miércoles, 7 de abril de 2010
Celebraciones
Celebración de cumpleaños.Hay que tener todo preparado para la llegada de los invitados. La mesa con los cubiertos, copas, servilletas; en el centro. los platos con comida. Anchoas, paletilla ibérica, queso, patés con sus panecillos y por supuesto agua y buen vino de Rioja.
Ya están todos, sentados en la mesa comienza la comilona. La anfitriona se sienta con todos los invitados, para que se va a levantar, si ya hay quien lo haga. Solo comer, sacar pegas y mandar. La sirvienta gratuita lo hace todo, sirve a los comensales, friega, recoge y todo lo que haga falta, solo falta que les tenga que limpiar el culo.
De los invitados, el más joven no tiene menos de setenta años, a excepción de la sirvienta gratuita claro. Todos tienen sus achaques, cada uno con un tipo de régimen especial, para el colesterol, la diabetes..., pero hoy no importa, hay que comer y beber sin control. Mañana me quejare. En los platos centrales con la comida, aparecen manos que no descansan, las mandíbulas tienen un ritmo desenfrenado, a penas se oye hablar, no se puede perder tiempo, el buche hay que llenarlo.
Pongo la paella de marisco, sólo falta que me pongan el uniforme con cofia y guantes blancos. No he terminado de servir a todos, cuando los primeros ya piden que les ponga otro plato, ¡que saque por dios!
Llega la hora del postre, se coloca la tarta con las velas-número encendidas, ochenta y cinco, no se si llegare yo a esa edad. Como si de un niño se tratara se canta el cumpleaños feliz. Felices ellos que no se han movido ni para ir al baño.
Los pantalones empiezan a pedir auxilio, los botones comienzan a soltarse antes de que exploten y parezca aquello una zona de tiro, pero eso no importa hay que comer la tarta de hojaldre con bien de crema, los pasteles tamaño industrial de lo grandes que son y el flan que es el postre más ligero, no hay que dejar nada sin probar.
El brindis con sidra por la octogenaria cumpleañera, con la frase celebre: “Que el año que viene lo celebremos de nuevo”. Como para no, comida, bebida, sin control y gratis, sin olvidar el servicio de mesa.
Ahora que ya tenemos los estómagos llenos, si podemos hablar, hay que recordar viejos tiempos, a los que ya no están. Cuando trabajaban en el campo, “eso si era trabajar, ahora estos jóvenes lo tienen todo, no saben hacer nada, no se puede contar con ellos para nada”. Pues no se que coño pinto aquí, sirviendo, limpiando y encima aguantando quejas, la próxima vez que contraten por el mismo precio a otra.
Como no se consigue discutir, algo muy habitual en este tipo de reuniones, todos a jugar a las cartas, ahí si que se discute: que si me has hecho trampas, que si no me miras para hacerte las señas, tú te callas que no juegas.
En la otra punta de la mesa están los jóvenes, que han ido llegando para recoger a los mayores, jugamos a otro tipo de juegos de cartas, pero sin discutir.
Los jubilados ya están cansados de jugar, es tarde, así que venga otra vez comida. Otro atracón, con lo que han comido y cenado, se daría de comer a cinco países subdesarrollados. Lo bueno es que como no queda mucha sobra de comida, no tendremos que pasar días comiendo lo mismo, aunque bueno los perros lo agradecerían enormemente.
Todos se despiden con una sonrisa, el buche lleno para toda la semana y dos besos. Que se dejen de besos y por lo menos que pongan un bote y me lo den como propina que me lo he ganado.
Bueno hasta la próxima comilona que me tenga que colocar la cofia.
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tengo una cena la semana que viene, si me cobras lo mismo te contrato
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