sábado, 31 de julio de 2010

DESAYUNO PICANTE


Queridos lectores del blog, cuando el calor aprieta,el corazón se acelera,el pulso se altera,sube la temperatura y el erotismo inunda el aire con esa ropa en ocasiones tan exigua,esos torsos marcados por finas camisetas de algodón,esos brazos que asoman tras los tirantes y esas piernas que mueven rítmicamente el lugar donde el final de la espalda pierde su nobleza ó la gana, según se mire.
Como los grados hacen subir todas las temperaturas corporales, las piscinas se llenan y allí ya se puede uno perder en todo tipo de cavilaciones...
Como hoy el calor no se me quita ni con agua fría os voy a contar una historia subidita de tono.

Trabajaban cerca de un sex shop y un buen día al pasar por allí vieron un cartel en la puerta que rezaba "desayunos picantes",empezaron a preguntarse que sería aquello y cuando les llegó el turno de descanso decidieron ir a comprobarlo.
Entraron tímidamente, mientras su vista se perdía en un montón de artículos eróticos,
bolas chinas,vibradores de todos los tamaños de los cuales destacaba uno gigante que parecía una antorcha olímpica,muñecas hinchables con grandes bocas succionadoras,películas con portadas muy explícitas,lubricantes,bragas comestibles,
látigos,esposas y demás objetos fabricados para el placer,tanto individual como colectivo.
Allí estaban cuatro amigas contemplándolo todo con curiosidad y timidez.
Julia la más lanzada, preguntó que donde estaba la cafetería y el de información le contestó que si había venido a tomarse un cortado,ese no era su lugar,allí era para tomar un desayuno diferente muy muy picante,comenzaron a reirse y Teresa dijo que por donde se subía para llegar,les indicó que cruzasen una puerta lacada y al hacerlo,pudieron ver una cafetería nada convencional,toda llena de luces de colores y mesas alrededor de una pasarela que desembocaba en una barra.
Se acomodaron cerca de la barra y enseguida apareció un mulato de la Capadocia,depilado,muy musculado solo con un tanga de leopardo y una pajarita y que portaba una gran bandeja,se acercó a ellas bailando por la pasarela y les preguntó que querían tomar,que había de beber leche caliente y para comer croasanes rellenos de queso con forma de nabo,también había un masaje con mantequilla y leche más caliente aún en el reservado,mis amigas comenzaron a reirse y dijeron que mejor el del croasán,mientras tanto otros dos morenazos vestidos de marineros solo con una gorra puesta, bailaban en la pasarela.
Cuando llegó el desayuno servido por otro mulato de enorme aparato,se les quitaron las ganas de comer solo croasanes cuando el camarero se los sacó del paquete,eso sí envueltos en plásticos que no eran sino condones de sabores.
Como sirvieron la leche mejor imaginarselo.

Huelga decir que lo pasaron tan bien que volvieron todos los viernes y además variaron el menú...

viernes, 30 de julio de 2010

¿Matón o matona?


