viernes, 16 de abril de 2010

La mecedora


Me veo reflejada en el espejo, ese camisón me queda realmente sexy. Hago toda una serie de posturitas y morritos que me hacen sonreír.
Salgo al salón, donde está Dani cambiando de canal compulsivamente, me acerco ronroneando.
Ni puto caso, sigue zappeando. Le acaricio la nuca, se deja, pero cuando voy a besarle se retira. Me dice que está cansado, que le deje ver la tele.
Será gilipollas el tío, que se meta el mando por el culo así con las contracciones se cambia solo y también puede descansar el dedo.
Puedo quedarme con él si quiero, me dice, sólo faltaba que tuviese que recibir su permiso para ver mi propia tele. Me ofrece el mando como si fuese la pipa de la paz, le doy sin querer al botón del dvd y aparece en pantalla una peli porno.
- ¿es qué no tienes hartura? – me arrebata el mando y pone la teletienda
Voy a la habitación hecha una furia, yo no me quedo con este calentón. Busco por los cajones las bolas thai, no las encuentro. Hago memoria, creo que las dejé en la terraza.
En un cajón las encuentro brillantes, esperando reencontrarse con mi cuerpo. ¿Dónde habré metido el lubricante? Vacío todos los cajones. Entre unas cosas y otras estoy a mil.
No espero ni a entrar de nuevo en la habitación, comienzo a masturbarme contra la puerta de cristal, extiendo bien el gel, deteniéndome en los puntos clave, las bolas entran con gran facilidad. Estoy un poco incomoda, mejor me tumbo en la cama.
Trato de abrir la puerta corredera, está cerrada, la he debido empujar con el traqueteo de la mano.
Llamo a Dani, no me oye. Grito más alto. Le oigo decir que me relaje un poquito, no me da tiempo a contestar, escucho la puerta de la calle y un portazo.
Empiezo a aporrear el cristal.
- ¿Necesitas algo?
A través de la pared, me llega la voz del porrero hippie de la izquierda. No tengo muchas opciones, le digo que me he quedado encerrada en la terraza. Me invita a pasar a su casa para llamar por teléfono al cerrajero o a quién necesite.
Me coloco el camisón, cubriendo con él todo lo que puedo, que no es mucho. Abro la ventana, enseguida veo aparecer los pelos revueltos de mi vecino, extiende su mano para ayudarme a cruzar. Apoyo un pie sobre unas cajas de zapatos y con el otro trato de llegar al borde de la ventana. Las cajas se hunden con mi peso, mi vecino tira de mí, la cuerda de las bolas ha quedado enganchada en algún sitio, con el siguiente tirón salen de mi cuerpo dejándome empapada y jadeando sobre él.
Sólo lleva puestos unos boxers ajustados, que esconden una erección de campeonato. No soy yo la única caliente del edificio a esas horas.
Las tahi han quedado colgando a su vista, las recoge sobando con sus manos cada bola, los boxer apenas pueden contener la presión.
Entro al salón, sin dejar de mirar el bulto. Otra cosa capta mi atención. Estoy rodeada por todo tipo de artilugios y juguetes eróticos, hay vibradores de todos los tamaños y colores, muñecas, esposas, latigos, disfraces… Un sueño hecho realidad.
Me explica que tiene un sex-shop y que a veces se trae cosillas para probarlas, joder cosillas, tiene todo un arsenal.
Una especie de horquilla llama mi atención, Rico, que así se llama mi agradable vecino, me dice que si quiero el we-vibe es mío, me doy la vuelta para darle las gracias, el calzoncillo está a punto de reventar.
Con la vista clavada en un punto fijo le digo que me enseñe a usarlo, antes de que me de tiempo lo tengo encima manoseando mis pechos, su pelo huele a maría, me sienta en una mecedora, con unos pañuelos de seda ata mis manos y mis pies. Introduce el aparato, no necesita ningún gel, estoy que chorreo, cada lado de la horquilla toca un punto sensible, vibra produciendo una deliciosa sensación. Me pregunta si deseo probar algo más, con voz ronca por los estremecimientos le digo que la suya. Esa no, esa al final, susurra.
Se va a una esquina del salón, trae varios consoladores en sus manos. Me acerca a mis labios ya completamente abiertos y rojos uno de tamaño pequeño de un color rosa intenso, frota con él arriba y abajo pero no llega a introducirlo, apoya la punta en mi rajita. Ya entiendo, empiezo a balancearme, apenas me deja probarlo y cambia a uno de mayor tamaño, más grueso y largo, cada vez oscilo con más fuerza, con cada penetración el consolador choca contra el we-vibe desencadenando mis gritos descontrolados. Los orgasmos se suceden, pero no dejo de mecerme, no dejo de mirar su hierro candente libre ya de telas que lo oculten, va a ser verdad que no tengo hartura.
Rico aprovecha unos segundos que me tomo de descanso para empezar a lamer, sus lengüetazos me hacen cosquillas, obstinado me lleva de nuevo al clímax, no aguanto más, balanceo con fuerza la mecedora y caigo sobre él, introduciéndome por fin su erección. Nunca he tenido algo tan duro entre mis muslos, como no me va a dejar insatisfecha el meapilas de Dani, así estoy siempre, como perra en celo.
Rico me suelta, apartando la silla para dejarme más libertad de movimientos. Brinco y me impulso sobre él como una enajenada. El aparato aún sigue en mi interior vibrando, estoy agotada pero no quiero parar, le pido que continué él.
Inagotable él también, se incrusta de tal forma que su pelvis roza mi vagina, el we-vibe, tiembla enérgico. Sus jadeos de toro embravecido me excitan de tal forma que me siento ir de nuevo. Con una de las manos agarro el consolador pequeño, húmedo aún y se lo introduzco sin miramientos, eso parece animarle aún más. Los empujones me rompen por la mitad. Las contracciones son tan potentes que estoy al borde del desmayo.
Las venas de su cuello parecen querer escapar, con un hondo gemido Rico derrama todo su polvorín.
Se levanta mostrándome su cuerpo en todo su esplendor, su ancha espalda, acaba en un hermoso trasero musculoso, ¿quién lo iba a pensar del hippilongo?
Se acerca de nuevo, tumbándose a mí lado con un porro encendido, huele muy bien. Mientras doy unas cuantas caladas, el juega con su lengua en mis pezones.
Cariñoso me pregunta si quiero jugar a los disfraces. Creo que he dado con la horma de mi zapato, en mi entrepierna ya empieza a latir el deseo de su pene erizado por completo. Mientras el aparato continua su estimulante trabajo, paseo la vista por todos los disfraces expuestos, me pregunto si me dejará probármelos todos.

1 comentario:

  1. Tu sueño hecho realidad con tanto juguete erotico y ya se pq te molan tanto los hippies

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