miércoles, 7 de abril de 2010

Club secreto


En pleno de mes de agosto en Madrid y se tiene que estropear el aire acondicionado, cuando salgo de la ducha estoy prácticamente igual de sudorosa que cuando entré. Miró hacia el camisón y a pesar de ser muy ligero decido no ponérmelo.
En la cama yace despatarrado Víctor ocupando toda la cama, intento moverlo un poco empujándolo pero sigue en la misma posición, le pego una patada para ver si se mueve, con un ronquido se da media vuelta y deja libre mi espacio. Las sabanas están húmedas, comienzo a dar vueltas, no puedo dormir.
Abro la puerta de la terraza, parece que corre algo de aire, con el ruido de los coches no podré dormir así que me siento en una de las hamacas, el vecino parece tener puesto uno de esos programas para descerebrados donde locutores bulliciosos sueltan todo lo que cruza por su cabeza sin pararse a pensar.
“…cluuub secreto….club secreto….un club… secreto…aparca tus preocupaciones en la puerta, desinhíbete, la sonrisa bien calzada, ropas fuera… contraseña y para dentro…os recibimos con los dientes afilados…”
Al menos yo ya no tendría que quitarme la ropa.
Decido escuchar un poco los desvaríos; el que parece llevar un poco el orden tiene una voz de esas que te hacen pensar que el dueño huele bien, con aroma a algún perfume caro, no para de reír y de comer lo que parecen mantecados; para hablar y meterse entero uno de esos dulces debe tener una gran boca. El calor ya me empieza a afectar y mi mente se desvía por caminos voluptuosos, trato de concentrarme, pero esa voz…
Mi mano toma vida propia y acaricia agradable alrededor de los pezones, provocándome cosquillas, los pequeños botones se van endureciendo, dejo vagar libre mi pensamiento…
Entro en lo que parece una emisora de radio, varios hombres sentados alrededor de una mesa se giran, avanzo hacia el de la sensual voz sin prestar atención al resto, doy vueltas a su alrededor acariciando su cuello, sus hombros, mientras él continua hablando de felaciones con peta zetas, me siento en la mesa frente a su silla con las piernas abiertas, él traga los restos del mantecado y se inclina demostrando que sigue hambriento. Al contacto de su húmeda lengua mi clítoris se hincha, recostada veo a los otros hombres que nos observan, siguiendo con su cháchara sobre la fuerza.
Mientras mordisquea, chupa y sopla mi sexo me deja claro que no sólo se le da bien comer dulces, mis gemidos deben escucharse a través de las ondas, pero no parece importarles.
El de la voz aguardentosa pregunta que harían si saliese un alien de su estómago, un alien no sé pero sé lo que haría si decidiese sacar otra cosa, como si fuese un telépata obedeciendo órdenes, se inclina sobre mi apretando contra mi boca su miembro ya erguido, comienzo a lamer la punta, recorro con los labios y la lengua toda la superficie hasta permitirle que me la introduzca por completo, continuo presionando y chupando, haciendo que se endurezca aún más.
Los de las voces más jóvenes continúan hablando de mitos domésticos, las palabras se entremezclan con suspiros pero el programa debe continuar, en la radio no se permiten los silencios.
Unas suaves manos separan mis muslos, elevo mis caderas esperando sentir el ardor del bien comido, una orgullosa y larga polla se introduce lentamente, moviéndose sinuosa, sus sacudidas hacen que yo chupe con más ansia.
Escucho el sonido de una silla. Una gruesa verga se apoya en mi mano que se cierra sobre ella sintiendo su firmeza, palpita entre mis dedos y deseo sentirla más cerca, la atraigo hasta mis pechos que esperan impacientes por restregarse contra esa dura piedra.
Los asaltos en mi interior son cada vez más impetuosos, apenas puedo escuchar ya nada que no sean jadeos a mi alrededor, aunque todavía se distingue una voz juvenil charlando sobre animales.
Tras una indómita embestida, siento algo pringoso resbalando por mi sexo, el señor se deja caer en la silla mientras se lleva a la boca otro mantecado, el joven que permanece entre mis pechos me pone a cuatro patas e introduce su vigoroso mástil acometiendo en oleadas salvajes, en mi boca ya empiezo a notar el sabor del semen que chorrea entre mis labios, abiertos ya por los gritos de placer que abandonan mi garganta.
Continua empujando sin miramientos hasta que un chorro caliente salpica mi espalda.
Antes de irme miro al paciente que ha continuado emitiendo con la voz entrecortada, como suele decirse el mejor para el final, los pantalones apenas pueden ya contener el bulto que pugna por salir de su cárcel. Agradecida por su liberación, no pone objeciones cuando la introduzco con mi mano en mi aún jugosa vagina, sentada sobre sus muslos mientras él hunde su rostro entre mis pechos, me penetra profundamente elevándome a las puertas del Edén, con mi cuerpo ya relajado apoyada la espalda sobre la mesa, continua atravesándome implacable una y otra vez, cada vez más hondo, más rápido, de nuevo siento el éxtasis estallar entre mis muslos. Como el depredador que es antes de dejarse ir también hunde sus colmillos en mi cuello inmovilizándome.
“…cluuub secreto……club secreto...ya lo ves, hoy estoy tan cansado que no me voy ni a despedir…..”
El sonido del final del programa me hace abrir los ojos, mi vecino con los ojos desorbitados observa como froto enloquecida en mi interior, con la espalda ya arqueada por los continuos orgasmos autoproducidos. Con una sonrisa que no consigo borrar me despido de él hasta la próxima emisión.

2 comentarios:

  1. ¿Cuantos chupa-chups hacen falta para tener tanto talento? Creo que eso no sale por inercia, debe tener muchas horas de practica

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  2. Joder que cantidad de mantecados ahora que estoy a regimen y lo de los peta zetas habra que probarlo,
    q bueno

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