sábado, 17 de marzo de 2012

Sin título. Capitulo 1

La llamada.
El sol entraba por la ventana formando un arco iris que se posaba sutilmente sobre el sofá. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil, violeta… No pude evitar distraerme pensando si habría un tesoro allí donde terminaba, con un leprechaun vestido de verde bailando alguna canción irlandesa, y ¿qué color es el añil?, una vez lo había buscado en el diccionario por curiosidad, y resultó que era el conocido también como índigo, venía una foto del color , a mí me parecía morado, lo que me hizo reflexionar que tal vez era daltónica, aunque si no recordaba mal, los colores que generalmente se confunden son el rojo con el verde o el azul con el amarillo, o todos entre ellos, ¿qué vería un daltónico si se tomase una “pasti” de esas que te hacen ver luces?, probablemente sería una orgía de colores. Estaba ya pensando en el elefante rosa del chiste cuando sonó mi móvil. Número desconocido.
- Hola, ¿quién es?
- Ayúdame Laura
- ¿Diga? ¿Quién es?
- Ven. Ayúdame, estoy en …el bar del hotel Ritz.
Eso fue todo. Lo más extraño es que no dude ni por una centésima de segundo en ir; no había reconocido la voz, pero el desconocido había dicho mi nombre, eso significaba que me conocía y necesitaba mi ayuda, porque o era un gran actor o parecía realmente asustado.
Ahora tenía que dar una buena excusa para poder irme del piso de César sin que él se enfadase. Después de tantos años esperando, por fin se había decidido; y allí estaba con el hombre con el que llevaba soñando más de quince años, rendido a mis pies, a lo mejor no tan rendido, pero al menos dispuesto a darme una oportunidad y yo me iba pitando por una llamada que a saber en lo que acababa.
- ¿Quién era?- su voz era perfecta, como todo él, hablaba despacio, remarcando las palabras.
Me giré para ver mejor sus magnéticos ojos marrones. No preguntaba en plan inquisidor, tampoco parecía que tuviese excesiva curiosidad, sólo preguntaba por preguntar. A pesar de eso, no fui capaz de decir la verdad, intuía que debía proteger al anónimo interlocutor o a lo mejor me protegía a mi misma, no quería que pensase que era una loca o una descerebrada por ir corriendo en busca de algo que seguramente me iba a meter en algún lío. Tampoco quería que se preocupase por una tontería y que decidiese acompañarme o peor aún que intentase impedírmelo.
Estaba tan distraída con mis pensamientos que no me había dado cuenta de que César me estaba ofreciendo una copa, debía llevar unos minutos esperando porque me miraba con aire divertido para ver si yo le contaba que era lo que me tenía tan ensimismada.
- Entonces ¿Quién era?- ahora ya parecía más interesado.
Su cabeza se inclinó ligeramente hacia la izquierda. Adoraba ese gesto. Otra vez distrayéndome.
Me tenía que ir ya, no tenía que entretenerme, tal vez la persona que había llamado estaba en peligro; y si era así, que podía hacer yo. Ya lo pensaría más tarde, ahora debía ir al hotel y enterarme de lo que pasaba. Cuando estaba a punto de decir alguna tontería del tipo me tengo que ir que he dejado el fuego encendido, cosa totalmente imposible a no ser que me diese por hacer fogatas en el salón porque en mi casa todo es eléctrico, sonó el timbre de la puerta. Nos quedamos mirándonos como si estuviésemos cometiendo un delito y nos hubiesen pillado con las manos en la masa.
Que absurdo, teníamos más de 30 años, no éramos unos adolescentes a los que pillan sus padres metiéndose mano en el asiento trasero del coche
César había ido acercándose a la puerta lentamente y observó por la mirilla; sus siguientes palabras hicieron que su casa pareciera una carrera de los autos locos.
- Son mis padres y mi hermana
Mierda.
A toda velocidad nos pusimos la ropa que nos habíamos empezado a quitar y recogimos la mesita y las cosas que habíamos volcado. Me senté con aire inocente en el sofá, después de echar un breve vistazo para ver si nos habíamos olvidado de algo, César abrió la puerta.
Al entrar, sus padres disimularon su sorpresa de verme allí, parecían encantados de que su pequeñín tal vez decidiese sentar la cabeza, con lo que ellos consideraban una buena chica.
- Hola Laura, cuanto tiempo sin verte, ya casi nunca vienes por casa. Te tienes que tomar un respiro del trabajo en la gestoría, es demasiado absorbente.