¿Qué es ser extremista? Si se dice “no me apetece hablar”. ¿Qué entenderían los paranoicos descerebrados? – “¿Estas enfadado conmigo? Lo siento no quería ofenderte”. A tomar por c…
Pero ¿qué pasa? ¿qué se creen que el mundo gira alrededor suyo? ¿Tan importante se consideran para ser el ombligo del mundo? ¡Si ni tan siquiera en sus casas les hacen caso! Les ponen el plato de comida, porque de vez en cuando sale algún sonido perceptible sólo para los perros y cuando estos ladran se dan cuenta de que están con la lengua fuera tanto el canido como el individuo bípedo.
Pues para información de todos, lo único que hay es momentos para uno solo, serio, callado y pasando de todo, tomando una cerveza tostada bien fría, porque en casa se han terminado y el super está cerrado.
Bien, pues algo parecido, me paso el otro día, en el bar que paro habitualmente. Tenía muchas cosas en la cabeza, mi estado era sombrío. Cuando entró la cuadrilla, todos y cada uno de ellos, por supuesto por separado e individualmente me hicieron la pregunta de cinco duros, como se decía cuando nuestra moneda oficial era la peseta :
- “¿Te pasa algo conmigo?”
La respuesta era obvia ya que acababan de llegar.
- “NO, JODER”
El primero pase, el segundo también, el tercero lo soporto, incluso un cuarto lo tolero, pero a partir del quinto me enciendo como un tendido eléctrico y me acelero como un avión supersónico.
- “¿Qué si estoy enfadado? ¿Qué si me pasa algo? Pues ahora os contesto a todos a la vez”
Nada más terminar mi comentario comienzo a soltar patadas y puñetazos al estilo Check Norris, Steven Seagal, Bruce Lee… Los primeros ataques iban a parar a espacios vacíos, Tras continuados intentos mis pies y manos, comenzaron a llegar a su destino. Tal era mi euforia, que no encontraba el momento de parar. Los sacos humanos no conseguían asestarme ningún golpe, o los esquivaba o los bloqueaba.
Entre hostia y hostiazo, miraba en todas las direcciones del bar, no buscaba más receptores, sólo veía los destrozos que se estaban ocasionando. Parecía el saloon de una peli del oeste.
En ese momento odie no ser John Wayne y llevar unas cartucheras ocupadas por dos Colt 45, empezar a tiros y que no quedase en pie ni el director de escena. Sólo quedaba un camino, seguir atacando con todas mis fuerzas.
En un momento vi a la camarera sentada en el mostrador, era tan pequeña que parecía un enano decorando un jardín, hasta me pareció ver una sonrisa en su rostro. La ignoré, porque no me había dirigido la palabra más de lo necesario. Seguí sacudiendo a diestro y siniestro, no quedaba una sola parte de sus cuerpos que no hubiera chocado con alguna de mis extremidades.
Estaba tan sumamente agotado que cesé mi agresión en masa. Entonces oí a mi espalda una voz femenina y muy serena preguntarme si ya había terminado. Me dí la vuelta y observé al retaco flacucho de camarera y le dije que si sonriendo.
No sé como, de un salto su espinilla alcanzó de lleno mi cara, tal fue la fuerza del impacto que me hizo perder el equilibrio y caer tan largo era. De alucine un tío de metro noventa y cinco noqueado por una pitufina de poco más de un metro. Tendido en el suelo, saltó encima de mis costillas y con su cara rozando la mía, de tal manera que apenas quedaba espacio para que corriese el aire me soltó:
- “Este es mi bar, aquí mando yo,. Si vuelves a montar otra como esta, te arranco las pelotas, ¿me has comprendido bien, corazón?”.
Yo no pude más que asentir malamente porque tenía la mandíbula desencajada y rota.
Moraleja: Vigila más a las mujeres pequeñas que parecen frágiles, que a los hombres grandes y fuertes. Nunca saben por donde te pueden venir y dejarte durante meses comiendo y bebiendo con pajita.

