martes, 20 de abril de 2010

Por el camino yo me entretengo...


Cartera, mochila, móvil, no me dejo nada, echo otro vistazo por si acaso. Camino rápido hasta la estación de tren, no quiero volver a llegar tarde al trabajo.
En el andén me entretengo mirando a las chicas, que aprovechando el buen tiempo dejan ver sus tatuajes más ocultos, alguna hasta me devuelve la mirada, me toco la cremallera del pantalón, está cerrada.
Aquí llega el tren, el vagón está casi vacío y me puedo sentar enfrente de una pareja que discute, en la siguiente parada el tío se baja y deja a la pobre chica desconsolada. ¡Qué animal! mira que dejar así a una chica tan bonita, que narices bonita, está tan buena que me comería hasta las uñas de los pies. Tiene los pies pequeños, como los de la Cenicienta, las sandalias dejan ver unos dedos perfectos, que tontería me ha dado, me tengo que tapar con la mochila.
Se le ha soltado una de las tiras, me agacho a colocársela y antes de darme cuenta me encuentro dando un masaje a sus delicados pies, voy dedo a dedo recreándome, presiono suavemente la planta y escucho un gemido. Me animo un poco más y comienzo a lamer y a chupar, paseo mi lengua por el pie, mientras una de mis manos sube por su pantorrilla. Me atrevo a mirar a la princesa, que me observa sonriente.
Joder, se me había olvidado que estaba en el tren. Al lado de ella está sentada una morena con unas tetas que se agitan por la visión que ofrezco. Mi lengua no para de jugar con el dedo gordo de la desconocida.
Me excita la visión de esos pechos casi al aire, chupo enérgico, la muñeca gime más fuerte.
Un golpe de periódico en la cabeza me devuelve a la realidad, una mujer de unos cincuenta años, me arrea varios capirotazos llamándome marrano y atrayendo la atención del resto de los pasajeros del vagón.
Continua con los golpes, menos mal que llego a mi parada. Me bajo entre los aplausos de unos estudiantes y los insultos de la señora. Antes de que se cierren las puertas, una pelirroja con ojos verdes de gata me mete en el bolsillo un papel y dice que la llame.
Con una erección imposible de disimular me quedo en el andén viendo como se va el tren, por las ventanillas, veo varias chicas que me saludan.
Me coloco la mochila y me encamino rápido hacia el andén donde tengo que hacer trasbordo, por las escaleras mecánicas pienso de nuevo en piernas blancas y suaves, tan distraído estoy que pego un brinco cuando una mano comienza a sobarme descaradamente el culo.
De reojo veo a la morena del vagón, sonríe con unos labios gruesos pintados de rojo, se me sube la sangre a la cabeza, durante unos segundos no sé que hacer. Ella sigue apretando y masajeando, su mano se mete entre mis muslos alcanzando mi trinquete que aún no había conseguido arriar. Ni veo el último escalón, me tropiezo arrastrando a la chica del vestido blanco casi transparente que va delante.
La mochila sale volando desparramando mis cosas y yo me quedo espatarrado con la nariz metida entre las nalgas de la rubia. La morena provocadora le dice algo al oído y ambas se ríen, me levanto tambaleándome por el calentón, recogiendo como puedo la mochila. Me duelen las pelotas. Llego al andén perseguido por las dos tías buenas, me siento, las rodillas apenas me sostienen.
La rubia se sienta encima de mí, levantando la tela del vestido, sus muslos se aprietan contra mi erección. Como no haga algo pronto me va a dar algo.
Veo la mano de la morena deslizarse bajo la tela del vestido, baja mi cremallera y deja salir la presión, la rubia se la endilga entera sin pensarlo dos veces.
Cuando voy a comenzar a impulsarme, veo a la mujer del periódico y me quedo paralizado, el andén está lleno y tengo que hacer ese recorrido todos los días, la mujer me mira con los ojos entrecerrados para ver que estoy haciendo con la chica que está sobre mí.
La morena tetona la saluda con la mano y la mujer aparta la vista.
La rubia ha comenzado a contraer los músculos de la vagina y me está estrangulando, me gustaría cogerla de las caderas y clavársela hasta las entrañas, pero permanezco quieto disfrutando de la asfixia a la que me están sometiendo.
Llega el tren y se levanta corriendo, dejándome empalmao y peor que antes, menos mal que tengo mi mochila para taparme, me coloco como puedo y subo como un muñeco desarticulado.
Me siento intentando tranquilizarme, respiro hondo. Joder la morena se ha sentado enfrente, miro detrás y delante, sólo hay unos cuantos chavales al fondo.
Esta no se me escapa, en un impulso me levanto y le meto mi dolorida amiga hasta la garganta, sus labios rojos recorren todo mi tronco dejando su huella allí por donde pasan, me lame los huevos. Estoy que exploto.
Hay que ver como chupa la tía, se me escapan algunos jadeos que hacen que los chavales miren a ver que pasa. Les saludo con la mano, a saber lo que piensan, me da igual, estoy apunto, agarro la cabeza de la chica y presiono contra su boca, no intenta retirarse y recibe de pleno todo mi potencial.
Me dejo caer en el asiento satisfecho por fin, al menos no llegaré al trabajo como un caballo en época de celo. ¿Qué está haciendo ahora? Ostias, ha cogido un rotulador, miro otra vez a todos los lados.
- ¿quieres ver lo que he escrito para ti? – tiene la voz como Linda Fiorentino
Queda todavía tiempo, por echar un vistazo no pierdo nada.
Abre bien los muslos para dejarme ver que hay algo escrito en su interior, parecen números, no los distingo bien. Me acerco, hasta mi nariz llega el olor de su lujuria, me olvido de a lo que iba y aparto la tela del tanga. Los labios están tan rojos como los de la cara, empiezo a lamer esa carne caliente que palpita con cada lengüetazo.
Sus manos aprietan mi cabeza, se frota contra mi cara, no doy abasto para chupar tanta excitación, por el megáfono se anuncia mi parada. Me tengo que dar prisa, lamo, chupo, sorbo, el tren está ya disminuyendo la velocidad.
Soy un fenómeno, siento sus uñas clavarse en mi espalda. Antes de que se abran las puertas ya estoy en posición, con la mochila bien colocada en mi espalda.
Me despido de la morenaza que continua reponiéndose en el asiento. La hostia puta, con las prisas se me ha olvidado anotar el número de teléfono. Me palpo el bolsillo del pantalón, acabo de recordar el papel que me dio la pelirroja.
Llego cinco minutos antes de mi hora al curro, feliz de haber conseguido mi propósito, en la radio de un coche suena la canción de Offspring All I want, desde luego que hoy tengo todo lo que quiero.

2 comentarios:

  1. Espero que los pies de la muñeca fuesen bien limpitos y el tio parece el tonto la mochila.
    Desde luego feliz si llegó al currelo.

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  2. Es como Pocholo y su mochila el hombre. Cada unos tiene sus vicios que se le va a hacer, nos aferramos a lo que tenemos.

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