara de mi propia condición.
Me deslizo furtivo entre los dedos del tiempo, pero nunca me dejo atrapar. Jamás hago promesas con fecha de vencimiento, ni avalan mi mañana las palabras que dije ayer. Apuro cada sorbo de presente gracias a los latidos prestados de un corazón defectuoso, y, aunque guardo la factura de compra, no lo pienso devolver.
Soy el replicante pertinaz, el adalid de la incertidumbre
Soy el naufrago de la rutina, soy el inconformista impenitente.

OJOS


Ojos castaños, iridiscentes,

que morais en mi interior,

alumbrando mi mente.


Los veo aparecerse,

una y otra vez.

-Cálidos reflejos de un alma pura-


Ayer eras todo ojos,

no había nada más,

que un par de inmensos soles.


Tan grandes e inteligentes,

enmarcados entre negras pestañas,

enmarcaban un rostro libre.


Son como dos faros,

que me transportan a otro,en Alejandría,

y a su luz del conocimiento.


Espero que estés siempre ahí, conmigo,

alumbrando mi existencia,

haciéndo mi vida más sublime.


domingo, 22 de agosto de 2010

EL ORIGEN DE LAS ESTRELLAS




En un lugar urbano, hipertransitado y bien comunicado, se encontraba un edificio de lo más normal. No destacaba demasiado de los otros, era un ejemplo de torre funcional, muy común entre los usuarios de la vida acelerada, comida rápida y frialdad, de los habitantes de la gran ciudad.
En éste marco situamos a León, un joven alto, apuesto de frente ancha y despejada, mirada límpida y sincera, que como faro de Alejandría atraía con su luz esmeralda, pero no solo en la noche, también en el día, puesto que la luz de sus ojos emanaba directamente de su alma, la bondad no se oscurece y esto mismo le ocurría a él, que vivía sin saber la atracción que inherente a si mismo despertaba en los que le rodeaban, que gracias a su influencia, siempre llegaban a buen puerto.
Un precioso tatuaje en su brazo derecho de un león rampante, llamaba la atención, era el león victorioso en posición de ataque que siempre velaba por su seguridad,
fue un regalo de cumpleaños de alguien muy especial, en un viaje a Persia.
Éste era León, querido por muchos, pero también envidiado,algunos no pudiendo resistirse a su encanto, acababan cegados por la envidia.
“Unos amigos suyos” trazaron un plan para atacarle y apagar así la luz de sus ojos, se hicieron pasar por viajeros recién llegados de México, le regalaron un objeto de procedencia dudosa, que se vendía precisamente en una santería mexicana, un cactus en apariencia de barro cocido, muy bonito con vetas verdes, pero que tenía vida propia y su rostro era equívoco, giratorio, solo perceptible tras un largo tiempo de observación.
Era un objeto con una larga historia que hasta el mismo comerciante desconocía, su origen se remontaba hasta el mismo origen de la vida vegetal y posteriormente humana, guardando un temible secreto, relacionado con la creación misma. Ajenos a todo ello, lo adquirieron por un módico precio, sin saber el alcance de lo que estaban haciendo.
Se lo regalaron a León “como recuerdo de sus vacaciones en México”, éste haciendo gala de su natural inocencia, besó los rostros de las serpientes, que mordían la mano amiga que les tendía.
León tomó el regalo con ilusión y se lo llevó a su casa.
Lo colocó en el salón en una librería de madera principal, muy próximo a la entrada y cerca de la televisión.
Una vez hecho esto, se tumbó en el sofá y lo contempló extasiado, el objeto poseía un magnetismo especial , una vez que tu mirada se posaba en él, ya no podías apartarla.
En ésta tesitura estaba León cuando notó que el cactus giraba, su equívoco rostro se transformaba en algo inequívoco, se perfilaba claramente ante su estupefacto rostro, que pensaba que solo era un efecto visual provocado por la luz del atardecer, pero no podía dejar de mirarlo. Se dejó llevar por el efecto hipnótico que el cactus despedía para atrapar su energía vital de la que se alimentaba y gracias a ella pervivía a través de los milenios.
León ajeno a ello, seguía mirándolo y cada vez se sentía mas cansado, más débil.
De pronto el sonido timbrado del teléfono, lo arrancó de entre las púas del cactus. Era ella, su linda compañera que lo importunaba una vez más con su voz cristalina, que como una cascada lo sacudía y lo sacaba de su inmovilidad, sembrando en él mil y una dudas.
Se olvidó de lo ocurrido, otro efecto del cactus que producía amnesia temporal y se centró en su linda muchachita que iluminaba su vida, con su mágica aura de bondad.
Sonriente le contó que tenía un cactus que se movía y tenía cara, ella se reía y lo tomaba a broma.
León decía que por lo menos “alguien” lo esperaba en la casa. Sembró la intriga en ella que le pidió que por favor se lo enseñara, él en un principio se resistió, sentimientos ambiguos hacia ella sembraban sus dudas, pero comprendió que su muchachita era intrépida y de buenas intenciones, por lo que le abrió un huequecito en su corazón. Quedaron esa misma noche en su casa.

A las nueve en punto, apareció sonriente y lo abrazó dándole dos besos muy suaves en su rostro bronceado, él la rodeó con sus poderosos brazos y la dirigió al interior de la casa. Los dos reían felices con los ojos brillantes, mientras el cactus los observaba desafiante.
Ella preguntó por el cactus y él la llevó al sofá y le indicó su ubicación. Ella lo miró y su mirada quedó atrapada en su rostro de barro, que se iba tiñendo poco a poco, tomando un color cada vez más púrpura.
No podía apartar su mirada de él, pero sonreía feliz, había descubierto el origen de su existencia, miles, millones de pequeñas almas antepasadas, se lo mostraban y ella iba sucumbiendo a su hechizo, queriendo formar parte de su conjunto, mientras cada vez estaba más pálida.
León horrorizado intentó separar su mirada del cactus, pero ella era incapaz de hacerlo.
Entonces León recordó un sueño que se repetía desde que le trajeron el cactus y actuó.
En un valiente gesto, se interpuso entre la mirada de ella y el cactus, poniendo su tatuado León entre ambos, se formó una luz cegadora tornasolada de fuerte intensidad, cuyo haz se dirigió directamente ante el rostro del cactus, aniquilándolo haciendo que estallase en mil añicos, liberando así millones de minúsculos puntos de luz rutilante azulada, que subieron al cielo y dieron origen a las estrellas.
La muchacha volvió en sí, no pudiendo apartar la vista ahora, de los ojos de León que la contemplaba enmudecido.
Las almas ó las estrellas le habían transmitido un mensaje:
“cuando los sentimientos afloran, pero no hay nada que decir hay que dejar que el silencio hable y el león ruja” y dicho esto, cerró los ojos y esperó…