domingo, 8 de agosto de 2010
Por tí volare
Estaba paseando por la orilla de la playa, el sol se iba poniendo, reflejando un gran caleidoscopio de luz y color que se iba manifestando en las tranquilas aguas del Mediterraneo.
Sin quererlo, veía tus ojos, de un azul tan límpido como el agua que me rodeaba.
¿Dónde estarías ahora?
Todavía recuerdo nuestra última noche, muy cerca del acantilado, con las gotas de mar deslizándose por nuestros cuerpos desnudos, mi lengua saboreando la sal que impregnaba tu torso, descendiendo por la línea de fino vello que acababa en tu más preciado tesoro.
Navegamos incansables entre mares de deseo y de ardor irreflenable una y otra vez. Surcamos todos los océanos conocidos, sólamente con el ímpetu de nuestra pasión, corrimos mil aventuras retozando entre la arena dorada. Vivimos cada asalto impulsados por el batir de las olas que dejaban a nuestro alrededor una blanca espuma de confusa naturaleza. Mezcla de tibieza y frescor que subía por mi interior uniéndose a mi fuego y se derramaba burbujeante entre mis muslos.
Te pregunté quién eras y cual Ulises me contestastes Nadie, dejándome sola, esperando como Penélope, tejiendo un sin fin de contradicciones, mezcla de esperanza y desilusión.
La soledad anidó en mi pecho, sin que ningún otro héroe pudiese ocupar tu lugar, aunque varios Hércules lo intentaron.
Manos que acariciaban mis pechos sin producir el más leve temblor, piernas poderosas que se enredaban en las mías sin conseguir ni una chispa de calor.
Historias que Homero contaba, seguramente llegarían a tus oidos, mientras permanecías perdido entre el cántico de las sirenas y los brazos de la ninfa Calipso.
¡ Ay, ojos de Medusa, convertirme por favor en piedra para no poder sentir nunca más!.
Cae la noche totalmente, en el cielo hace su entrada triunfal, cual Alejandro magno ante las puertas de babilonia, la diosa del amor, venus, alumbrando con su fulgor mi esperanza de volver a verte.
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