viernes, 28 de mayo de 2010
Un día más de trabajo
El sonido de la música que salía de los altavoces alcanzaba todos los rincones de la sala, pero los administrativos no parecían conscientes de la voz de Dexter Holland gritando “well fuck you”, permanecían todos en calma. De vez en cuando alguno levantaba la cabeza y se frotaba los ojos, cansados de todo un día mirando la pantalla del ordenador.
Si no fuese por el sonido de los dedos sobre el teclado parecería que la sala estaba desierta, era viernes y ninguno quería entretenerse, acabarían el trabajo y a las seis en punto estarían saliendo por la puerta.
La voz de uno de ellos rompió el silencio:
- Ya estamos otra vez, hoy seguro que no me voy pronto.
La morenita que se sentaba a su lado le preguntó desinteresada que pasaba, no quería perder el tiempo con problemas de los demás.
- Lo de siempre. Me bajo al almacén.
Por el camino, el joven delgado con el pelo recogido en una coleta, iba refunfuñando por la incompetencia del jefe de almacén, al que encontró tranquilamente sentado, comentando con el mozo el último video más visto de youtube.
Ni siquiera saludo al entrar, tal vez si lo solucionaban rápido todavía llegaría a tiempo de ir al cine con su novia, siempre se estaba quejando que llegaba tarde y que debería plantarse delante de los jefes y exigirles que cumpliesen con los horarios estipulados en el contrato ó que si no los denunciaría a comisiones. Él por supuesto le daba la razón en todo, pero cada día salía más tarde y no se quejaba a nadie.
- Mira Santi, acércate, te vas a descojonar de risa.
En la pantalla se veía a un conductor intentando aparcar, tal vez en otro momento no le hubiese importado echarle un vistazo pero no quería pasar la tarde del viernes discutiendo de nuevo por su larga jornada de trabajo.
- Tenemos otra reclamación de Pharmipen, por lo visto has mandado mal la remesa de Alemania, nos la devuelven a cobro revertido. El lunes estará aquí, pero ahora tenemos que mandársela correctamente, urgente, hoy mismo. Mientras que tú preparas el pedido, voy llamando a los de envíos para que pasen a recogerla.
- Le mandé lo que pidieron, lo revisé varias veces y estaba todo correcto.
Lo mismo de siempre, como los del almacén no salían hasta las ocho les daba lo mismo perder el tiempo con disputas, por eso había bajado directamente en vez de llamar por el teléfono interno de la empresa.
- Pues según los de Alemania faltaba uno de los componentes que esperaban recibir.
Raúl le explicó que lo único que faltaba era lo que desde la central habían enviado unos días más tarde de la expedición, él ya se lo había advertido a Blanca, su contacto de Pharmipen y ésta le había dicho que lo mandase sin el material faltante, que no era importante.
- Lo están reclamando ahora, así que hay que mandarlo
El mozo de almacén que había desaparecido desde que oyó lo del pedido, asomó la cabeza por la puerta y se despidió hasta el lunes.
- Pero si te falta media hora para irte
- Si pero me tengo que ir, ya he pedido permiso a los jefes y me han dicho que puedo irme.
Santi elevó los ojos al techo, mientras Raúl intentaba convencer a su ayudante que se quedase para preparar el pedido, se distrajo imaginando lo que podían representar las numerosas manchas que habían ido apareciendo por la humedad. Diez minutos más tarde, Roberto salía por la puerta donde se entretuvo otro rato fumando y charlando con la recepcionista que no parecía oír el teléfono que sonaba estruendoso por todo el pasillo.
- Pues voy a tardar un rato, porque yo sólo ya me dirás- Raúl lo sacó de su distracción
- Llamo al jefe de transportes para que me mande algún conductor y te ayudo.
Como notó que iba a comenzar a quejarse de la falta de personal y de la desproporcionada cantidad de trabajo que tenía que realizar en relación a la mierda de sueldo que cobraba, Santi decidió que sería mejor subir y llamar desde el teléfono de su mesa.
- Espero a que vuelvas. Mientras voy a llamar a Blanca para que me explique lo que ha pasado y preguntarla si preparo el pedido entero o sólo lo que falta.