Compases de pasión


Tras varios días de lluvia y frío, agradecí el respiro que el tiempo ofrecía, salí a dar un paseo por El Retiro para respirar aire puro y dejar que el sol me calentase. No hay nada mejor que notar como todos tus miembros son acariciados por los rayos, como van cobrando vida propia, mientras que tu mente se cierra a todo lo que no sea sentir ese placer.
Caminar por la rosaleda, ver gente, escuchar el sonido de los tambores…Siempre los escucho de lejos, hoy he decidido acercarme para ver quienes son los que producen ese tam tam ininterrumpido.
Hay varios chicos tocando bongos, darbukas… concentrados en su música. Me siento cerca para observarlos, es un golpeteo rítmico que va haciendo que los latidos de mi corazón se unan a él.
Parecen muy felices simplemente por estar haciendo lo que hacen, un momento único en el que la vida queda suspendida en las notas que se elevan en el aire y son arrastradas para no volver.
Entre todos los que tocan, hay uno que llama mi atención, tiene la mirada perdida en el horizonte, como si su mente estuviese muy lejos de allí y sus manos llevasen el control de sus actos, inconscientes del resto del cuerpo.
Con un parpadeo regresa con los demás, puedo ver sus ojos negros que durante una fracción de segundo me miran sin verme, no tiene nada especial, pero sus ojos hacen que le mire una y otra vez, son como dos pozos que avisan del peligro de caer en ellos.
Miro sus manos que golpean una y otra vez el instrumento que sujeta entre sus muslos, lo toca con las palmas, con los dedos, a veces fuerte, provocando sonidos graves que aceleran aún más mi corazón, a veces suave, como si sólo lo acariciase.
Me pregunto cómo será notar esas manos tocando mi cuerpo, ¿Será capaz de arrancar algún sonido de él? Tengo que dejar de pensar en esas cosas.
El músico me mira de nuevo, deteniéndose esta vez varios segundos, ¿habrá notado algo? Siento como me voy poniendo roja, soy incapaz de aguantar su mirada y bajo la vista al césped, respiro profundamente, es una tontería, estoy sentada frente a él, es normal que mire.
Cuando recupero mi color natural de piel, elevo la vista despacio y ahí están de nuevo, como dos cuchillos que me atraviesan, un golpe seco en el instrumento hace que mis hombros se muevan de forma involuntaria, él sonríe a medias, por el efecto conseguido.
Que estupidez, será niñato, ni siquiera debería ponerme nerviosa, trago saliva y le devuelvo la sonrisa, como si no tuviese ninguna importancia, bueno es bastante normal que me haya asustado, un golpe así… de repente.
Comienza de nuevo a tocar, cierro los ojos un momento, puedo distinguir perfectamente su sonido del de los otros, es más vibrante, más poderoso, penetra en mi cabeza desplazándose por todo mi cuerpo, uniéndose a él, atrapándolo.
Se que no debo, pero lo hago, abro los ojos y le miro fijamente, nuestras miradas se enredan, no permitiendo que se suelten, creando una línea irrompible. El sonido que produce ahora es más suave, más agudo, voy soltando lentamente el aire que penetra en mi pecho, mientras él se muerde el labio inferior. Mi cuerpo empieza a despertarse, mis muslos se frotan uno contra otro bajo el vestido, haciendo que mí entrepierna se humedezca, gotas de sudor comienzan a recorrer mi espalda que se tensa con cada nueva nota arrancada, mi respiración se vuelve más agitada, con los golpes cada vez más rápidos, más graves.
Veo sus dientes asomar entre sus labios, casi puedo sentir su aliento sobre mi cuello, sus manos sobre mis pechos cada vez más duros e hinchados. Me tumbo sobre la hierba, manteniendo todavía su mirada que hace que el calor se extienda desde el punto medio de mi cuerpo hasta los extremos.
El golpeteo continua, ahora intercalando lo brusco con lo suave, manteniéndome en la fina línea que separa el placer del clímax.
El cuerpo de él también está tenso, puedo verlo en la rigidez de su espalda, en la presión que ejercen los muslos contra la darbuka, su pecho se eleva cada vez más rápido.
Varios golpes rápidos, secos me hacen soltar un gemido, un dios mío se escapa entre mis labios, mientras siento como una corriente sube y baja por mi cuerpo, su cara también se contrae, mientras una gota de sudor se desliza por su sien derecha.
Cierro los ojos, y continuo escuchando el sonido de los tambores, estoy tan relajada que me siento flotar. El calor de un cuerpo próximo no consigue sacarme de mi ensoñación, no necesito abrir los ojos para saber que es él, el aroma que lo envuelve, su energía, es como su sonido.
El contacto directo de su piel sobre la mía me hace gemir, giro la cabeza, temiendo y deseando encontrarme de nuevo con él.
Se que estoy perdida y no me importa cuando siento sobre mi pecho su cabeza, él ha encontrado el sonido que tanto tiempo llevaba buscando y yo el músico que consigue producirlo y no vamos a dejarlo ir.

