viernes, 29 de julio de 2011

EROS


El silencio de la noche me lleva a ti,
desciendo al hall del hotel y allí te encuentro,
semidesnudo, con el torso brillante de sudor.
Tus manos acarician las teclas de un piano.
Un mechón de tu flequillo, desciende rebelde por tu frente,
y tu perfil griego enciende mi deseo.

Lentamente me acerco,
rozo tu espalda con mis rizos que caen desordenados,
como ondas marinas que presagian tempestad.
Sigues tocando cada vez más rápido, subiendo de tono,
do mayor, re mayor y en sol te detienes y me miras.

Ascendemos juntos a tu Olympo de melodías de amor,
donde nada es finito.
Sueño y realidad al fin se unen,
en pentagrama polifónico de amor.

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