martes, 6 de abril de 2010
El miedo
Hace unos cuantos días me desperté en medio de la noche y me dió por reflexionar sobre el miedo.
Qué gran sentimiento el miedo, nadie es capaz de sustraerse a él, miedo a lo desconocido, miedo a lo conocido, miedo al presente, al pasado, al futuro...
Usado desde que el homo sapiens tiene uso de razón, seguro que incluso antes, como método represor, porque un rebaño asustado no piensa nada más que en sobrevivir sin preocuparse de los tejemanejes y trapicheos que ocurren a su alrededor y si alguna oveja levanta la cabeza no faltaran voces que, como la reina de corazones gritarán : "que le corten la cabeza"
Con la religión se doblegó a millones de personas, ahora ha llegado la hora de la ciencia, aún más aterradora que los instrumentos de tortura de la Santa Inquisición.
Sin agua, sin capa de ozono, con miles de animales en peligro de extinción ¿qué será del ser humano? con estas noticias sobre la cabeza como la espada de Damocles quien es capaz de abrir el grifo sin sentirse culpable.
Por si no fuera poco con el miedo a una posible pero lejana extinción, para tenernos encarrilados en el día a día nos aplastan con los miedos cotidianos, miedo a perder el trabajo, miedo a que suba el euribor, miedo a que bandas organizadas de los paises del Este entren en nuestras casas a robar...
Miedo, terror, pavor, horror, temor, miles de sinónimos para este sentimiento que implantan en nuestro ADN como el color de los ojos o del pelo. El coco, el hombre del saco, fantasmas, zombies, vampiros pueblan los terrores nocturnos. El día tiene los suyos propios, enchufes que no deben tocarse con las manos mojadas, miedo a comer pescado por si una espina diminuta se clava en tu garganta, miedo a tomar demasiada sal o demasiado azúcar o demasiado de algo.
Y por si no fuera bastante, nos creamos nuestros propios miedos, al ridículo, al que dirán o no dirán, en definitiva a nosotros mismos, miedo incluso a la felicidad, no vaya a ser que la perdamos.
¿A qué viene esta irreflexión? Pues en primer lugar, porque me apetece, es lo que sucede cuando se es una ninfómana de las palabras y en segundo lugar porque he decidido escribir algún relato siguiendo esa línea, sin abandonar por supuesto los "eróticos" que tantas satisfacciones me dan.
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Desde luego que penosa ser ninfomana solo de palabra
ResponderEliminar¿Quién ha dicho que soy sólo de palabra? Hay madre, si es que se comenta a lo loco, sin parar a pensar durante un segundo.
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