jueves, 29 de julio de 2010

POR UNA MIRADA UN MUNDO




Todos los días y a la misma hora se cruzaban, ella iba y él venía, era algo fortuito, pero ella lo deseaba con ardor, era un cruce de caminos, ella iba siempre a las ocho y media de la mañana hacia su trabajo y él presumiblemente también iba hacia el suyo, pero sus direcciones eran opuestas. En aquella fracción de segundo sus miradas se cruzaban al igual que sus cuerpos, él con su mirada de fuego la traspasaba, era tal la intensidad de sus ojos que ella podía percibir su incendio y le correspondía tímidamente ya que la asustaba tal ardor.
Fueron pasando las estaciones, se conocieron en verano, cuando el calor del sol se mezclaba con el calor de sus rostros enrojecidos, la piel de ambos se erizaba con cada “encuentro”, el sentimiento mutuo los hacía livianos, casi etéreos, pudiendo comunicarse a través de su lado más espiritual.
El otoño los descubrió enfundados en sus gabardinas, el paseo se hacía más excitante con el sonido de las hojas al ser pisadas, similar al crujido que hace el papel de regalo al ser tocado, creando las mismas expectativas en ambos, todo era como un regalo por descubrir, pero antes había que retirar el envoltorio brillante, lleno de sorpresas.
El invierno hizo acto de presencia y envueltos en sus abrigos a pesar del frío reinante, sus miradas caldeaban la mañana.
Los días seguían pasando, lentamente, dulcemente, con una ilusión que iba creciendo, como la planta que va despuntando y elevándose hacia el cielo cuya savia era regada y alimentada por el sol de sus miradas.
La primavera llegó, la estación del amor, el aire se llenó de suaves fragancias almizcladas, el termómetro fue subiendo, la ropa se fue aligerando y el deseo se acrecentó. Los encuentros eran cada vez menos casuales, se esperaban, ya no solo se cruzaban, el paso se ralentizaba, el corazón se aceleraba, mil promesas de amor implícitas en el aire, las miradas eran urgentes, apasionadas, casi se rozaban al pasar.
Su Él, como a ella le gustaba denominarlo, era de alta estatura, complexión delgada, pelo algo canoso, abundante, peinado hacia atrás, ojos oscuros, brillantes, porte majestuoso e indumentaria de sport, aunque ella al hacer la descripción mental, se dio cuenta de que realmente poco se había fijado en lo demás centrándose principalmente en sus ojos, ese par de estrellas rutilantes que iluminaban su firmamento.
Ella era bastante normal físicamente hablando, de complexión media, baja estatura, pelo liso castaño, pero destacaban sus enormes ojos soñadores.
Era el treinta de Marzo, su cumpleaños, ese día se esmeró más que otros en su arreglo personal, se duchó con esencias de melocotón, se alisó el pelo, se vistió con un bonito vestido corto de tonos lilas, muy primaveral, se maquilló con tonos pasteles, trazándose una línea azul debajo de sus ojos color de miel que agrandaba su mirada, se aplicó un carmín de tono rosado y antes de salir se echó su perfume favorito de esencias frutales, toda ella era como una jugosa manzana ,una tentación pronta a ser devorada.
Por primera vez en mucho tiempo se sintió bonita, las miradas de los hombres, se posaban en ella, los piropos a su paso se iban sucediendo, se sentía como una princesa. Cuando se cruzó con su desconocido pudo sentir algo electrizante, por primera vez además de mirarla la rozó pasando muy cerca de ella y vio como aspiraba su aroma mientras sus ojos emitían una callada súplica.
Aquello ya se desbordaba, ese sentimiento clamaba, exigía ser consumado, no pudiendo seguir contenido tan solo en sus miradas, la caja de Pandora debía ser abierta.
El día transcurrió festivamente, invitó a tarta a sus compañeros de trabajo, mientas soplaba las velas resignada de entrar ya en la cuarentena, pidió un deseo, conocer a su Él, no sabía ella lo cerca que estaba de cumplirse ese anhelo.
Le hicieron un precioso regalo un libro recopilatorio de toda la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, su poeta favorito, a priori le vino a la mente una rima muy famosa :
“por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
y por un beso…
¡ yo no se que te diera por un beso!”

