viernes, 23 de abril de 2010
El paraiso
En la mesa del fondo había un grupo de hombres que parecía que se lo estaban pasando muy bien.
Con la mirada busqué a mis amigas que me hicieron señas desde la mesa más cercana a los alegres fiesteros. Sólo de pensar que debía pasar al lado de los chicos me empezó a palpitar el corazón y a sudar las palmas de las manos, deseé por una vez no escuchar comentarios, ni buenos ni malos, no quería oír nada sobre mi culo, mis tetas o cualquier otra zona de mi anatomía.
A unos pasos del objetivo, pude distinguir el brazo del que se sentaba en la esquina, era tan musculoso y grande como mi muslo, el dueño de semejante arma volvió sus ojos hacia mi al sentirse observado, unos ojos azules enormes que hipnotizaban, uno de sus amigos comenzó a darle codazos sin ningún tipo de disimulo, al lado del coloso parecía un chaval de quince años, aunque era evidente que doblaba esa edad, el eterno adolescente, con una mirada verde y la sonrisa del que se sabe guapo.
Evité prestar atención a las palabras que me dedicaron y me senté con mis amigas que descaradamente intentaban ligar con los vecinos, ya habían hecho su elección, cada una acorde a sus gustos.
Yo no tenía muchas ganas de juerga, a pesar de eso eché un ligero vistazo, además de los dos en los que ya me había fijado al entrar y los cuatro que ya habían sido declarados propiedad privada, quedaban varios más.
Cada uno a su manera eran todos muy atractivos, el más delgaducho sentado sobre el respaldo del sofá tenía un aire chulesco a lo James Dean, enormes ojos marrones, con una sonrisa burlona miraba a su alrededor mientras daba tragos a su cerveza y fumaba un cigarrillo tras otro, a su derecha se sentaba un gigante con aspecto de dios vikingo y a su izquierda el formalito del grupo, no parecía sonreír nunca, no le fuese a provocar agujetas.
Di un respingo cuando mis amigas se levantaron y fueron a sentarse entre los chicos, durante unos segundos permanecí sola en la mesa.
Sentada bajo el chulo, entre el adolescente y el borde me preguntaba porque en los breves instantes que tuve para elegir no había salido corriendo por la puerta del pub, distraída por los golpecitos que me daba una de mis amigas por debajo de la mesa, no me había enterado de lo que me estaban diciendo.
Estaban hablando de cuanto tiempo habían pasado sin sexo, mis amigas estaban muertas de risa esperando mi respuesta, una de ellas contestó por mí.
- tres años lleva, si no nos ha engañado en todo este tiempo
Todos volvieron sus ojos con la incredulidad en su mirada hacia mi,
- tampoco es tan extraño, no tengo pareja así que de hacerlo tendría que ser con desconocidos y aunque los hombres en vuestra gran vanidad os penséis Superman, la verdad es que la mayoría sois mediocres y para quedarme igual que estaba prefiero montármelo yo sola.
- ¿cada cuanto? – la voz me llegó desde encima de mi cabeza
- Cada cuanto ¿qué?
- Que cada cuanto te lo montas tú sola
Más miradas, debería haberme quedado en silencio, quien me mandaba meterme en estas conversaciones.
La voz sonó más cercana, los labios rozaron mi oreja, preguntando de nuevo.
- todos los días
Sonoras carcajadas hicieron que el resto de las personas del pub se volviesen para ver que era tan divertido
- y ¿qué usas?
Estaba claro que no iba a soltar su presa ahora que algo había llamado su atención.
- les hago fotos a los tíos coñazo que acabo de conocer y después me lo hago mirándola
De nuevo, el susurro en mi oído, esta vez incluso pude sentir el flequillo rozando mi mejilla
- me la estas poniendo dura. Esta vez porqué no varías y lo haces sin foto, con el coñazo de carne y hueso
No se podía ser más imbécil. Estaba a punto de mandarlo a la mierda, cuando una mano se posó sobre mi muslo avanzando hacía las braguitas que para mi sorpresa estaban húmedas, tanto tiempo, era normal que cualquier cosa me calentase.