A pesar de los años que hacía que lo conocía todavía me daba reparo en tratar al padre de César de tú, como tampoco quería ofenderle tratándole de usted, siempre buscaba frases en las que no fuese necesario usar ninguna de las dos opciones.
- Sí, estoy un poco liada, pero tengo que hacer un hueco, para ir a comer ese pollo al horno tan suculento
Me incliné para dar dos besos a Lola. Si no tuviese madre y pudiese elegir sin ninguna duda ella sería mi elección, dulce, generosa, amable, todo lo que deseas que sea tu progenitora.
- Hola hija, cada día estás más guapa, pásate cuando quieras, ya sabes que es tu casa
Por supuesto, la que no iba a dejar escapar la ocasión era Marta, que además de hermana de César era mi mejor amiga. Resultaba intimidante con su metro setenta y cinco de estatura y su larga melena pelirroja, pero antes de que pudiese decir o hacer algo que me pusiera rojas las orejas, la di dos besos, al mismo tiempo que recogía mi abrigo y me despedí alegremente de todos. Perseguida por la mirada cautelosa de los padres, la irónica de Marta y la indignada de César por dejarle sólo ante el peligro.
Baje corriendo por las escaleras, estaba tan impaciente que no pude ni esperar al ascensor, cuando llegue a la calle debido a los nervios no recordaba donde había aparcado el coche, podía llamar a César y preguntarle, pero seguro que estaba enfadado conmigo, así que decidí dar unas cuantas vueltas a ver si tenía suerte o se me refrescaba la memoria.
Tardé 15 minutos en encontrar el maldito coche, que por supuesto estaba aparcado enfrente del portal; sería una estupidez pero cada vez estaba más preocupada. Tal vez llegase tarde, si realmente estaba en peligro no podía quedarse eternamente esperando a que yo apareciese.
Durante el trayecto intenté controlar mi excesiva imaginación, sin conseguirlo. No debería haber dejado las clases de meditación, me hubiese ayudado en situaciones como esta, claro que no se puede decir que estas cosas sucedan muchas veces en la vida.
Por supuesto, no había un solo sitio donde aparcar, así que arriesgándome a que se lo llevase la grúa lo deje en una zona de carga y descarga.
No sé ni como me dejaron entrar en el hotel, subí tropezando en los escalones y arrollando al portero, empezaba a ser todo ridículo, no podía permitir que una simple llamada, extraña desde luego, pero una llamada, me volviera paranoica.
En el bar sólo había una pareja y el camarero detrás de la barra; sentí una enorme decepción al no encontrar al posible responsable de la llamada, volví a fijarme en el chico que conversaba con la tía buena, pero al margen de su desastroso pelo no parecía necesitar ningún tipo de ayuda.
Tal vez el camarero. Era algo inquietante verle tan concentrado limpiando las copas, a lo mejor estaba disimulando su desasosiego interior, aunque lo que tenía claro es que no lo había visto en mi vida. Un hombre así era imposible de olvidar, a pesar de que era rubio y a mi particularmente no me atraen demasiado.
Llevaba el pelo corto con el flequillo cayendo sobre la frente, al estar de perfil pude admirar su perfecta nariz, recta y un poco, pero solo lo justo, alargada, sus manos eran finas y delgadas, las manos que siempre imagino cuando pienso en pianistas. Sintiéndose observado, se giró y al tiempo que sonreía me preguntó si deseaba algo.
Dios mío, no debería estar permitido que nadie fuese tan guapo, sus ojos eran verdes, aunque si no te fijabas bien podían parecer azules, unos labios sensuales que invitaban a pasar horas recreándote en ellos. La piel estaba tostada por el sol, a pesar de que ya estábamos en noviembre, supuse no sé muy bien porqué que le debía gustar el alpinismo y al pasar los días libres en la montaña estaba moreno.
El 100% guapo esperaba paciente mi respuesta. Debía estar acostumbrado al impacto que seguro causaba en las mujeres y probablemente en muchos hombres. Me miraba sonriendo, sin mostrar ninguna prisa por tener que hacer otra cosa, nada más que atender mis deseos.
Acercándome torpemente a la barra, con una gran sensación de vergüenza por mi catatonia anterior, pedí un San Francisco. No lo tomaba desde que deje de ir a los dieciséis años a un tablao flamenco al que iba con una amiga. El camarero los preparaba estupendos o al menos él lo estaba.
El caso es que pedir una coca cola me parecía muy simple, el café no me gusta, un benjamín demasiado pijo, un mojito demasiado para las cuatro de la tarde. Sentada en la barra esperando la bebida, estudiaba desde un nuevo ángulo al camarero, pensando en como preguntarle si se había fijado en algún cliente que pareciese nervioso.
