jueves, 29 de diciembre de 2011

LA LUZ DEL CONOCIMIENTO

Cuando un buen discurso te sorprende,


te das cuenta de que no todo está perdido.



Una tertulia inesperada en un café,

a una hora temprana,

donde tan solo eres un espectador,

un oyente afortunado,

que disfruta de un buen discurso,

y de una sensual voz, que entona,

mientras deleita, por su coherencia.



Hay muchos niveles de elocuencia,

incontables puntos de vista,

aunque seamos todos del mismo barro,

los niveles de inteligencia, ocupan distintos lugares,

y pueden darse tanto los desencuentros,

como los momentos sublimes,

depende de quien nos acompañe.



Pero cuando escuchas y sientes,

el corazón habla por ti,

la persona trasciende,

y aparece el genio que la anima.



“Levántate y anda”, dulce intelecto,

regálanos en esta fría mañana,

un rayito de luz,

un rayito de esperanza,

que anime, la luz del conocimiento







sábado, 10 de diciembre de 2011

Itaca - Constantino Kavafis




Para nuestro viaje iniciático por la vida

LLUVIA DE OTOÑO




Fuera en la calle, llueve,
el cielo plomizo llora,
pero no son lágrimas de pena,
sino de esperanza.

Son suaves, tal vez frías,
pero limpian y abrillantan,
corazones desgastados, corazones erosionados,
por la crudeza de los años,
por la rudeza de los sentimientos no correspondidos.

Un matrimonio baldío que por un solo fruto,
ha quemado un terreno fértil,rico
convertido ahora en cenizas, arrasado vilmente,
y agotado, en su negra superficie.

Pero oculta un limo fecundo, un tesoro,
que poco a poco irá aflorando, con las gotas de una lluvia,
que lo ha ido regando y alimentando,
con los colores del otoño.

Su semilla quiere brotar de nuevo,
y sueña con dar un tierno fruto,
dulce e intenso, limpio y regenerado,
que ya habrá madurado,
en la próxima estación.

-Esperanzas de libertad y de un nuevo amor-

miércoles, 30 de noviembre de 2011


"RESIGNIOS" 

Hablemos de comercio. Hay que hablar del comercio, pues los que ahora conocen nuestro destino y porvenir son Los Mercados. Quien lo iba a decir.
Hablemos de la masa, y no de la del hojaldre. No hay duda de que a estas alturas podemos afirmar que nada de lo que hagan las empresas, los mercados o ciertas personas nos sorprende. Personalmente he llegado a un punto en que estoy dejando de indignarme. 
Asumo con resignación, que no es lo mismo que resignarse. 
A propósito de esto, el jefe de la oficina donde trabajo comentaba conmigo hace poco, citando a alguien que no recuerdo, y anticipándonos al resultado electoral, que la resignación y la ira son los peores sentimientos que puede experimentar una persona, pues pueden arrastrarle a uno a extremos de los que difícilmente puede salir.

Decía que “me he asumido”. Ese hecho no me ha empujado, por el momento, hacia la apatía total ni a la depresión profunda, pero sí que me ha llevado a concluir que no podemos hacer nada, que no hay nada que podamos cambiar, ni nadie a quien podamos convencer.
La gente entiende lo que quiere entender y escucha lo que quiere oír. Seguramente todos (y me refiero con ese todos a los que nos hacemos planteamientos, claro) tenemos entre nuestros compañeros de trabajo algún buenísimo ejemplo de la mentalidad que nos rodea y que quiero definir haciendo uso de una cínica y salvaje frase de George Orwell que aparece en "1984"

"...Era un hombre activo y de una estupidez asombrosa, una masa de entusiasmos imbéciles, uno de esos idiotas, de los cuales, todavía más que de la policía del pensamiento, dependía el éxito del partido."
No quiero que parezca que me considero un ser perfecto, sin faltas y sin dudas. Yo puedo entender el miedo, puedo comprender la incertidumbre y puedo asimilar que, ante determinadas circunstancias y en situaciones concretas, cada uno tenga unas prioridades y esté dispuesto a sacrificar ciertas posturas, beneficios e incluso a hacer la vista gorda ante el delito (laboral en este caso) cometido contra uno mismo, en pos de mantener determinada situación o asegurar la conservación de cualquier estado material.
Todo esto es subjetivo y cuestionable, por supuesto. Pero mentirse a uno mismo, repetirse eufemismos como un mantra mientras plantamos las posaderas en el inodoro, para persuadirnos a nosotros mismos de que nuestra conducta es apropiada, me resulta ominoso. Aceptemos la realidad. O bien por mala suerte o por mala gestión nos vemos abocados a soportar situaciones injustas, desesperantes y patéticas, pero no dejemos que esos entes que nos rodean, intangibles e invisibles nos convenzan de que esta nefasta tesitura es mejor. ¿Mejor que qué?