Su querido desconocido, no podía dejar de pensar en él ni por un instante, era su ilusión diaria, su destino, sabía que era el amor de su vida, lo presentía, toda la vida esperando y al final había llegado, necesitaba estar con él, era una necesidad con nombre propio, aunque ni siquiera sabía el suyo aunque no importaba.
Pasó rápida la jornada laboral e hizo el camino inverso para irse a su casa, al doblar la última esquina sentado en una terraza estaba él, tomándose un refrescante mojito, el asiento de al lado estaba ocupado por un enorme ramo de rosas. Sus miradas se encontraron y sonrieron, por primera vez escuchó su voz, era varonil, poderosa,
- Toma es para ti, aunque ninguna rosa puede igualarse al rubor de tus mejillas-dijo él tendiéndole el ramo.
Ella sonrió y tomó las flores, estaban frescas, casi recién cortadas y exhalaban una suave fragancia a Jardín del Edén. Era un ramo precioso de rosas blancas, rojas, amarillas y naranjas, dos docenas en total y entremedias un musgo verde y blanco. El papel que las contenía era rojo, satinado y un lazo grande azul lo sujetaba.
Lo que más la emocionó fue la pegatina dorada pegada al papel celofán “te quiero” rezaba y aquella declaración tan esperada la emocionó más que el ramo, era una declaración muy deseada que se materializaba en una pegatina con visos hacia la felicidad.
Ella no supo que decir, pero una lágrima de emoción surcó su mejilla, él se levantó y sin decir nada la besó, no era necesario un interludio, hasta las palabras hubiesen resultado limitadas para expresar un sentimiento tan puro.
El beso fue profundo, apasionado no dejando por ello de ser dulce.
Saborearon por fin la savia de la vida.

Él se llamaba Pablo y ella Iris, una historia de amor real que nos demuestra que nunca hay que perder la esperanza ni la fe de encontrar a nuestro amor verdadero.

Agnorancias


Lo primero pedir, como se dice….disputas, ah no, disculpas, porque llevo mucho tiempo sin escribir. No es porque no tenga Internet, puesto que nunca lo he tenido, me dedico a dictar a Posedeia en el momento que tengo algo escrito. Confieso que ha sido por ser una vaga, de conseguir medalla de oro, si hubiera o hubiese olimpiadas o campeonatos. También es cierto, que acaba de leerme Posedeia un relato suyo y otro de Ayesha y acabo de descubrir que a su lado soy una “agnorante”, ¿o no se dice así?.
Siempre me ha gustado mucho lo que escriben: relatos, poesía, reflexiones…Unas cosas más que otras, que también se lo digo, soy burra por naturaleza pero gusto si tengo, me gusta la nocilla con foie-gras.
Os preguntareis porqué rayos digo esto, fácil, porque cada vez que me leen algo suyo tengo que interrumpirlas para preguntar qué demonios significan algunas palabras, por ejemplo : aguardentosa o melismar. Si conocéis su significado decírmelo, porque yo sólo tengo un diccionario pequeño que te vienen palabras sencillas: agua, bobo, hierba…. Vamos de esas que te enseñan a buscar cuando eres niño en el colegio.
También lo que hace ser “unvirsitario” o como puñetas se diga. Como hablan de arte, de historia con sus personajes, de los dioses antiguos, ¿quién es Baco? ¿el dios de las vacas? Yo me pongo a leer mis historiejas y no veo nada que demuestre que tengo “tudios”. Será porque sólo llegué a 4º de EGB, repetí muchas veces. Aún me pregunto, cómo consiguieron entre los profesores y mi madre que aprendiese a leer y a escribir aunque fuese mal. Ahora que soy “adulta” me intenta enseñar el coñazo de mi hermana pequeña.
Qué queréis que os diga, no uso palabrejas, para mí, memo es igual a gilipollas, listo - pardillo, hacer el amor – follar, al pan pan y al vino vino y en tu culo un buen pepino.
Ya veis lo que hace una analfabestia, no cortarse un pelo en criticar a las dos pardillas con las que comparto blog, que se creen las listillas, ¿serán "unvirsitarias"?. Porque han de reconocer que siempre recurren a mis entendederas particulares para saber si están bien sus cosas. Osea que la importante soy yo.
Bueno, hasta otra crítica y recordar fieles lectores de este maravilloso blog, que cuando Brujilla dice una verdad se la cae un brazo y sigo teniendo los dos. Otra cosa, dejar de ser tan vaguetes como yo y dejar vuestros comentarios de lo que os gusta y lo que no, si disfrutáis u os aburrís, pero sobre todo no dejeis de apoyarnos leyendo nuestras locuras.
Muchos besotes en el cogote.

