miércoles, 14 de abril de 2010
Un dulce ángel
Tumbada en la cama. Mirando como el humo que expulsa entre sus labios sube en blancas ondas, piensa en lo ocurrido.
No se arrepiente, deja eso para los que tienen conciencia y la usan. Ella hace tiempo que dejo de hacerlo.
El cuerpo a su lado gime. Se ha llevado un buen balazo, por culpa del mamón de crío ese.
No debían haberlo llevado, pero Edu insistió y Berto en el fondo es débil, por eso está ahora ahí, tirado, lloriqueando como un bebe.
Si ella no le llega a volar la cabeza al cabrón del guardia, estaban todos muertos. Puto chaval. Por dudar, Berto está herido.
Agarrándose las tripas, impidió que matase al mierdecilla. Qué disfrute de las horas que le quedan, porque en cuanto Berto estire la pata irá a por él. No será rápido, le va a doler, como le duele a ella escuchar cada lamento.
Enciende otro cigarrillo, escucha la voz de Edu hablándole a su hermano pequeño. Lo va a sentir. Espera que no se interponga. Tiene balas suficientes.
Berto está sudando. Le duele mucho. El matasanos no ha dado ninguna esperanza. Quizás en un hospital. No es buena idea. Tendrá que aguantarse.
Se gira un poco acariciándola. Siempre ha sido muy dulce. Una de las pocas personas que se ha portado bien con ella, junto con su abuelo. Le besa. Sabe a muerte. Ella sabe mucho de eso.
El aire está viciado, huele a tabaco y sudor. Las ventanas no se abren. Nadie debe saber que la casa está ocupada. Les buscan.
Sale de la habitación, medio desnuda. Edu ni siquiera la mira. De verdad espera que no se atraviese en su camino.
Es preciosa. Nadie podría imaginar que bajo esa cara de niña pecosilla, se esconde un alma siniestra. Miro a mi hermano. Imbecil, ¿por qué no disparaste? Ahora estaríamos lejos de éste país.
No tenemos el dinero y encima nos buscan por varios asesinatos. Mati una vez que empieza no puede parar. A algunas personas le gusta comer, o beber, o irse de putas. A ella le gusta matar.
Es como la muerte, no hace distinción de raza o edad, sólo parece respetar un poco a los ancianos. A los ancianos no los mata a no ser que lo considere necesario.
Su hermano está en peligro. No sabe que hacer. Le gustaría ayudarlo, pero ha visto el brillo en los ojos de ella. Está sentenciado. Quizás debería hablar, intentar convencerla. Berto lo entendería, la haría comprender, pero ya poco puede hacer, está tan débil que apenas tiene fuerza para quejarse.
Berto aprieta los dientes. El dolor le está desgarrando. Está solo en la habitación. Piensa en como habría podido ser su vida si no la hubiese conocido. A él no le gusta matar, sólo lo hace cuando lo pagan por ello. Pero Mati es otra historia.
Cuando la conoció andaba por las calles descalza y sucia. Con su bonito cuerpo cubierto por ropas encontradas entre la basura. Se enamoró nada más verla. Sus ojos negros, eran como brasas ardientes. Contaban una historia terrible. La llamó y ella le siguió. No se habían separado desde entonces.
Se entero años más tarde de lo de sus primos y su tío. En cuanto tuvo ocasión acabo con todos ellos. Que demonios, acabo en una sola noche con todo el pueblo. Como una diosa de la venganza. Su cuerpo parecía brillar cuando mataba a cada uno de los que habían abusado de ella. Creía que acabaría con aquello, pero su sed de sangre era insaciable. Disfrutaba sintiendo el poder que la otorgaba su pistola. La acariciaba como si fuese su hijo.
Un dolor atraviesa sus entrañas. Grita tan fuerte como le permiten sus fuerzas. Mati entra, seguida de Edu. Espera que permanezcan juntos. Edu es bueno para ella. No dejará que nada malo le pase. No piensa en el hermano. Es ya hombre muerto.
No puede quejarse. Muere rodeado de las únicas personas que le importan. Aún alcanza a escuchar los golpes de la culata contra la cabeza del chaval. Mati se está tomando su tiempo para destrozarlo.
No la había visto llegar. Se abalanzó sobre él como una leona. La sangre no le deja ver nada. Apenas puede ya sentir las hostias contra su cráneo. ¿Dónde está Edu?¿Dónde está su hermano? Su espíritu se eleva de su cuerpo. Lo último que ve es a Mati, hermosa, siempre hermosa, cubierta con su sangre.
Todo ha acabado. Llamo a Edu. Debemos irnos. Me alegra que no haya intervenido.
Cruzamos la frontera sin problemas. Está amaneciendo. Duermo un poco con la pistola entre mis manos. Me gusta sentir su frío tacto.
Qué bella es dormida. Descansa tranquila. La pasada noche ha asesinado a diez personas a sangre fría. A varias de ellas ni siquiera era necesario. La familia del parking aún debe pensar que es lo que ha pasado. Estaban intentando ayudar a una mujer cubierta de sangre cuando unos disparos acabaron con sus vidas. El abuelo fue el último, incluso le pidió perdón. Es tan extraña.
Debería pegarla un tiro ahora que puede. Toca la culata de su revolver. Esa puta ha matado a su hermano y él no ha hecho nada. Le matará a él sin pestañear si así lo decide.
Le está mirando. Aún tiene restos de su hermano pegados en el pelo. Acaricia su mejilla sonrosada y ella sonríe. Retira la mano de la pistola, a un ángel no se le puede matar.
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Que tiparraca y encima no tiene compasion
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