domingo, 11 de julio de 2010

¿Muerte cruel?


Ahí está ella, sentada en el aeropuerto, esperando, pensando en el primer mensaje que recibió de él, nunca pensó que unas cuantas palabras de un desconocido desembocarían en una relación que dura ya quince años.
Hoy por fin se van a conocer, después de tantas frases, ilusiones, sueños, decepciones y por encima de todo la amistad, el apoyo recibido y ofrecido desinteresadamente a lo largo del tiempo.
Piensa en esas largas noches hablando de libros, de cine, de sexo, hablando de todo, de nada, sólo por el placer de sentirle cerca, de sentirse libre para ser ella misma, sabiendo que desde el otro lado, a cientos de kilómetros él nunca la juzgaría.
A pesar de ser tan diferentes, de discutir, de enfadarse, de parecer que hablaban dos idiomas diferentes, de todos los días en los que sentía que todo era un absurdo y no ver el sentido de continuar con lo que fuese que había entre ellos, nunca dejo de darle los buenos días y las buenas noches, temiendo el día en él que el desapareciese de su vida, dejando un vacío que nadie, y eso era lo único de lo que estaba segura, podría llenar, el amor, la amistad no eran nada. El vacío de perder una parte de sí misma.
Aún no lo ha visto, él ya llega por el pasillo y la distingue entre la multitud de personas que van y vienen cargadas de maletas, parece tan frágil y tan fuerte al mismo tiempo, capaz de lo mejor y lo peor, de hacer que roces el cielo con sus palabras para al segundo siguiente desencadenar un infierno. ¿Quién hubiese dicho que durarían tanto? Tan completamente loca, paranoica, compulsiva, descontrolada, cabezota, pasional y por supuesto todo lo contrario. Creía que algún día se cansaría de él y al principio no le daba demasiada importancia, le entretenía, le divertía pero no le hubiese supuesto ningún sufrimiento el adiós. Poco a poco y sin darse cuenta, se metió en su vida, en su cabeza y no se lo reconocía ni a sí mismo pero si hubiese creído en Dios le hubiese pedido que perdiese lo que perdiese en su vida, no fuese a ella.
Está ya a unos cuantos pasos, ella sigue sin verlo, pero su cuerpo ya es consciente de su presencia, su espalda se ha enderezado, su cabeza alta, cierra un segundo los ojos y aspira, siente el aroma de la piel caliente, sabe que es el olor de él, no sabría explicar como, pero lo sabe. La sonrisa que siempre aflora cuando ve un mensaje nuevo de él, emerge a la superficie haciendo que parezca que los últimos años no han pasado, él reconoce esa sonrisa, en la que siempre piensa cuando algo se tuerce y hace que se sienta un poco mejor, la sonrisa que sólo es para él.
Por fin esa primera mirada real, los corazones bombean tan fuerte que pueden oírse desde lejos los latidos, este es el momento de traerlos conmigo, pero quiero ver un poco más.
Sus miradas se han quedado entrelazadas, ellos, que tantas palabras escribieron han olvidado todas, sólo se miran fijamente, ni siquiera sonríen, sólo se sumergen cada vez más en el otro. El aeropuerto, la gente corriendo, el ruido, todo ha dejado de existir, nunca existió, sólo el otro, como siempre fue.
Despacio la mano de ella se eleva, y roza con las yemas la barbilla de él, asegurándose de que es real, de que está ahí. Ni siquiera yo con todo mi poder podría ahora alejarla de él, siento su fuerza arrolladora, capaz de devastar el universo entero si intento separarlos.
Él se muerde el labio inferior y sonríe, piensa que es tan hermosa, tan suya, que le parte el corazón, él, que nunca dejo que nada interfiriese en su libertad sabe que siempre ha sido su esclavo.
Lo desean pero no se apresuran, se toman su tiempo como si supiesen que no habrá otra oportunidad, sus rostros se acercan con sus ojos aún fijos en los del otro, cuando sus labios se unen suavemente, una descarga de energía recorre todo el lugar, incluso los demás pasajeros parecen notar algo, mirando a derecha e izquierda pensando de donde puede provenir esa electricidad.
Él la toma por la nuca y la aproxima aún más, sintiendo los pechos de ella presionando, la desea tanto que la tumbaría allí mismo sin importarle nada, él el racional, él que siempre tuvo la suficiente tranquilidad para aplacar los ataques de ira de ella, sus impulsos de ir a conocerle, ahora está a sus pies.
Ella se retira mordiendo el labio de él, succionando su voluntad y por fin habla.
- Buenos días, hoy todavía no te los había dado, ya sé que a ti te da igual pero en fin…ya sabes
Tiene una voz infantil, una voz que oculta a la auténtica mujer que la posee, sólo la leve ironía con que matiza las palabras desvela una personalidad inquietante.
Él sonríe, siempre igual, siempre ella, sin importarle o importándole demasiado lo que podría causar con lo que dice.
- Habla de lo que sabes, pero no sabes lo que a mí me da igual o no me da igual y no, no tengo ni idea de lo que tú crees que yo sé – es una voz juvenil, dulce, cargada también de ironía.