Decidió no perder más tiempo explicándole que si comenzaba él solo con el pedido terminarían antes.
Cuando llegó al despacho compartido, sus compañeros ya estaban poniéndose los abrigos, preparados para irse y comenzar su fin de semana.
Tardó más de cinco minutos en poder contactar con el jefe de transportes que comunicaba todo el tiempo.
- José soy Santi.
- Hombre Santi, ¿cuál es el colmo de una bomba?
- No sé, oye necesito que me mandes alguno de los chicos a la oficina.
- Venga ¿cuál es el colmo de una bomba?
- Reventarse de risa - al otro lado de la línea escuchó las carcajadas del de transportes.
- Lo siento tío pero no puede ir ninguno, en media hora acaban todos y si tienen que ir hasta el almacén, recoger, conducir hasta el aeropuerto y volver se salen de hora y ya sabes que los jefes no quieren pagar horas extras.
- Según la plantilla de horarios que tengo delante Cabecita sale más tarde y le daría tiempo.
- Se ha tenido que ir antes porque el perro por lo visto se ha comido algo en mal estado y tenía que llevarlo al veterinario para que le hiciesen un lavado de estómago
- Y no puedes decírselo a alguno de los otros conductores, así otro día salen antes.
José le explicó que sólo quedaban repartiendo el Bruto, que como Santi sabía había demandado a la empresa por acoso y Sebas que acababa de incorporarse tras ganar en un juicio su incorporación por despido indebido, tras haber robado unas gafas de sol, que como había quedado demostrado sólo había apartado del resto para que nadie las pudiese romper o sustraer.
Finalmente llegaron a un acuerdo, José llevaría el paquete pero Santi tendría que hacer unos informes que pensaba hacer el de transportes en ese momento y que tenían que entregarse el lunes sin falta.
Antes de bajar de nuevo al almacén, Santi decidió pasarse por la sala del fondo para ver si Teresa podía ayudarle, si le decía que no, tendría que llevarse trabajo a casa, e irse despidiendo del fin de semana en la sierra.
- Pasa, estaba terminando estas tablas y me voy a casa, ¿quieres que te acerque?, se te ha hecho ya tarde.
Le explicó lo que pasaba y por fin en lo que llevaba de tarde encontró una buena samaritana, más animado por la ayuda inesperada bajo al almacén donde encontró a José sentado en la mesa de Raúl, que se reía del chiste de la bomba.
- Jo, tío lo que has tardado, llevo aquí un buen rato esperándote.
- Bueno yo os dejo, me subo a tomar un café, cuando lo tengáis preparado me avisáis y no tardéis mucho que quiero llegar a ver el partido de baloncesto.
Raúl se puso a buscar en el programa de ordenador donde estaba ubicada la mercancía en el almacén, precisamente estaba en el pasillo del fondo, el que había tapado esta mañana porque los jefes le habían avisado que venía una visita y le habían ordenado que quitase todos los palets que no entraban en las estanterías, de la vista. Santi caminó por el frío almacén detrás de la maquina que conducía Raúl, mientras este le contaba su conversación con Blanca, sus pensamientos volvieron de nuevo a su novia, le había dejado un mensaje en el móvil diciendo que se retrasaría un poco.
En unos veinte minutos Raúl consiguió dejar un hueco por el que trepar estantería arriba y coger el material que había que enviar, estaba ya a la mitad cuando sonó el móvil.
- La jefa
- …si …estoy preparando un pedido urgente… si ya hemos preparado la alfombra de sus padres para que la lleven a la tintorería…¿ahora?…si… buen fin de semana.
Raúl bajó de la estantería y le dijo a Santi que se iba a recoger las aceitunas del olivo de la entrada, le indicó cual era la caja que tenía que bajar y desapareció por el pasillo. Nada habituado a ese tipo de trabajos, Santi trepó por encima de los palets intentando no apoyar su peso para no romper lo que estos contenían, un tornillo que sobresalía en la estantería se enganchó en su camisa y en el siguiente impulso que se dio para continuar la ascensión oyó como ésta se desgarraba, a varios metros del suelo, consiguió alcanzar la caja, en la etiqueta detrás de un código de números leyó la descripción: “BOLIGRAFOS”.