Yo, en mis momentos de debilidad, voy hacia el camino de la desidia. La hipocresía y los ímprobos esfuerzos que algunas personas, que sin duda podríamos considerar inteligentes, hacen para convencer a otros y, sobre todo a sí mismos, de que lo peor es bueno; de que lo nefasto es preferible; de que lo injusto es aceptable, me arrastran a la desesperación.
Me quebranta saber que no hay nada que hacer. Porque creo que lo sé, con seguridad, y que lo sabemos todos.
Podemos escribir todos los panfletos que queramos; explicar infinidad de veces lo que sabemos; usar la lógica una y otra vez, intentar esclarecer todos los problemas que se nos planteen.
Será inútil. Bastará una sola palabra, un solo gesto, para que nuestro rebaño se mueva al son del mismo compás.

Existen muchas ovejas descerebradas, atadas con una soga de heno maloliente al cuello, que son arrastradas por un pastor sin miramientos. Éstas son una extraña mezcla de mezquindad, miedo supersticioso, falta de iniciativa y una voluntad indolente que las hace seguir adelante obviando todo lo que sucede fuera de su reducido e insustancial universo.
Hay también ovejuelas más astutas, que por avaricia o ambición, quieren convertirse en pastores, para poder tirar, ellas mismas, de la anteriormente mencionada asquerosa soga.

Hace tiempo me metía en discusiones. Y lo hacía porque sentía la obligación y la necesidad de intentar, siempre desde la moderación y lejos de cualquier imposición, explicar lo que desde mi humilde punto de vista eran cuestiones lógicas. Cualquiera puede decirme que mis puntos de vista son parciales y que pueden existir tantos como ovinos haya en la manada. Cierto, pero cuando se discute hay que argumentar los planteamientos que se exponen. Hoy en día (y antes, cómo no) la defensa de un postulado, sea cual sea, se hace con el siguiente razonamiento: “Porque sí”, que deriva en algunos casos en “Porque no”.

Sinceramente, no tengo ganas de dedicar ni un solo gramo más de esfuerzo en intentar hacer ver nada a nadie. ¡Qué estabulen a quién sea! Se me terminó la imposición y el menester de repetir lo mismo millones de veces para, al momento siguiente, ver que lo dicho ha caído en saco roto, aunque vaya apoyado por la lógica, la coherencia y todos los malditos argumentos obvios del mundo.

En mi trabajo, algunos (muy) pocos hemos dedicado parte de ese esfuerzo a intentar oponernos, en la medida de nuestras modestas posibilidades, a las manipulaciones, desvaríos y flagrantes injusticias que nuestra empresa se empeña en cometer constantemente. Pero estamos rodeados de oquedades. Acotados por unos borregos que sólo quieren su pequeño pedazo de heno podrido y por el que se dejarán arrastrar a la sima más profunda. Y además irán cantando, gorjeando animosos porque, al menos, les han dejado bajar cuando en realidad tenían que subir.

Por ello, voy a dejar de hacer fatigosos, ingratos, inanes e infructuosos empeños en intentar explicar nada a nadie. A esos, que cada día hacen la vista gorda y nos regalan los oídos con llantos cansinos, quejas baldías y críticas soterradas que luego se convierten en la vaselina que suaviza el poco sutil enema empresarial que continuamente nos penetra.

Al menos, podremos decir que lo hemos intentado, que hemos procurado actuar con dignidad y con consecuencia en esa parcela de la responsabilidad laboral que nos corresponde como trabajadores. Y por que no, podremos quejarnos con gusto porque habremos tenido gónadas, de un tamaño similar a las del famoso caballo de Espartero, para afrontar algunos riesgos y haber dicho NO a las irrigaciones de la empresa.

Adelante, siempre adelante y ¡Más madera!

Salud

miércoles, 23 de noviembre de 2011

INFANCIA EN LA ESCUELA



Suena el timbre, se anuncia la salida,
los alumnos, alborozados, recogen sus libros,
ordenan los pupitres, colocan las mesas, suben las sillas,
mientras guardan su material en la cartera,
cuidando de que no se olvide la goma,
en la estrecha cajonera.

