jueves, 25 de marzo de 2010

William Shakespeare

Continuando con los escritores que me han marcado de una u otra manera, hoy le ha tocado su turno a William Shakespeare, Don William para mí.
Hamlet, Sueño de una noche de verano, Otelo... todas sus obras han tenido siempre un lugar de honor en mi pobre biblioteca.
Todas son muy conocidas, innumerables trabajos, tesis, estudios han desgajado cada una de ellas, así que como siempre hago cuando no puedo escribir nada mejor de lo que ya se ha escrito dejo que el artista hable, en esta ocasión y ya que me siento hoy poética he elegido varios de sus sonetos.

VI
No dejes, pues, sin destilar tu savia,
que la mano invernal tu estío borre:
aroma un frasco y antes que se esfume
enriquece un lugar con tu belleza.

No ha de ser una usura prohibida
la que alegra a quien paga de buen grado;
y tú debes dar vida a otro tú mismo,
feliz diez veces, si son diez por uno.

Más que ahora feliz fueras diez veces,
si diez veces, diez hijos te copiaran:
¿qué podría la muerte, si al partir
en tu posteridad siguieras vivo?

No te obstines, que es mucha tu hermosura
para darla a la muerte y los gusanos.

XXV
Que los favorecidos por los astros
de honores y de titulos se ufanen;
yo, que la suerte priva de esos triunfos,
hallo mi dicha en lo que más venero.

Los favoritos de los grandes príncipes
abren al sol sus hojas cual caléndulas,
y su orgullo sepultan en sí mismos
pues los abate un ceño que se frunce.

El célebre guerrero laborioso,
derrotado una vez tras mil victorias,
es del libro de honores suprimido
y de su gesta lo demás se olvida.

Feliz de mi, que amando soy amado,
y ni cambiar ni ser cambiado puedo.

XXIX
Cuando hombres y Fortuna me abandonan,
lloro en la soledad de mi destierro
y al cielo sordo con mis quejas canso
y maldigo al mirar mi desventura,

soñando ser más rico de esperanza,
bello como éste, como aquél rodeado,
deseando el arte de uno, el poder de otro,
insatisfecho con lo que me queda;

a pesar de que casi me desprecio,
pienso en ti y soy feliz y mi alma entonces,
como al amanecer la alondra, se alza
de la tierra sombría y canta al cielo:

pues recordar tu amor es tal fortuna
que no cambio mi estado con los reyes

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