- Mama ¿no me lees un cuento?
La madre miró hacía las cajas de la mudanza todavía sin desembalar, no la apetecía ponerse a buscar entre todas ellas los cuentos infantiles manoseados por todas las veces leídos cada noche.
- ¿qué te parece si me invento yo uno?
- Vale, pero que empiece con érase una vez…
Se acercó a la cama y se tumbó al lado de su hija, había crecido mucho, pronto dejaría de ser su niña, ya no le pediría cuentos, ni le contaría sus problemas, ni sería la mejor madre del mundo. Su pequeño bombón de chocolate, el pelo negro y ondulado le hizo cosquillas en la nariz cuando la niña se recostó sobré su pecho, sopló para ver como la luz se colaba entre los mechones tan parecidos a los suyos propios.
- Érase una vez una niña, un poco mayor que tú, tenía doce años y había ido a pasar las vacaciones con sus padres a la casa del pueblo de sus abuelos…
- ¿cómo se llamaba?
- La que espera, ese era su nombre. Bueno pues La que espera estaba una tarde haciendo los deberes sobre la mesa de madera, llena de arañazos y de golpes dados por antiguas generaciones, cuando llegaron sus amigas, la fueron a buscar para ir al río todas juntas, pero ella no podía ir porque todavía no había terminado. Antes de irse la contaron que había llegado una niña nueva al pueblo, muy rara, vestía vestidos extraños a los que iba pegando las flores que encontraba y hablaba todo el tiempo sola, como si le hablase al aire.
Sus amigas se fueron y la dijeron que cuando terminase, fuese al río a bañarse con ellas, La que espera ese día no tenía ganas de bañarse porque hacía un poco de frío pero las dijo que iría.
Ya serían las siete cuando terminó de recoger los cuadernos, los bolígrafos, las pinturas, la goma…era muy tarde para ir con sus amigas, pero decidió ir a dar un paseo. Entonces la vio, la niña nueva, con su vestido de flor, bailando entre la hierba y riendo a carcajadas mientras que lo hacía.
- ¿Quién era mama? ¿Algún hada de las flores?
- Era una niña muy especial, deja que te cuente el cuento y lo descubrirás.
… La que espera vio a la niña de las flores y se acercó a ella, enseguida estuvieron las dos bailando juntas, la niña cubrió el pelo de La que espera de margaritas y la preguntó si quería ir a un sitio muy especial.
La que espera siguió a la niña a través del campo, a veces la perdía de vista pero seguía el aroma a azahar que desprendía su nueva amiga, por el camino se encontró a su tío que estaba recogiendo peras y la dio la más grande que había, una pera enorme y jugosa, sabía a dulce, a silvestre, a naturaleza viva…
La que espera corrió tras el aroma de azahar cada vez más fuerte, pero tuvo que detenerse bruscamente al encontrarse con un muro, miró a todos los lados, el muro era muy alto para poder escalarlo, pero no había ningún otro sitio al que su amiga hubiese podido ir, con un poco de miedo apoyó la mano sobre la pared blanca y está fue girando lentamente.
Lo que vio la dejó maravillada, era un lugar mágico, lleno de flores, los animales corrían de un lado a otro, no veía a la niña de las flores por ningún sitio pero apenas podía recordarla observando todo lo que se ofrecía ante sus ojos.
Siguió a una ardilla hasta su pequeña casa del árbol, allí dos hadas…
- Ves mama, como la niña era un hada
La madre miró a su hija, que la sonreía con las mejillas coloreadas por la emoción.
…las dos hadas, muy pequeñitas, de hermoso pelo blanco y alas multicolores que parecían irradiar todos los colores del universo ayudaban a la ardillita a recolectar comida para el invierno. Miraron a La que espera sonriendo y esta se acercó y les ofreció su pera, las hadas volaron hasta ella y cogieron pedacitos como miguitas de pan, eran tan pequeñas que se sentaron sobre la mano de La que espera y aún así sobraba mucho espacio.
Se estaba haciendo ya de noche y La que espera debía regresar a casa, pero le daba mucha pena separarse de sus amigas las hadas, que la enseñaron muchas canciones bonitas para que las cantase cuando no estuviesen juntas y así las recordaría siempre.
Ese verano, todas las tardes iba a ver con la niña de las flores a las hadas que le enseñaron el sitio, descubriéndole sus secretos y conoció muchos nuevos amigos. Cuando se tuvo que despedir se puso muy triste, todos sus nuevos amigos le organizaron una fiesta y bailaron, rieron y cantaron canciones, pero La que espera seguía triste, entonces le regalaron un colgante hecho con un cristal sobre el que se reflejaban todos los colores para que siempre estuviese alegre. Desde entonces La que espera siempre sonríe y así hace del mundo un lugar más bonito para todo aquel que se cruza con ella…Y colorín, colorado este cuento se ha acabado
- pero mama, yo quiero saber más cosas del país de las hadas, y de la niña de las flores y de La que espera – dijo la niña con voz triste
- Mañana te contaré más cosas, pero hoy para que no estés triste te voy a regalar una cosa .
La madre dejó sobre la palma de la mano de su hija un pequeño cristal, que enseguida reflejo los colores de la habitación, con una hermosa sonrisa le dio un beso en la frente a su hija y se levantó para salir.
- mama, ¿es el cristal de las hadas?
La madre sonrió de nuevo y recordó aquel primer verano en el que le enseñaron que si tu sonríes, el mundo te sonreirá .
Que dulzura de cuento.si casi he podido ver los colores desde aquí...
ResponderEliminarEsa niña con rizos morena me recuerda a otra más dulce aún.
Precioso de verdad casi podía hasta oler la suculenta pera y ver revolotear a mis compis las haditas.
Gracias, ya ves, no sólo escribo guarrerias, a veces también uso mi picante corazoncito para otras cosas.
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