Corriendo, se dirigen hacia la puerta del aula,
el profesor les reprende su tierna fogosidad,
entonces hacen una fila, desordenada y juguetona,
¿quién será el primero en salir?

Las risas se suceden, cantarinas,
llenando la clase de una melodía alegre.
Dulces notas de infancia pura, cristalina,
de inocencia aún no maleada, por el curso de la vida.

Trotando, comienzan el descenso por la escalera,
ese puente ficticio que les separa de la libertad.
Unos bajan de la mano,
otros intercambian cartas,
pero todos reflejan la felicidad,
en sus rostros tersos y sonrosados.

Al fin llegan a la última puerta del colegio,
la salida resulta rápida, atropellada,
las madres esperamos fuera,
con la merienda en una mano,
y con la otra, el corazón.

Dulce infancia, ahora vives tú la tuya,
antes yo viví la mía,
y hoy me reflejo en ti, querido hijo,
esperanza de un mundo mejor.

-Tesoro divino, que hace más comprensible,
mi efímero devenir-

martes, 22 de noviembre de 2011

SUEÑO , CAFÉ ORIENTAL




Acudo de nuevo a “tu templo”,
y al mirarte entiendo,
que no necesito palabras,
con mirarte veo,
somos todo ojos y conocimiento.
-Un corazón que de nuevo despunta-

Mi cuerpo se pliega ante tus caricias,
se abre a tu calor,
y todo cobra sentido.
-Diamante que en sus mil caras, nuestro amor refleja-

Salimos juntos del local,
ya la niebla por fin se ha disipado,
la vida de la mañana, se despliega ante nosotros.
Nunca más volveremos a dudar.
-Clarividencia divina del ser en dualidad-

sábado, 19 de noviembre de 2011

LIBERTAD




Me siento ligera, aérea,
como si anduviese sin pisar la tierra,
y flotase entre nubes etéreas,
rosadas y muy suaves.

Mi alma ingrávida me eleva,
hacia regiones más puras,
dirigiendo sutilmente mi vida,
hacia lo desconocido.

Pero no me da miedo,
los sueños mantienen la transparencia,
de un horizonte que intuyo puro,
sin dobleces ni brumas.

Quiero mirar y al fin poder ver,
porque es difícil mantener el engaño,
de una vida solo hecha de rutinas,
y vacía de amor conyugal.

No puedo sacrificarme más,
ante el altar de tu egoísmo,
mi corazón está ya desgarrado, pisoteado,
y clama redención.

Necesito estar sola,
reencontrar mi esencia,
volver a mi naturaleza,
que no acepta la maldad ni la traición.

Quiero poder asomarme al espejo,
y recuperar mi autoestima,
porque sí, me reflejo, pero no me reconozco,
he perdido el brillo de la ilusión.

Tal vez me quede en el intento,
pero recobraré mi libertad,
si no es en está vida, será en la otra,
pero nadie más podrá robar,
ni encarcelar mi corazón.

martes, 15 de noviembre de 2011

domingo, 13 de noviembre de 2011

BÚSQUEDA


Busco y nunca hallo,
nada encuentro aquí.
Más yo hoy me pregunto,
¿qué busco realmente?
¿Acaso no lo se?
Para que buscar entonces,
si nada hay que encontrar,
ó quizás por ventura,
la nada soy yo misma,
¡y es a mí a quién no encuentro!

sábado, 12 de noviembre de 2011

INTROSPECCIÓN




Siento un halo de espiritualidad,
en esta soledad manifiesta,
y autoimpuesta.

Necesito hacer un alto en el camino,
mirar dentro de mí,
buscando algo de armonía.

Mis anhelos han quedado solo en eso,
en sueños imposibles,
en deseo irrealizables.

Pero ¡cuanta felicidad aportaron a mi vida!
Fueron instantes en los que creí,
que todo era posible a tu lado.

Al final estamos solos,
frente a la vida, frente al mundo,
y debemos valorarnos,
porque nadie más puede hacerlo.

Solo pueden regalarnos,
tenues espejismos de amor,
que se difuminarán,
con la luz del amanecer.

La realidad tiene un toque grisáceo,
y algo desvaído quizás.

Solo tú puedes darle color a tu vida.

jueves, 10 de noviembre de 2011

UN TÉ A MEDIA TARDE




Un té aromático en soledad,
una canción en un café,
del centro de Madrid,
que habla de amores en la distancia.

El aroma a frutas del bosque, me seduce,
y me transporta a otros lugares,
más fértiles y soleados.