Se miran, sonriendo ya abiertamente y rompen a reír a carcajadas, él la toma de la cintura y nota como ella apoya parte de su peso sobre su pecho. No necesitan decirse nada, luego habrá tiempo de hablar, ahora necesitan liberar el deseo que lejos de ir apagándose ha ido aumentando con los años. Durante el trayecto hasta el hotel no dicen nada, ni siquiera se miran, se toman de la mano y con los ojos cerrados van aspirando la esencia del otro. Todo cambia una vez dentro de la habitación, ella lo agarra con tanta fuerza que parece querer comérselo, él sólo se deja llevar, sabe que es inútil tratar de controlarla en ese momento.
Ya les he dado más tiempo del que les correspondía pero que son unas cuantas horas más, lo que sienten va más allá de cualquier sentimiento definido por una simple palabra, quizás por eso nunca se dijeron nada, porque no existen palabras con las que describirlo.
Ella no se cansa de besarlo, de lamer el cuerpo de él, de acariciarlo, con violencia, él es lo contrario, la abraza con suavidad, como si tuviese miedo a romperla. Cuando se tumba sobre ella, evita cargar todo su peso, cuando la mira a los ojos el muro interior se derrumba por completo, él que nunca ha querido amor, sólo sexo, el amor sólo era para los románticos que lo único que hacen es hablar, no entiende que le sucede cuando ve su reflejo en esos ojos negros que parecen leer hasta el fondo de su alma.
- el resto de tu vida estarás con quien quieras, pero está noche te voy a follar yo y quiero seguir viendo esos ojos continuamente hasta que caiga agotado sobre ti.
- No dudes ni por un momento de que así será y cuando caigas agotado sobre mí, me pondré yo sobre ti, no vayas a pensar que has venido aquí a cumplir de mala manera
Las palabras ocultan lo auténtico, pero ya no son necesarias porque leen el uno en el otro como si fuesen cuentos para niños.
La cabeza de él se va deslizando por los pechos de ella, mordiendo los pezones en los que tantas veces pensó mientras se duchaba por las mañanas, se adaptan perfectamente a su boca, penetrando en ella duros, perfectos para ser lamidos. Escucha la respiración entrecortada de ella, quiere hacerla gemir y continua bajando por el vientre, chupando cada centímetro de piel, cuando su lengua se pasea por el interior del muslo y siente agitarse el cuerpo que continua debajo de él, su miembro responde con tanta fuerza que le cuesta grandes esfuerzos no penetrarla en ese momento. Siente el sabor del sexo, es tal y como se lo había descrito siempre, húmedo, caliente, dulce, su lengua explora cada rincón, penetrándola, haciendo que clave las uñas en las sábanas, sorbe el clítoris con fuerza desencadenando un primer orgasmo que es néctar en su boca, quiere continuar pero ella lo aparta y comienza a lamer su erección mirándole a los ojos, sonriendo. Lame el capullo haciendo que salgan los primeros líquidos preseminales, con la lengua los extiende por todo el tronco, recorre cada vena, hinchándolas aún más con la sangre que pronto dejará de correr, con las manos le va acariciando con suavidad, está ya tan lleno que es difícil contenerse, pero desea seguir sintiendo esa suave boca tragándose entero su miembro, se concentra en esos ojos que no dejan de mirarle, para no dejarse ir.
El pelo, como una suave brisa, le acaricia mientras le sigue chupando, coge un mechón entre los dedos, ese pequeño gesto le produce estremecimientos, desearía pasar el resto de su vida sintiendo ese tacto. Necesita ya sentirse dentro de ella, con suavidad la retira y la tumba sobre la cama, cuando por fin la penetra, la pieza del puzzle que siempre ha faltado en sus vidas se coloca en su lugar.
Sus cuerpos se adaptan a la perfección con cada movimiento, con cada nueva embestida, con cada jadeo, cuando llega el primer chorro de semen la espalda de ella se arquea, sintiendo como la energía fluye por su columna vertebral. Reflejándose en los ojos del otro, los cuerpos se van relajando, se sonríen sin decir nada, ya sobran las palabras, sólo sienten, ahora si se permiten soltar lo que tanto han negado a lo largo de los años, no es algo imaginado, ni irreal, están allí y esa es la mitad que les arrebataron los dioses con sus rayos.
Deben venir ya conmigo, es mi trabajo, no puede retrasarse más el momento. Mañana les encontraran y pensarán que sólo era una pareja más que murió practicando sexo.
Notan ya mi gélido contacto, saben que estoy cerca, pero siguen mirándose, no tienen miedo, cuando sus espíritus se elevan han dejado de ser dos.
Miro hacia el cielo y veo una nueva estrella brillar, sonrío, ahora todo está como siempre debió ser. Me debo ir, hay tanto trabajo todavía por hacer, pero ahora ya nunca más me sentiré sola, con el último suspiro de ellos recibí todo su amor por unirlos para siempre.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho. Lo dice todo sin decir nada. Quiza no sea eso lo que se ha querido decir pero a mi es lo que me ha parecido. Pregunta cotilla, cuando escribes te basas en tus experiencias o solo es lo que se te ocurre?.

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  2. Pues todavía no me he muerto jajajaja En serio, siempre parto de alguna experiencia real y después ya dejo libre la imaginación. Gracias por tú comentario no sé lo que has entendido pero seguro que es tan correcto como lo que yo he querido decir. Besos

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