martes, 25 de mayo de 2010

Gente del barrio


De camino a comprar el pan, una pistola blanca poco cocida, como les gustaba a sus padres, fue cruzándose con los vecinos del barrio, lo conocían de toda la vida, como continuamente le recordaban:

- no tenías ni un año cuando ya andabas corriendo de un lado a otro con tu camión de bomberos rojo

No sabía lo que había sido de aquel camión, seguramente su madre se lo habría regalado a alguno de sus primos, esos renacuajos seguro que ya lo habrían destrozado, como hacían con todo lo que caía en sus manos.
La señora Matilde cargaba con pesadas bolsas, cogió la mayoría dejando sólo a su vecina las que le parecieron más ligeras, tendría que ir en sentido contrario a donde se dirigía pero el ascensor estaba estropeado y la señora vivía en un tercero.
Esa maldita mujer llevaba más de cuarenta años haciendo la compra y todavía no conocía los beneficios de un buen carro, las asas de plástico de las bolsas se clavaban en las articulaciones de sus dedos, cualquier día le tendrían que amputar alguno de ellos por falta de circulación.

- gracias hijo, que buen chico eres, no como esos vándalos del cuarto, seguro que tienen algo que ver con lo del asesinato – la mujer hablaba en susurros, dirigiendo la mirada hacia el techo, como si pudiese ver lo que en aquel momento estaban haciendo los vecinos.
- ¿qué asesinato? ¿a quién han matado? – estaba un poco intrigado, su barrio era muy tranquilo y nunca pasaba nada
- Nada, nada, olvídalo, eres muy joven para estar preocupándote por estas cosas- le cerró la puerta en la narices, dejando cinco céntimos en su mano agarrotada.

Bajó los escalones de dos en dos silbando la tonadilla de la peli “El puente sobre el rio Kwai” que su padre estaba viendo anoche, como está medio sordo, pone la televisión a tal volumen que es imposible dormir hasta que él no se va a la cama, había probado a ponerse tapones en los oídos pero no servía de nada.
Cuando salió de nuevo a la calle, pudo distinguir al final de la acera, las luces de la policía mezcladas con las de una ambulancia. Faltaba todavía un rato hasta la hora de comer, así que tenía tiempo de ir a echar un vistazo.
Los chavales pequeños intentaban ver algo a través de los abrigos de los adultos que rodeaban la escena del crimen, cometido por los vecinos del cuarto según la señora Matilde.
Entre los observadores estaba su tío Paco, que cuando lo vio le mandó al bar del “tranqui” a por tabaco, dándole tal cogotazo que casi lo hizo caer de bruces.
Era raro ver aquel sitio tan vacío un sábado al mediodía, debían estar todos mirando el espectáculo, el camarero estaba al final de la barra y aunque le vio nada más cruzar la puerta se tomó su tiempo para recoger el mando de la maquina de tabaco y dar al botón.
Su abuelo estaba sentado en una mesa del fondo y le hizo señas para que se acercase, se estaba tomando un vino y una ración de caracolillos.

- ¡abuelo! Que mama luego se enfada porque no quieres su comida y además ya sabes que el médico te ha prohibido beber alcohol.
- Si ya tengo 80 años, hijo, aunque las palme hoy no me voy a perder mucho más, y tú a tu madre ni mu, que se pone muy pesada
- Abuelo, ¿sabes lo que ha pasado? – el chico miró hacia la calle, que cada vez se iba llenando más.
- Han matado a un chaval del barrio, no sé si lo conocerás porque era mayor que tú, es el sobrino del carnicero, el que tenía a la madre en el hospital porque se cayó el otro día pintando la terraza.
- Hombre, Aurelio, tanto como caerse, lo que es, es que se tiró por no aguantar al borracho del marido – el camarero se había acercado con otra ración, esta de calamares.

El chaval cogió el paquete de Ducados y fue a llevárselo a su tío antes que viniese él mismo y le diese otro pescozón, se abrió paso entre la gente que se amontonaba alrededor de la cinta amarilla que había colocado la policía para impedir que pasasen.