- ¿Qué haces ahí arriba? – era la voz de Sebas
Al mirar hacia el suelo lo vio con el Bruto a su lado, los dos se estaban riendo mientras le señalaban, Santi no se molestó en preguntar que hacían por allí a esas horas, intentó sacar la caja de su ubicación pero no se movía, le dio unos golpecitos por debajo, intentando que sobresaliese un poco por el frente para poder tirar de ella, pero seguía sin moverse ni un milímetro, con el siguiente golpe consiguió sacarla y ponérsela bajo el brazo, al menos no era muy pesada.
- Oye tío que nos ha dicho el Raúl que te digamos que hay otra caja igual a esa en el pasillo A en la estantería 1 y que esa está al alcance de la mano, que se le había olvidado- era la voz del Bruto, con la voz que reservaba para el que desde su punto de vista favorecía la opresión del empresario contra el pobre y desfavorecido trabajador.
Santi descendió con la caja bien sujeta, con cuidado de no resbalarse, mientras oía como los dos conductores seguían riéndose. Cuando ya sólo le quedaba un salto para llegar al suelo, la caja se rompió por debajo y todos los bolígrafos salieron despedidos.
- Tíos ayudarme a recogerlo ya que estáis aquí.
- Yo ya estoy fuera de horario y creo que tú también, lo que tenías que hacer es dejarlo ahí, que se jodan, que para la mierda que nos pagan bastante hacemos- otra vez la desagradable voz.
Sebas se agachó a recoger los bolígrafos sin decir nada, pero en su cara podía verse que estaba completamente de acuerdo con su compañero.
- ¿Cuál es el colmo de una bomba?
José acababa de aparecer detrás de un palet, como se aburría sólo, Teresa no había querido hablarle porque estaba liada con unos informes, había bajado para ver si estaba ya listo el pedido.
Nos contó a los presentes que ya se había enterado de porqué habían despedido al zoquete de Pedro, uno de los guardias de seguridad. Le había llamado el Polaco desde el otro almacén y le había dicho que unos amigos del dueño que dejaban la caravana en el parking de la empresa habían ido el día anterior por la mañana a recogerla y que Pedro había salido en calzoncillos a abrirles, les había gritado que haber que horas eran esas y que cojones querían. La mujer casi se había desmayado de ver al escuálido y mal hablado guardia, así que el marido había llamado al Jefe para informarle sobre la actitud de los empleados que tenía contratados. Como quería quedar bien delante de su amigo despidió ipso facto a Pedro, pero ahora tenían un problema porque por el sueldo que pagaba ningún guardia de seguridad titulado trabajaría en la empresa, así que le había ofrecido al de la limpieza darle cien euros más al mes para que hiciese unas rondas cuando acabase de limpiar los despachos.
Santi había terminado de recoger los bolígrafos ayudado por Sebas y se encaminó a la entrada del almacén donde estaban las bolsas para hacer los paquetes de diez que tenían que prepararse, ni se giró cuando oyó al Bruto llamarle pringado, chupapollas del opresor capitalista, mientras seguía fumando tranquilamente su cigarrillo echando la ceniza sobre los paquetes de folios allí apilados.
Raúl entraba en ese momento por la puerta del almacén cargando un cubo lleno de aceitunas, que dejó sobre una mesa y se fue a colocar los palets que antes había desplazado para poder sacar la caja para Alemania, Santi oyó como echaba la bronca a los de transportes por estar fumando en las instalaciones y las risas de estos como respuesta.
