miércoles, 21 de abril de 2010

La grúa


Todo el mundo me critica porque soy un borrachazo.
Sí, es cierto que me gusta el chupete más de la cuenta. Siempre que salgo me tomo las cervezas como el que se toma agua para calmar la sed. Eso lo he hecho y lo seguiré haciendo hasta que el cuerpo aguante.
Lo que puedo decir muy alto y muy orgulloso es que por muy tajao que esté, nunca me han tenido que llevar a casa, cosa que últimamente me está tocando hacer a mí.
Mismamente ayer, estaba en mi bar favorito, para celebrar la jornada del día. Para mí todos los días son motivo de celebración. Tomando mis cervezas, casi del trago, llevaba ya unas nueve o diez. No estaba pedo pero si tenía mi puntillo.
En el mismo local estaba otro habitual, pero ese era de sobremesa, café, copa y puro.
Esa noche también debía estar de celebración, porque llevaba ya metidos en el cuerpo como diez sol y sombra, o lo que es igual, misma cantidad de anis y de coñac. Mezcla explosiva.
Cuando decidió irse a casa, le estuve mirando. Vi como se paraba delante de una casa, que no era la suya. Se apoyó en la pared mirando el suelo, parecía que estaba contando los adoquines.
Me acerco para ver si se encuentra bien, pregunta absurda, apenas se mantenía de pie. Me usa de bastón y le llevo a su casa.
Una distancia que se hace en cuatro minutos y medio, tardamos algo más de veinte. En la puerta de su portal, es incapaz de abrir, tampoco me deja, la espera se me hace eterna.
Casi se me había pasado la cogorza que tanto tiempo, esfuerzo y dinero me había costado conseguir. Tendré que empezar de nuevo.
Mirándolo por la parte positiva, más bebida para mi triporra.
Regreso al bar para seguir bebiendo. Recuperando el estado anterior al servicio de entrega a domicilio. Cuando entra otro colega con una melopea más gorda que la mía.
En su cuerpo no entraba ni una sola gota de whisky más. Como no vive lejos, decidí llevarle a su casa. Naturalmente andando, porque yo no tengo carnet de conducir, de haberlo tenido ya no tendría ni un solo punto.
Otro recorrido de siete minutos que hicimos en cuarenta. Otra borrachera que espante.
Cuando ya dejé a mi amigo en su casa, tirado en su cama, me paro a pensar qué sería mejor, volver al bar del que he salido en dos ocasiones con los “sobrios” o hacer dedo e irme a terminar de coger mi colodra a un lugar donde no conozca a nadie.
Vuelvo al bar pero con el firme convencimiento de que si se presenta otro borrachín no le acompañare a su casa.
Cuál es mi sorpresa cuando nada más entrar veo a otro de mi cuadrilla beodo. Se me jodió la fiesta, me lo llevo como un cervatillo recién nacido a que la duerma. Paso de seguir con el servicio nocturno de grúa, me voy a mi casa.
Lo que me ha quedado muy claro es que todos los que me llaman borracho, son unos alcohólicos camuflados.
No os preocupéis barmans del mundo, hoy pienso salir de celebración aunque lejos de las casas de los colegas.

2 comentarios:

  1. Que cachonda eres brujilla,
    me molan un monton tus relatos

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  2. Sí, si sus relatos, nunca mejor dicho. Yo apostaría a que son las cosas que la pasan a ella, cuanto vicio hay por aquí jajajaja

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