domingo, 24 de octubre de 2010
El calor de la sangre
El cuerpo, aún caliente, permanecía al lado del otro disfrutando de la cautivante huella que siempre se apoderaba de ella después de la unión con otra alma.
Miraba tranquila las vigas de madera del Líbano que conformaban el techo de la habitación. Si inspiraba con fuerza podía percibir el aroma de los cedros de su país natal, aunque tras milenios de talas indiscriminadas apenas quedaba ya nada de los bosques de su infancia.
El hombre tenía los ojos abiertos, el verde destacaba con fuerza en un rostro moreno de ángulos perfectos, los labios acogedores de otro beso hicieron que ella se inclinase, rozándolos apenas con su lengua, agradeciendo que hubiesen cumplido lo prometido.
- “Te daré lo que me pidas” – el eco de la envolvente voz llenaba el espacio vacío de la habitación.
Quizás pronto tendría que despedirse de él, pero por el momento se deleitaba en los imborrables recuerdos que la había deparado aquella noche.
Se había levantado como cada día, dispuesta a hacer rápidamente sus obligaciones habituales, la emoción hacía mucho tiempo que había desaparecido y actuaba como una autómata, sólo era cuestión de supervivencia.
El pub irlandés estaba lleno de humo y gente celebrando el día de San Patricio, multitud de tréboles colgaban de cualquier sitio donde posaba la mirada, pero incluso rodeada por un mar de verdes, sus ojos la atraparon.
Amor a primera vista, el deseo de acercarse y hundirse en aquél brillo que la llamaba hizo que se olvidase de lo que la había llevado hasta allí o quizás no lo había olvidado.
La conversación fue breve, con él no eran necesarias las palabras, parecía saber lo que ella quería, lo que necesitaba y estaba dispuesto a dárselo… o eso es lo que él creía.
El camino hasta su casa se hizo eterno, deseaba poder ver el torso desnudo, que escondía la blanca camisa con las iniciales bordadas.
Cuando los brazos rodearon su cintura y la atrajeron hacia él, pudo deleitarse en los ojos que la arrastraban a otros, muy lejanos ya, aquellos que marcaron su vida, aquellos que amaba pero que nunca consiguió entender.
Estos por el contrario lo decían todo, tanta sinceridad, tanto deseo, tanta ignorancia….dudo por un momento, pero los dedos que suaves aleteaban sobre su espalda borraron cualquier pensamiento que no fuese el aquí y el ahora.
La ropa deslizada delicadamente se arremolinaba a los pies de los amantes, que se acariciaban con todo el tiempo infinito en las yemas de sus dedos, exploradores incansables de los misteriosos caminos que se les ofrecían.
Con cada unión de los labios, aspiraba cada molécula de oxigeno que encerraban los pulmones de aquel cuerpo que se ofrecía a ella como los fieles a sus dioses.
- Te daré lo que me pidas – aquellas habían sido las palabras que resonaron en los oídos de ella, que hicieron que lo desease más, que hicieron de él el elegido, como ella lo fue en aquel anochecer de hacía ya una eternidad, un momento fugaz suspendido para siempre en su memoria. Pero ella no fue capaz de hacerlo, de dar todo lo que él la pedía y cuando le fue arrebatado no le quedó más remedio que tomarlo a la fuerza.
- ¿Estás seguro? Yo lo quiero todo
- Toma todo entonces
Tonto ingenuo… la sed se volvió más fuerte que el deseo, los afilados colmillos se abrieron paso a través de la tierna carne, surtidor del néctar de la vida.
Bebió de él, colmando su boca del dulce líquido, el calor de la sangre devolvía a la vida cada primitivo tejido que componía su cuerpo, pero no era suficiente…se sumergió en los recuerdos que él la ofrecía, imágenes de una vida que quedaba atrás, se vio a sí misma esquivando a los alborotadores hasta llegar a él, hasta llegar a aquél instante.
El corazón pronto dejaría de latir, debía parar el festín, aún quedaban multitud de cosas, cosas grandes, grandes cosas, que él en su desconocimiento le había ofrecido:
- “Te daré lo que me pidas”
Olió el amanecer antes de que éste llegase, debía irse ahora, se inclino de nuevo sobre el hombre, que parpadeó ligeramente, ocultando así el motivo de su para él desconocido poder.
Las manos débiles por la perdida sufrida, acariciaron el rostro lleno del calor que él había contribuido a crear.
- Te daré lo que me pidas – la voz sonaba fuerte, decidida, sin ninguna sombra de duda
- La eternidad a mi lado
Lo último que vio antes de morir fueron unos ojos negros clavados en la tempestad de los suyos, sintió de nuevo los colmillos abriéndose paso en su vena, hasta sacar la última gota de sangre que le mantenía atado a su vida.
- La eternidad a tu lado –
Ningún mortal hubiese podido escuchar sus últimas palabras, pero ella no lo era, para ella ni siquiera eran necesarias, ella podía leerlas en su corazón, en las imágenes confusas y apagadas que el agotado cerebro seguía transmitiendo.
Clavó sus dientes en su propia muñeca y la acercó al moribundo, devolviendo el brillo que había hecho que desease de nuevo el calor de la sangre.
- La eternidad a mi lado
- La eternidad a tu lado
....y los cuerpos se fundieron en un abrazo imperecedero antes del amanecer.
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¿Que te parece crear una saga nueva titulada sex blood ?
ResponderEliminarPara eso ya está True blood
ResponderEliminarno querida mia para eso ya estas tu con tu gran potencial erotico festivo soy tu hadita preferida
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