domingo, 23 de mayo de 2010

Carne al oporto

Hace tiempo que no hago ninguna irreflexión y ya toca, que no es cuestión de volverse loco uno solo, cuando puedes hacer que sean los de alrededor los que pierdan algún tornillo.
Estaba comiendo uno de mis platos favoritos, cuando me he dado cuenta de que no sabía igual que siempre, estaba bueno pero había algo diferente. He preguntado y resulta que se había cambiado el tipo de carne, por una supuestamente mejor y más cara, buscando mejorar la receta.
Entonces me he dado cuenta de que ese tipo de cambios y busqueda de mejoras se pueden aplicar a la forma de vivir que tenemos en una sociedad llena de insatisfacciones y deseos no realizados.
No está mal que intentemos mejorar, cambiar lo que no nos gusta, y no debemos conformarnos sólo con lo que se nos ofrece, pero a veces cambiamos tantos ingredientes que acabamos comiendo un plato de pescado y encima nos extrañamos de que ya no sea lo mismo.
Con las relaciones pasa eso, se tiene algo perfecto, casi ideal, pero tú quieres más, más ¿qué? no te das cuenta de que sólo puede empeorar y si te das cuentas, te da igual porque ya no dejas de pensar en como sería, la parte autodestructiva de tú personalidad te empuja ha intentarlo y aunque ves con cada pequeño nuevo paso que no va a salir nada bueno, continuas como si quisieras liberarte de algo que crees que no mereces o peor aún si eres un soñador, imaginas que al final todos felices y contentos y a comer perdices.
Por más vueltas que le des, siempre llegas a la conclusión de que hay que intentarlo, porque mientras que en otros aspectos de la vida los que te rodean te piden precaución, en el terreno sentimental pues ya se sabe, ¿quién no ha oido? el no ya lo tienes, arriesgate, no tienes nada que perder y un largo etcetera de animos hacia lo que será con toda probabilidad un error. Porque no nos engañemos si estuviesemos seguros, no nos haría falta preguntar la opinión de nadie, nos lanzaríamos por el precipio aún sin alas, nadie sabe, ni conoce mejor que tú el terreno que estás pisando, pero cuando uno se quiere suicidar no hay nadie que pueda frenarlo.
Mi sitio elegido es Cabo Sounion, al que esté todavía a tiempo que lo vuelva a pensar, al que no, le hago un hueco a mi lado.

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