Había hecho unos cuantos paquetes, cuando oyó que Teresa bajaba por las escaleras metálicas que llevaban desde el almacén hasta su despacho. Ya había terminado los informes y los había enviado desde el ordenador de José al Jefe, aunque ya llevaba más de una hora fuera de horario cogió los bolígrafos y fue metiéndolos en las bolsas, mientras que Raúl que ya había acabado con los palets las iba sellando. Entre los tres acabaron en veinte minutos, cuando sólo quedaba un paquete sonó de nuevo el móvil del jefe de almacén, era Blanca de Pharmipen, había estado hablando con sus jefes y consideraban excesivo el precio por enviar el paquete urgente a Alemania, así que mejor se enviaba el lunes ya sin prisas porque realmente no necesitaban los bolígrafos de forma inminente, eran sólo detalles que se daban a los clientes y como habían recibido calendarios y agendas se podían apañar los teutones de momento.
Santi, Teresa y Raúl se echaron a reír y terminaron el último paquete de bolígrafos que les quedaba por hacer, los transportistas aparecieron fumando por el pasillo atraídos por las risas.
Raúl les contó lo que había pasado, el Bruto aprovechó para soltar otra de sus diatribas, José para encenderse otro cigarrillo y Sebas para recoger unos papeles que había por el suelo y echarlos al cubo de la basura.
A través de la cristalera en la oficina de Raúl vieron al de la limpieza armado con su escoba para hacer la ronda, lo que provocó nuevas risas. Entre todos, incluso Bruto colaboró, aunque ya estaba fuera de hora como repetía cada minuto, recogieron y barrieron la entrada del almacén, apagaron las máquinas y pusieron a cargar la batería del traspalet, después ayudaron a cargar a José el cubo de aceitunas en su coche, era prioritario que las aceitunas fuesen llevadas a casa de la Jefa porque iba a rajarlas y ponerlas a remojo esa misma noche y no podía esperar ni un minuto más.
Como el coche no arrancaba, Sebas que tenía que ir a hacer un servicio de entrega urgente, para el que había llamado personalmente el Jefe, había aceptado pagar horas extras, lo empujó con el camión. Por la ventanilla del coche oímos a José que hablaba por el móvil:
- Que sí cariño que ya estoy llegando a casa…. Si, si ya sé que hace dos horas que debería haber salido
Su voz se fue alejando por la carretera del polígono industrial.
El Bruto aprovechó que sus compañeros de batalla se habían ido para subirse en su coche y desaparecer por la cuesta., antes de tener que ayudar en algo más.
Teresa le preguntó a Santi si le acercaba a casa, pero Santi prefirió ir andando, sólo eran veinte minutos, así se despejaría, se despidió de Raúl que ya estaba arrancando su moto y calándose el casco..
- Hasta el lunes aceitoso- le gritaba Teresa desde el coche, Raúl levantó la mano para decirla adios.
Santi iba caminando cabizbajo por la acera, pensando en los numerosos baches que lucía la carretera, cuando los faros de un coche le deslumbraron, era el Polaco que venía desde el otro almacén a traerle una carta que se había traspapelado entre los sobres de las nóminas que le habían llevado esa mañana.
- ¿Te has enterado de lo de Pedro?
- Sí, algo le he oído contar a José
Aún así el Polaco le repitió la misma historia que ya había escuchado esa misma tarde, añadiendo algunos detalles que a Santi le parecieron que debían ser de cosecha propia. Estaba seguro que cuando llegase el lunes a trabajar posiblemente los calzoncillos hubiesen desaparecido y que el guardia se estuviese tirando en el almacén a la mujer del Jefe, quien había ido a buscar aceitunas y había vuelto con un saco lleno de bolígrafos.
- Tío, ¿te llevo a algún sitio?
Santi declinó de nuevo la oferta, si lo pensaba bien no tenía ningunas ganas de volver a casa para discutir con Paula. Mientras decidía a quien llamar para tomarse unas cervezas, el coche del Polaco pasó por su lado a toda pastilla.
Mientras seguía pensando quien podía estar libre, abrió descuidadamente el sobre que le acababa de dar, en su interior había un folio doblado por la mitad, Santi lo desdobló:
Empresa Lujazo
13 De mayo del 2009
Estimado Señor:
Santiago Fernán de los Santos
Debido a que se ha advertido la disminución continuada y voluntaria de su rendimiento laboral normal…
Santi no continuó leyendo, hizo un gurruño con el papel y lo tiró en la primera papelera que encontró, una sonrisa de alivio cruzó por sus labios.
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