Amor déjame en paz


Un día tras otro, ya siempre igual
Sin deseos, ni ilusiones, ni esperanza.
Gané lo que nunca debí ganar,
Recuperé lo que no necesitaba
El tiempo se encargará de que lo vuelva a perder
Y ya sí, por fin será…
Un día tras otro, ya siempre igual.
No más búsquedas,
No más esperas de lo que nunca llegará
¿Felicidad? ¿Qué es eso?
¿Quién la quiere?
Devuélveme mi tranquilidad
Para que pueda tener un día tras otro,
Ya siempre igual………

miércoles, 28 de julio de 2010

NÉCTAR PROHIBIDO



Ven conmigo,
toma mi mano y volemos,
hagamos realidad nuestros sueños,
solo tenemos esta noche,
será corto pero intenso.

Hagamos un guiño a Cupido,
el mañana no existe,
solo tendremos este momento,
que durará para siempre,
y será nuestro tesoro a guardar.

Bebamos de un trago la esencia del amor,
embriágame con tu néctar prohibido,
dame el maná prometido,
riega este árbol seco y ajado por el tiempo.

Toma mi ámbar sagrado,
quiero cabalgar en tu alazán dorado,
notar que prestos nos elevamos,
y subimos muy alto entrelazados.

Quiero admirar ese cuerpo templario,
despojarte de tu armadura
y que tú me despojes de la mía,
dejando a un lado el hastío.

Hoy la luna nos sonríe,
las estrellas nos regalan su lecho,
la oscuridad nos protege del ojo indiscreto,
creando dulces expectativas...