- Y ¿Qué tal? ¿ha habido muchos clientes hoy?- había sonado un poco ansiosa
Se notaba que aparte de seguir limpiando copas que ya estaban impolutas, poco más le quedaba por hacer, así que se acomodó en la barra frente a mí.
- No, la verdad es que hoy está muy tranquilo.
Su voz tenía un ligero acento que me pareció americano, aunque tampoco soy experta en distinguir los acentos de los angloparlantes, a lo mejor era australiano. Otra vez distrayéndome.
- Y ¿alguien interesante?, que te haya llamado la atención, no porque fuese guapo, aunque podría serlo, no sé, que pareciese nervioso.
Si le sorprendió mi pregunta, no lo demostró abiertamente, parecía divertido. Hasta la pajarita en aquel adonis no parecía tan ridícula.
- No me he fijado demasiado ¿qué tienes, una cita a ciegas?
Noté como me ponía roja, no me esperaba que por la pregunta fuese a sacar esa conclusión, aunque meditándolo bien era bastante menos descabellado de lo que realmente me había llevado allí.
Aún así, me irritó que pensase que necesitaba ligar con citas a ciegas porque no era capaz de hacerlo en persona. De forma nerviosa y apresurada le explique absolutamente todo sin saltarme ni la inesperada visita de los que yo esperaba fuesen mis futuros suegros.
No tengo ni idea de por qué le tuve que contar esa parte, no aportaba ningún dato importante al asunto que me había llevado hasta allí. Al menos tuve la sensatez de saltarme mi paja mental sobre el arco iris.
Milagrosamente su expresión no era la del que está mirando a un loco. Tampoco se puso a reír creyendo ser víctima de alguna una broma. Se quedo quieto, pensando, supuse que en la persona que pudo realizar la llamada.
Después de lo que me pareció una eternidad me dijo que recordaba a un chico que había estado sentado en la mesa del rincón un rato, no sabía si había llamado por teléfono, un poco antes de que yo llegase se había ido con dos hombres.
Pensándolo bien parecía un poco asustado y cada uno de los hombres permanecía pegado a su costado, tal vez le estaban apuntando con una pistola y le habían secuestrado, allí delante de sus narices, mientras él limpiaba copas. Parecía realmente afectado.
Su pregunta me hizo pensar si me había vuelto idiota de repente.
- ¿Te ha llamado con teléfono oculto?
- No – apenas oí mi propia voz al decirlo.
Mientras, mis manos, buscaron apresuradamente el móvil, temblaban tanto que se me escapó y fue a parar al suelo desparramando todas sus piezas.
La parejita se giró para ver que era aquel jaleo, volvieron sus ojos al cielo como si mi torpeza interfiriese su impecable romance.
Yo seguía con la boca abierta mirando el estropicio, sin reaccionar. El camarero que se llamaba Alex… mira que majo, como Alejandro Magno, desde luego que sí era todo un ALEJANDRO, aunque según había leído no debía ser muy alto y el que tenía delante debía estar por el metro noventa, estaba recogiendo las piezas y colocándolas con cuidado en su sitio, cuando terminó, cruzamos los dedos, rezando para que funcionase.
Tuve que meter tres veces el pin porque no lo recordaba, para entonces estábamos los dos tan histéricos que los amantes de Teruel se habían ido asustados, pensando que estaban en compañía de dos maniacos.
Por fin lo conseguí, busque la última llamada y aguantamos la respiración cuando pulsé el botón de llamada…
Del rincón donde Alex había dicho que había estado el desconocido interlocutor sonó una canción que me puso los pelos de punta.

Sonó como un bombazo. Nos miramos con los ojos muy abiertos y girándonos lentamente hacía el lugar de donde provenía el sonido. La música recordaba antiguas batallas, con caballeros vestidos con armaduras y pesadas espadas. Nos fuimos acercando como si tuviésemos los zapatos llenos de plomo, notaba como la garganta se iba secando con cada paso que daba.
El móvil estaba metido entre los cojines del sofá, y en la pantalla iluminada del teléfono se veía perfectamente mi número; ahora ya no había ninguna duda de que el chico asustado y con bastantes probabilidades secuestrado era el que había realizado la llamada y había pedido mi ayuda.
- Quizás deberíamos llamar a la policía, si ha sido raptado su vida puede estar en peligro. En cualquier caso no veo que podríamos hacer nosotros
Estaba intentando ser racional, pero claro no contaba con que por una vez en mi vida, tenía al lado a una persona más inmadura y alocada que yo.