Era la mano del adolescente que cada vez subía más; al no haber más preguntas los demás se habían ido ocupando con sus asuntos y ninguno parecía prestar atención a lo que pasaba por debajo de la mesa.
Cuando me introdujo un par de dedos en la vagina, mientras que con el pulgar comenzaba a masajear en el punto adecuado, sufrí tal sobresaltó que sin poder evitarlo mi mano apretó la pierna que encontró al lado.
Casi derramó su bebida, al sentirse agredido de repente, intenté disculparme, pero tan solo logré emitir un suspiro..
Pensé que se enfadaría pero para mi sorpresa, un gran bulto pugnaba por salir de los pantalones del borde, está vez si le vi sonreír y la sonrisa se amplió cuando al poner su mano sobre mi se encontró con la de su compañero.
No quería montar un numerito orgásmico allí delante de todos, así que intenté salir saltando por encima del sofá, el zapato quedó enganchado en alguna de las múltiples piernas que ocupaban el asiento, haciendo que perdiese el equilibrio y cayese arrastrando al curioso que con sus preguntas había iniciado todo.
Me levanté con las piernas temblando y en voz alta dije que iba al coche a buscar algo que se me había olvidado.
Cuando estaba abriendo la puerta una mano se introdujo debajo de mi vestido. Allí estaban los tres como lobos hambrientos ante un corderito.
El chulo me cogió de la mano y me llevó hasta una furgoneta aparcada allí cerca, no se pronunció ni una sola palabra durante ese corto trayecto, nada más cerrar las puertas traseras el más callado me tumbó, levantando el vestido y arrancando las diminutas bragas, enterró la cabeza entre mis muslos.
Otro de los otros dos ya no sabía cual ni me importaba me introdujo la polla enorme, larga y gruesa en la boca, mientras el otro chupaba y mordía mis pezones provocándome contracciones de placer.
Cuando yo estaba a punto de explotar de éxtasis, dejó de lamer mi vulva chorreante y me penetró tan profundamente que provocó que a mi vez me tragase entera la verga que tenía en mi boca, al ritmo de las embestidas iba lamiendo, chupando incluso mordiendo hasta que sin poder resistir más me tumbó sobre su compañero y me penetró por detrás, adaptando su ritmo al del otro, creí que me iban a romper cada uno empujando tan fuerte que mis pechos parecían salir disparados con cada nueva acometida.
Una mano me agarró del pelo violentamente, acercando mi cara a un nuevo pene desconocido, éste también muy bien dotado, con sus manos iba marcando la cadencia que él quería, fue engordando más y más en mi boca, durante unos instantes pensé que me ahogaría, un líquido viscoso comenzó a deslizarse por mi garganta, desbordando mis labios, fue como el disparo de salida, noté como los otros dos también se corrían dentro de mí empujando profundamente una última vez.
Mientras me quitaba de encima del borde, mi mirada se cruzó con los ojos verdes del que se había corrido en mi boca y supe que quería más.
Yo también quería más, me senté frente a él con las piernas abiertas para que tuviese una visión perfecta y comencé a masturbarme, se sentó muy cerca pero sin llegar a rozarme y comenzó él también a tocarse, los otros dos al vernos se excitaron de nuevo e hicieron lo propio con sus manubrios.
Estábamos los cuatro rozando el cielo, cuando sonaron unos golpes en la furgoneta, no podíamos parar en ese momento, las puertas se abrieron y me encontré cara a cara con el coloso, sus ojos azules se clavaron en mi coño húmedo aún manchado por semen de varios de sus amigos. Cerró las puertas tras él y arrastrándome por los pies me penetró tan salvajemente que hizo que clavase las uñas en la moqueta arrancando trozos de ésta, en unos segundos me vi de nuevo rodeada por enormes y erectas pollas que ahondaban en mi cuerpo una y otra vez.
Tatuajes, caras, torsos, brazos, pies, se mezclaban en mi mente, rodeándome, convirtiéndose en manchas borrosas, llevándome al paraíso del clímax una y otra vez.
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