DESCENSO AL INFRAMUNDO




Era un día de verano muy caluroso, ya desde primera hora de la mañana se notaba el bochornazo, me levanté totalmente cubierta de sudor, tomé una buena ducha y corriendo me vestí tras un frugal desayuno, cereales con fruta y yogur desnatado.
Bajé las escaleras como siempre de tres en tres, descendí varias paradas antes de mi destino y a pesar de la hora atravesé las calles que me separaban de mi centro de trabajo con deleite, disfrutando de varios siglos de historia que me contemplaban, una ciudad Neoclásica con ricos artesonados, balcones de forjas florales, metopas con cabezas de héroes mitológicos, esculturas alegóricas haciendo referencia a la victoria, la paciencia y al pensamiento, todo un muestrario del esplendor de tiempos pasados.
Cuando ya estaba llegando, sentí un aliento cálido en mi cuello lo achaqué al calor excesivo del día. Entré con alegría y saludé a mis compañeros, fuimos a tomar un café al office antes de empezar la jornada, como siempre, las bromas se sucedían entre nosotros.
Trabajo en un edificio muy antiguo que ha sido reformado, dejando una estructura moderna y amplia, la parte de arriba es el lugar donde habitualmente estamos, tenemos una zona abajo más grande todavía pero se usa como archivo, sala informática y se encuentran también los aseos. Huelga decir que normalmente poca gente baja, por lo que cuando vas al baño sueles estar sola en penumbra, hay poca iluminación por los pasillos, además la luz se activa a través de una célula fotoeléctrica sensible al movimiento, por lo que cuando llegas a la puerta de estos, te encuentras en una “boca de lobo” y no puedes evitar sentir una sensación irracional de inquietud. Yo por si acaso siempre intento ir al baño de arriba pero como es público, no suele estar muy limpio.
La mañana transcurrió tranquila, a eso de las doce sentí la necesidad de “cambiar el agua al canario” y fui a los baños de arriba, cuando accedí a su interior observé que no había papel y además la cisterna estaba estropeada, entonces decidí bajar a los otros. Descendí por la alta escalera, cuarenta peldaños separaban la parte de arriba de la de abajo, mientras veía un pasillo que se abría ante mí sumido en la semioscuridad, era como si entrase en el inframundo, no podía ver su final, era estrecho y serpenteaba hacia el interior.
No había nadie cerca, las puertas de las salas permanecían entreabiertas, desiertas, dando un toque fantasmal al entorno. Tenía que recorrer el camino hasta el baño, intentaba ir con paso firme pero me temblaban las piernas. Cuando ya estaba cerca de mi objetivo, una puerta situada a mi derecha se cerró de golpe, di un bote, el susto hizo que me subiese la tensión, no podía ser que se hubiese cerrado por corriente de aire, el calor era sofocante y no había ninguna ventilación, ni aire acondicionado; ¿Cómo entonces podía haber ocurrido?
Corrí los escasos metros que me separaban de los aseos, llegué a la esquina que los albergaba, era la puerta de la izquierda, no había interruptor, comencé a moverme rápido para activar la célula fotoeléctrica y así por fin se pudiese hacer la luz, pero seguía la aterradora penumbra. Intenté calmarme y pensar con claridad, solo era un aseo en un trabajo cualquiera, un día como otro, no había pasado nada anormal, solo una puerta que se podía haber cerrado por cualquier motivo natural.
Mi tensión disminuía, por fin se encendió la luz, el canario quedó satisfecho y sonriendo por mi imaginación desbordante, pasé por el lado de la puerta de la ducha, la puerta de esta se cerró dando un gran portazo, aquí sí que me asusté de verdad ya que era científicamente imposible que pudiese ocurrir.
Intenté salir corriendo pero la puerta del aseo también se cerró y además se apagó la luz. Empecé a chillar siendo consciente de nadie iba a escucharme, estaba sola frente a lo desconocido.
Volví a notar el calor de un aliento en mi cuello, seguido de un susurro y de una respiración jadeante, se me erizó todo el vello del cuerpo, empecé a aporrear la puerta, el jadeo dio paso a un latido, después a una risa y noté una mano sobre mi espalda, era áspera, lobuna y el aliento se volvió fétido.
Lágrimas de pavor surcaban mis mejillas.
Mi cuerpo comenzó a temblar de forma involuntaria, mientras el latido iba ganando volumen hasta hacerse insoportable, pensaba que me iban a explotar los oídos.
La áspera mano se cerró sobre mi cuello, apretando, me faltaba la respiración y lo peor era que iba a morir sin entender lo que me estaba pasando, quien era el ser que me robaba la vida.
Era la realidad y parecía ficción.
¿Dónde estaban mis compañeros? ¿Acaso no habían notado mi falta? ¿Tan insignificante era mi presencia?
Toda mi vida empezó a pasar delante de mis ojos como una película, sentí una gran sensación de paz y amor, ya nada me oprimía, era feliz.
De pronto todo cambió, sentí una fuerte sacudida y el dolor volvió de nuevo.

La puerta del baño se abrió tras el último machetazo.
Oí como repetían mi nombre, ya no era una sola mano sino varias las que me sacudían, la luz volvió.
Abrí los ojos, delante de mí estaban los bomberos, el Samur y varios compañeros con cara de preocupación.
El dolor del cuello había desaparecido.
Paloma me abrazó, me dijo que como tardaba tanto en subir, bajaron a buscarme, entonces me oyó gritar y se dio cuenta de que la puerta del baño estaba cerrada.
Había habido un cortocircuito en la planta de abajo que había ocasionado la falta de luz y alterado los circuitos internos que controlaban las puertas y accesos, por todo ello me había quedado atrapada. Los bomberos habían tardado mucho en llegar y seguramente me había quedado dormida durante la espera, pero ya todo había pasado.
-¿Y las marcas de mi cuello? ¿Y el presunto animal que estaba dentro conmigo?-Pregunté presa de un ataque de nervios.
-¿Qué marcas Ana?, no tienes nada en el cuello-dijo Paloma.
-¿Qué animal? Aquí dentro no hay nada.
-Tiene un ataque de ansiedad habrá que ponerle un tranquilizante- dijeron los bomberos.
Un enfermero del Samur me puso una inyección de Valium.
-¡No estoy loca!-gritaba mientras me transportaban en camilla por el pasillo infernal.
Me fui quedando dormida con el efecto del calmante y juro que antes de cerrar los ojos pude ver unos ojos rojos que me observaban y escuché de nuevo un latido que iba creciendo, la puerta del pasillo se cerró, pero mis ojos también se cerraron.
Hoy al abrirlos mientras escribo esta historia, en medio de estas cuatro paredes blancas, vuelvo a jurar que aquello pasó de verdad.