El color rojo de la bebida afrutada,
se confunde con otra pasión,
esta vez de la mano de Roxana,
que como yo, daría todo,
por estar contigo.

Es el calor sensorial de un dulzor,
que penetra en mi boca,
y también en mi corazón.

Entre el vaho de mi bebida,
creo divisar un rostro,
que se pierde en la lejanía,
de una realidad,
que no nos es favorable.

-Solo deseo estar contigo-

jueves, 3 de noviembre de 2011



"UN PERRO EN LA GRAN VÍA"


       Otra vez lo mismo. El ser de dos patas que me da de comer insiste en llevarme a pasear por este sitio.
A pesar de que tiro de la correa, me revuelvo y le grito que no me gusta, es inútil, no me hace el menor caso.
En general no me puedo quejar porque no se porta mal pero, echo de menos las veces que me lleva a la zona verde. Es estupenda porque puedo correr y está llena de árboles y flores de colores y, sobre todo, el suelo es de ese verde blandito que no me hace daño al trotar. Da gusto estar allí porque es fresco y húmedo y se nota menos el calor, que me resulta difícil de soportar con mi pelo largo.

Pero aquí estoy, atado con esta odiosa correa que me aprieta el cuello y rodeado de seres de dos patas, ruido estridente y piedra gris.

No hay duda de que mi ser alargado es un insensible. Cuando me trae a este lugar no es consciente de todos los problemas y malestares que me causa: el suelo está lleno de suciedad y me deja las plantas negras; la piedra dura le hace daño a mis patitas y, si está caliente, quema; y lo peor, esas cosas pegajosas de colores que luego no hay forma de despegarse del pelo o de las patas.
Bien podía dejarme relajado en casa y venirse el solo a este sitio tan concurrido. Esto no es lo que yo entiendo por un garbeo refrescante: esquivar grandes objetos metálicos que interrumpen el paso o intentar caminar entre muchísimos seres que se mueven, demasiado rápido o demasiado despacio.

Lo que más me llama la atención de este pedregal son esos bichos de cuatro pies raros que se mueven a toda velocidad. Hacen mucho ruido y pitan como locos; son maleducados porque no te saludan ni te dejan acercarte y te empujan si lo intentas; y, además, huelen muy mal y te echan un humo sucio en la nariz. Entiendo que cada cual vaya a lo suyo, pero ninguno te deja, ni siquiera, olisquear un poco y eso no es normal.
Es extraño el juego que se traen los seres de cuatro patas con los de dos. Éstos se colocan apiñados en varias filas al borde de la piedra negra y aguardan de pie, impacientes; de repente, se meten en masa entre los de cuatro pies que, curiosamente, se paran gruñendo y acechando para, poco después, lanzarse de nuevo a correr. No le veo la gracia, sinceramente. Me parece bastante arriesgado y nada divertido.

Tampoco llego a entender muy bien por qué a mi ser de dos patas le encanta todo esto. Creo que disfruta esquivando a otros como él, intentando caminar entre oleadas de los que van y vienen hacia todos lados. Con lo bonito que es corretear, oler los troncos e ir dejando mensajes para los colegas, sin que nadie te moleste; hurgar en la tierra buscando lombrices y piedras y hacer ejercicio buscando los palos que el alargado me tira. El pobre cree que no veo donde caen pero, como me gusta jugar, le sigo la corriente y los dos nos quedamos contentos.

A mí me parece que este lugar es horrible. Hay unas enormes cosas de piedra que se levantan por todos lados; mi vista no alcanza a ver el final, pues son demasiado altas. Casi todas son del mismo color y forma, así que resultan monótonas y, en mi opinión, solo sirven para desalojar la vejiga. Para eso sí son útiles, porque puedes apoyarte cómodamente sin miedo a caer rodando y hacer el ridículo mientras meas. El problema es que aquí incluso las paredes están ocupadas, con lo que encontrar un sitio vacío y apropiado para dejar mis avisos es complicado. Creo que esto es abusivo, pues es obvio esos bajos de piedra deberían estar a disposición de cualquiera, y no copados por los de dos patas.

Y por cierto, ¿qué hacen ahí parados? Si se dedican a admirar las rocas es que están peor de lo que yo pensaba. Los alargados deben encontrarlas interesantes porque entran y salen constantemente pero, qué hacen dentro, es un misterio.
Las que más les gustan son, sin duda, las grandes cuevas con luces de colores encima, de las que sale frío y ruido.
El mío se mete en todas y me deja olvidado y atado durante un rato largo, delante de esos efluvios que me atacan sin parar.

