martes, 18 de mayo de 2010

No hay mal que por bien no venga


Decidí acostarme temprano, después de los masajes y de los chorros castigadores del centro de talasoterapia no tenía el cuerpo para mucho más, en cuanto apoyase la cabeza en la almohada, oliendo el aroma de los aceites esenciales de mi pelo me quedaría muerta durante horas.
Subí hasta mi habitación en la planta segunda del hotel y pasé la tarjeta, ¿cómo no? No funcionaba. Lo intenté varias veces aunque sabía que no iba a servir de nada, hasta lo intenté con todas las tarjetas que encontré por el bolso. Nada, tendría que bajar para que me diesen otra.
La recepción estaba en el otro edificio, así que por entretenerme por el camino, me puse a The Rezillos en los cascos.
No se veía a nadie, llamé pero seguían sin aparecer, entre canción y canción me pareció distinguir un ruidito que venía de la habitación que había detrás del mostrador, apagué la música para escuchar mejor.
Parecían gemidos.
Me pudo más la curiosidad que el cansancio o la prudencia, me acerqué en silencio, la puerta estaba entornada y a pesar de estar casi a oscuras pude distinguir perfectamente a un hombre inclinado sobre la entrepierna del cuerpo de una mujer completamente desnuda. Ella era la que hacía el ruido, gemidos muy suaves, a un ritmo continuado.
No me paré demasiado a pensar, empujé un poco más la puerta, para poder observar mejor la escena.
La cabeza del recepcionista, al ver mejor sus oscuros rizos reconocí al instante que me había atendido esa misma tarde, estaba enterrada entre dos muslos morenos que se agitaban, podía ver su lengua mojada lamiendo arriba y abajo, sorbiendo, atrapando entre sus labios pequeñas porciones de piel hasta llegar a la bolita ya roja por el deseo de que se la comiesen entera. Tuvo que esperar aún largos minutos, mientras el dueño de la lengua presionaba entre los labios para introducirla una y otra vez, pasando a besar después el interior de los muslos para hacerla sufrir un poco.
La mujer ya no quiso esperar más, agarró con fuerza el cabello y lo colocó donde quería, pero él se retiró y se quedó quieto hasta que ella lo miró suplicando, la metió entonces varios dedos mientras que con el pulgar presionaba sobre el clítoris, los gemidos pasaron a ser jadeos entrecortados, movía sus caderas hacía arriba, buscando que la penetrase aún más.
Estaba tan ensimismada en esos dedos que entraban y salían que no me di cuenta de que el recepcionista me había descubierto y estaba mirando como yo estaba imitando sus movimientos.
Tenía el vestido enrollado en la cintura y el tanga apartado para poder masturbarme mejor, lo primero que se me paso por la cabeza cuando vi lo que pasaba fue irme, pero él con un movimiento de cabeza me pidió que continuase con lo que estaba haciendo.
La mujer continuaba con los ojos cerrados por lo que no era consciente de mi intromisión.
Con la mano libre me pidió ver mis tetas, no me hice mucho de rogar, dejé caer el vestido al suelo y le mostré mis pezones duros ya como piedras, comencé a rozarlos con las yemas de mis dedos, agache la cabeza y los chupé, mientras que veía como él aumentaba el ritmo de su penetración a la mujer.
Comenzó a tocarse la gruesa polla con sus ojos fijos en mi cuerpo. La visión de su capullo rojo y brillante me excitó aún más, dejé mis pechos tranquilos y desplacé hasta mi mano mi húmeda entrepierna, con los dedos recogí parte de mi excitación y los llevé hasta mi ano, con movimientos circulares comencé a presionar hasta lograr introducir varios.
Él iba cada vez más rápido, resoplando por el placer autoproducido, los gemidos que causaban sus dedos y la vista que tenía delante.
Adapté mis dos manos a su actividad cada vez más frenética, mis piernas ya empezaban a temblar y mi vientre a contraerse, me apoyé contra la puerta y continué solamente con la mano que ya presionaba tan fuerte sobre mi coño donde casi tenía introducidos todos los dedos.
El orgasmo nos llegó al mismo tiempo, de su miembro brotó un fuerte chorro que salpicó a la mujer, seguido de unos cuantos más hasta detenerse por completo. El mío sólo se hizo esperar un segundo, el trallazo recorriendo mi columna, aunque esperado siempre me pillaba por sorpresa, mi espalda se arqueó volviendo después poco a poco a su posición original.
Mientras que me vestía con las manos llenas de mi propio líquido, pude ver como la mujer que también había tenido lo suyo, se arrodillaba para dejar la polla limpia con su lengua.
En silencio, entorné de nuevo la puerta y me dirigí a mi habitación. A la mitad del camino recordé lo de la tarjeta y volví sobre mis pasos dispuesta a esperar a que terminasen su momento sin volver a interferir.
El recepcionista estaba en su puesto, con la ropa y el pelo bien colocados, como si hubiese estado allí en todo momento.
- Buenas noches, no me funciona la tarjeta ¿me puedes dar otra?
No hizo ningún comentario a lo que había pasado unos minutos antes, muy servicial me tendió una nueva y me dio las buenas noches.
Esa noche dormí completamente relajada, no sé que hora era cuando oí unos golpes en la puerta. Era el servicio de habitaciones, con un desayuno que yo no había pedido y una nota escrita con fuertes y vigorosos trazos: “Deseo que te guste la leche, esta noche la mía será para ti”

2 comentarios:

  1. Sigues afilando el tridente que relato mas subidito de tono

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  2. Pues ya verás el que sigue jajaja Mañana me relajo un poco que si no acabo siendo una mala influencia para mí misma

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