viernes, 30 de julio de 2010

¿Matón o matona?


¿Qué es ser extremista? Si se dice “no me apetece hablar”. ¿Qué entenderían los paranoicos descerebrados? – “¿Estas enfadado conmigo? Lo siento no quería ofenderte”. A tomar por c…
Pero ¿qué pasa? ¿qué se creen que el mundo gira alrededor suyo? ¿Tan importante se consideran para ser el ombligo del mundo? ¡Si ni tan siquiera en sus casas les hacen caso! Les ponen el plato de comida, porque de vez en cuando sale algún sonido perceptible sólo para los perros y cuando estos ladran se dan cuenta de que están con la lengua fuera tanto el canido como el individuo bípedo.
Pues para información de todos, lo único que hay es momentos para uno solo, serio, callado y pasando de todo, tomando una cerveza tostada bien fría, porque en casa se han terminado y el super está cerrado.
Bien, pues algo parecido, me paso el otro día, en el bar que paro habitualmente. Tenía muchas cosas en la cabeza, mi estado era sombrío. Cuando entró la cuadrilla, todos y cada uno de ellos, por supuesto por separado e individualmente me hicieron la pregunta de cinco duros, como se decía cuando nuestra moneda oficial era la peseta :
- “¿Te pasa algo conmigo?”
La respuesta era obvia ya que acababan de llegar.
- “NO, JODER”
El primero pase, el segundo también, el tercero lo soporto, incluso un cuarto lo tolero, pero a partir del quinto me enciendo como un tendido eléctrico y me acelero como un avión supersónico.
- “¿Qué si estoy enfadado? ¿Qué si me pasa algo? Pues ahora os contesto a todos a la vez”
Nada más terminar mi comentario comienzo a soltar patadas y puñetazos al estilo Check Norris, Steven Seagal, Bruce Lee… Los primeros ataques iban a parar a espacios vacíos, Tras continuados intentos mis pies y manos, comenzaron a llegar a su destino. Tal era mi euforia, que no encontraba el momento de parar. Los sacos humanos no conseguían asestarme ningún golpe, o los esquivaba o los bloqueaba.
Entre hostia y hostiazo, miraba en todas las direcciones del bar, no buscaba más receptores, sólo veía los destrozos que se estaban ocasionando. Parecía el saloon de una peli del oeste.
En ese momento odie no ser John Wayne y llevar unas cartucheras ocupadas por dos Colt 45, empezar a tiros y que no quedase en pie ni el director de escena. Sólo quedaba un camino, seguir atacando con todas mis fuerzas.
En un momento vi a la camarera sentada en el mostrador, era tan pequeña que parecía un enano decorando un jardín, hasta me pareció ver una sonrisa en su rostro. La ignoré, porque no me había dirigido la palabra más de lo necesario. Seguí sacudiendo a diestro y siniestro, no quedaba una sola parte de sus cuerpos que no hubiera chocado con alguna de mis extremidades.
Estaba tan sumamente agotado que cesé mi agresión en masa. Entonces oí a mi espalda una voz femenina y muy serena preguntarme si ya había terminado. Me dí la vuelta y observé al retaco flacucho de camarera y le dije que si sonriendo.
No sé como, de un salto su espinilla alcanzó de lleno mi cara, tal fue la fuerza del impacto que me hizo perder el equilibrio y caer tan largo era. De alucine un tío de metro noventa y cinco noqueado por una pitufina de poco más de un metro. Tendido en el suelo, saltó encima de mis costillas y con su cara rozando la mía, de tal manera que apenas quedaba espacio para que corriese el aire me soltó:
- “Este es mi bar, aquí mando yo,. Si vuelves a montar otra como esta, te arranco las pelotas, ¿me has comprendido bien, corazón?”.
Yo no pude más que asentir malamente porque tenía la mandíbula desencajada y rota.
Moraleja: Vigila más a las mujeres pequeñas que parecen frágiles, que a los hombres grandes y fuertes. Nunca saben por donde te pueden venir y dejarte durante meses comiendo y bebiendo con pajita.

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