- le han matado a tiros – el de la óptica intentaba mirar por encima de las cabezas de los que estaban delante
- que va, a ver si te gradúas la vista, no ves que le han cosido a puñaladas

Consiguió llegar hasta su tío que estaba en primera fila hablando con el frutero, comentaban los posibles sospechosos que iban desde el propio padre del chico muerto, a una banda de rumanos que paseaba últimamente por un barrio vecino.
Miró con ansiedad hacia donde se dirigían todos los ojos de los presentes, pero sólo vio un bulto bajo una tela manchada de sangre, por una de las esquinas sobresalía una mano inmóvil y muy pálida, uno de los policías que pasaban cerca del cuerpo la empujó un poco con el pie para que quedase oculta con el resto del cuerpo.

- el abuelo dice que es Kiko, el sobrino del carnicero, ¿tú lo has visto? – su tío observaba con aire de csi la escena del crimen mientras echaba humo por la nariz.
- Si que es él, mira allí está su tío hablando con uno de los inspectores – señaló hacia la esquina de la calle, donde estaba el pobre hombre con su delantal cubierto de sangre, intentando contener las lágrimas mientras contestaba a las preguntas que le hacían.

Colocaron el cadáver en una camilla y lo introdujeron en la ambulancia. Al no tener ya oportunidad de ver el muerto la gente comenzó a despejar el camino, su tío lo cogió por el cuello y lo arrastró al bar.
Su abuelo le había dejado unos cuantos calamares, sabía que en casa hoy había potaje y que él lo odiaba, se sentó en la mesa para escuchar lo que tenían que decir sobre el crimen.
Su tío pensaba que era cosa de alguna banda organizada.

- si sólo hay que ver como vestía y esos pelos y todo lleno de piercings, se metería con quien no debía y claro pasa lo que pasa
- pues yo creo que ha sido el padre, ya sabéis que cuando bebía mucho se le iba un poco la mano – el óptico había cerrado y se acercó para escuchar los chismes que había sobre el suceso
- o sea todos los días – Juan, el frutero, no tenía pelos en la lengua

Continuaron con las diferentes hipótesis, ni siquiera estaban seguros de cómo lo habían matado, con arma de fuego, con una pistola, uno hasta apuntó que había recibido un flechazo.

- a ver si ahora nos van invadir los indios como en las películas de vaqueros

El abuelo se levantó después de un rato y se llevó al chaval para que le acompañase en su paseo, aprovecharon para comprar la barra de pan y otra más para echar de comer a los patos del estanque.
Se acercaron caminando lentamente hasta el parque, donde se veían a los niños subiendo al tobogán, columpiándose, corriendo y jugando al fútbol, mientras que sus madres charlaban en corrillos o leían algún libro sentadas en la hierba.
El banco preferido del abuelo estaba libre y se sentaron a descansar, mientras el chico cerraba los ojos, levantando la cabeza para recibir todo el sol que pudiese , el invierno había sido muy duro y quería aprovechar el calor derramándose por su rostro.
Su abuelo mientras tanto cortaba trozos de pan y se lo echaba a los patos y a los pájaros que raudos se acercaron volando en busca de su parte del festín.
Estaban los dos en silencio, cada uno pensando en sus cosas. El chaval recordaba como al volver de la discoteca esa noche se había encontrado a Kiko vagando por la calle, colocadísimo de alguna guarrería que se había metido, como se había reído de su camiseta y como había dejado de reír cuando le asestó una única puñalada en el corazón.
Al sacar la navaja la sangre salió a borbotones, salpicando la camiseta que tanta gracia le había hecho al imbecil, que ahora tumbado en medio de la calle, con los ojos vidriosos, ya no reía.
Una especie de venganza póstuma, tendría que tirar la camiseta a la basura, ya no serviría de nada y era de idiotas quedarse con una prueba tan evidente del crimen.
Su abuelo había terminado de alimentar a los pájaros y ya era hora de ir a comer, se apoyó sobre su nieto al levantarse dando gracias que no hubiese sido él el muerto, era muy buen chico aunque a veces no sabía muy bien en que estaba pensando y le resultaban un poco extrañas algunas de sus aficiones, pero así era la juventud de hoy en día.

2 comentarios:

  1. Me sabe a poco me gustaria saber un poco más, está muy bien redactado y engancha.

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  2. ¿está muy bien redactado? que te has vuelto de la Real Academia Española.
    Quieres saber un poco más, pues te diré que el principal monstruo en esta historia no es precisamente el chaval. Reflexiona sobre la gente con la que se va cruzando y sus conversaciones, ahora, piensa y dime que sin llegar a extremos de un asesinato no has escuchado antes éste tipo de conversaciones.

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