- ¿Por qué no llamó él a la policía? Deberías al menos, echar un vistazo al móvil por si te da una pista de quien puede ser y porqué te ha llamado a ti, además me encantaría ver la cara del policía al que le contemos esta historia, seguro que la considera estrafalaria como poco. Eso si no acabamos detenidos por hacer perder el tiempo de las autoridades.
Estaba claro que en aquel momento estaba ya totalmente intrigado con el misterioso hombre del rincón y la verdad yo también estaba deseando echar una miradita al móvil, no haría daño a nadie y podría sacarme de dudas respecto a la identidad de su dueño.
Volvimos a la barra mirando el teléfono recuperado como si fuese el tesoro de Alí Baba, acababa de sentarme en la banqueta cuando noté que Alex se enderezaba a mi lado y me lo quitaba de las manos. En menos de un segundo estaba detrás de la barra y lo había metido en la cámara de las bebidas.
Por una vez en la vida permanecí callada y seguí la dirección de su mirada. Había adoptado la compostura del perfecto camarero con sonrisa incluida, aunque note que estaba inquieto. Limpiaba las copas con demasiada rapidez.
Entraron dos hombres perfectamente trajeados, si llegan a ir de negro, creo que me hubiese desmayado allí mismo. Alex me miró intensamente, dejándome claro que desde luego no eran sus jefes, debían de ser los dos hombres que se habían llevado a nuestro desconocido.
Saludaron y se encaminaron a la mesa donde habíamos encontrado el móvil hacía menos de cinco minutos. Sentía una gran debilidad, notaba como se me llenaban los ojos de lágrimas, las manos me temblaban y el corazón me latía tan fuerte que parecía que tenía dentro del pecho metida a toda una orquesta de música tocando el momento álgido de la pieza. Alex notó que estaba a punto de venirme abajo, rozó ligeramente la palma de mi mano para darme ánimos, ese simple gesto hizo que me recompusiera un poco, lo suficiente para no ponerme a gritar en ese mismo momento.
Acabada la búsqueda sin resultados fructíferos, los dos hombres se acercaron a la barra. A simple vista no parecían secuestradores, pero claro los criminales no tienen cara de malos, si no los policías tendrían un trabajo muy sencillo.
- Buenas tardes, esta tarde hemos estado aquí y un amigo se ha dejado el móvil,¿lo ha visto usted o algún cliente se lo ha entregado?- se dirigían a Alex.
El que hablaba era un hombre de unos 30 años, moreno, muy atractivo, con unos ojos azules como zafiros, el color zafiro también lo confundirán los daltónicos, como es un tipo de azul…que fuerte porque entonces le vería los ojos amarillos , joder, eso si que daría miedo.
Era extranjero. Con la espalda tan grande como un armario empotrado, el tipo de hombre que hace que sienta que mi integridad física está en peligro. Alex negó con la cabeza, si me hubiesen preguntado a mí me hubiese ido corriendo, no entendía como no podían notar lo que me pasaba, parecía un conejo asustado rodeado por una manada de lobos, estaba claro que ocultaba algo, ahora ya sabía lo que sentía el homicida del corazón delator.
- No. No he visto ningún móvil cuando he recogido la mesa, y ningún cliente me ha dicho nada, aunque si quieren pueden dejarme algún teléfono de contacto por si aparece más tarde.
El otro secuestrador de unos 35 años le tendió una tarjeta a la que le dijo que podía llamar si finalmente aparecía el móvil, había una recompensa para la persona que lo entregase.
Sí, un tiro en medio de la frente es lo que íbamos a recibir si no acabábamos con aquel desproposito.
- Vamos a llamar, por si se ha caído por algún sitio. Así podremos oírlo
Con los nervios, tiré el San Francisco por la barra. Alex se apresuró a limpiarlo con una bayeta. Los tres hombres me examinaron, Alex intentando con su mirada darme tranquilidad, Rambo como quien mira un mosquito molesto, pero el de aspecto asiático se acercó y me acarició el hombro mientras me preguntaba si me encontraba bien. Parecía un poco pálida.
Mientras, el otro marcaba el número desentendiéndose por completo de mí, cada vez estaba más mareada, la cabeza me daba vueltas. Kung Fu me miraba y parecía realmente preocupado.
Nada… no se oyó nada. Había olvidado que Alex había metido el móvil en la nevera, esperaba que no se hubiese estropeado, si no ese mal rato no serviría de nada.
Cuando me di cuenta de que estábamos de momento a salvo, de que no nos iban a pillar, empecé a temblar, notaba como incluso la mano que tenía sobre mi hombro se agitaba, pero no podía controlarme.
