lunes, 12 de abril de 2010
Venganza húmeda
Entré en la tienda observando atentamente la mercancía, no se me iba de la mente la humillación que había recibido, se merecía un castigo. Siempre me plegaba a sus morbosas fantasías, pero esta vez había ido demasiado lejos.
Distraída elegí el más grande que vi, era suave al tacto, tal vez debería elegir algo más pequeño, no tenía demasiado tiempo y serviría igual así que me quede con el que ya tenía en la mano. Compré unas cuantas cosas más que necesitaba y fui corriendo hasta casa.
Todavía no había llegado, preparé la habitación para que pensase que ya no estaba enfadada y que esa tarde jugaríamos un rato, no debía sospechar nada, o no podría ejecutar el plan.
Coloqué el dvd elegido, sabía lo que le excitaba, ya veríamos después si le seguía gustando tanto.
Me vestí cuidadosamente, eligiendo cada detalle pensando en sus gustos, ligueros, transparencias, tacones altos…
Nada más entrar por la puerta, al oler el aroma del incienso que se había ido esparciendo por la casa imaginó lo que pasaba, quitándose la ropa por el camino llegó a la habitación desnudo, donde yo le espero mimosa sobre la cama.
Le indico con un gesto que permanezca donde está, me acerco contoneando las caderas, comienzo a besar sus fuertes hombros, acaricio su pecho, le he tenido un tiempo sin dejar que me tocase así que enseguida se empalma con el contacto. Apenas puede contenerse, me inclina sobre el respaldo de un asiento, siempre le gusta empezar por detrás, pero antes de que pueda hacer nada le coloco unas esposas inmovilizándolo a la silla, intenta levantarla pero el herrero ha hecho un buen trabajo anclándola al suelo.
Todavía no está enfadado, le gusta que tome la iniciativa de vez en cuando, antes de que se de cuenta, ato también sus pies dejando un poco separadas las piernas, va empezando a comprender, comienzan los gritos.
Ya estaba previsto, saco la mordaza que he comprado, a su vista también pongo el consolador extra grande, se le desorbitan los ojos al ver el ancho y largo del aparato, intenta de nuevo soltarse, le doy un latigazo con una fusta, en la tienda tenían de todo, para que se esté quieto.
Pongo el dvd, ahora tiene claro lo que va a suceder.
En la pantalla estoy yo, cubierta sólo por mi larga melena caoba, se nota que estoy inquieta, entra él y me relajo, pero detrás aparecen varios hombres, a veces ha traído alguno de sus amigos para que nos mire pero nunca a tantos, sospecho que esto no me va a gustar.
Los hombres empiezan a tocarme, mientras él se aparta para mirar, soban mis pechos, mis muslos, comienzan a lamer todo mi cuerpo. Mis ojos no se apartan de su cara sonriente.
Me giro a observar al hombre de carne y hueso que tengo atado a la silla, el muy cerdo se está empalmando, le dejo que disfrute un poco, de manera masoquista yo también lo hice.
Uno de los hombres se tumba en el suelo con su verga preparada, él me hace un gesto para que me siente sobre ella, no quiero, los otros me obligan, empiezan a moverme para que note en mi vagina el aguijón que tengo clavado. Un negro de dos metros pone frente a mí su hombría, es de un tamaño descomunal, aprieto los labios, no te preocupes mi vida, me dice, que mi niña ya encontrará donde ser querida.
Intento soltarme pero estoy bien sujeta, el negrazo rodea mi cuerpo y se coloca detrás, un líquido cae sobre mi espalda y comienza a masajear mis nalgas con él.
Tomo el aceite de tiaré de la mesilla y comienzo a hacer con él, lo que su amigo hizo conmigo, su culo carnoso y duro se agita, tengo un momento de duda, pero al ver en la televisión la espantosa embestida con la que me penetra el negro, le meto varios dedos en su culo virgen, les imprimo el mismo ritmo bestial que veo en las imágenes, ahora lloras verdad mamón, pues todavía no he hecho nada más que empezar.
Uno de los hombres que me sujetaba se coloca delante y mete su verga en mi boca abierta por lo que ya parecen jadeos de placer, más que de dolor, comienzo a sentir un cosquilleo en la entrepierna observando como doy placer a tres hombres al mismo tiempo.
Me acaricio allí donde late con fuerza, no puedo distraerme, no estoy aquí para eso, me coloco frente a su cara y le digo que si se porta bien le suelto, él asiente con la cabeza, le quito la mordaza y comienza a chupar donde le indico, siempre ha sido muy bueno cuando quiere.
Mis gemidos se confunden con los que salen del televisor, me aparto para que pueda ver lo que ocurre en la grabación, aunque seguro que lo recuerda muy bien, con cada una de las manos estoy masturbando a los dos que quedaban.
La tiene tan dura que las venas parecen a punto de estallar. Es hora de bajarle los humos, cojo el consolador, apenas puedo rodear su ancho con mis dos manos entrelazadas, lo paseo ante sus ojos, comienza a suplicar, por favor. Por favor ¿qué? Yo ni siquiera podía rogar, con la boca llena como la tenía. Le coloco de nuevo la mordaza, no quiero que sus gritos alerten a los vecinos.
Le lubrico de nuevo bien, no se está quieto, agarro su miembro y comienzo a masajearlo, está tan excitado que comienza a empujar entre mi mano, coloco entonces la punta del aparato contra él, se queda paralizado, gira su cabeza y pide perdón con sus ojos.
- mira a la televisión, ahora llega tu momento, no te lo vayas a perder – la rabia apenas me deja hablar.
Los cinco hombres empujan sin ningún control sobre mi, entra él de nuevo en la pantalla, se acerca frotando su verga ya recia por el espectáculo.
Al mismo tiempo que él me penetra sin molestarse en que primero la saque el negro, le introduzco el aparato completo sin ningún miramiento, en ese momento deseó ser hombre para poder ser yo la que le desgarre, como él hizo conmigo, sentir el calor que debe desprender por el dolor y la vejación a la que le estoy sometiendo.
Miro de nuevo a la pantalla, mi cuerpo se convulsiona bajo el empuje de los seis machos encabritados, los orgasmos se suceden unos a otros, chorros de líquido salpican por todas partes hasta quedar en mi interior sólo él, perforando intensamente.
Una de sus manos se introduce en mi vulva, se ríe por lo mojada que la encuentra, sus vaivenes son cada vez más violentos, me hace enloquecer, pedir a gritos que no pare, los otros nos jalean para que continuemos.
Sobre la silla, es su cuerpo el que es violentado, su miembro no para de crecer bajo los empellones violentos a los que le someto, nunca la ha tenido tan dura, le quito la mordaza y ahora es él que me pide que no pare. Eso no es lo que yo esperaba.
Suelto las ataduras todavía insegura de que no vaya a matarme. Se tira brutalmente sobre mí, con el consolador todavía clavado y me penetra agresivamente. Mientras mi mano alcanza el consolador y comienzo de nuevo a bombear, su colosal verga golpea impetuosa.
Los jadeos de nuestras imágenes, nos excitan más, consiguiendo un orgasmo a cuatro bandas que nos hace caer desplomados.
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Me he quedado sin palabras,
ResponderEliminarque brutalidad,
me ha recordado un poco los libros de Milenium en el que Lisbeth es violadad, pero vamos muy light en comparacion con este relato.