miércoles, 23 de noviembre de 2011
INFANCIA EN LA ESCUELA
Suena el timbre, se anuncia la salida,
los alumnos, alborozados, recogen sus libros,
ordenan los pupitres, colocan las mesas, suben las sillas,
mientras guardan su material en la cartera,
cuidando de que no se olvide la goma,
en la estrecha cajonera.
Corriendo, se dirigen hacia la puerta del aula,
el profesor les reprende su tierna fogosidad,
entonces hacen una fila, desordenada y juguetona,
¿quién será el primero en salir?
Las risas se suceden, cantarinas,
llenando la clase de una melodía alegre.
Dulces notas de infancia pura, cristalina,
de inocencia aún no maleada, por el curso de la vida.
Trotando, comienzan el descenso por la escalera,
ese puente ficticio que les separa de la libertad.
Unos bajan de la mano,
otros intercambian cartas,
pero todos reflejan la felicidad,
en sus rostros tersos y sonrosados.
Al fin llegan a la última puerta del colegio,
la salida resulta rápida, atropellada,
las madres esperamos fuera,
con la merienda en una mano,
y con la otra, el corazón.
Dulce infancia, ahora vives tú la tuya,
antes yo viví la mía,
y hoy me reflejo en ti, querido hijo,
esperanza de un mundo mejor.
-Tesoro divino, que hace más comprensible,
mi efímero devenir-
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