lunes, 13 de septiembre de 2010
EROS
El silencio de la noche me lleva a tí,
desciendo al hall del hotel y te encuentro,
semidesnudo,con el torso brillante de sudor,
tus manos acarician las teclas de un piano,
un mechón de tu flequillo desciende rebelde por tu frente,
y tu perfil de escultura enciende mi deseo.
Lentamente me acerco ,
rozo tu espalda con mis rizos que caen desordenados al agacharme,
te beso el cuello sin apenas rozarte y siento tu piel erizada ante mi contacto.
Sigues tocando esta vez más rápido,las notas van in crescendo a la par que tu deseo.
Acaricio tu pecho de atleta y tu sudor hace que mis manos resbalen más abajo.
Sin apenas darme cuenta he llegado a tu núcleo volcánico.
Me quemo la mano,pero no la retiro.
Yo también acaricio un piano de una sola tecla.
Vamos subiendo de tono, do mayor, re mayor y en sol mayor me detengo.
La humedad de tu melodía hace que pruebe tu néctar,
asciendo a tu Olympo de melodías de amor donde nada es finito.
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