martes, 27 de julio de 2010

Comunicación


Estaba yo el otro día “pensando” en mis cosas, ya sabéis, yo, mi, me, conmigo, sonrisa vertical, y se me ocurrió, ya sé, no era momento ni lugar pero que le voy a hacer si mis pensamientos van por libre, bueno pues empecé a pensar en la manera de comunicarnos los seres humanos.
No estoy hablando de cuando dos personas no hablan el mismo idioma, que eso daría para otra reflexión o más bien anecdotario, ejemplo: tú quieres decir soy española, en ingles, a un macizo y vas y sueltas señalando tu cuerpo: This is Spain, ¿subsconciente? ¿llamada a una invasión consentida? ¿error por desconocimiento del idioma? . No sé, yo me quedaría con la segunda opción, pero no es ese el tema.
Estoy hablando de la comunicación entre dos personas que hablan el mismo idioma, ¿tenemos un lenguaje tan poco evolucionado que no somos capaces de hacernos entender? Es evidente que siempre hay un mínimo de interpretación por parte del oyente, debido a su estado de ánimo, experiencias vividas, conocimiento de la forma de ser del que le habla, pero es que entender lo contrario, es un poco extraño.
Después me di cuenta de que no es así ¿a qué si yo digo? tengo hambre Se entiende bien y ¿si digo? quiero follar También. Pero, y aquí ya llego a lo que realmente me daba vueltas por la cabeza ¿qué ocurre cuando hablamos de sentimientos?, por una parte está el temor al rechazo y por otra el deseo de hacérselo saber a quien te está escuchando, así que buscas una forma de decirlo sutilmente y ya está el lío, te dejas una puerta abierta por si te mandan a freír gárgaras y entonces viene el donde dije digo, digo Diego. No puedes estar segura entre tanta sutileza de si ha entendido lo que tú querías decir, su respuesta viene condicionada por su comprensión que puede ser correcta o no, pero como tampoco está seguro, pues no hablará claro, tú te cabrearás o te entristecerás, según cual sea tu carácter, porque la respuesta no es la que tú esperabas y a partir de ahí, si continuáis hablando será una puta locura y para cuando llegas al final de la conversación estás igual que al principio porque no has salido de dudas, con dolor de cabeza y sin saber por donde tirar.
No sé, tal vez lo mejor sea pillar al toro por los cuernos y decir lo que realmente sientes, si es que lo sabes claro, porque bueno ¿Quién puede meter la mano en el fuego y asegurar que quiere a una persona? Ya están los listos, ¿qué pasa que no pensabas que estabas enamorado de tu vecino, o de tu amigo, o del de la discoteca o del novio que tuviste durante varios años? ¿porqué está vez va a ser diferente? Teorías amatorias aparte, vamos a suponer que sí le quieres, que estás segura de que es tu Él, no vale el díselo que no tienes nada que perder, coño claro que tienes algo que perder, la esperanza, que digo yo que para algo servirá ¿qué hacer entonces? Sólo quedan las medias palabras y la no comunicación, no voy a entrar en la comunicación no verbal que es todavía más engañosa, a no ser que cojas un palo le arrees en la cabeza y te lo lleves a tu cueva.
En fin, que no llegué a ninguna conclusión, excepto que no es el idioma, somos las personas las que hacemos un mal uso de él.
Y sí a ti te lo digo, aunque no te lo quieras creer o prefieras no creerlo.