Esto es lo que él considera una agradable mañana de paseo: dejarme sentado y solo, en espera de que termine sus cosas. Seguro que tampoco ha pensado en todo lo que me ocurre mientras se mete dentro de esas cavernas.

Primero, si la bola brillante que está colgada allá arriba se levanta con mal humor, y no hay sombras bajo las que resguardarse, me achicharro.
Segundo, de dentro de las cavernas sale una especie de ruido machacón como el que hacen las piedras al caer al suelo. No sé como aguanta allí metido con ese sonido insoportable, porque mis sensibles oídos acaban doloridos después de un rato.
Tercero, los olores. A veces me llegan unas bocanadas de extraños aromas fuertes y dulzones que me marean y me dejan atontado. Esos mismos efluvios los desprenden algunos de los alargados; son tan fuertes que apenas puedo sentir su verdadero olor y, en algunos casos, la mezcla resulta peligrosa.

Otra cosa que él no sabe es que también tengo que aguantar a todos los de dos patas que se me acercan y me sueltan palabros en un tono musical algo tonto. Parecen pensar que no me entero, pero yo lo entiendo todo. Son ellos los que usan una lengua rara con sonidos extraños imposibles de imitar.
Si solo me hablaran no sería tan malo, pero es que, además, me tocan. No se si podéis imaginar lo agobiante y agotador que resulta que todos esos seres alargados se paren a toquetearte. Quién sabe lo sucias que tendrán las manos y lo que le harán a mi bonito pelo. Después, cuando llego a casa, tienen que cepillármelo a conciencia y me dan unos cuantos tirones bastante desagradables. Yo soy cariñoso como el que más, pero sólo cuando hay confianza.
Tengo un primo, uno lejano, que es menos selectivo y se deja acariciar por cualquiera que le diga cosas bonitas, pero yo no soy así. El problema es que algunos no entienden que cuando no muevo la colita significa que no estoy de humor para carantoñas.

Como os digo, me paso la mañana aburrido, porque por aquí no abundan muchos de los míos; no puedo charlar con nadie, ni ponerme al corriente de los mejores sitios para dejar una muestra. Supongo que los otros son capaces de convencer a sus alargados de que no les arrastren a este odioso lugar.

Cuando por fin mi ser de dos patas se cansa de entrar y salir de esas grutas, emprendemos la vuelta. Eso si sigo vivo, porque en este lugar no hay forma de poder echar un trago. Recuerdo una vez que se me ocurrió beber de un charco que había en el suelo; lo vi un poco turbio, pero tenía mucha sed. ¡En que hora!, me sentó tan mal que me pasé tres días comiendo pienso, como si fuera un viejales, hasta que se me asentó la tripa.

Menos mal que no estamos muy lejos del hogar, porque si no sería un viaje realmente cansado. No es que sea diminuto, pero mi tamaño no es excesivo, así que tengo que andar con cuidado, porque no es fácil esquivar a todos los de dos patas que me pisan y empujan cuando pasan a mi lado.
Tengo que estar atento para la próxima vez, así cuando vea que vamos a venir a este bosque pedregoso, me haré el muerto.






lunes, 31 de octubre de 2011

EL POSO DEL AMOR


En el umbral del tiempo,
como surgido de la nada, apareciste,
desde el poso del olvido,
y te hiciste fuerte,
en la superficie de mi corazón.

Recobramos lo perdido,
solo fue cuestión de minutos,
un repaso rápido, toda una vida entre líneas,
y el pasado se disuelve, como por ensalmo,
conquistando el presente.

-Dorados años que esparcen su magia,
en deseos imposibles de concreción-

Espejismos de un mundo mejor

sábado, 29 de octubre de 2011

EL COLOR DE LAS ILUSIONES




Hoy el cielo está de fiesta,
y despliega sus mejores galas.
Rosa ardiente, la pasión que espera,
azul celeste, deseo, acuarela de estrellas,
anaranjado, color del poeta.
-Dorados inciensos en la tierra se esparcen-

Tras la hermosa fiesta,
todos caen muy cansados,
el cielo parece de fuego,
luego se hace la oscuridad.

Llegó el descanso,
el recuerdo de la fiesta y su color,
los sueños nos harán más fuertes,
y el hoy se hará mañana, en nuestra efímera vida.
-Ilusiones prontas a despertar-

PAISAJES -1-