- Bueno, gracias de todas formas, llámenos si se entera de algo-
Se dirigió a la puerta, dándole un toque al hombre que me sujetaba para que le siguiese. Deje de notar la mano sobre mi hombro, el asiático me sonrió y se despidió, antes de irse le pidió a Alex que cuidase de mí y que me diese un poco de agua.
- No se preocupe, señor, buenas tardes. Vuelvan cuando quieran.
Debían estar todavía en la puerta del hotel cuando Alex me puso el abrigo y tiró de mí, arrastrándome fuera del bar.
Desde luego lo de este chico rallaba en lo suicida. Casualmente acababa su turno en ese mismo momento y pretendía seguir a los dos pistoleros. En cuanto a mí apenas podía andar, así que mucho menos conducir. Además no me parecía que un secuestrador se fuese a preocupar por una mujer a la que no conocía de nada y que evidentemente tenía un ataque de ansiedad y la actitud de Alex era muy sospechosa. Quién se pone en peligro alegremente por alguien al que ni siquiera conoce; a no ser que sufriese un rapto de locura absoluta.
Cuando yo terminaba mis reflexiones me encontré en el asiento del copiloto, con Alex maltratando mi palanca de cambios y persiguiendo un Hyundai negro con matricula internacional.
Mi aventurero amigo comentaba que debían ser espías y que el chico habría robado alguna información que había escondido en el móvil. Desde luego era una hipótesis tan válida como cualquier otra en ese momento, lo que yo no entendía es que pintaba en todo esto, no conocía a nadie que se dedicase a robar información confidencial, aunque supongo que no es algo que se diga alegremente a todo el que conoces.
- Hola, ¿Qué tal? Me llamo Carlos y me dedico a robar tecnología de diseño para después venderla al mejor postor, aunque la utilicen para crear una bomba con la que destruirán el mundo con lo que no me servirá de nada todo el dinero que he conseguido con la venta.
La cabeza me daba vueltas, mis pensamientos se dirigían en todas las direcciones, a pesar del aturdimiento me di cuenta de que no tenía sentido perseguir aquel coche ya que si realmente lo robado estaba en el móvil, nosotros teníamos el móvil, por lo tanto teníamos una prueba real y tangible que entregar a la policía para que pudiese ayudar al que me había metido en aquel lío.
Alex seguía conduciendo, se veía que disfrutaba como un niño con todo aquello, un lunático completo es lo que era y un irresponsable. Al llegar al semáforo nos quedamos a la altura del otro coche… pero este tío es que todo lo que tenía de guapo lo tenía de imbécil, por supuesto los del Hyundai se dieron cuenta y bajaron la ventanilla, conducía Chu Li.
Antes de bajar yo mi ventanilla le eche una mirada cabreada a Alex, quien tuvo la decencia de parecer un poco avergonzado por la estupidez.
- ¿Han encontrado el móvil?-
Hay veces en las que me gustaría ser muda.
- No, la verdad es que me gustaría invitarle a cenar esta noche –
Me temblaba la voz y pensaba en que nuevo lió me estaría metiendo.
Del asiento de al lado del conductor del Hyundai me llegó un bufido, mientras Alex emitía una risita burlona. El asiático me miró tan serio que parecía estar leyendo mis pensamientos, no contestaba, sólo me miraba haciéndome sentir cada vez más incomoda.
- Perdón, siento haberle invitado, a veces soy un poco impulsiva y no pienso en lo que pueden parecer mis actos a los demás – respiré un poco más tranquila, había dado una explicación a nuestro sospechoso comportamiento y al mismo tiempo no tendría que cenar con un delincuente secuestrador de ladrones de tecnología.
No había terminado de subir la ventanilla cuando sonrió y me dijo que estaría encantando de cenar conmigo.
Sin terminar de asimilar lo que acababa de suceder me encontré dándole mi dirección para que pasase a recogerme en cuatro horas, notaba como Alex me miraba con los ojos desorbitados por el horror.
El Hyundai arrancó dejándome con la boca abierta y con la sensación de que me había perdido algo fundamental en aquella historia.


(Aquí dejo el primer capítulo de una "novela" que escribí el año pasado. ¿por qué sin título? pues porque todavía no lo he decidido. Si a alguien se le ocurre alguno, estaré encantada de escuchar las propuestas.
Aunque haría un favor al mundo no publicando los siguientes capítulos, lo siento pero no soy tan generosa, así que en los próximos días os seguireis encontrando los vaivenes de estos personajes tan inclasificables. )

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